Es hora de cambiar la situación
—Darling... —sentiste un susurro en tu oído.
De golpe abriste los ojos y te sentaste en la cama un poco aturdida. Volteaste a ver de qué se trataba, y no había absolutamente nada. Una vez más, desde que se fue, tu imaginación te jugó una mala broma.
Con tu mano restregaste tus ojos, intentando no volver a llorar. Era tan difícil intentar siquiera superar su ausencia, que sólo pensar en ello te dolía aún más. Al mirar el reloj, era bastante temprano, marcaban las 5:45 de la mañana.
Sólo querías volver a acostarte y seguir durmiendo, y no despertar nunca más. Pero el maldito insomnio apenas te dejaba dormir unas pocas horas todos los días. Hasta perdiste la noción del tiempo de cuánto llevabas de esa forma.
Te sentaste en el piso, mirando el techo, pensando en nada específico. Como siempre, todos los recuerdos de Arthur venían a tu mente, querías tan sólo no recordar nada más, pero era imposible.
Ya no te alimentabas bien, casi ni comías, debiste haber bajado varios kilos. Todos los recuerdos atados a esa habitación no te dejaban en paz, no te dejaban dormir, no te dejaban siquiera respirar tranquila, estaban carcomiéndote por dentro.
Con resignación, volviste a la cama, intentando dormir, por lo menos, en tus sueños puedes volverlo a ver, volverlo a sentir.
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—[Nombre], ya es tarde, debes levantarte y comer algo... —Ana estaba sentada a tu lado en la cama, con mucha preocupación en sus ojos.
—No tengo hambre —contestaste cortante y volviste a taparte, dándole la espalda.
—Sé... —suspira— que ha sido muy difícil, pero no puedes seguir así. Ya pasó un mes y estás completamente destrozada...
—¿Y qué sentido tiene seguir viva? Lo que más quiero ya no lo tengo...
—Entiendo; y por eso mismo no puedes seguir así. ¿Qué crees que diría Arthur si te ve de esta manera? Hasta tu trabajo has dejado...
—Él no va a regresar.
—Claro que no va a regresar.
—No me hagas sentir peor...
—No lo estoy haciendo. Él no regresará, no puede volver, ¡no le permitirán volver! ¿Quién sabe cómo estará también sufriendo él?
—Eso ya lo sé. ¿Y qué puedo hacer yo desde aquí? Son miles los kilómetros que nos separan... —intentaste contener el llanto, limpiándote los ojos; sin muchas ganas te sentaste en la cama.
—Por eso mismo, si estás segura que él es tu amor verdadero, tienes que luchar por él mientras haya esperanza... si él no puede venir, ¡tú tienes que ir tras él y traerlo de vuelta!
—¿Y cómo pretendes que haga eso? Sabes bien el precio de un boleto a Inglaterra, ni siquiera domino el inglés, y ¿cómo se supone que lo traigo de vuelta? —es cierto que estabas mal por lo que pasó, pero no eras ninguna tonta, no tenía ni una pizca de sentido lo que Ana estaba diciendo.
—Por ello, convoqué una reunión urgente de amigas, me duele mucho verte así y sé que nada va a cambiar si no hacemos algo al respecto...
—Ana... —la abrazaste fuerte.
Desde que se fue, perdiste toda esperanza de volver a verlo, esperanza que, ahora, podría renacer.
-un mes atrás-
Ian y Arthur llegaron al palacio a la mañana del sábado. Fue recibido con muchas expresiones de sorpresa por parte de los trabajadores del palacio.
Llegó a la sala de juntas de la realeza con cara de pocos amigos, donde el rey lo recibió con una risa de satisfacción.
—Aquí está el bastardo, yo me voy —soltó Ian.
—Bien hecho muchacho, ese es mi hijo —lo felicitó dándole un abrazo, dejando que se retirara.
Arthur simplemente se cruzó de brazos mirando a un lado. Ahora que estaba en el terreno del rey, estaba a su merced, y eso el monarca lo sabía perfectamente.
—No estuvo nada bien lo que hiciste, Arthur... —con su sonrisa característica observaba al rubio.
Éste sólo lo miró de reojo, y volvió a apartar la mirada.
—Veo que no estás de muy buen humor. ¿Será que es porque dejaste sola a tu amada? —su sonrisa estaba creciendo.
—No te atrevas a mencionarla siquiera —golpeó la mesa con ambas manos, dirigiéndole una mirada asesina.
—No puedes intimidarme con eso ¿sabes? —se acercaba lentamente.
—Si el maldito dinero es lo que quieres, pues bien. Por eso decidí volver. Les daré lo que quieren con tal que me dejen en paz —lo miraba fijamente a los ojos.
—Hmph. Después de lo que hiciste y de todo lo que me hiciste pasar, no esperes que te crea así como así.
—Ese no es mi problema, estoy hablando muy en serio. Les daré el dinero, y luego de eso, me dejarán en paz para siempre. ¿De acuerdo?
—Me parece bien la idea. Pero como no confío en tus palabras te tendré bajo vigilancia, ya que tu cumpleaños está cerca.
—No me jodas...
—No estoy bromeando. Ahora que estás aquí, te tengo en la palma de mi mano, y más te vale que hagas todo lo que te ordene, o tal vez algo muy malo le suceda a tu amada —su sonrisa se ensancha mucho más.
—No me subestimes... No sabes de lo que soy capaz si llegas a tocarla... —se acercó al rey con el semblante bastante serio.
—¿Acaso me estás amenazando?
—No, te lo estoy advirtiendo. Sabes perfectamente que si el escribano se entera de la situación de este palacio, no verás jamás ni un solo centavo de la fortuna...
—No te atreverías...
—No me pruebes...
El rey meditó un momento las palabras del rubio, pensando en alguna manera de asegurarse que no volviera a cometer otra locura.
—Está bien, esto se convertirá en una guerra fría si nos ponemos de esa manera. Tú te comportas como un buen príncipe durante todo el tiempo que sea necesario hasta la hora de la transferencia, y no le haré nada a tu querida novia.
—Es un trato.
—Lo es. Ahora, mejor ve a tu cuarto. Te quedarás ahí hasta que pueda pensar en una forma de arreglar la situación.
Sin decir nada, el inglés se retiró del lugar, camino a su habitación. Apenas entró al lugar, llavearon la puerta tras de él. El rey lo había ordenado.
—¿Qué demonios haces? —alzó la voz muy enojado.
—Ya te lo dije —contestó el rey desde el otro lado de la puerta—, no confío en que te quedes sin hacer nada, por eso te tendremos encerrado, será mejor que no pienses en hacer ninguna idiotez más.
—Tsk. ¡Maldición! —gritó dándole una patada a la puerta.
El viaje había sido bastante largo, estaba exhausto. Y además, tener que hablar con ese hombre, lo cansaba más. Decidió intentar calmarse para pensar las cosas claramente.
Se sacó la chaqueta y la tiró en alguna parte de la habitación, aflojándose la corbata del cuello, se recostó en la cama mirando el techo.
Luego de varios minutos, estaba más calmado y trataba de meditar la situación. Lo mejor era hacerle caso al desgraciado del rey, después de todo, todavía faltaban dos semanas para su cumpleaños. Entonces, si se comportaba como debía las cosas iban a arreglarse más pronto de lo esperado.
Por más que eran ellos los que tenían miedo de él, por más que eran ellos los que estaban a los pies del inglés, ellos tenían a su favor que podían hacerle algo a [Nombre], y conociéndolos no tendrían piedad. Por eso, lo mejor era ser obediente y cumplir con las órdenes del rey, por su propia paz; y por el bien de su novia.
Tal vez, lo mejor era desistir, renunciar a ella. La situación en la que se encontraba no era nada favorable para ella, y eso lo sabía perfectamente. Pero aunque le lleve mucho tiempo, aunque sea lo último que haga, iba a hacer todo lo posible para volver a su lado; porque algo en su corazón le decía fuertemente que no se rinda, que debía mantenerse firme ante todos los problemas, por ella, para poder volver a su lado, algún día.
-volviendo al tiempo actual-
—Así que debes arreglarte bien, porque esta noche iremos a ver a las demás en mi casa —con su sonrisa alentadora, Ana te estaba animando a que te repongas de una vez y hagas algo respecto a la situación.
—De acuerdo... —sin muchas ganas aún, te levantaste de la cama, fuiste a darte un baño y te dirigías a la cocina a prepararte algo de desayunar.
Todavía te costaba mucho volver a ese lugar, donde habías encontrado la carta. Al recordar eso, y recordar a Arthur, y todo lo que había pasado; no podías evitar sentirte mal.
Todo lo que estaba sucediendo era muy doloroso, aún hoy todavía no podías dejar de reprocharle la manera en la que te dejó; pero debes recordar que él también estará pasándola mal. Tienes que hacer tu mejor esfuerzo e ir junto a él. Traerlo de vuelta, sin importar lo que eso cueste.
Llegó la noche, y al paso del día estabas un poco más animada. Pensaba en qué ocurrencias estarían pensando las chicas para encontrar una forma de ir y traerlo de vuelta. Fuiste a la casa de Ana, ya todas estaban esperándote. Por sus rostros podías saber que realmente estaban muy preocupadas por ti. Entraste despacio, saludando con una sonrisa.
—¡[Nombre]! —todas se acercaron a abrazarte en grupo.
—Estábamos tan preocupadas por ti, hace tanto tiempo que no te veíamos —en los ojos de Bella se reflejaban la angustia que sentía por verte de esa manera.
—Pero ya no tienes por qué preocuparte, ¡estamos aquí para ayudarte! —agregó Michelle con una sonrisa.
Todas estaban muy animadas, alentándote a que no te rindas. Asentiste no muy convencida de la idea, y se sentaron alrededor de la mesa. También se encontraban allí Antonio, Francis, Gilbert y Sadik.
—¡Bien! ¡Expliquémosle el plan! —dijo Bella sonriendo de oreja a oreja.
—Bueno, como trabajo en la milicia no fue nada averiguar sobre el palacio de Buckingham y su funcionamiento. Allí trabajan más de 450 personas y cada año, a mediados de mayo, realizan una convocatoria para elegir nuevos empleados. Es allí donde entrarás, la mejor forma de infiltrarte será como sirvienta... —Gilbert se veía muy realizado contando su plan.
—Espera, ¿Cómo voy a entrar si ni siquiera soy inglesa?
—De eso no te preocupes. La seguridad del palacio no ha sido muy buena desde tiempos remotos, por lo que con un poco de habilidad, no será problema que te infiltres.
—Yo ya he hablado con todos los contactos necesarios para que tengas todos tus papeles de ciudadana inglesa en regla. Ese tema está totalmente solucionado, hasta arreglé todas las referencias para tu currículum... —sonrió Sadik muy animado.
—Entiendo, pero yo no sé nada sobre cómo ser una sirvienta, ni entiendo muy bien el inglés.
—Eso no importa, soy dueño de una prestigiosa cadena de hoteles, y conmigo aprenderás todo lo necesario para ser la mejor —Francis estaba muy entusiasmado con la idea.
—Y por el transporte tampoco tienes que preocuparte, mi hermano me ayudará a prestar un helicóptero de la base y ese será nuestro móvil para llegar al palacio —dijo Gilbert.
—Así es, y yo, como soy profesor de inglés, te aseguro que en tres semanas estarás más que lista para irte —sonrió Antonio.
Sólo asentías a todo lo que decían, era sorprendente ver cómo pensaron en todos los detalles necesarios para llevar a cabo el plan de traerlo de regreso. Estabas feliz porque todavía había forma de volverlo a ver.
—Tenemos exactamente un mes y medio antes de la convocatoria. Así que mañana mismo empezarás a entrenar arduamente y aprender inglés... —Gilbert se puso serio.
—Sí, ya hablé con algunos conocidos en el palacio, tu entrada está asegurada, pero debes destacar por completo en la audición, ¿entiendes? —Sadik sonreía muy confiado. Está muy bien que te ayude, pero, ¿cómo demonios tiene tantos contactos? ¿Es que es un mafioso o algo por el estilo? Bueno, ese no es el problema ahora.
—Entiendo, mañana mismo comienzo a prepararme... —la decisión estaba tomada, lo único que quedaba era poner todo tu esfuerzo en lograr tu objetivo.
—¡Perfecto! Mañana Sadik te dará todos los papeles que necesitarás, guárdalos muy bien ¿si? —Michelle sonrió.
—Entonces, por hoy es todo. Mañana te espero a primera hora en esta dirección —Francis, guiñándote un ojo, te entregó un pape con la dirección de uno de sus hoteles.
—Está bien... —tomaste el papel, determinada a cambiar la situación.
Volviste a tu apartamento, fuiste a la habitación y te sentaste en la cama, contemplando la luna a través de la ventana.
«Cuando me extrañes, mira la luna, como lo haré yo...»
Tomando la gargantilla en tu mano, observabas la luna con mucha nostalgia. Cuánto lo extrañabas, cuántas ganas tenías de volverlo a ver, de volver a abrazarlo, de volver a tocar sus labios.
—Volveré a tu lado Arthur, lo prometo...
-en la habitación de Arthur-
Luego de un día tranquilo, encerrado todo el maldito día en su habitación, lo único que podía hacer era estar pensando en ella. Después de tomarse un baño bastante largo, fue a sentarse en el pequeño escritorio que tenía frente al gran ventanal por donde entraba la luz de la luna.
Entre varios suspiros, sólo pensaba lo mucho que deseaba volver a tenerla entre sus brazos. ¿Tan difícil era pedir ser feliz? Después de todo lo que sucedió durante sus 25 años de vida, las cosas seguían complicándose. ¿Qué maldita culpa tenía él en todo el asunto? Pues ninguna, pero alguien tenía que pagar las consecuencias.
Pensar en esas cosas lo molestaba mucho, prefería en esos momentos llenar su cabeza con todos los lindos recuerdos que tenía al lado de su amada novia, eso era lo único que lo mantenía más fuerte que nunca, era lo único que lo ayudaba a seguir adelante.
Sin apartar la vista del enorme astro plateado, muchas interrogantes aparecían en su cabeza. ¿Por qué nunca antes tuvo el valor de enfrentar al rey? ¿Por qué nunca se animó a dejarle bien en claro su posición? Tal vez, porque antes no tenía alguien que le diera las fuerzas necesarias para hacerlo. Tal vez, porque antes, su vida carecía de sentido; y ahora, eso es completamente diferente. Sí, definitivamente esa es la razón de su determinación.
A pesar de eso, a pesar de su firmeza, se sentía bastante desconcertado con lo que pudiese llegar a pasar adelante. La idea lo intrigaba.
—¿Por qué me hago esto? —suspiró— Pero, no puedo amar a nadie más...
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Todas las semanas pasaron muy rápido para ti, ni siquiera tenías tiempo de respirar tranquila, todo lo que tenías que aprender era demasiado, y tenías que hacerlo todo a la perfección. Los modales, las reglas de etiqueta, los saludos de cortesía, la manera de dirigirse a una persona de cargo superior, las palabras adecuadas a utilizar, la manera de caminar, de pararse, de hacer las cosas... ¡Dios mío! ¿En qué mundo vive esa gente? ¡En la vida real no se usan todas esas cosas! Pero bueno, si querías lograr tu meta, tenías que aprender todo lo que sea necesario.
—Lo has hecho muy bien, estoy seguro que serás aceptada —sonrió Francis.
—Muchas gracias... estoy segura que sin la ayuda de ustedes esto hubiera sido más que imposible... —sonreíste alegre, como hace mucho tiempo no lo hacías.
—Me hace feliz ver esa sonrisa en tu rostro —agregó dándote una palmada en la cabeza.
En todo este lapso de tiempo, volviste a recuperar las ganas de vivir, y de luchar por la persona que amas. A la noche, regresaste a tu casa y empacaste algunas pertenencias. Al fin, mañana era el gran día de partir a Inglaterra.
A primera hora de la mañana, fuiste con Gilbert a la basa militar y subieron al helicóptero. Ya tenías todos los papeles y el entrenamiento necesario; sólo faltaba llegar.
No te habías tomado tiempo de mirar los papeles, pero era obvio que no ibas a usar tu nombre verdadero, o te descubrirían en seguida. Ya que el viaje duraría varias horas, decidiste mirar bien todos tus documentos.
Al mirar tu documento de identidad no pudiste evitar soltar una pequeña risa. Gilbert te miró y también sonrió al darse cuenta del motivo.
—Es un nombre muy bonito ¿no? —preguntó mirando las nubes.
—Sí... la verdad que es un nombre bonito... Britanny Lowell... —de ahora en adelante, ese sería tu nombre.
Después de unas horas, llegaron a destino.
—Mañana tienes que dar lo mejor de ti, por ahora puedes hospedarte en un hotel, aquí tienes la dirección —Gilbert se despidió junto con su hermano luego de que bajaras.
Fuiste al hotel tratando de mantener la calma porque las ansias estabas consumiéndote. El resto del día seguías poniendo en práctica todo lo que te habían enseñado, tratando de no dejar pasar por alto ni un minúsculo detalle.
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—Mañana es el día de la convocatoria, William, tú te harás cargo —ordenó el rey durante la cena.
—Está bien, yo lo haré —contestó sin muchas ganas.
A la mañana las puertas del palacio se abrieron para recibir a una numerosa cantidad de aspirantes a los puestos de sirvientas y mayordomos.
Las pruebas duraron prácticamente todo el día, debido a la gran cantidad de personas. Realmente había mucha gente capaz entre ellos, y poco a poco el número de personas se fueron reduciendo a medida que se hacían más pruebas.
Por supuesto, tú ibas quedando en esos grupos. Luego de analizar el desempeño y el currículum de todos, se decidió quiénes formarían parte del palacio como trabajadores. Los jueces eran los mayordomos y sirvientas más antiguos, que debido a su edad ya estaban por retirarse; y por supuesto, el príncipe William, aunque éste se fijaba más en las sirvientas. y había una en particular que llamaba mucho su atención.
Despidieron a los que no aprobaron y sólo quedaron los seleccionados en el palacio. Formaron una larga fila horizontal en dos grupos; hombres y mujeres. Se les dio todas las instrucciones necesarias, mientras William no despegaba la mirada de una de ellas.
Al terminar de ser instruidos los nuevos empleados, se les ordenó ir a acomodarse en las respectivas habitaciones que tenían preparados para ellos.
Todos comenzaron a retirarse, y tú ibas tras el grupo de las sirvientas a acomodarte en tu nuevo hogar. Pero el príncipe te atajó, ordenando a las demás que se fueran.
Te miraba de una manera extraña, como si tuviera alguna sospecha. Definitivamente, estas eran cosas que iban a suceder de algún modo u otro, sólo debías actuar de la manera más natural posible.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó sin dejar de mirarte de arriba a abajo.
Era momento de poner en práctica el idioma y acentos aprendidos, así, sus sospechas serán dudosas.
—Mi nombre es Britanny Lowell, señor —contestaste haciendo una pequeña reverencia.
El muchacho se quedó un momento pensando. En ella habían algunos rasgos que le parecían extranjeros, ero su perfecto acento inglés eliminaba aquellas dudas. Pensaba que a lo mejor sus padres eran de otra nacionalidad, pero ella, debido a la manera en que habla, no podía serlo. Al menos, es difícil dominar el acento.
—Pues, bienvenida al palacio, Britanny —sonrió alegremente.
—Muchas gracias, señor. Con su permiso, me retiro —luego de hacer una reverencia, te retiraste con una sonrisa de satisfacción en tus labios.
Todos se retiraron del gran salón de audiciones y volvieron a sus últimos quehaceres del día,. Los nuevos trabajadores estaban acomodando sus pocas pertenencias en sus respectivas habitaciones.
Al entrar en tu nueva habitación, lo primero que hiciste fue sacarte el uniforme de sirvienta. Al ser bastante discreto, era un poco incómodo, pero debías acostumbrarte a usarlo. Después de acomodar tus cosas, te sentaste en la cama, pensando en el gran día que sería mañana. Ya pasaste la prueba, ya estabas dentro, ahora, sólo quedaba poder verlo.
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Pequeñas aclaraciones: los diálogos que aparecen en cursiva, significa que están hablando en inglés, pero como me parece un poco redundante estar poniendo el texto en inglés y al lado la traducción o esas cosas, mejor lo pongo así, de todos modos, está claro que en ese lugar sólo se habla inglés, pero esta vez nada más era para recalcar tú inglés, querida lectora :3
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