Capítulo 2.
El atisbo de sonrisa de Nereo desapareció en un ligero aletear frente a la mirada hechizada de la joven sirena, los estruendosos ruidos del festejo obligaron a Aquamarine a girarse y fijar su atención en aquel deslumbrante pórtico del castillo donde había crecido recluida. Su corazón le reclamó palpitante cuando tomó el preciso valor de apartarse sin siquiera despedirse, odiaba la simple idea de no volverle a ver para siempre, así que siguió los sabios consejos de su madre y se alejó sin voltear apelando al orgullo de su linaje.
Su instinto de supervivencia la convenció de tomar un atajo hacia su habitación esquivando las enormes piedras finamente talladas que portaban todas las perlas preciosas y trofeos que su padre había ganado en cada batalla victoriosa, cuidando de no ser vista se escabulló hacia la tercera planta del magnífico monumento, pero al entrar por la puerta secreta que conducía a su alcoba dio una voltereta del susto al ver a su madre muy enojada. La sirena adulta flotaba completamente indignada muy quieta con los brazos en jarra, su madre gozaba de una belleza extraordinaria que no había menguado con el pasar de los meridianos, esperándola acusadora. Su enrojecida cara le expresó bien el mensaje oculto en su ceño fruncido, no tenía buenas noticias para su hija mayor.
—¡Estás en graves problemas, sirenita maleducada! ¡Cómo se te ocurre escaparte de esa forma! ¡¿Dónde estabas!?
—Madre yo... Solo sentí curiosidad por ver el interior de una embarcación que pasó muy cerca del arrecife... No todas las olas llegan a caer tan profundo, también en la fiesta de la Luna pero ese día no puedo verlos porque que estoy cantando para complacer a los invitados de papá...
—¡¿Cómo se te ocurre ir detrás de un barco, Aqua!? ¡Te lo he advertido muchas veces! Un día vas a perder las aletas por dar rienda suelta a tu curiosidad, seguramente es algún artilugio del dios Plutón para atraernos y succionar nuestra magia. ¡¿Te das cuenta del peligro al que te expones?!
—Lo siento madre, en realidad yo solo... Los humanos son tan raros... Es decir yo...
—Será mejor que te prepares porque tu padre te tiene una sorpresa esperando hace varias acuosas. ¡Debes cambiar, hija! Un día tu imprudencia te traerá serios... —la madre se calló pensativa escudriñando los datos que su hija le había confesado, luego sus hermosos ojos azules se agrandaron exageradamente—. ¡¿Con quién hablaste!? ¡¿A quién viste en la superficie!? ¡Contesta!
Aquamarine se cubrió la boca con ambas aletas superiores, había cometido un gran error al mencionar aquellos extraños seres por su verdadero nombre.
—Madre verás... La verdad es que el hermoso barco estaba siendo empujado por un wallano y luego... Esto...
—¡No, hija mía! ¡No me cantes eso por favor! —Su madre la sacudió de los hombros, muy angustiada y al borde de cristalizar—. Sabes muy bien cuál es el castigo por cantarle a los humanos, Aquamarine. Dime que no cometiste una tontería, ¡te lo suplico!
—Tranquila, madre. Yo no canté para ningún humano en la superficie, en realidad solo lo hice con el wallano del reino de las "Ondinas Elementales".
—¡¿Qué cosa!? —Su madre tormeó atacando directamente en sus branquias auditivas—. No puedes tener ningún contacto masculino hasta la ceremonia sagrada, debes permanecer pura hasta ese momento. ¡Que osadía de ese wallano! ¡Debe de aprender cuál es el lugar que le pertenece!
—Madre no es para tanto, sólo cantamos por unas escasas espumosas, y nos despedimos en la entrada del castillo...
—Te fijaré una severa penitencia al terminar el festín, date prisa que tu padre debe haber sobrepasado el límite de su paciencia.
—De acuerdo...—Aqua se rindió soltando un hondo burbujeo mientras observaba a la sirena mayor salir apresurada de su cueva.
¿Cómo le confesaría haberse enamorado de un simple wallano a primera vista?
¿Qué debía hacer con ese sentimiento?
Aqua adornó su dorado cabello con las joyas preciosas que sus progenitores se habían esmerado en obsequiarle varias acuosas antes: diamantes, gemas y perlas luminosas para agradar ante los ojos de su posible compañero de vida. El nácar se encargó de darle el brillo necesario a su rostro y las acuarelas de las flores acuáticas le brindaron el color carmín a sus labios. La incertidumbre y el nerviosismo la embargaron al acercarse al gran salón principal; Sedna, Marut y Traloque, sus tres traviesos trillizos hermanos se apresuraron a rodearla en un gran abrazo grupal fraterno. El gran salón estaba iluminado por la luz de la diosa Luna, en el medio de la pista la estrella de David pintada con tinta de pulpo indeleble esperaba silenciosa el inicio del sagrado ritual. Los enormes hongos de mar de los invitados, que servirían de asientos, estaban divididos en cuatro partes parejas formando un medio círculo alrededor de la estrella pintada en la arena, un estandarte de cada elemento se alzaba airoso para reconocer la casta de cada grupo de los hermosos tritones reunidos en su respectiva sección, definitivamente era un majestuoso desfile de su diversa y ceremonial familia además de amistades importantes.
Al lado izquierdo se imponía muy ceremonial la sección de hongos rojos, representada orgullosa por el estandarte del elemento "fuego", donde estaban reunidos los miembros de la realeza con el dios Neptuno liderando los más bellos ejemplares de su venerable gobierno. Le seguía el estandarte azul del elemento "agua", cuyos hongos en diversos tonos azulados regalaban una hipnótica lluvia tornasolada a la estancia, era la refinada sección donde permanecía la casta de la familia maternal liderada por el patriarca, quién había sido acompañado por los jóvenes tritones más poderosos de todo su clan provistos de extraordinaria magia y dones. Continuaba la sección del ejército de su padre, los tritones más fuertes del reino estaban fielmente representados por el estandarte del elemento "aire". Los hongos turquesa no tenían nada que envidiar al resto, era todo un espectáculo de colores dignos de admirar. El escuadrón que el general Mermaid dirigía dentro del ejército estaba liderado por un bello capitán de semblante sombrío, quien parecía ajeno al festejo del momento.
Aquamarine nadó lentamente saludando con elevada cortesía a cada uno de los asistentes, pero el invitado de honor adelantó sus preciosas aletas hacia ella con la habitual sonrisa encantadora de un dios pavoroso y confiado. Llevaba su tridente reluciente que resplandecía ante los leves destellos de luz dándole también ese magnífico brillo a su armadura dorada que encantaba a los ojos de todo el cardumen reunido en el recinto, su larga cabellera celeste se movía al compás de sus aletas color arcoíris. Era la primera vez que la joven sirena se maravillaba con su cercanía quedándose atónita cuando él posó un beso en el dorso de su escamosa y alargada mano, era un privilegio inconmensurable tocar al dios marino.
—Es una verdadera dicha poder conocer a la famosa hija del general —la voz grave de Neptuno era tan perfecta como su preciosa anatomía exageradamente tonificada—. Es aún más bella de lo que se comenta en la bahía, Aquamarine.
—El placer es todo mío, su alteza —tarareó la sirena presa del intenso magnetismo que irradiaba del dios que tenía frente a sus ojos—. El mejor regalo de esta ola es que usted nos esté honrando con su presencia, mi dios.
—Yo mismo me ofreceré al ritual, estoy realmente ansioso de que llegue la acuosa en que un ejemplar tan maravilloso como tú pase a ser parte de mi diverso harén de concubinas...—la sonrisa lasciva de Neptuno crispó lo extenso de su espinal, Aquamarine no deseaba ese futuro para el resto de sus ventosas.
Ella ahogó un burbujeo, no era justo haber visto transcurrir cada uno de sus lentos meridianos en completo encierro para luego pasar a esperar su última ola de vida en otra cárcel aún más lujosa, no deseaba ser una simple diversión para un dios aunque todos le hayan repetido que era un inmenso honor ser seleccionada para ello. El general Mermaid se apresuró al rescate de su princesa, tampoco le agradaba que un dios se aprovechara de esa forma de sus privilegios, su hija no había sido incubada para ser una amante más del montón. El tritón progenitor avanzó sus aletas hacia el umbral de la estrella de David, y flotó con un temple soberbio mostrando a todos los invitados su mayor orgullo.
—¡Esta noche de luna llena presento a mi hija Aquamarine a los doce meridianos acuáticos! —El general se aventuró a iniciar el ritual—. El manto de luna nueva ha caído en mi legado, le ruego a nuestro dios misericordioso que reciba a mi adorable hija en el tiempo de luna creciente.
—¿Qué talento ofrece para ganarse tal honor, general Mermaid? —La voz del consejero de Neptuno refulgió entre las aguas.
—Su bello canto, mi señor. Mi hija canta tan hermoso que regocijará a nuestro dios con su hechizo encantador —el padre hinchó el pecho orgulloso en una postura firme, mientras Neptuno asintió risueño. El general sostuvo la mano de su hija invitándola a tomar asiento al medio del escenario justo encima de la roca del nacimiento—. ¡Qué los representantes de cada elemento sean presentados!
El ritual lunar había iniciado.
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