Capítulo 11:
Una luz brillante invadió todo el cuerpo inerte de la sirena, estaba ausente de movimiento, de magia, y a muy poco de perder la vida. Las brillantes escamas de su anatomía se fueron volviendo sólidas empezando donde se sujetaba el brazalete, bajando hacia su abdomen y luego lo extenso de su cola. El peso de la piedra que reemplazó la belleza de su figura la obligó a caer hacia las profundidades del océano, una cálida superficie la acogió al caer envolviéndola en su confortable suavidad, logró entreabrir los ojos observando sus colores tornasolados y centelleantes, era realmente hermoso de contemplar. Aqua intentó levantar la cabeza para ver de quién se trataba, pero no tuvo fuerzas para conseguirlo, en un torpe intento por enfocar la visión pudo divisar apenas unas extrañas puntas... Y tuvo la impresión de haberlas visto antes... Pero no logró recordarlo...
—Sirena... ¡Despierta! —Una voz grave y serena, hipnótica ante sus branquias auditivas, una melodía que jamás había escuchado en sus cortos meridianos.
La extraña voz detuvo a la sirena de caer en el sueño profundo, se sintió segura al escucharla, era sumamente reconfortante sentir aquel aliento muy cerca de su rostro.
—Déjame, tengo mucho sueño y quiero dormir...—respondió Aqua presa del hechizo del brazalete.
La hermosa criatura giró un poco su cabeza hacia la mujer mitad pez, dándole la leve visión de su largo hocico, al fin pudo apreciar su belleza mística. ¿Ojos? Sólo consiguió ver uno desde la posición que se encontraba, y su color era de un violeta precioso cuya luz refulgente caló hasta la más fina espina de su ser, aún en la oscuridad de las profundidades del mar. Fue extraño para Aqua, parecía que avanzaban rápidamente...
—Sirena, debes despertar... Mi guardián está muy preocupado por ti.
—¿Guardián? ¿Estoy muerta? ¿Esto es el paraíso de los peces? ¿El fondo de la tierra? —Aqua cantó aquellas dudas que le atormentaban.
—Mi guardián sufre por ti, sirena. Jamás había sentido tanta culpa... Debes regresar. Por él, y por mí.
—¿Quién es tu guardián? ¿Por qué está sufriendo? Yo solo siento paz. ¿Quién eres tú? ¿Por qué no me dejas dormir?
—Tristán Trevel es mi guardián y te quiere de vuelta, sirena. ¡Vamos, Aquamarine! Debes despertar...
—¿Quién eres?
—Soy tu destino...
Una punzada de dolor atravesó el corazón de la sirena al recordar las palabras de Nereo...
—Mientes, tú no eres mi destino. Nereo lo es...
—No, sirena. Nosotros somos tu destino, ambos... Debes volver ahora.
Una luz resplandeciente salió de la tornasolada piel de aquella rara y hermosa criatura, alejó a la sirena de ese lugar haciéndola flotar hacia la luz de la superficie. Aqua sólo quería quedarse en ese cálido lugar...
—No... No me dejes ir, quiero quedarme. Ni siquiera sé tu nombre...
—Pronto lo sabrás...
La luz de la superficie absorbió a la sirena por completo, apartándola de aquellos ojos violeta tan hermosos...
—¿Aqua? ¿Hija? —La voz de su madre la regresó a su realidad y observó todo alrededor, estaba en su alcoba del "Castillo Lunar".
¿Viva?
¿Cómo era posible?
—¿Madre? —Aqua logró cantar con una temblorosa voz en respuesta.
—¡Oh mi bella sirenita! ¡Qué regocijo que estés bien! No sabes lo preocupados que estábamos, incluso el capitán Trevel, que aún malherido no se ha desprendido de ti en ningún momento. No sabes lo afortunada que eres de tenerlo como esposo...
—¡¿Hirieron a Tristán!? —Un sentimiento desesperante, agobiante, asfixiante invadió sus pulmones, no podía respirar, sentía un temor indescriptible—. ¡¿Dónde fue!? ¡Responde, madre!
—Nada grave, querida. Sólo un leve rasguño —la voz del capitán le devolvió la calma a su atormentada alma, el imponente guerrero sólo se quedó flotando en la puerta de su cueva cruzado de brazos, mientras Aqua buscaba alguna herida en el cuerpo del tritón con la mirada—. ¿Qué buscas, Mermaid?
—Algo leve... Pero...—ningún rastro de batalla, golpe o rasguño, el capitán no tenía marca alguna en su anatomía, y tampoco nadaba a su encuentro—. Ven a mí, déjame revisarte.
—Aquí... Nada en el océano puede lastimarme, sólo estoy agotado —Tristán le enseñó su mano derecha la cuál presentaba pequeños cortes—. Traje a un invitado especial...
—¡Aquamarine! ¡¿Estás bien, vida mía!?
La voz de Nereo hizo sobresaltar cada escama de su cuerpo, el wallano estaba vivo, entero, ileso, y la sirena no entendía el motivo. Su madre cambió radicalmente de expresión al notar la presencia de aquel ser inferior, de pronto Nereo nadó mirándola fijamente a los ojos, avanzó sus aletas desesperadamente hasta llegar a su lado atrapando a su amada entre los brazos. Aqua se quedó helada como un iceberg, tan sólo la sensación de su cercanía le repugnaba, le molestaba, era algo demasiado incómodo de soportar. La sirena apartó de golpe al wallano, dejando al visitante consternado por su reacción tan cruel.
—No me toques —le pidió la sirena al visitante enamorado, y miró a su futuro esposo quien conservaba en su rostro aquella expresión gélida de siempre.
—¡Oh Aquamarine! ¡Lo lamento tanto, mi amada sirena! No sé en qué estuve pensando, no tengo perdón de Neptuno, Aqua. Por favor no me odies —Nereo intentó acercarse una vez más a su amada, pero la sirena se crispó al instante apartándose aún más del wallano—. Mi amor de verdad lo siento...
—No te acerques, Nereo. Por favor no me toques...
Angustia mortal, eso era lo que sentía la sirena en ese momento. No entendía el motivo de su repudio, nada tenía sentido, nadie le había advertido sobre eso. Aqua recordó a su padre, pero con el general eso no sucedía, entonces movió sus branquias un poco y se dio cuenta que era su olor, el wallano tenía un olor diferente, un aroma desagradable, insoportable...
—¡Cómo se atreve a irrumpir de esa manera en mi castillo, wallano! ¡¿Cómo lo dejó entrar a este inmundo sirviente, capitán Trevel!? —La madre brisó a viva voz con su rostro rojo de furia.
—Yo lo invité, sólo estoy cumpliendo su último deseo —respondió el guerrero con severidad, y una punzada atravesó su pecho, Aqua estaba casi segura del significado de aquellos cantares.
—No pretendo ofender a nadie, sirena Mermaid. ¿Por qué no intentamos llevarnos bien? ¿Le parece? —Nereo le ofreció una aleta a la madre en señal de paz.
—¡Primero muerta antes de tocar a un ser tan inferior! Por mí te puedes perder en las profundidades del océano, despreciable wallano. Aqua hija, te ruego que le digas a este ser que se retire del castillo. ¡Su sola presencia me insulta! —La altanería de la sirena adulta estaba poniendo de mal humor a su hija.
—Madre por favor, estuve a punto de morir en la superficie, ¿y pretendes causar más problemas? Nereo sólo se presentó aquí para despedirse, ¿podrías dejarnos solos? Realmente necesito hablar con el wallano, te lo ruego.
—Si no sale en menos de media acuosa llamaré a tu padre, ¡al ejército entero si es posible! Pero que se vaya pronto, ¿lo has entendido? —Aqua aceptó en silencio ante la enfurecida mirada de su progenitora—. Confiaré en ti esta vez, Aqua.
La madre salió dejándole la libertad de platicar con calma y al instante, advirtió la presencia de su esposo en el mismo lugar, mirándola inexpresivo.
—Los dejaré solos, con permiso...
—¡NO! No te vayas, Tristán...—el guerrero detuvo su escape, y giró sus aletas imponente en dirección a su novia—. Canta lo que necesites, Nereo. No hay nada que quiera ocultarle al capitán Trevel, incluso esta plática... Anhelo un matrimonio sin secretos.
La mano de Tristán viajó desde las aletas de su mano hasta su mejilla, la cual acarició lentamente su rostro sin quitarle los ojos turquesa de los suyos. La sirena no pudo articular canto alguno, el tacto de su amante era completamente distinto y placentero, todo eso fue demasiado para una simple sirena como ella, tomando en cuenta de que no tenía idea del porqué seguía con vida, debería ser una estatua de piedra en ese preciso momento...
—De verdad lo lamento, amada mía. Estaba tan desesperado...—el wallano observó la romántica escena que le estaban brindando los amantes con el corazón sangrante de dolor, era muy tarde para cumplir su anhelo de amor—. Tan solo pensar en que te perdería me volvió loco. No medí las consecuencias de mis actos, de verdad lo siento. Jamás querré hacerte daño alguno, Aquamarine. Yo jamás desearía eso... Y lo sabes.
—Yo te perdono, Nereo Wallans... Puedes irte en paz —Aqua le respondió con suma sinceridad, cristalizando con pesar—. Fuiste mi primera ilusión, y jamás te olvidaré...
—Te amo, Aquamarine Mermaid... Y mi único delito fue querer pasar el resto de mi vida inmortal a tu lado, amándote por toda la eternidad, sirena... No me olvides...
Y luego de pronunciar ese triste canto, una luz resplandeciente envolvió el cuerpo del wallano, convirtiéndose en una figura de piedra frente a sus ojos inundados de cristales. Fue lo más doloroso que tuvo que presenciar, y algo muy dentro del pecho le confesó que no sería lo único.
—¿Cómo lo supiste, querida? —Tristán acariciaba los largos cabellos de su novia con embeleso, estaba encantado por su perspicacia.
—Por su olor...—Aqua tembló al sentir la enorme mano del guerrero sobre su cola después que se acomodó detrás de ella sobre su lecho—. ¿Cómo sobreviví, Tristán? Pude sentir la magia del brazalete recorrer todo mi ser en la superficie, a estas alturas debería ser una figura de roca, inerte y sin vida...
—Te lo confesé hace unas olas, querida. No existe magia más poderosa que la mía en todo el océano. ¿Crees que te hubiera regalado ese brazalete si no supiera cómo deshacer el hechizo? —Tristán llenaba de besos el dorso de su mano y el hecho que el tritón la estuviera tocando la excitaba demasiado—. Te he buscado por mucho tiempo, esperando encontrarte por encima del cielo, quizás aprisionada en una nube... Pero te encontré en las profundidades del mar en el lugar donde menos lo imaginé. ¿Crees que me arriesgaría a perderte por un simple wallano?
—Tristán yo...—Aquamarine jadeaba gracias a las caricias atrevidas de su compañero, intentó detenerlo pero poco podía hacer, no quería copular frente a la estatua de Nereo—. ¿Está muerto?
—No, aún conserva vida dentro de la piedra... Puede ver y escuchar todo, pero no se puede mover o alimentarse, ni cantar, tampoco brisar o llorar. ¿No te parece un castigo ejemplar para el ser que se atrevió a lastimar lo que es mío? —Tristán se fue acercando peligrosamente a sus labios y todas sus aletas se tensaron rechazando la idea de besar a su futuro esposo, se negaba a ocasionarle sufrimiento a Nereo—. Cántalo, deliciosa. Dime que no te toque y me iré.
—Capitán... No delante de Nereo por favor —la sirena luchaba contra la poderosa magia de la cópula, pero sólo eran aleteos en vano, las caricias de su compañero la doblegaron muy rápido—. Yo no elegí ser tu esposa, Tristán... Yo no te elegí...
—Tampoco elegiste amar a ese despreciable wallano, deliciosa. ¿Por qué crees que su olor ahora te repugna? Estabas hechizada por su canto —el guerrero introdujo su báculo dentro de su novia soltando un fuerte alarido de placer que acompañó al chillido agudo de la sirena, y comenzó a moverse lento, pausado, derritiendo a su futura compañera en cada embestida—. Podrás acusar a tu esposo de cruel y despiadado, de villano inclemente, también de lujurioso, pero nunca de infame, Aqua. Aborrezco la mentira.
—¿Por qué me elegiste, capitán? —Un resplandeciente brillo se extendió desde el pecho de guerrero iluminando sus preciosos safiros turquesas.
—Por tu voz —Tristán aceleró el ritmo de la cópula y la sirena sucumbió ante el gozo una vez más.
Los amantes se entregaron a la pasión olvidando el resto del océano, una cúpula tan salvaje como intensa que la delicada sirena soportó con ahínco y valentía. Aqua no pudo rechazar complacer al hambriento tritón tantas olas como quiso saciarse con su cuerpo, lo disfrutó tanto como se llenó de culpa porque sabía que el wallano estaba consciente de todo lo que pasaba y de que el capitán lo hacía adrede. Una hermosa música invadió las branquias auditivas de la sirena, eran las sagradas caracolas anunciando su matrimonio, el esperado evento nupcial se realizaría esa misma ola y ella no podía hacer nada para evitarlo.
—¡Tristán! —Aqua soltó un chillido fuerte al sentir la descarga del capitán llenar por completo su interior, sus cristales brotaron sin control—. Si en algo he complacido a mi honorable capitán le ruego que me deje sola... Estoy agotada... Necesito dormir antes de la ceremonia.
—Duerme, querida. Duerme todo lo que puedas, tu tiempo de paz se está acabando —el guerrero se levantó del lecho, se acomodó la armadura y nadó lentamente hasta llegar a la puerta, rodeó la estatua del wallano con una sonrisa sarcástica adornando su rostro—. Consideralo un obsequio de nupcias, que lo disfrutes...
El majestuoso capitán Trevel abandonó los aposentos de su futura esposa, y de inmediato la sirena nadó hacia la estatua abrazándola completamente desconsolada.
—Perdóname, Nereo... Tú único delito fue enamorarte de mí, y el mío permitir que Tristán se enterara de tu existencia... Perdón... Perdón...
Esa ola nocturna la diosa luna iluminó a dos amantes de castas distintas separados cruelmente, un amor marino truncado por intereses fuera del entendimiento de la triste sirena que cristalizaba aferrada a una figura de piedra. Una historia de amor fallida que daba inicio a otra, y que pronto cambiaría el destino del planeta entero...
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