Capítulo 7:
La cola de su flamante novio se había aferrado durante todas las acuosas nocturnas a la suya hasta que los primeros rayos de una nueva ola invadieron el delicado lecho de sirena soltera, el capitán fue implacable y salvaje, y aunque Aquamarine enfrentó su vigor con valentía cayó sumamente exhausta al borde de desmayarse. Contempló a Tristán levantarse sin problema alguno con una sonrisa radiante, el semblante sereno, y el mismo temple soberbio de siempre.
—Eres deliciosa, querida. Es preciso nadar, debo arreglar algunos asuntos antes de nuestra boda...—el capitán se paró frente al espejo acomodando su brillante armadura correctamente, el cinturón de guerra, que se había quitado la noche anterior, volvió a sujetarse a su cintura—.El festejo sigue, debes bajar pronto para que luzcas mi marca, y luego subes a dormir. No lo olvides.
Cada vértebra de su cuerpo tronó al levantarse, estaba agotada, adolorida y encarnizada. Aquamarine siguió las aletas de su futuro esposo muy despacio, cada movimiento era un suplicio para ella. Lo observó nadar hacia donde estaba su familia reunida, pero no logró alcanzarlo. Simplemente se quedó suspendida en medio del gran salón de ceremonias; consternada y pensativa, eso no le podía estar pasando. ¡No a ella! El barullo de todos le hizo volver a la realidad, y nadó extrañada para averiguar de qué tanto comentaban los presentes.
—¡Oh querida mía, que bueno que estás despierta! —Su madre tenía los ojos cristalizados—. El capitán Trevel acaba de anunciar que la boda se realizará en las próximas nueve olas, ¿¡no te parece estupendo!?
—Mi preciosidad, me siento inmensamente orgulloso de ti. El prestigio de nuestra casta prevalecerá con este matrimonio, me haces sentir el padre más afortunado de todos los océanos —pronunció el general, quien llegó a su encuentro—. ¿Esa es la marca de Trevel?
—Ustedes celebren... Yo debo ir a dormir ahora.
—¡Quédate! Debes presumir la marca, es lo propio. ¿Sabes cuántas sirenas casaderas matarían por tener eso en el cuello? —Su madre protestó al ver a su hija alejarse entristecida.
—Sólo estoy obedeciendo las órdenes de mi futuro esposo, madre. Él me lo ordenó y de eso se trata, ¿no? De complacer en todo a mi dueño... —Aqua nadó velozmente hasta llegar a encerrarse en sus aposentos, muy lejos de la mirada de sus padres.
Su pecho le comenzó a doler y se abandonó a cristalizar hecha un mar de pena y tristeza, hasta casi quedarse sin fuerzas...
"Oh, Nereo... ¿Dónde estás?", se lamentaba la sirena en soledad.
La mística bruma del océano la envolvió de una manera abrumadora y escuchó un murmullo a lo lejos, fue como si algún ser la estuviera llamando, pero Aqua no logró ver de quién se trataba. Cerró sus bellos ojos con fuerza ante tal extraña sensación, y se dejó arrastrar por los corales del sueño profundo. Esa misma noche, se desplazó con pesar por el amplio castillo que pronto debería abandonar. Al llegar al comedor escuchó barullos que provenían del gran salón, al acudir alentada por la curiosidad impulsada por la intriga, se dio con la sorpresa que la mayoría de las sirenas casadas de su comunidad, estaban reunidas en su castillo para brindarle homenaje. Aquamarine intentó torpemente escapar porque se imaginó el motivo de la visita, ciertamente se sabía de memoria todos los ritos de un compromiso nupcial, pero el enigmático cuerpo de su madre frustró su cometido.
—¡No, sirenita desagradecida! ¡No te escaparás tan fácilmente! —La expresión de su madre la obligó a sonreír forzadamente, mientras le hizo girar en sus aletas empujándola hacia el salón, muy risueña—. Tienen que poner henna de algas de luna en las manos.
—No por favor, por lo que más quieras. ¡Así todas verán la marca de Trevel!
—De eso se trata, sirenita. ¿A qué le temes? No será a ese insignificante wallano, ¿cierto?
—Si pudieras abrirme el pecho y ver el sentimiento que hace estallar en mi corazón, te darías cuenta que de insignificante, no tiene nada...
—¡Basta! ¡Olvídalo ya, Aqua! Ningún ser masculino que se presuma honorable querrá poseer a una sirena marcada, aquellos infames de aquel reino tienen ese poder, hechizan a las sirenas tontas e inexpertas para lograr su cometido. ¡Venganza! ¿Es que no lo entiendes, hija?
—¡¿Vengarse!? ¿Te estás burlando de mí, madre? ¿De qué se supone que se vengaría Nereo de una simple sirena como yo? ¡Sólo hemos platicado una vez! No tiene sentido...
—¡Qué sé yo, hija! Ellos son seres renegados existenciales desde el principio de los tiempos, son infelices, pobres almas en desgracia. ¡Nos odian! Así de simple, y la prueba la tienes en tu necedad. ¿Cómo explicas tu repentino enamoramiento si solo se encontraron pocas veces? ¡¿Dime!? ¡¿Es que acaso no ves lo hechizada que estás!? ¡Seguramente usó alguno de sus artilugios en ti! ¡Oh por Neptuno, que alguien brinde sensatez a la cría tan tonta que tengo!
—¡Suficiente! Iré a dejarme pintar con henna si eso quieres, ¿feliz? Ahora deja de injuriar a Nereo que de nada lo conoces.
—No necesito conocerlo para saber qué se trata de un ser despreciable, hija. Espero que lo entiendas a tiempo...
La sirena adulta se retiró, dejando a su hija ante las curiosas preguntas de todas las sirenas casadas del reino quienes halagaron la codiciada marca del apuesto capitán de los ejércitos. Dibujaron los brazos de Aqua diestramente y también ambas manos, grabando hermosos dibujos marinos que formaban un tatuaje temporal sobre la escamosa piel de la novia. Su padre llegó vestido con su armadura dorada que lo hacía lucir impresionante, y para su tranquilidad estaba solo, él miró las manos pintadas de su hija sonriendo ampliamente, y las levantó con sumo orgullo paternal.
—¡Las nueve olas nupciales han empezado! ¡Que éste palacio se llene de regocijo! ¡Mi hija está prometida en matrimonio! ¡Que nuestro Dios Neptuno la colme de dicha marital!
—¡Qué así sea! —Todas las sirenas elevaron sus voces, alzando sus erizos de mar para brindar por la dicha de la futura sirena Trevel. Uniéndose a la celebración ella sonrió resignada, mientras su padre la abrazó cuidando de no arruinar la henna.
—Gracias, padre...—Aqua estaba a punto de cristalizar cuando vio una silueta conocida detrás de los enormes arcos del castillo—. Debo apartarme, no quiero echar a perder mis hermosos tatuajes...
—Tienes razón, mi preciosidad. Puedes ausentarte, pero no te alejes demasiado. El capitán Trevel está en camino al castillo, vendrá a verte y espero que para esa acuosa, ya esté plasmada la tinta en tu piel.
—Descuida, papá. Así será.
Aqua giró sobre sus aletas nadando a toda prisa lejos de cardumen, al salir miró por todos lados al llegar a la parte trasera, pero no encontró a nadie. Pensó que sólo había sido una jugada de su imaginación, extrañaba tanto a Nereo que tal vez había delirado en su deseo por verle. Cuando estuvo convencida de ello, nadó de lo más entristecida de vuelta hacia el salón de festejo, en ese momento la sirena sintió que le sujetaron con fuerza desde la aleta superior de la cola y la desplazaron lejos de su hogar, muy cerca de la superficie. Nereo nadaba tan rápido que ella pronto podría salir lastimada con algún obstáculo que se les presente en el camino.
—¡Espera! ¡Para, Nereo! ¡Basta! —Tormeó la sirena logrando soltarse de su agarre—. Me estás lastimando, ¡¿qué sucede!?
—¡¿Qué sucede!? ¿Te burlas de mí, Aquamarine Mermaid? —Ella negó ante la expresión de enfado de Nereo—. Debo llevarte muy lejos si queremos impedir esa boda, ¡no hay tiempo que perder! ¡Solo han pasado unas pocas acuosas! ¿Y mira cómo te encuentro, sirena? ¡Con henna matrimonial!
—Nereo... ¡No puedo irme! —Aqua se soltó de un tirón, deteniéndose de golpe.
—¿Tú me amas a mí? ¡Lo sé! No soy ningún tonto, Aquamarine. ¡Lo noté en tus ojos! ¿Cierto? Estabas muy triste anoche y me diste esperanzas, ¡No puedes negarte ahora! ¡Eso es demasiado cruel para una criatura tan encantadora como tú!
—El capitán Trevel me marcó anoche... —ella retiró su largo cabello hacia un costado, enseñándole la marca sagrada.
—¡¿Qué...!? ¿Tan pronto? No entiendo nada, solo estoy lleno de rabia y dolor, sirena —el rostro de Nereo se tiñó de un verde oscuro, triste y tormentoso.
—Sucedió después del banquete de celebración, como comprenderás ahora le pertenezco para siempre al capitán de los ejércitos que dirige mi padre, no puedo abandonarlo y dejar caer la desgracia en mi casta. Tristán fue muy amable y cortés conmigo, cuando menos lo pensé estaba entrelazado nuestras colas en público, luego subió a mis aposentos a tomar lo que es suyo y...
—¿Así de fácil? Un fornido tritón obtiene el favor de la miserable diosa, y me quita lo que es mío...
—Nereo... Te juro que yo te quería a ti, no me imagino la vida con otro. ¡Créeme! Yo no quise esto, pero es mi deber. También lo hago por complacer a mi padre, él se muestra tan emocionado con mi boda que...
—¿Dentro de cuantas lunas, Aquamarine? —Nereo la interrumpió mostrando una mueca de dolor.
—Nueve, Nereo... La boda será dentro de nueve olas.
—¡¿Olas!? ¡Tan pronto! ¡Oh Aqua, no es justo! —Nereo se acercó al rostro de la sirena, dejándole la perfecta visión de sus preciosos ojos—. Sé que no es correcto raptar a una sirena marcada, y que pertenecemos a diferentes reinos... Pero yo te amo, Aquamarine. Te quiero para mí...
—Es una lástima, wallano. Aquamarine me pertenece a mí, está comprometida en matrimonio conmigo —la voz de Tristán retumbó en las branquias de su novia, llenando todas sus escamas de terror.
"¡Por Neptuno! ¡Nos vio! ¡Soy un pez muerto! ¡Estoy frita!", se lamentó la sirena en sus adentros.
—¡No puedes impedir este amor sagrado! ¡Sé que la diosa te otorgó el favor, pero yo la amo! —Nereo adoptó una pose desafiante ante los inexpresivos ojos del capitán Trevel, pero este último ignoró las amenazas.
—Nos están esperando para celebrar nuestra primera ola nupcial, querida. Volvamos al castillo —Tristán apartó suavemente a su novia del wallano sujetando sus dedos libres de tinta, y ella no pudo articular sonido alguno, se quedó inerte ante la tensa situación.
—¡Eh, tritón! Enfréntate a mí a combate limpio, ¡no renunciaré a ella y espero que lo tengas en cuenta! ¡Está advertido, capitán Trevel!
—Querida, le puedes aconsejar a tu insignificante amigo que no tiente a la suerte. Enfrentarse con alguien tan superior podría costarle la muerte, espero que le haya quedado cristalina mi advertencia. ¡Aléjate de mi esposa!
Con esas palabras llenas de indignación de parte de Tristán, Aqua se alejó de esa parte del océano capturando quizás la última imagen del wallano en sus pupilas, dejando atrás la hermosa silueta de Nereo. Un silencio incómodo caló cada espina del cuerpo de la sirena y no logró soportarlo por muchas espumosas. Aqua derramó cristales abandonada a la pena de haber perdido tal vez lo mejor que le pudo pasar en su existencia, y también, el amor de su futuro esposo.
—Lo siento tanto... Debí decírtelo, Tristán. Me siento muy avergonzada contigo...
—Calla, sirena. No me importa en lo absoluto, ese ser no representa ningún peligro para mí. Solo es un miserable wallano, no es digno rival para un poderoso guerrero como yo —Aqua se quedó absorta ante la extraña contestación del capitán—. No me molesta, no es amor lo que busco de ti, solo no dejes caer la deshonra sobre mi cabeza y compórtate dignamente. La boda se celebrará, nada podrá impedirlo.
—¿No me amas? ¿A qué te estás refiriendo? —Tormeó la sirena consternada.
—Nunca afirmé que lo hiciera, sirena. Me gustas, eres deliciosa, bella, una joya invaluable que tengo el orgullo de poseer. No me interesa tu amor, solo tu voz. Ahora silencio, no quiero escuchar más sonidos...
Aquamarine decidió obedecer por todo el camino de regreso a su hogar, y llegaron al Castillo Lunar en absoluto silencio. En el salón gran parte de su familia y amistades estaban festejando el compromiso de la feliz pareja, ajenos a lo que sucedía entre ellos. Tristán condujo suavemente a su novia hacia la roca del nacimiento, y todos los invitados fueron a presentarles obsequios en honor a su futuro lazo conyugal, los cuales recibieron con gratitud. El general reía y ensanchaba el pecho lleno de orgullo, su hija jamás lo había visto tan alegre, siempre había sido un padre bondadoso y extremadamente cariñoso, pero sin dejar de imponer ese respeto de un líder honorable. Definitivamente la sirena había tomado la decisión correcta, no sería capaz de traer desdicha a su casta y ver sufrir a su amoroso progenitor. Los novios se unieron al festejo entre las miradas de preocupación que lanzaba la madre de la novia, pero Aqua consiguió calmarla en la roca del banquete donde afortunadamente se sentaron juntas. Luego de la comida todos se apresuraron a bailar, pero el único deseo de la flamante prometida, era ver a Nereo...
—Suficiente festejo, debemos subir a tus aposentos —el capitán brisó en la banquia auditiva de su novia en una invitación sexual—. Ahora mismo, querida.
La sirena se levantó resignada, su madre se dio cuenta de inmediato ayudándolos a escapar de la ceremonia a hurtadillas de los asistentes, dejando a su cría sola ante la fría mirada de su futuro esposo, Tristán tenía el mismo semblante gélido que siempre. Él se quitó el cinturón repleto de armas de guerra, hizo aparecer una extraña esponja de mar en forma casi triangular que colocó encima del lecho de su novia, y le mostró una sonrisa lasciva.
—Descúbrete los pechos ante mí —le ordenó el capitán.
Aqua aún sentía pudor, pero obedeció de buen modo, se sentía culpable por lo sucedido con el wallano. Dejó caer la blusa brillante que llevaba puesta quedando así su torso desnudo frente a su apuesto novio, quien no tardó en lanzarse a devorar con su boca sus senos. El capitán succionó, mordisqueó y lamió todo cuanto quiso los redondos pechos de su novia, excitándose al extremo de dolerle.
—Inclínate sobre eso, que tu cintura y tus costillas queden encima de la esponja —volvió a ordenarle a su sirena, ella avanzó lentamente sus aletas hasta quedar en la postura que el capitán deseó—. Empina más la cola, querida. Levántala...
Cuando Trevel se quedó satisfecho con la posición de su futura esposa, se pegó a su anatomía peligrosamente, Aqua sintió cada vértebra de su cuerpo vibrar al contacto con la piel de su compañero, algo dentro de ella había cambiado por completo, sus escamas reaccionaron exageradamente a las caricias del capitán de los ejércitos. La sirena no pudo evitar dejar escapar chillidos extraños de su garganta al sentir la lengua del guerrero recorrer su espalda, su cuello y branquias auditivas. Las gruesas manos de Tristán se aferraron a sus senos firmes apretándolos con lujuria, y los chillidos de la sirena fueron más agudos, estaba excitada y no entendía la razón. Pronto escuchó las escamas crisparse, a las pocas espumosas sintió el impacto de su amante invadiendo con su gigante báculo donde debía, la cópula había comenzado.
—¡Tristán! —Chilló la sirena, sintiendo una fuerte explosión de deseo apoderarse de cada espina de su cuerpo.
—¡Goza, querida! Me encanta escuchar tus gemidos...
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