El esperado reencuentro

A primera hora de la mañana, se les asignaron a todos sus respectivos trabajos. Por cosas del destino, a ti te asignaron para que te encargaras de llevarle las comidas al príncipe Arthur a su cuarto. Desayunaron antes de que la familia real despierte y prepararon la mesa principal para servirles el desayuno. Antes de que los comensales bajaran, una de las sirvientas más antiguas te mostró el cuarto de Arthur para que pudieras llevarle el desayuno.

Todos los de la familia comenzaron a bajar y tú, un poco nerviosa, subiste con el desayuno. Al llegar a la puerta los dos guardias que custodiaban la habitación te hicieron unas cuantas preguntas de seguridad y luego de contestarlas correctamente, te dejaron pasar. Entraste con la bandeja mirando la habitación, no estaba nadie. Al parecer el inglés estaba en el baño.

Tu corazón comenzó a latir a mil por hora y apresuradamente dejaste la bandeja sobre el escritorio. A pesar de todo lo que hiciste para llegar ahí, a pesar de los tres meses que pasaron desde la última vez que lo viste, ahora mismo no te sentías preparada para verlo de nuevo a la cara. Trataste de retirarte antes de que el rubio saliera, pero al voltearte para salir, viste que la puerta del baño se abría. Inmediatamente volteaste hacia la ventana que se encontraba detrás del escritorio, quedándote ahí parada como una estatua, inmóvil. Sentiste que te iba a parar el corazón.

Arthur salió del baño ajustándose la corbata, y se extrañó al ver aquella figura femenina, que siquiera volteaba a saludarlo. Podía ver cómo le temblaban levemente los hombros. Se acercó a ella, intentando descifrar por qué tanto misterio.

—¿Quién eres? —preguntó un poco cortante, a cierta distancia detrás de ti.
M-mi nombre es Britanny Lowell, señor. Soy una de las nuevas sirvientas. Me asignaron como una de las tareas que le trajera sus comidas. Ya está servido su desayuno, señor —contestaste un poco nerviosa, intentando guardar la compostura.
Debes mirar a la cara cuando te diriges a tus superiores, ¿qué no te lo dijeron? —estaba esperando tu respuesta, pero simplemente no pudiste decir nada.

Últimamente no estaba de buen humor, mucho menos para tratar con sirvientas impertinentes.

Es una orden, voltea en este instante —alzó la voz más molesto que antes.

Ya no te queda de otra. Estabas muy feliz de volver a escuchar su voz, aunque te estuviera retando, eso no importa... ¡lo tenías cerca! Lentamente volteaste para verlo.

Buenos días, príncipe Kirkland... —sonreíste levemente.
Tú... —por un momento no supo qué hacer, su rostro expresaba asombro total.

En ese momento, si abrías la boca para decir algo, no saldría nada. Estaban temblando tus labios, tus manos, tus piernas; todo tu cuerpo estaba completamente débil al tener frente tuyo, después de tres meses, que más parecieron una eternidad; al hombre que amas.

—[Nombre]... No puedo creerlo... cómo llegaste aquí... —se acercó rápidamente a abrazarte fuerte durante un largo rato, te aferraste a su pecho ocultando tu rostro en su cuello.

Su corazón también parecía que iba a salir saltando en cualquier momento. En ese instante olvidaste todo lo que tuviste que pasar, todo lo que sufriste se esfumó en sus brazos en un segundo. Su calor, su tacto; lo extrañabas tanto... si era por ti ibas a quedarte en sus brazos el resto del día.

—[Nombre]... —te susurró al oído haciendo que se te erice toda la piel.

Lentamente sus rostros se acercaron y sus labios se juntaron en un beso tan apasionado, intenso, y lleno de amor. Ese beso estaba mostrando lo mucho que se extrañaban el uno al otro. Todo el anhelo que tenían de volver a verse, se expresó en aquel beso interminable.

Poco a poco las cosas fueron subiendo de tono y Arthur comenzó a llevarte hacia atrás, encontrándote con el escritorio. Se inclinó más hacia ti haciendo que te sentaras en el mueble. En ningún momento dejó de abrazarte, y al parecer no pensaba soltarte. Intentaste apartarlo pero fue inútil. Se dio cuenta de tus intenciones y su agarre fue mucho más fuerte que antes. Se inclinó sobre ti todo lo que pudo, hasta dejarte completamente recostada en el mueble, apoyando sus brazos a cada lado de tus costados, dejándote sin ninguna escapatoria.

—A-arthur... ya tengo que bajar... —no querías soltarlo, pero tenías que hacerlo. ¿Qué pasa si después se levantan sospechas? Con todo el trabajo que costó esconder tu verdadera identidad.
Sorry, darling, pero no te dejaré ir... —volvió a besarte bruscamente, presionando todo su cuerpo contra el tuyo. Si seguía de esa manera, ibas a perder la cabeza en cualquier momento.

Su lengua intentaba persistentemente entrar a tu boca, al principio te resististe, pero poco a poco quedaste a su merced. Por su forma de besar, podías saber que te extrañó, y demasiado. Minutos después sus labios se movían al mismo ritmo, devorándose uno a otro.

Cuando cortó el beso, ya estabas jadeando completamente sonrojada. Cómo es posible, que siempre sepa cómo hacer que te rindas, cayendo completamente a sus pies.

Don't do this... —le suplicaste en un último intento de hacerlo entrar en razón.
—¿Hacer qué? Aún no he hecho nada —esa sonrisa triunfal se formó en su rostro.

Acercó su rostro al tuyo para besaste de nuevo, cerraste los ojos pero el contacto nunca llegó. Al abrirlos de nuevo, su sonrisa se ensanchó más.

—Tú también me deseas... —susurró nuevamente en tu oído. Maldita sea la manera en que te prueba.

Acarició suavemente tu rostro y con un dedo bordeó tus labios, bajándolo por tu cuello, tu pecho, hasta llegar a tu estómago. Cada vez que te tocaba, estabas más a su merced. Aunque la ropa estaba de por medio, podías sentir cómo comenzaba a arder cada parte que tocaba.

De nuevo sus labios devoraron los tuyos por un largo tiempo, hasta el punto de dejarte sin aire. Entre varios jadeos, sus labios bajaron por tu cuello, mientras su mano comenzó a subir por tu muslo lentamente, dirigiéndose a tu entrepierna. La ropa comenzó a molestarle, y en unos segundos se sacó la corbata y la camisa, dejándolas tiradas en el suelo.

Siempre sabía cómo y dónde tocar para hacerte perder el control; lo estaba logrando. Volvió a inclinarse hacia ti, clavándote la mirada, sin borrarse esa sonrisa de su rostro. Colocó tus brazos alrededor de su cuello, y te aferraste a él sin dudarlo. Volvió a besarte mientras abrazaba fuertemente tu cintura, haciendo que te sentaras nuevamente sobre el mueble.

Sus manos subieron lentamente por tu espalda, hasta tomar tu rostro en sus manos, sin dejar tus labios. Volvieron a tu espalda para bajar el cierre de tu traje, dejando tu torso al descubierto. Rodeaste su cintura con tus piernas, acercándolo más a ti y aferrándote más fuerte a su cuello para volverlo a besar. Soltó tu cabello y el sujetador que tenías puesto.

Nuevamente su boca bajó mordiendo y lamiéndolo hasta llegar a tu pecho. Jugueteó con ellos un buen rato, mientras tapabas tu boca, haciendo el esfuerzo del mundo para que nadie los escuchara. Tu respiración comenzó a dificultarse mucho más cuando sus labios llegaron a tu estómago, estabas ardiendo por dentro y él se dio cuenta perfectamente de eso.

Desde tu estómago, comenzó a subir su lengua por tu pecho, tu cuello; hasta llegar a tu oreja, mordiéndola suavemente. Difícilmente contuviste todos los gemidos que querían salir de tu boca. Con tu ayuda te sacó el traje por completo, quedándote sólo con las bragas puestas.

Volvió a besarte, enredando su lengua con la tuya, y su mano sacó la última prenda que tenías puesta. Comenzó a acariciarte suavemente la entrepierna. Ahí perdiste todas las fuerzas que te quedaban. Caíste de nuevo sobre el escritorio, sin dejar de abrazarlo, como si tu vida dependiera de ello. Introdujo sus dedos en ti, presionando tu punto G. De la excitación mordiste sus labios para no gritar.

Sudabas, jadeabas, y tus músculos se contrarían hasta que alcanzaste el orgasmo. El placer recorrió todo tu cuerpo, y sentiste tus fluidos escurriéndose sobre los dedos del inglés. Apartó sus labios de los tuyos con esa maldita sonrisa ganadora en sus labios; ¡lo hacía ver tan atractivo!

Se lamió los dedos y luego se relamió sus labios, saboreando por completo tu esencia, haciendo que te sonrojes aún más. Estabas completamente rendida, y él recién estaba empezando.

Te sentaste otra vez sobre el escritorio y volviste a abrazar su cuello, besándolo como si no hubiera mañana. Él acariciaba tu espalda y tus manos despeinaban su sedoso y rubio cabello. Comenzaste a recorrer con tus manos su torso, hasta llegar a su pantalón, desprendiéndolo de manera audaz. Se sacó toda la ropa que le quedaba puesta y abrió tus piernas para poder entrar.

Te atajaste fuerte de los bordes del escritorio, y sus cuerpos se unieron de manera salvaje. Lo envolviste con tus piernas en tanto él se aferraba fuertemente a tu cintura, envolviéndola por completo. Poco a poco comenzó a empujar más fuerte y más rápido, haciendo jadear a ambos del placer. No tienes la menor idea de cómo lograste no emitir ningún sonido, pero lo lograste, era lo importante.

Cuando estaban por llegar ambos al orgasmo, volvió a besar tus labios, para evitar que se escuche algún gemido. Ambos llegaron al mismo tiempo y quedaron exhaustos por tanto ejercicio, por así decirlo.

Arthur acarició suavemente su rostro, regalándote una de las más tiernas sonrisas que tiene. Correspondiste a aquel gesto; luego te alzó de la cintura y te recostó en la cama, acostándose a tu lado. Recostaste tu cabeza en su hombro, rodeando con un brazo su cintura, y él hizo lo mismo. Se siguieron besando tiernamente por un largo rato.

Definitivamente estaba loco. Tanto tiempo encerrado le hizo perder la cordura. ¿Cómo se le ocurre hacerte el amor en semejante situación? Pero tú estás igual de desequilibrada que él. Si supieran lo que estaba pasando, estás frita.

My love, no te preocupes por nada. Ellos me tienen encerrado para que no cometa ninguna locura, pero no mandan sobre mí. Haré lo que se me dé la gana mientras no les perjudique. Y esto, no les afecta en nada —besó tu frente tiernamente—. Yo me encargaré de protegerte en este lugar, no te preocupes, que yo estoy a tu lado... —sonrió y volvió a besarte.
—Confío en tu palabra, sweetheart... los demás que se vayan al carajo —te reíste.
That's my girl... —te volvió a besar.

En algún momento tenías que bajar, pero por el momento, te quedarás en sus brazos.

#################

Después de volver a ponerte tu traje de sirvienta, te arreglaste el cabello para retirarte de la habitación, llevando la bandeja del desayuno en tus manos. Arthur se despidió de ti con otro beso, y saliste del cuarto. Estabas tan feliz, que aunque intentaras disimularlo, el brillo en tu rostro te delataba. Al menos no le dirigiste a nadie la mirada.

Te dirigías a la escalera y te topaste por el camino con el mayor de los hermanos, Ian. Al verte te atajó del brazo.

Tú... qué haces aquí... ùsu característica mirada fría intentaba asesinarte.
Disculpe señor, no entiendo a qué se refiere... —sin perder la compostura, lo miraste de manera muy desafiante y despectiva.
—No te hagas la tonta, cómo conseguiste entrar...
—Señor, soy ciudadana inglesa y me llamo Britanny Lowell, llegué aquí por méritos propios. Si usted sospecha algo de mí, no tiene pruebas de ello... —mirabas su mano y lo volvías a mirar a los ojos, diciéndole que te soltara.

Justo te encontraste con quien no querías. Claro que había pruebas, si denunciaban podías ir a la cárcel por quién sabe cuántos años por todos los crímenes que cometiste para llegar hasta aquí, aunque en realidad fueron tus amigos los que los cometieron. Pero, ni que fueras a inculparlos con todo lo que te ayudaron; obviamente sólo tú ibas a poner la cara.

Ese no es problema, estúpida, será mi palabra contra la tuya... —soltó tu brazo mientras se formaba una sonrisa sombría en su rostro.
Adelante, señor. Hágalo ahora mismo, sería el escándalo perfecto. ¡Una persona burló descaradamente la prestigiosa seguridad del palacio de Buckingham! Toda la familia real quedaría humillada a nivel mundial, será genial ¿no crees? —sonreíste de forma arrogante— Será el evento tan esperado por Arthur para decirle a todo el mundo la verdad, lo cual creo que dejaría en shock a todos ¿no? Me harías un gran favor a mí y a Arthur si lo haces... y otra cosa, NO TE TENGO MIEDO —lo fulminaste con la mirada.

Apretó los dientes y frunció el ceño. No supo cómo contestar a eso. Al ver que ya no iba a decir nada, te despediste.

Con permiso, señor —te despediste dejándolo parado como un poste en la entrada de la escalera.

Victoria, el dulce sabor de la victoria. Tal vez sí le tenías un poco de miedo, pero no ibas a permitir por nada del mundo que tu esfuerzo y el de todas las personas que te ayudaron se vaya al tacho de basura así como así. No señor, ibas a pelear hasta el fin. Todo lo que sufriste hasta ahora te hizo mucho más valiente para enfrentar lo que se venga, así que no te ibas a dar por vencida tan fácilmente.

################

El pelirrojo se quedó pensando un rato, mientras veía cómo se alejaba aquella mujer insolente, dejándolo con la boca cerrada. Fue la primera vez que lo han desafiado de esa manera sin titubear. Obviamente, no iba a dejar las cosas así, ella se las iba a pagar de una forma u otra.

Tenía que hablar con William, entonces fue junto a su hermano quien estaba en su habitación. Entró y llaveó la puerta para que nadie interrumpa. William, al ver el rostro de furia de su hermano, en seguida se percató de la seriedad del asunto.

Dime Ian, qué te trae por aquí tan temprano —sonrió—, y con esa cara —William le hizo una seña para que se siente en el escritorio.
Hmph... tenemos un pequeño problema... —lo miró muy serio.
¿Qué sucede?
—Esa tal Britanny, que llegó ayer, es la novia del bastardo de Arthur —cruzó los brazos y su semblante se volvió sombrío.
Heh, ya me parecía rara esa muchacha. Hmph, esto suena muy interesante... —una gran sonrisa se formó en su rostro.
¿Qué tiene de interesante? Tenemos que deshacernos de ella... —estaba más enojado al sólo recordarla.
No seas tonto Ian, esta es una gran oportunidad que no podemos desaprovechar —su mirada se tornaba un poco sombría.
¿A qué demonios te refieres? —el pelirrojo se extrañó mucho.
Ian, Ian, Ian... siempre tan corto de visión... ¿Qué no te das cuenta de la situación?

Ian levantó una ceja, extrañado, intentó reflexionar un momento pero no conseguía entender a qué se refería su hermano.

Sigh, contigo siempre es igual —hizo una pequeña pausa—. Mira, tenemos a nuestro querido hermanito y a su amada viviendo bajo el mismo techo. Y, esa mujer, lo que no sabe es que se ha metido en la boca del lobo... tenemos a ambos a nuestras manos —sonrió de lado, un poco siniestro.
Sigo sin entender a qué mierda te refieres William, y ya me estás haciendo perder la puta paciencia. Dilo de una jodida vez... —frunció el ceño mucho más que antes.
Tranquilo Ian, estoy tratando de explicártelo detalladamente —se recostó en la pared cruzando los brazos—. Lo que quiero decir, es, que podemos hacer con ella lo que queramos. Con mucha astucia y cautela, claro. Y así, poco a poco ir creándole falsas dudas a nuestro hermanito, y de ese modo, hacer añicos su relación con esa sirvienta... —su sonrisa siniestra crecía cada vez más.

Ian también comenzó a sonreír de manera macabra. 

Ahora lo estoy entendiendo... suena realmente interesante... pero no veo el beneficio de hacer eso...
—No ganamos nada con eso, aparte de hacer sufrir a nuestro hermanito hasta más no poder. Ella es su punto débil y debemos sacarle todo el provecho que podamos a eso para hundirlo en la mayor amargura. Así le cobraremos de una vez por todas por ser el "preferido" de mamá... y bien... —miró a su hermano— ¿qué opinas?
—Heh, William, eres tan brillante como siempre. Estoy de acuerdo, es una excelente idea. Así esa mujer aprenderá cuál es su lugar y verá con quién se está metiendo... Sabes que yo no soy bueno en esas cosas de ser cauteloso, mi carácter es más impulsivo, así que te lo encargo a ti, confío en que harás bien tu trabajo —sonrió satisfactoriamente.
No te preocupes, bro, yo me haré cargo. Voy a divertirme con esa muchacha...

Al terminar la conversación Ian volvió a sus ocupaciones y William se sentó en su escritorio a pensar en lo que podía decirle a esa mujer para aplastar su autoestima.

En esos momentos Arthur estaba pensando seriamente sobre la situación en la que se encontraban. El escribano ya había venido al palacio unos días después de su cumpleaños, pero no quedó tan convencido de dejarle la herencia a la familia real y dijo que vendría dentro de un mes más o menos. La fecha en que tenía que volver se estaba acercando y él seguía encerrado en su habitación. Tenía que hacer algo para convencer al escribano y poder estar más cerca de su amada. No se iba a rendir fácilmente, menos ahora, teniendo a su novia tan cerca. Lo mejor que podía hacer es mantenerla el mayor tiempo posible de esos monstruos que tenía por familia, sabía perfectamente que eran capaces de todo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top