Hora de despertar

Desde esa vez la princesa venía todos los días al palacio, por lo que se volvía muy difícil convivir en el lugar. Además, por alguna razón, te sentías mal últimamente. Ya no tenías apetito, a veces estabas mareada, no entendías muy bien lo que te pasaba, ni le prestabas mucha atención. En realidad era difícil vivir así, bajo el mismo techo con completos extraños. Lo más doloroso solía ser cuando a veces se cruzaban por el camino, y pasaban de largo uno del otro, sin siquiera poder mirarse.

Cada día que pasaba se te hacía más difícil despertar, afrontar un nuevo día. Y al levantarte, sólo esperabas que el día pase lo más rápido posible para dormir, con la esperanza de no volver a despertar.
Aunque fingías perfectamente ante los demás, aquella situación te estaba afectando físicamente. Estabas muy pálida e incluso perdiste unos kilos.

Así pasaron dos semanas, las cuales ya con el tiempo, se volvieron una monotonía. Y por lo menos, ya casi te estabas acostumbrando a eso. Todos los días las cosas eran las mismas, los mismos quehaceres, las mismas responsabilidades.
Poco a poco, lentamente, estabas aceptando la idea de que estaba bien y era normal estar así. Poco a poco, estabas resignándote, aceptando el lugar que te corresponde.
Poco a poco, desaparecían las esperanzas de volver atrás. Ya no sabías si eso era bueno o malo, aunque considerabas que era lo mejor.
Después de ese tiempo, ya te sentías un poco mejor, aunque los malestares continuaban siempre.

Hoy, como todos los días, te levantaste y fuiste al baño. Miraste tu calendario y marcaba que era la fecha en que comenzaba tu periodo, pero no pasaba nada.

—Bueno, tal vez después suceda algo... —comentaste a ti misma sin darle importancia.

Te arreglaste y saliste a trabajar como todos los días. Pasaron dos días más, y Andrés seguía sin aparecer. Ahora sí que ya te estabas preocupando.

Mientras preparabas la bandeja para servir el desayuno estabas pensando profundamente.

«No, ¿será que...? No, no, no, eso no puede ser, si no hice nada desde que... No... ¿acaso fue...? ¡¿Aquella vez?!»

Ahora que lo pensabas bien, esa vez hace dos semanas, luego del incidente con William, ninguno de los dos se cuidaron. Fue muy imprudente de parte de ambos. Pero, ¡¿estar embarazada?! Esto no puede estar pasando, no ahora, no en estas condiciones. Ahora entiendes a qué se deben esos malestares.
Ya verás cómo, pero tienes que hablar con él lo antes posible.

Serviste el desayuno normalmente, y al terminar, el rey llamó a que todos los sirvientes se reúnan cerca de la mesa. Eso era algo que no hacía muy seguido, la última vez no fue una grata noticia, ¿y ahora qué viene?

Muy buenos días a todos. Hoy quiero anunciarles una gran noticia. El príncipe Arthur y la princesa Geraldine se casarán dentro de un mes. Como me pidieron que sea sencilla y entre familiares nada más, mañana mismo comienzas los preparativos. Tendrán que trabajar el doble para que todo salga bien. Eso es todo, ¡aplausos! —rió alegre.

Todos estaban muy felices con la noticia, excepto dos personas. Sonreíste y le seguiste la corriente a los demás, pero en el fondo, te volvió a doler. Lo extraño es que, ya no dolió tanto como antes. Tal vez porque ya te resignaste, tal vez porque ya sabías que iba a pasar tarde o temprano. O tal vez, tus sentimientos por él ya se estaban apagando. Pues, después de todo, desde que llegaste aquí han sido mayores los sufrimientos que las alegrías. Era lo mejor, eso es lo que creías aunque tu corazón te doliera.

Será mejor no complicar más las cosas y dejarlas como están. Mejor no decirle nada sobre tu estado, ya verás cómo te las arreglas. En el fondo, desde hace varios días estás pensando en volver a tu país, realmente todo esto ha sido en vano y ya no vale la pena seguir así. Necesitabas ahorrar un mes de sueldo más para poder comprar un boleto, así que no queda remedio que esperar y seguir en la rutina de todos los días, esperando que pasen rápido.

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Todos los días desde hace un mes han sido como locos en el palacio. Todos estaban hasta el cuello con deberes y responsabilidades por todos lados. Efectivamente, todos los días pasaron volando entre tanto ajetreo.
Especialmente tú, estabas más que exhausta. Se levantaban mucho más temprano de lo normal y se acostaban cerca de la medianoche. No, eso no es bueno para la salud, al menos hoy termina todo eso.

Llegó la noche, todos habían terminado los últimos retoques y estaban por irse a acostar. Ibas hablando con otras chicas cuando comenzaste a sentirte un poco mareada y todo se puso negro.

¡Cielos! Britanny, ¡¿qué te pasa?! ¿Britanny? ¡Se desmayó! —exclamó una de ellas intentando reanimarla.

En ese momento Henrik se dirigía también a los dormitorios y vio a una chica en el suelo. Rápidamente se acercó a ver qué es lo que sucedía.

¿Qué le pasó? —preguntó preocupado mientras la alzaba en brazos para llevarla a su cuarto.
No sabemos, estaba hablando tranquilamente con nosotras y de repente se cayó —contestó otra.
Yo la cuidaré, no es necesario que se preocupen más. Vayan a descansar, ya es muy tarde. No sea que les pase lo mismo —sonrió y llevó a la muchacha.
Sí, tienes razón. Estoy segura que fue por el cansancio, este mes fue aniquilador —suspiró una de ellas.

Se retiraron a dormir y Henrik entró a la habitación de Britanny, la puso en la cama. Fue a buscar una toalla, la mojó y se la puso en la frente.

Te ves realmente exhausta, no tenías que sobreesforzarte tanto... —tomó su mano y se quedó sentado en el piso al lado de la cama, esperando que despierte.

Eso lo decía porque ella siempre se ofrecía para todos los trabajos que aparecían. Parecía muy entretenida con todo esto, pero en realidad lo hacía para ocupar su mente en otras cosas y no pensar en lo que le estaba pasando, cosa que ni ella misma entendía muy bien.

De tanto en tanto, le remojaba la toalla. La observaba un poco intranquilo, esperando que reaccionara.

Ella siempre tenía una expresión seria, discreta, tranquila. Nunca se veía la veía molesta, ni muy alegre, ni triste. Era una chica un poco misteriosa, pero eso era lo de menos, en este tiempo, el mayordomo pudo ver que se dedica mucho a su trabajo, pese a parecer que no le agrada mucho. Cuando hablaban, ella siempre decía cosas interesantes, era muy entretenido pasar los ratos libres a su lado.

Seguía mirándola, pensando que nunca se había fijado en lo hermosa que es. Su rostro al estar dormida, se veía mucho más lindo. Lentamente, acercó su rostro al e ella, para contemplarla más de cerca. Acariciaba suavemente su mejilla. Ahora mismo, prefería que siguiera dormida, por así decirlo.

La verdad, ella le parecía muy buena persona, una gran amiga. Pero por alguna razón en estos momentos el aprecio que le tenía era mucho mayor. Verla tan vulnerable, estaba haciendo que en su cabeza se formaran ideas confusas.

Qué demonios... No está bien... —decía sacudiendo la cabeza y volviendo a poner sus ojos verdes sobre el rostro de Britanny.
—Hngh... —frunció el ceño. Estaba reaccionando, inmediatamente el mayordomo alejó su rostro para no verse en problemas.

Qué... —abriste los ojos y aún era borrosa la vista. Sentiste que algo cálido sostenía tu mano.
Britanny, ¿estás bien? ¿Cómo te sientes? —preguntó el hombre.

Esa voz, era de tu gran amigo. Cerraste los ojos intentando aclarar tu visión, y los volvías a abrir. No recordabas lo que había pasado. Intentaste hacer el esfuerzo de rememorar los hechos. Lo último que te viene a la mente es que estabas hablando con las demás chicas.

E-estoy bien, eso creo...—trataste de levantarte pero tu cabeza se sentía muy pesada, y te tumbó de nuevo en la cama.
Tranquila, no te esfuerces, debes descansar —apretó más fuerte tu mano y con la otra acariciaba tu cabeza.
¿Qué me pasó? —miraste alrededor y estabas en tu habitación.
Te desmayaste. Estoy seguro que fue por el esfuerzo. Debes cuidarte más —sonrió como siempre.
Ya veo, ¿tú me trajiste? Muchas gracias... —sonreíste levemente.
No es nada, para eso son los amigos.
Sí, es verdad. Ugh, mañana es la boda, ya debes ir a dormir —te sentías muy débil pero no querías que Henrik siga trasnochando por tu culpa.
Por mí ni te preocupes, me quedaré a tu lado hasta que te sientas mejor y es mi última palabra —volvió a sonreír.

Es un hombre de carácter fuerte, así que será imposible convencerlo de lo contrario.

De acuerdo... —sonreíste.

Su compañía en este tiempo te ha ayudado mucho para seguir y distraerte de los problemas además del trabajo. Después de unos minutos, pudiste levantarte. Te sentaste en la cama y Henrik seguía sosteniendo tu mano, se quedó dormido.

Aquella escena te hizo recordar lo que hace tiempo pasó con Arthur.

No de nuevo... —murmuraste limpiándote los ojos y haciendo el mayor esfuerzo para no llorar.

Volviste a mirar a tu amigo. (tiene una cara angelical cuando duerme...)

Henrik, ya estoy bien, ve a dormir
¿Eh? —levantó la cabeza de golpe— Britanny, ¿ya te sientes mejor? Qué alivio —sonríe.
Sí, ya puedes irte, muchas gracias por cuidarme.
No es nada. Descansa bien que mañana nos espera mucho por hacer. Pero ya sabes, si no te sientes bien sólo dímelo, yo te cubriré sin problema —sonrió y se levantó del piso. Sacudió un poco sus ropas y salió de la habitación.

Sólo sonreías mientras se iba. Realmente es un buen chico. Te levantaste de la cama y llegaste al baño tambaleando un poco. Te diste un buen baño y te acostaste a dormir. No querías ni pensar en lo que iba a pasar mañana.

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A la mañana se les dio un nuevo uniforme a todos, que se guardan en un depósito en el fondo del palacio. Son uniformes muy elegantes y finos, que sólo se usan en ocasiones especiales, como el día de hoy.

La ceremonia iba a comenzar dentro de unas horas, por lo que todos fueron a ponerse los uniformes. Ya estaba todo listo, los empleados sólo tenían que esperar a que se les ordene salir a recibir a los invitados.
La boda iba a tener lugar en el el jardín del palacio, que se encuentra en el centro del mismo.

¿Cómo te sentías al respecto? Ni tú podías decirlo con certeza. Al menos en la iglesia anglicana es legal el divorcio, eso era lo único que te animaba a seguir siendo un poco positiva.

Whoa, ya viene el novio... —murmuró una de las chicas.

Todos dirigieron sus miradas a la escalera central, por donde Arthur estaba bajando. Su traje era espectacular, lo hacía ver increíblemente guapo, elegante, atractivo. Al verlo sentiste que te paró el corazón por un instante y que por unos segundos, se detuvo el tiempo.

¡Qué envidia! ¡Cómo me gustaría ser yo la que se case con él! ¡Está guapísimo! —dijo otra de las muchachas.
¡Y que lo digas! ¡Casi me da un infarto! —suspiró otra.

Al menos tu reacción fue opacada por las demás chicas que estaban muy emocionada. Por suerte, sino te hubieras metido en problemas.

Saludó a todos de paso al jardín, y cuando viste que sus miradas podían cruzarse, de inmediato bajaste la cabeza. No querías ver su expresión triste, o peor, no querías ver su sonrisa. Si es que ya estaba convencido de que iba a ser feliz con ella.

Uno de los mayordomos más antiguos llamó la atención a todas las chicas y ordenó que cada uno vaya a su puesto, pues los invitados comenzaron a llegar.

La mayoría de ustedes fueron a la cocina, ya que su tarea era servir el gran banquete. Los mayordomos se encargaban de recibir a los invitados.

Al llegar todos, ya sólo faltaba la novia. Cuando la música nupcial sonó, se dieron cuenta que ya llegó. Como no podían abandonar su puesto, casi todas fueron a escondidas a ver entrar por la puerta principal a la novia. Según te contaron estaba divina. Lo que menos te importaba era verle la cara, para ser sinceros, por ello tú te quedaste en la cocina mientras ellas observaban.

La ceremonia se llevó a cabo y llegó la hora de servir las comidas. En algún momento sería inevitable verlo, pero hiciste todo lo posible para mantenerte bien lejos, después de todos, a la esposa del príncipe no le agradaba para nada tu presencia.

De vez en cuando, de reojo lo mirabas. Sabes perfectamente cuando algo no le agrada para nada aunque lo disimule. Pues así se veía, aunque sonriera podías ver que estaba triste. Al menos eso, te animó más.

Realmente, a pesar de todos los inmensos obstáculos que tenían entre ustedes, no dejaban de amarse. Y no dejarían de hacerlo nunca.

Luego de la ceremonia y el banquete, y el gran baile, por fin había terminado la boda. Todos ustedes estaban más que exhaustos por semejante trabajo hasta hoy. Los invitados comenzaron a retirarse y los novios fueron a su luna de miel, según te dijeron que escucharon, iban a pasar una semana en Austria.

Pues como estaban cerca de julio, y por todos los gastos de la boda, el rey acordó pagarles a mediados de mes. Genial, te iba tocar verlos volver y convivir con ellos una semana más. Sin mencionar que esta semana la princesa ya trajo todas sus pertenencias para vivir en el palacio.

Pues bien, sólo quedaba ser paciente y esperar, para poder volver a tu hogar.

William como es su costumbre, siempre andaba cerca fastidiando. Aunque desde esa vez que bajaste la guardia, nunca más le permitiste que se acercara a ti más de un metro de distancia.

Realmente esto ya no iba a funcionar. Arthur ya tenía otra vida y tú tenías que seguir con la tuya. No podrás querer a nadie más pero ya es hora de que lo dejes ir.

Las semanas pasaron rápido en la rutina, los esposos volvieron, a los ojos de todos se veían muy felices, pero tú sabías la verdad. Eral realmente molesto verlos juntos, más no podías remediarlo.

Muy bien, ya sólo faltaban dos días para largarte de Inglaterra. Justo este domingo tiene libre y pueden salir del palacio, perfecto para escapar.

La decisión estaba tomada, era hora de volver y dejar esto atrás.

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