Confesiones
-suena el timbre-
Te levantas a duras penas, con tu cabello despeinado, perezosamente te pones la primera remera que encuentras.
«¿Quién será tan temprano?»
-suena el timbre-
—¡Un momento! ¡Ya voy! —caminas lentamente hacia la puerta.
«Sigh, debe ser Ana, a veces se le ocurre venir tan temprano...»
-suena el timbre-
—Ya abro —llegas a la puerta y con una cara de somnolienta; la abres.
—¡Hola! ¿Cóm- —volviste a cerrar la puerta de golpe.
—¡¿A-Arthur?! ¡¿Qué haces aquí tan temprano?! —te apoyaste de espaldas contra la puerta.
Qué vergüenza, estabas hecha un desastre y justo es él quien viene a verte.
—Oye, no es de buena educación cerrar la puerta por la cara a alguien, ¿sabes?
—¡L-lo siento! ¡P-pero no esperaba algo así! Y-y... ¿Qué quieres?
—Hmm... ¿Qué tienes? ¿No me vas a dejar pasar? ¿Es que te desperté o qué?
—S-sí... ¡pero no respondiste mi pregunta!
—Ja, así que es eso; no tiene nada de malo, te he visto en situaciones más vergonzosas~ —se ríe.
—¡Eh! ¡Eso...!
—Además, qué importa si som... —se calla por un buen rato. «Ack, es verdad, en realidad no somos nada... aunque, podría decirse que somos... ¿amigos especiales? Ugh! Eso suena peor! No, es mejor que no diga absolutamente nada al respecto...»
—¿Eh? ¿Qué ibas a decir?
—¡N-Nada! ¡Ya déjame pasar! ¡¿O me vas a dejar aquí afuera?!
–¡Ya, tranquilo! ¡Espérame un momento! —fuiste a arreglarte lo más rápido que pudiste.
-fuera de tu apartamento-
Se recuesta por la pared cruzando los brazos mientras espera.
—Sigh... creo que debo arreglar esta situación... lo que me extraña un poco es que aún no me haya reclamado nada por el hecho de que... bueno... sí... eso... Hmm... tal vez está esperándome.... —suspira—. Heh, sin duda, ella es especial...
-se abre la puerta-
—Adelante, puedes pasar
—¡GAH! ¡Ah..! ¡G-gracias! —se asusta.
—Eh... qué manera de saludar...
—¡L-lo mismo digo! ¡¿Quién en sus cabales le cierra la puerta por la cara a una visita?!
—Argh... ¡ya te dije que lo siento!
—Y-ya no importa... —entra apresuradamente.
Lo llevas a la sala y se sientan en el sofá.
—Y bien, ¿qué te trae por aquí?
—Pues, como puedes ver, ya estoy mucho mejor... ayer me encontraba muy mal... y tú fuiste a cuidar de mí... y... quería agradecértelo... invitándote... a.... una... cita... —mira otro lado.
—Es muy amable de tu parte invitarme a una cita sólo para agradecerme —respondiste pícaramente.
—¡...! N-no... Es... Sólo... Por eso... —se sonroja más.
—Entiendo, espérame aquí, voy a arreglarme para salir —te acercas a él y le robas un beso.
—¡No hagas algo así tan de repente! —se cubre la boca sonrojándose aún más.
Vas a cambiarte. Llegó lo que estabas esperando. Sabías que podía ser un poco impaciente de tu parte pensar en eso, pero te invitó a salir y no era sólo por agradecimiento.
Aunque se notaba a leguas lo nervioso que lo ponías, no podías asegurar nada si no lo decía él mismo. Además, se conocen hace tan sólo una semana, pero se llevan muy bien, como si se conocieran desde hace mucho más tiempo.
Tal vez, hoy las cosas cambien.
Te arreglaste lo mejor que pudiste y regresaste a la sala.
—Ya estoy lista —tenías una gran sonrisa.
Arthur se levantó del sofá y se quedó viéndote. —Estás... muy linda...
—G-gracias. ¿Nos vamos?
—C-claro, vamos...
—Y ¿A dónde?
—Pues, primero a desayunar algo ¿te parece?
—Por supuesto —se ríen.
Salieron de tu apartamento y te llevó a un restaurante que quedaba ahí cerca. Hablaban tranquilamente mientras desayunaban.
Lo observabas atentamente cuando hablaba. Aunque quiera parecer una persona fría; es muy sincero. Mirándolo bien, puedes ver sus sentimientos, en realidad, parece un buen hombre que ha pasado por muchos problemas, por eso formó ese carácter para defenderse del mundo.
«Arthur... qué será lo que escondes...»
Al terminar de desayunar, pagó la cuenta y salieron.
—¿A qué lugar quieres ir ahora? —preguntó.
—¡Al cine!
—De acuerdo —sonrió.
Iban caminando juntos, él te agarraba de la mano, y estabas segura de que no se daba cuenta de lo que hacía, por eso actuaba como si nada. Le seguiste la corriente para no alterarlo.
«En serio, eres muy sincero...»
Llegaron al cine y miraron la cartelera.
—Arthur, ¿Qué quieres ver?
—Eh, lo que tú elijas está bien...
—Ah, bueno, pero, ¿qué clase de películas te gustan?
—Mis preferidas son las de terror... —cruza los brazos sonriendo.
—E-eso... ¿En serio? —la verdad no parece el tipo de persona que le gusten esas cosas.
–Sí, es en serio.
«Tal vez sólo bromea»
—Y ¿qué tal si vemos ésta?
—¿Estás segura? Los comentarios dicen que es muy buena y da mucho miedo.
—¡Claro! ¡Vamos a verla!
Compraron las entradas y pasaron a la sala. Está demás decir que la película sí que daba miedo y todo el tiempo estabas abrazada a Arthur, con tu cara escondida en su pecho. Él, por su parte, no se inmutó nada durante toda la película; estaba diciendo la verdad.
—Urgh... creo que nunca más volveré a ver una película de terror...
—Pfff.... Ni siquiera la has visto, ¡todo el tiempo te tapabas los ojos! —ríe.
—¡Es que daba miedo!
—He visto peores, pero estuvo interesante... —se seguía riendo de ti.
Salieron del cine y continuaban bromeando. No fue una mala idea después de todo, él se estaba divirtiendo gracias a eso.
Te encanta verlo reír, tiene un aura angelical cuando sonríe, es realmente lindo.
Como ya eran la 1 de la tarde, decidieron ir a almorzar. Luego fueron a la plaza, a caminar mientras hablaban. De paso compraron helado y seguían caminando.
Así pasó la tarde y llegaron las 7 de la noche.
—¿Quieres ir a cenar? —preguntó.
—Claro, ¿dónde?
—Es una sorpresa... —sonrió y fueron a la parada de bus, esperando a que venga el transporte.
Cuando llegó subieron y se sentaron juntos. Durante el camino, lentamente te fuiste acercando a él, hasta estar abrazados.
«Ojalá pueda ser así todos los días» —pensaste.
Bajaron del bus luego de casi una hora de viaje y caminaron unas cuantas cuadras. Valió la pena, el lugar era hermoso.
No era muy elegante, pero era sencillo y cálido. Lo más lindo de todo era la vista al mar. La luna llena, las millones de estrellas en el cielo, las tranquilas aguas; fantástico.
El lugar contaba con dos pisos y la azotea. Subieron a ésta última.
Allí el piso era de madera, no había muchas mesas y era bastante tranquilo.
El viento fresco y la vista daban una sensación enorme de paz y calma.
—Este lugar es hermoso, no lo conocía...
—Sí, es realmente hermoso, yo trabajaba antes por aquí, por eso lo conozco.
Se sentaron en una de las mesas y esperaron a que los atiendan.
Antes de llegar al lugar, Arthur estaba muy feliz, pero ahora se veía muy serio. Como si quisiera decir algo y no se animara.
Actuabas naturalmente, para no presionarlo, y al fin decidió hablar.
—[Nombre], para mí es un poco difícil decir esto, pero creo que ya es el momento... —hizo una pausa, no te miraba a la cara—. La verdad es que, desde la primera vez que te vi... llamaste mi atención. Nunca pensé que iba a terminar de esa manera nuestro primer encuentro, fue... inesperado —volvió a hacer una pausa—. L-lo que quiero decir es que... cuanto más te conozco... más... me gustas... —comenzó a sonrojarse—. Sé que puede ser muy apresurado y lo cierto es que... no me siento preparado para esto... pero... yo quiero... que seamos... algo más que... amigos... —se rascaba la cabeza como tic nervioso—. E-es que... tú has hecho cosas por mí que jamás nadie había hecho... y... a pesar de ser poco el tiempo... me haces... sentir especial... y creo... que eres única... —se calló y te miraba de lado esperando una respuesta.
No fue la declaración del año, pero cada palabra que dijo, salió de su corazón. Cuando pensabas que eras la única que se sentía de esa manera; estabas equivocada.
Él también siente lo mismo, sin embargo, se ve que tiene miedo de ser lastimado. Quién sabe cuántas veces hizo esto y le fallaron.
Mas tú ibas a ser la única excepción. Lo que tienes que hacer es expresarle tus sentimientos, demostrarle que nunca lo vas a abandonar, así sea el maldito fin del mundo; te vas a quedar a su lado.
Agarraste su mano firmemente y comenzaste a hablar.
—Arthur, estoy muy feliz de escuchar esas palabras. Quiero decirte que yo también sentí lo mismo el primer día que te vi, y creo que por eso terminó así. Yo también, cuanto más te conozco, más me gustas. Todo lo que me mostraste hasta ahora de ti me parece tan adorable, porque creo que tienes unos sentimientos tan puros; todas tus expresiones y formas de actuar son siempre tan sinceras... —sentías que te estabas ruborizando—. Si... aún no te sientes listo para comenzar una relación seria; no te preocupes por eso, te esperaré todo el tiempo que sea necesario y no te presionaré. Quiero... quiero que sepas... que si en el pasado te han lastimado, yo no lo voy a hacer. Yo me quedaré a tu lado... así sea lo último que haga... —hiciste una breve pausa.
Ahora te estaba mirando fijamente, muy absorto por tus palabras.
—¿Sabes? A mí tampoco me ha ido muy bien en esto del amor y creo que... puedo entender un poco cómo te sientes... y de alguna manera.... Quiero reparar el daño que te han hecho... y lo voy a hacer no sólo con palabras... también con hechos... te demostraré que estoy siendo sincera y que... quiero hacerte feliz... —jamás creíste ser capaz de expresarte de esa manera, pero verlo así, tan sincero, tan vulnerable, te dio la fuerza para hacerlo.
—[Nom...bre]... —la mano con la que se rascaba la cabeza ahora estaba pasando sobre sus ojos, limpiando unas lágrimas.
Te enterneció tanto verlo así, que también comenzaste a lagrimear.
—N-no estoy llorando... es que el viento me secó los ojos...
—¿Ya te había dicho que no sabes mentir? —acercaste tu silla a la de él todo lo que podías y lo abrazaste muy fuerte; como si fueras su madre, y él, un niño que necesitaba ser protegido.
—[Nombre]... ¿por qué haces esto? —escondía su cabeza en tu pecho.
Podías ver que aún corrían algunas lágrimas por sus mejillas.
—Ya te lo dije, porque te quiero, y te lo demostraré todos los días... —te temblaba un poco la voz, pero hiciste lo mejor que pudiste para mantener la compostura.
Así se quedaron un buen rato, hasta que aquel niño volvió a ser un hombre. Levantó la cabeza, se acercó a tu rostro mirándote fijamente con esos hermosos ojos color esmeralda que brillaban a la luz de la luna, resaltando su belleza.
—Dime que esto no es un sueño —dijo frunciendo un poco el ceño, como si estuviera confundido.
—Te aseguro que no lo es, y si lo fuera; haré lo que sea para que nunca despiertes —tomaste su rostro entre tus manos y lo besaste.
Sus brazos rodearon tu cintura.
Fue la primera vez que un beso suyo se sentía tan cálido y que sus gestos expresaban amor puro y verdadero.
Luego de cortar el largo y tierno beso, un poco ruborizado, preguntó: —Entonces, ¿aceptas ser mi novia?
—Arthur, la respuesta es más que obvia, ¡claro que acepto! —lo volviste a abrazar fuerte.
Se rió y al dejar de abrazarte, suspiró. Con una sonrisa tan pacífica y mirando la luna, habló: —Todavía no puedo creerlo, pero es verdad, no me arrepiento de haber dejado mi país... —volvió a mirarte—. Hay otra cosa que quiero preguntarte... ¿no te molesta si... voy a buscarte al trabajo todos los días?
—Claro que no me molesta, eres mi novio y me encantaría —sonreíste.
—Sweetie... —te volvió a besar.
Por primera vez se expresaba mejor sin ponerse tan nervioso, era obvio que su corazón estaba en tus manos y debes cuidarlo con tu vida.
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