La historia de su vida 1/2

antes de empezar, aclararé los nombres de los personajes, los cuales no me pertenecen, sólo los encontré por ahí.

Ana Caballero: bueno, este nombre sí es original, fue lo primero que se me ocurrió para esta OC xD
Gales: William Kirkland
Escocia: Ian Kirkland
Irlanda del Norte: Dylan Kirkland

sus rasgos físicos se los atribuyo a una imagen que encontré de ellos tres en zerochan, debido a que no son oficiales, ni en eso el fandom se pone de acuerdo xDD

sin más, difruten del cap. c:

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-en el departamento de seguridad del palacio-

—Esta situación se está volviendo muy grave. Hemos podido ocultárselo a los medios durante casi un año, pero no podemos hacerlo toda la vida.

—Fue muy astuto, no dejó evidencia alguna; ni un sólo rastro. Pero luego de un arduo rastreo, por fin hemos localizado el lugar donde se encuentra. Al parecer, no tiene planes de volver. Ha conseguido trabajo como asistente de la junta directiva en la empresa X, y hasta está viviendo con una mujer.

—Quiero toda la información sobre esa chica en este mismo instante -el comandante de seguridad le dirigió una seria mirada a su subordinado.

—Claro, señor. En la base de datos, encontramos toda la información necesaria. Se llama [Nombre y Apellido], 22 años de edad; trabaja de secretaria en una empresa junto con su mejor amiga, Ana Caballero. Viendo su expediente, no posee ningún antecedente penal ni se ha visto involucrada en ningún asunto sospechoso. Está limpia, es una ciudadana común y corriente; no representa ningún peligro.

—Bien, si ya tenemos su ubicación, debemos de informárselo de inmediato al rey.

—Sí, aunque preferiría no hacerlo —suspira mirando la pantalla con un poco de tristeza en los ojos—, el príncipe Arthur se ve muy feliz con la vida que tiene ahora...

—Sabemos que su situación en este palacio es detestable, pero no podemos desobedecer, órdenes son órdenes, además, sabes que nuestro pellejo está en juego si no cumplimos con el rey.

—Tiene toda la razón jefe. Tome el informe, aquí está todo lo necesario para informar a la familia real de la situación.

—Gracias cabo, siga trabajando.

El comandante de seguridad se dirigió a la sala de juntas de la realeza. Al abrir la puerta, el rey esperaba muy ansioso una respuesta, con una expresión no muy agradable. El comandante tragó saliva al ver el rostro del rey, se armó de valor y se acercó a entregarle el informe.

Sin siquiera dejar una nota o algo, absolutamente nada, como si se lo hubiera tragado la tierra, hace exactamente 11 meses y 15 días, Arthur desapareció del palacio sin dejar rastro alguno.

Obviamente no tenía por qué decir nada de su paradero, pero esa acción podía traerle graves consecuencias a la realeza, y él lo sabía perfectamente.

La noticia enfureció al rey bastante, dejando perplejos a todos los trabajadores del palacio. Sin embargo, había en el lugar tres hombres que estaban felices con aquella noticia, no obstante lo ocultaban, pues pese a no tener nada que ver con su desaparición, si mostraban complacencia con aquel hecho, serían los principales sospechosos, junto con el rey. Realmente al rey le agradaba la idea de no volverlo a ver nunca más, pese a ello, si se hacía pública la noticia, de seguro el parlamento tomaría las medidas necesarias en su contra, lo cual debía evitar a toda costa. Por ello, desde el día en que Arthur abandonó el país, comenzó una furtiva búsqueda; mejor dicho, una caza, poniendo en movimiento a todos sus hombres, con la mayor discreción posible para que nadie se entere, aparte de los que habitaban el palacio.

Sólo los que vivían en aquel palacio, nadie más; sabían realmente cuál era la situación de la familia real y la de Arthur.

—¿Hay alguna novedad? —preguntó con sequedad el rey.
—Sí alteza. Hoy por fin hemos recaudado la información sobre el paradero del príncipe Arthur -un poco temeroso el comandante extendió su mano para darle el informe.
That fucking bastard... —murmuró frunciendo el ceño, demostrando aún más su enojo contra aquel individuo.

El comandante sólo pudo retroceder unos cuantos pasos, cuando ese hombre se enojaba, podía llegar a ser un verdadero demonio.

I caught you, fucking asshole... —sonrió de lado con malicia, mientras hojeaba el dichoso informe que había esperado por tanto tiempo.

Eso hizo que al comandante le diera un escalofrío, quién sabe qué demonios estaba pasando por la cabeza de su alteza en ese momento.

—Comandante, llame a los demás príncipes en este mismo instante... —ordenó tirando los papeles sobre la mesa.
—Como usted ordene, majestad -haciendo una reverencia se retiró del lugar en busca de los demás príncipes.

Al poco tiempo, los tres hermanos entraron apresuradamente a la habitación.

—¿Qué ha sucedido? —preguntó el mayor, con una mirada seria; podía percibir la noticia que su padre iba a darles.
—Lo encontraron —la sonrisa maliciosa del rey se ensanchó aún más.
—Tsk, podría decirse que es buena noticia —bufó el pelirrojo de ojos verde esmeralda.
That damned, nos hizo pasar un bastante mal rato —refunfuñó el menor entre ellos, de ojos verde agua y cabello castaño claro.

El del medio, de cabello castaño oscuro, tendiendo al rojizo; y ojos verde oscuro, sólo los miraba y volvía a mirar al rey.

—Así es —agregó el rey—, pero una vez que lo traigamos de vuelta, ya no tendremos que preocuparnos de nada, mientras esté en el palacio, estamos seguros. Debemos traerlo de inmediato, a cualquier costo —sentenció el rey, agregando más énfasis a las últimas palabras y mirando a los tres muy seriamente, haciéndolos tragar saliva a dos de ellos, menos al pelirrojo; que para atemorizarlo ni el mismo demonio frente suyo lo lograría.
—Al parecer —continuó aliviando su semblante—, tiene establecida una vida tranquila, junto a una mujer —miró con astucia, haciendo ver en su rostro esa sonrisa característica de su persona cuando tenía algo en mente.

Los tres hermanos se miraron entre sí, y después de unos segundos, en sus rostros se formaron unas sonrisas de satisfacción. Se notaba que eran hijos del rey.

—¿Qué sugieres que hagamos? —preguntó el mayor.
—Ian, tú eres el mayor. Confío en tus habilidades para traerlo de vuelta, y... —acercándose a él de manera intimidante— listen carefully, You must return with that motherfucker, it's an order, ¿understood? (Escúchame con atención, debes regresar con ese hijo de puta, es una orden, ¿entendido?)
Yes, Sir —contestó el pelirrojo.
—Prepárate cuanto antes y ve al aeropuerto. Ya pueden retirarse.
—Sí, alteza —respondieron en coro haciendo una reverencia y se retiraron.
—Ja. Te deseo suerte Ian, eres el que menos lo soporta! —bromeó Dylan.
—Tsk. Cállate —dirigiéndoles una mirada asesina, se adelantó y fue a su cuarto.

Los otros dos se quedaron parados, se miraron por un momento y suspiraron.

—Tan tranquilo que estaba todo hasta ahora —dijo William cruzando los brazos.
—Sí, pero nuestra alegría tenía que terminar tarde o temprano, este día tenía que llegar de cualquier forma. Además, no nos conviene que no se encuentre en el palacio y lo sabes —el chico de ojos verde oscuro acariciaba su mentón, en modo pensativo.
—La que le espera a Arthur cuando Ian vaya por él —sonrió el de ojos verde agua.
—Y que lo digas...
—Esperemos que no sea tan testarudo y vuelva sin oponerse, por su propia conveniencia...
—Pff, no pidas imposibles William, sabemos perfectamente que ese rubio es más terco que una mula...
—Es verdad... —suspira— pero conoce su lugar, no creo que sea tan tonto.
—De todos modos si eso sucede, Ian sabe cómo tratarlo, él se las arreglará para traerlo de vuelta, ya conoces sus métodos... —ambos se miraron sonriendo.
—Es por eso que digo que mejor no se oponga, Ian es un tipo peligroso, más cuando está enojado, como ahora... —suspiraron.
—Tú hablando de ser peligroso... —Dylan miró a su hermano sonriendo de lado.
—Lo sé, pero Ian es otro tipo de peligro, distinto al mío... —sonrió orgulloso de su talento.
—Eso lo sabemos... —asintió.
—Ya Dylan, dejemos este tema de lado y vayamos a tomar unas cervezas. Es mejor estar fuera del alcance de Ian en estos momentos.
—Tienes razón —los dos se retiraron del lugar.

Ian entró a su habitación, cerró con fuerza la puerta tras de sí y golpeó la pared con todas sus fuerzas. Suspiró profundamente y fue a sentarse en su escritorio. Tomó un cigarro de la caja que tiene guardada en el primer cajón derecho. Se lo llevó a la boca, encendiéndolo con un encendedor que sacó del bolsillo de su fino saco de vestir negro.

Se recostó completamente en la silla, alzando los pies sobre su escritorio, mientras aspiraba una gran cantidad de humo y lo volvía a exhalar. Lo único que lo ayudaba un poco a tranquilizarse a parte del alcohol, era fumar.

La idea de ir a quien sabe dónde para ir a traer de vuelta a ese idiota lo hacía enfurecer. El sólo hecho de verle la cara lo molestaba, y encima ¿tenía que ir a buscarlo? Eso era el colmo. Bastante cosas importantes tenía que hacer para estar perdiendo su tiempo detrás del imbécil inglés, ni siquiera se digna a llamarlo por su nombre, aunque fuera su "hermano".

De todos modos, no podía evitarse, las responsabilidades siempre recaían sobre él por ser el mayor. Y siendo orden del rey, era mejor cumplir sin quejas.

Con el ceño bastante fruncido, volvió a sentarse normalmente. Apoyó los codos sobre el escritorio y juntó sus manos para apoyar en ellas su mentón. Su fría mirada estaba clavada a la puerta, aunque realmente no estaba mirando nada.

—Maldito imbécil, hasta estando lejos me causa problemas... —sabía que les convenía que ese tipo esté en el palacio, aunque odiara la idea-. Más te vale, pequeño bastardo, que regreses sin causarme más líos... —sonrió de lado siniestramente, sosteniendo su cigarro con la mano izquierda.

Se levantó de su escritorio, preparó sus papeles y fue al aeropuerto. Tomó el primer avión y ya estaba rumbo a encontrarse con su "hermanito".

-horas después-

Ha sido un día de trabajo muy pesado hoy. A la misma hora de siempre, suspirando de cansancio. Arthur sale de su oficina con la idea de volver a su casa tranquilamente y cenar la comida tan deliciosa que siempre le tenía preparada su amada. En verdad tenía mucha hambre. Sin darse cuenta, sonriente caminaba a la parada del bus.

La única persona que siempre le alegraba el día, pasara lo que pasara, con su sola presencia; era ella. El inglés se perdía en sus pensamientos mientras esperaba el vehículo.

Ya estaba llegando al complejo, cuando su instinto, sexto sentido o como quieran llamarle, le alertó a que alzara la mirada. Al hacerlo se quedó en blanco y un escalofrío recorrió todo su cuerpo.

Su detestable hermano estaba a unas cuadras del lugar, mirando un papelito y mirando los edificios, buscando con la mirada la dirección y los números. No se veía para nada contento, la forma en la que exhalaba el humo de su cigarro era la evidencia de que estaba molesto, y mucho.

Damnit, they found me... —musitó apretando los dientes por la rabia.

Retrocedió sobre sus pasos lo más rápido que pudo y dobló en la primera esquina que encontró. Se dirigía a la plaza en tanto su cabeza estaba hecha un lío. Analizaba rápidamente la situación y trataba de buscar salidas, alternativas, alguna maldita solución a su actual situación. Con cada paso que daba fruncía más el ceño, señal de que todas las posibilidades que su mente estaba maquinando, estaban siendo inútiles.

No eran muchas las posibilidades, lo cual lo preocupaba mucho más. Desde que llegó a ese lugar, habían pasado muchas cosas que no estaban en sus planes, lo cual lo dejó en una situación desfavorable. A medida que los días pasaban, al lado de la mujer que amaba, había olvidado por completo que debía estar en constante movimiento, de un lugar a otro para que no dieran con él.

Fue muy descuidado, permaneció en un mismo lugar más de lo que debía y por eso lo hallaron. Pero ahora, al percatarse de eso, ya es demasiado tarde. Enviaron a un matón en busca de su persona y tendría que asumir las consecuencias tarde o temprano.

Podía simplemente, como siempre lo hizo, dejarlo todo y salir corriendo, huir lo antes posible. Sin embargo, no podía, la vida de su novia corría peligro si hacía eso. Tampoco quería involucrarla en cosas que no tenían nada que ver con ella. Y mucho menos quería condenarla a una vida de trotamundos detrás suyo, ella no se merecía eso. Ella merecía ser feliz y vivir tranquila, sin vivir en el peligro inminente, con la angustia constante de que podrían dar con el paradero de ambos y pagar las consecuencias por estar huyendo.

De cualquier manera, sea cual sea la decisión que tomase, ella saldría herida, de alguna u otra forma. Lo más razonable era lastimarla lo menos que se pueda.

Al llegar a la plaza, a unas 10 cuadras del complejo, llamó por teléfono a la chica.

—Hola Arthur, ¿cómo estás? —preguntó inocente.
—Escúchame bien, [Nombre], tienes que salir del apartamento en este mismo instante. Ven lo más rápido que puedas a la plaza que está como a diez cuadras.
—¡¿E-eh?! ¡¿P-pero qué está pasando?!
—No preguntes ahora, sólo hazme caso.
—B-bueno, voy ahora mismo...

*BIP BIP BIP*

El rubio miró a los lados, mientras guardaba el celular en su bolsillo, asegurándose de que en ese lugar estaba a salvo, por el momento.

Se sentó en uno de los bancos suspirando profundamente. Apoyó sus codos sobre sus rodillas y sostenía la cabeza entre sus manos, mirando el suelo, o eso parecía.

Intentaba organizar las ideas en su cabeza, pero no podía conseguirlo. Si tan sólo no la hubiera conocido, no se encontraría en esta situación. Se reprochaba por tales pensamientos aunque era verdad, pero ella no tenía la culpa de nada. Si la culpa era de alguien, tal vez era de él, por no haber dejado en claro su situación antes de intimar tanto con ella, antes de rendirse ante ella.

Eso lo intentó, intentó no caer, pero sus sentimientos fueron más fuertes que su razón. Si debía culpar a alguien, entonces tenía que ser a su corazón, o eso es lo que intentaba creer.

En realidad, aunque costaba aceptarlo, no podía culpar a nadie. Este era uno de los momentos más críticos para él. A pesar de todo lo que le sucedió, nunca le dolió tanto el tener que separarse de alguien, nunca se preocupó por nadie aparte de sí mismo, nunca quiso proteger a otra persona que no fuera él mismo.

Esta era, la primera vez que se sentía tan impotente, incapaz de resolver las cosas a su favor. Era la primera vez que estaba hecho un manojo de nervios, temeroso de lo que le esperaba en el mañana. Era la primera vez, que a su edad, se sentía como un niño desprotegido, abandonado, sin saber qué hacer.

No le quedaba de otra, más que ponerse bien los pantalones, armase de valor y asumir como hombre su situación. Aunque no le gustaba la idea, tenía que contarle a ella la verdad.

Su mirada seguía clavada en el suelo, con el semblante muy serio, pensando en cómo decirle las cosas a su amada. De vez en cuando levantaba la miraba hacia los costados, esperando verla en algún momento.

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