Final
Llegaron al aeropuerto y compraron los boletos. Esperaron unas horas allí, sentados, abrazados, sin querer soltarse nunca más. Cuando al fin llegó la hora de abordar, subieron al avión. El viaje duró varias horas antes de llegar. Desde el celular de Arthur llamaste a Ana antes de subir, para que pudieran organizarse con las demás y pasar por ustedes.
—¿Hola? —contestó indiferente la voz al otro lado del teléfono.
—Hola Ana... —realmente no sabías qué decir, hacía tanto tiempo que no hablabas con ella que las palabras costaron para salir.
—¿(nombre)? —comienza a llorar— Dios mío —sollozando—, creí que no iba volver a saber de ti nunca más —sigue llorando. Sus palabras y su reacción te conmovieron demasiado que también comenzaste a llorar.
—No Ana, no digas eso —hacer una pausa tomando aire por el sollozo—, estoy volviendo, y no vuelvo sola, Arthur viene conmigo —tratas de calmarte limpiándote las lágrimas, mientras Arthur te abraza por detrás consolándote.
—¡¿ME LO DICES EN SERIO?! ¡NO PUEDO CREERLO! —gritó en el teléfono dejándote casi sorda. Apartaste un poco el aparato del oído al escuchar su grito.
—Sí Ana, es muy enserio...
—Por todos los cielos, estoy tan feliz —vuelve a llorar—, no sabes amiga, de verdad estoy tan feliz que estén volviendo, ¡de inmediato aviso a las chicas y vamos a recogerlos al aeropuerto cuando lleguen! —se nota la emoción en su voz.
—Gracias Ana, les estaremos muy agradecidos.
—No tienes nada que agradecer amiga, es lo menos que podemos hacer por ti.
—Gracias, de verdad, nos vemos en el aeropuerto.
—Claro.
*Fin de la llamada*
Al llegar al aeropuerto y bajar del avión, todas les estaban esperando y gritaron de la emoción al verlos. Corrieron hacia ustedes y les abrazaron muy emocionados, sin poder contener las lágrimas de felicidad.
—¡Dios mío! ¡CUÁNTO TIEMPO! —te volvió a abrazar Ana muy fuerte, limpiándose las lágrimas de la cara.
—Sí, las extrañé muchísimo, no tienen idea, especialmente a ti —correspondiste con un poco de llanto el abrazo.
Estabas tan feliz de volver a ver a las chicas, especialmente a Ana, después de todo ella era tu única familia, incluso antes de conocer a Arthur. Mucho fue el tiempo que pasó, y las cosas que sucedieron en ese lapso, ni hablar. Ellas no iban a estar tranquilas hasta saber cada detalle de todo lo sucedido en el palacio, mucho menos al ver en las noticias el escándalo que sucedió con los príncipes Kirkland.
Fueron a una cafetería para poder hablar más tranquilamente. Trataste de ser lo más breve posible, contando sólo los eventos más resaltantes durante ese tiempo, y con todo eso pasaron unas cuantas horas. Todo el tiempo estabas abrazada a Arthur, no te despegabas de él, y a él ya no parecía importarle demostrarte afecto delante de otras personas. Te amaba demasiado, que por ti era capaz de esconder su lado tsundere para demostrarte que te amaba.
—Y eso fue todo lo que sucedió —concluiste el extenso relato con una sonrisa. De inmediato desviaste la mirada al ver los rostros absortos de tus amigas.
Arthur estaba muy avergonzado y miraba nervioso hacia otro lado, esperando que no lo maten por los errores que cometió. Lo abrazaste más fuerte, haciéndole saber que ahora ya están juntos y nada se interpone entre ustedes.
Te miró con un poco de culpa en su mirada, y tú le dedicaste una firme sonrisa. Eso lo tranquilizó bastante.
—¡Qué historia de amor tan trágica y bonita a la vez! —gritaron al unísonos como fangirls de una novela de drama.
Eran siempre las mismas chicas, eso era de esperarse de ellas.
—Seguro fue muy difícil para ambos —comentó un poco triste Monique, con pequeñas lágrimas en los ojos.
—Sí, y para nada te juzgamos Arthur, pues a pesar de todo, hiciste lo que pudiste —agregó Michelle limpiándose las esquinas de sus ojos marrones.
—Lo importante es que ya están de regreso, ¡y tienen todo nuestro apoyo! —exclamó risueña Eli.
—¡Sí! —contestó Ana.
Todas estaban realmente felices de volverlos a ver, más después de todo lo que tuvieron que pasar. No fue fácil, pero dicen que lo que realmente vale la pena nunca lo es, y tienen razón.
Después de la larga conversación, volvieron al complejo donde se conocieron por primera vez, donde vivían juntos, y donde tenían tantos bonitos momentos guardados en la memoria.
—Les tenemos una sorpresa —dijo Bella guiñando un ojo.
Sin dejar de abrazar al inglés, subieron al quinto piso y fueron al apartamento donde hace varios meses atrás estaban viviendo.
Cuántos recuerdos de aquel lugar. Los inconvenientes que tuvieron allí no fueron nada comparados a todos los problemas en el palacio.
Se acercaron a la puerta con mucha nostalgia, mirándose por un momento, y al abrir la puerta, todo estaba exactamente como lo habían dejado. Ninguno de los dos podía creerlo.
—Tarán~ —gritaron en coro y entraron al lugar dando saltos de alegría.
—P-pero, ¿cómo? —preguntaste confundida, Arthur y tú se miraron confundidos.
—Pues, sabíamos que tenían que volver algún día, tarde o temprano, y teníamos la esperanza de que fuera pronto —comentó Bella un poco nostálgica, con una gran sonrisa de gato en su rostro.
—Así que nosotras estuvimos pagando el alquiler mensualmente para que no le dieran el apartamento a nadie más —añadió Ana.
—Sabemos lo especial que es este lugar para ustedes —continuó Michelle, con una gran sonrisa.
—Chicas, ¡son geniales! —te abalanzaste sobre ellas para darse un gran abrazo grupal.
En ese momento sonó el timbre y Arthur fue a abrir la puerta. Estaban cuatro chicos parados allí.
—¡¿Arthur?! —gritaron perplejos en coro.
—Así que esta era la sorpresa —agregó Antonio con la gran sonrisa que le caracteriza.
—¡Es bueno tenerlos de vuelta! —exclamó Francis emocionado.
—¡Sí, sí! ¡Es muy awesome verlos de nuevo! —añadió Gilbert.
Los cuatro abrazaron a Arthur como el gran amigo que era para ellos, por ser la persona especial de [Nombre], y un poco a la fuerza lo sacaron afuera.
Todas ustedes sólo se rieron de su reacción, no estaba acostumbrado que lo aprecie tanta gente.
Las seis se sentaron en el sofá a seguir conversando.
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Afuera del apartamento, Arthur estaba siendo bienvenido por los demás.
—Nos alegra que a pesar de todo, estén juntos y de regreso —dijo Sadik dándole varias palmadas en la espalda, con mucha alegría, característica suya.
—Gracias —estaba un poco nervioso.
—Has demostrado ser un buen hombre, todo lo que hiciste por defenderla es admirable —agregó Francis poniéndole una mano en el hombro.
—Eh —el inglés no sabía qué decir, no esperaba ser tan bien recibido por parte de todos.
—Vamos hombre, no seas tímido —rio Antonio—, nosotros somos tus amigos, ¡y estamos contentos de volver a verlos! —el castaño le revolvió el cabello al inglés.
Todos estaban muy felices de verlo, todos lo recibieron de la mejor manera. Nadie lo ofendió o le recriminó algo por todo lo que pasó, al contrario, estaban siendo muy comprensivos. Eso era algo que de verdad no se lo esperaba.
Después recordó que fue gracias a ellos que [Nombre] pudo llegar a su lado cuando estaba encerrado en el palacio.
—Ustedes son los que la ayudaron para ir junto a mí, ¿verdad? —preguntó un poco serio.
—¡Por supuesto, quiénes más! —rio Gilbert a todo pulmón.
—Muchas gracias... De verdad —contestó con una sonrisa.
—No es nada hombre, somos compadres después de todo —comentó risueño Antonio.
—¡Sí, para festejar deberíamos ir por unas cervezas! —exclamó Gilbert.
—¡SEEEEEE! —gritaron los otros cuatro como buenos bebedores que son. Sí, Daniel es muy callado pero también estaba presente.
—Eh, yo paso —dijo Arthur un poco apenado.
—¡De eso nada! ¡Esto tenemos que festejarlo como hombres! —respondió Gilbert más animado que nunca.
Y entre risas y bromas fueron a un bar a brindar por el regreso de ambos. Le costaba creer que podía tener muchas personas que lo apreciaban. Era difícil, pero era verdad.
Poco a poco el inglés se adaptó al grupo de hombres y se acopló sin problema. Ahora cuando las chicas tengan su «día de mujeres» ya tenía con quiénes pasar el rato saliendo a tomar o cualquier otra cosa de amigos.
Después de todo el festejo y demás, tenían que buscar reestablecerse en el lugar.
Aunque Arthur ahora era millonario, tú fuiste a trabajar a uno de los restaurantes de Daniel como camarera, ganabas mejor y el horario era el mismo que el de una oficina. Necesitabas invertir tu tiempo en algo, por eso decidiste agarrar ese empleo.
Arthur intentó volver a la empresa donde trabajaba y lo aceptaron de vuelta como asistente, no tenía necesidad de dinero, así que dejó en claro muchas pautas, tales como no horas extras, no trabajar fines de semana, no quedarse en la oficina más tiempo si ya terminó su trabajo. Aceptaron sus exigencias, después de todo dijeron que fue realmente difícil reemplazarlo y ni aún el que actualmente ocupaba su cargo hacía tan bien su trabajo como él.
Arthur tenía grandes planes ahora, y pensaba llevarlos a cabo cuanto antes.
Con el dinero que tenía les devolvió a todos lo que gastaron por ellos en forma de agradecimiento. Y aunque era bonito volver al apartamento, aún tenía pensado sorprender a su amada.
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Pasaron los días y en ese tiempo pudieron recuperar por completo la antigua vida que llevaban. A diferencia de que ahora estaban mucho más unidos que antes y se volvieron mucho más cercanos con los demás.
Entre ustedes las cosas mejoraron bastante. Ya no había celos ni inseguridades de por medio, porque pasaron por mucho, y aún así salieron adelante, superando todos los obstáculos.
Ese día Arthur llegó un poco tarde, lo que era raro, pero le restaste importancia.
—Ya llegué —anunció el inglés cerrando la puerta del apartamento tras de sí. Lo voleaste a ver justo después de terminar de servir la mesa.
—Bienvenido, ¿cómo te fue? —te acercaste a recibirlo con una gran sonrisa.
Él sonrió, dejó su saco y su maletín en el sofá y se acercó a ti, te besó con tanto amor, como lo hacía todos los días desde que volvieron a (tu país). Lo abrazaste fuerte correspondiendo el apasionado beso.
—Te amo —sonreíste apenas separándote de él.
—Yo más, my dear beloved, te amo mucho —respondió la sonrisa y te volvió a besar.
Después de todo, ahora sí podías decir que todo estaba bien, que todo iba a salir de maravilla, porque ahora, el hombre que tienes enfrente, ya no esconde nada, ya no guarda ningún secreto, ya no existe nada que atente contra ustedes.
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