Capítulo 7
"Jane's Carousel"
— Sindy, si quieres que utilice mis influencias para que puedas subir a una pasarela de verdadero renombre en la semana de la moda, debes ayudarme con Alana. No responde a mis llamadas y mucho menos contesta mis mensajes. — Reclamó Bryan.
— Te lo dije desde un principio, ella no es una chica fácil y lamento decirte que no eres de su agrado. De verdad lo he intentado... pero está reacia. — Respondió Sindy encogiéndose de hombros.
— Maldita sea, tú eres su amiga, estoy seguro de que, si lo intentas, ella puede darme una oportunidad... quiero salir con ella el viernes por la noche, los dos solos.
— Haré todo lo posible para tratar de convencerla... pero si acepta salir contigo, quiero que cumplas lo prometido.
— Estás jodidamente loca si crees que te voy a montar en una pasarela solo por una salida.
Sindy cruzó los brazos a la altura de sus pechos y levantó una ceja.
— Salir una noche con Alana es muchísimo, créeme... Además, yo no debería ayudarte porque mi novio va a salir perjudicado si consigues algo con ella.
— No me hagas reír, una moto Agusta para Gallagher es nada, puede comprarse todas las que quiera y al precio que sea. Ese cabrón está nadando en dinero. En realidad, el más perjudicado aquí soy yo.
— No quiero que Dylan se enoje conmigo. — Dijo pensativa.
— ¿Estás colgadita de ese cabrón? — Preguntó Bryan negando con la cabeza — Deberías saber que a él no le interesan los compromisos a largo plazo — se burló el modelo.
— Eso era antes de conocerme a mí — afirmó Sindy con seguridad.
Bryan soltó una carcajada.
— No sabes la cantidad de mujeres que me han dicho lo mismo y luego se han esfumado con el tiempo.
— Ese hombre es mío y voy por mucho más.
✨✨✨✨✨✨
Pasada la medianoche, Sindy llegó al apartamento. La habitación de Alana tenía la luz encendida, por lo que decidió entrar; la encontró acostada en su cama escuchando música, tenía los auriculares puestos y los ojos cerrados, pero el leve movimiento de su cabeza le hizo comprender que aún estaba despierta.
Ella le tocó el brazo, y Alana dio un respingo. Se quitó los auriculares y detuvo la música en su móvil.
— ¿Hola, cómo te fue? — Preguntó.
— Muy bien, quedé seleccionada — sonrió con suficiencia mientras se sentaba en la cama de su amiga — Voy a ser la imagen de Smirnoff. Poco a poco me estoy dando a conocer... y mis amigos de la prensa amarillista me están ayudando. Aunque me estoy comenzando a preocupar porque ya no me siguen como antes.
— Tal vez salió un nuevo chisme que les interese más. — Reflexionó Alana.
— Es posible... pero igual el estar saliendo con Dylan me está abriendo muchas puertas.
— Por cierto, él pasó por aquí, vino a verte. — Le comentó ella.
— Tan bello, no he revisado mi celular... Ahora lo llamo... — Continuó Sindy con una mirada soñadora — Lo nuestro sigue creciendo como la espuma. He estado pensando que más adelante haré todo lo posible para que lleguemos a algo más.
— ¿Qué quieres decir con "algo más"? — Preguntó Alana con excesiva curiosidad.
Sindy puso los ojos en blanco.
— Quiero ser su esposa, ¿te imaginas? Mi nombre de casada, "Sindy Gallagher". No tendría que matarme por hacerme un nombre en este maldito mundo del modelaje, donde hay miles de mujeres compitiendo por una sola oportunidad. Siendo la esposa de Dylan... Las agencias me rogarían que trabajara con ellas y por una simple sesión de fotos me pagarían miles de dólares.
— ¿No crees que es muy pronto? — Le preguntó Alana mientras un ligero malestar se alojaba en su estómago — Apenas llevan saliendo, cuando mucho, un par de meses.
Sindy negó con la cabeza.
— Él y yo nos llevamos muy bien en todos los aspectos. Estoy segura de que seríamos el matrimonio del momento.
Alana sintió una gran incomodidad, y el extraño desasosiego que sentía comenzaba a crecer aún más en su interior y su estado de ánimo decayó. Una sensación parecida a la melancolía le invadió.
— Hablando de otras cosas, Bryan está loco por ti. Hoy lo vi en el casting y no ha hecho otra cosa que hablar de ti.
— Otra vez con lo mismo, creo que no tengo que recordarte lo que pienso de eso — contestó Alana malhumorada.
— Pero Alys, dale una oportunidad — insistió Sindy — Las pocas veces que se han visto, no han podido hablar bien. ¿Por qué no lo intentas una vez más para que lo conozcas mejor? Así, si puedes hablar con propiedad si te gusta o no.
— No me hace falta pasar más tiempo con él para saber que no me gusta en lo absoluto.
— Nada te cuesta salir con Bryan una vez más... una sola. Si después de eso sigues con la firme idea de que no te agrada, entonces jamás te volveré a hablar de él. — Le prometió la rubia.
— ¿Por qué tienes tanto interés en que yo salga con él? — Preguntó Alana con suspicacia.
— El interés de siempre, que disfrutes de la vida — Mintió, él es un hombre encantador, está muy bueno, es famoso, tiene dinero y está loco por ti... ¿Qué más se le puede pedir a la vida?
— Yo disfruto demasiado de la vida sola, no necesito de ningún hombre para ser feliz.
— Lo dices de la boca para afuera. Todas necesitamos la compañía de un hombre y de su maravillosa polla para sentirnos mejor.
— A veces eres tan vulgar. — Le recriminó.
— No me cambies el tema... ¿Vas a ir, Alys? — Volvió a preguntar.
— Prométeme algo.
— Lo que quieras.
— Voy a salir con él por última vez, después de eso no quiero que vuelvas a insistir ¿De acuerdo?
Sindy asintió.
— Lo prometo, pero al menos dale la oportunidad de que se conozcan bien.
Alana la miró con recelo y le dijo en tono serio:
— Otra cosa, no quiero que el Señor Gucci pase por mí, yo iré y vendré sola.
— ¿Por qué eres tan difícil? — preguntó la rubia con fastidio.
— Esa es mi condición. Si él acepta, perfecto. Si no, ni modo... y por favor, ya vete a dormir. Tengo sueño y mañana debo madrugar.
— Está bien, no te molestes — dijo Sindy levantándose de la cama — ya me voy... estoy segura de que entre tú y Bryan habrá un romance épico.
Alana gruñó algo ininteligible y se tapó la cabeza con la almohada para no escuchar la risa de Sindy.
✨✨✨✨✨✨
Los días pasaron muy rápido para Alana; había llegado el viernes. Se estaba vistiendo para salir con Bryan, sin poder evitar pensar en Dylan. No lo había visto desde hacía una semana. Sabía por lo que Sindy le había comentado: él se encontraba en Londres. La marca con la que trabajaba lo necesitaba allí para la inauguración de un nuevo producto.
Sin mucho ánimo, terminó de vestirse y se miró en el espejo. Vio cómo le quedaba su blusa off shoulder combinada con unos vaqueros y sus botas negras altas de tacón. Estaba bonita pero sencilla. No quería dar la impresión de que quería algo con él. Cogió su bolso y salió del apartamento.
✨✨✨✨✨✨
— Te extrañé todos estos días — dijo Sindy agitada — la espera se me hizo eterna.
— Ya he regresado y estamos recuperando el tiempo perdido — Dylan se levantó de la cama y ella se deleitó viendo su cuerpo desnudo. Su apetito sexual se volvió a incrementar; iban a tener una noche muy larga de sexo.
Dylan se metió en el baño y se dio una ducha. Cuando salió, llevaba solo una toalla envuelta alrededor de su cintura. Sindy se le acercó por detrás y lo abrazó.
— Estoy tan excitada, no me canso de ti.
Él sonrió.
— Hay tiempo para todo, encanto. Vamos a comer algo primero.
— No tengo hambre — le dijo besando su espalda con voz sensual.
— Yo sí — añadió él mientras se giraba y le daba un beso en los labios.
— De acuerdo, esperaré — murmuró la rubia con tono malhumorado.
Cuando llegó la comida del restaurante preferido de Dylan, se sentaron en un mesón de la cocina.
— ¿Cómo te fue esta semana? — preguntó él.
— Excelente. Quedé seleccionada para Smirnoff. A partir de la semana que viene, estaré muy ocupada con los múltiples eventos de la marca, además de los ensayos para el desfile de H&M.
— Te felicito, lo estás haciendo bien.
— Sí, estoy muy emocionada. Creo que en pocos días tendré que mudarme a un sitio más exclusivo y cercano al trabajo, para no estresarme demasiado.
— ¿Y qué dice tu amiga?
— Aún no se lo he dicho, pero no creo que le moleste... se irá conmigo sin problema.
El móvil de Sindy sonó.
— Un momento, cariño — le dijo a Dylan antes de atender.
— Hola... — se quedó escuchando a su interlocutor — es allí en Spice Market... él ya debe estar ahí.
Hizo silencio nuevamente y volvió a hablar:
— Suerte, amiga. — Respondió la rubia emocionada.
Colgó la llamada y colocó el celular en la encimera.
— ¿Quién era? — preguntó Dylan con curiosidad.
— Alana.
— ¿Tiene una cita? — Preguntó muy atento a la expresión de Sindy.
— Sí... pero no hablemos de Alana — contestó ella nerviosa — mejor hablemos de cosas más interesantes.
— Sindy, ¿con quién va a salir tu amiga?
En un murmullo casi inaudible, dijo:
— Con Bryan.
— ¡Maldita sea! ¿Por qué carajos no me lo has dicho antes? — Bramó Dylan furioso.
— Porque es algo sin importancia. — Se excusó la rubia.
— Nada de lo que haga ese cabrón dentro de la apuesta es algo sin importancia.
Dylan se levantó de la silla y se fue directamente a su recámara. Minutos después, salió vestido, listo para salir.
— ¿Para dónde vas? — Preguntó Sindy exaltada.
— Voy a dar una vuelta y regreso.
— ¿Vas a dejarme aquí sola y con estas ganas?
— Te he dicho que vuelvo enseguida. — Contestó con impaciencia.
— ¿Vas a arruinarle la noche a Bryan?
Dylan sonrió maliciosamente, le lanzó un beso y se fue.
✨✨✨✨✨✨
Alana cogió un taxi; el viaje no era largo, tardó apenas quince minutos en llegar. El Spice Market quedaba en el barrio, como diría Sindy, "más trendy" de Manhattan.
Ella le envió un mensaje a Bryan para indicarle que ya había llegado. Un par de minutos después, Duboin apareció. Llevaba unos vaqueros y una camiseta blanca que dejaba ver unos tatuajes que no había visto antes. Completaba su atuendo con unas botas rústicas. Él la saludó con un beso en la mejilla.
— ¡Estás preciosa! — Exclamó escudriñándola con la mirada.
— Gracias... tú también estás muy bien.
Bryan le guiñó el ojo.
— ¿Entramos?
Ella asintió.
El lugar era realmente espectacular por su diseño de inspiración colonial, con butacas de madera y un ambiente agradable. Era famoso también por la gente que solía ir allí, como Christina Aguilera o Hugh Jackman.
Bryan la guió hasta una mesa para dos donde ya había un vino.
— Me he adelantado pidiendo la bebida, espero que no te moleste.
— No en lo absoluto — ella sonrió.
— ¿Te gusta el restaurante?
— Sí, es bonito.
Él se pasó la mano por su lindo cabello; al parecer era una manía, porque lo hacía continuamente o tal vez era demasiado obsesivo.
— ¿Cómo vas con tus estudios? — Le preguntó mientras le servía el vino en la copa.
— Difícil, pero pude sortear ciertos obstáculos... ¿Y qué tal tu trabajo?
— Excelente, esta semana estuve en Chicago y Canadá.
— Qué bien, ¿siempre estás viajando? — Preguntó ella con curiosidad.
— Sí, todo el tiempo. Los meses más fuertes son agosto y septiembre, en la semana de la moda, en París, Londres y aquí, por supuesto.
El mesero llegó para tomar la orden de lo que iban a cenar. Una vez que ellos le indicaron lo que deseaban, se retiró.
— ¿En qué quedamos? — preguntó ella.
— Te hablaba sobre mi trabajo. Gracias al modelaje, he podido viajar por todo el mundo.
Los primeros treinta minutos, Bryan no dejó de hablar de otra cosa que no fuera él y su "maravillosa" carrera. Alana contaba los minutos para que la noche acabara.
La cena comenzó a ser servida y ella no pudo disfrutar de la comida gourmet gracias a la verborrea que tenía su acompañante, explicándole sobre las maravillas de exfoliarse la piel con un menjurje extraño; después comenzó a hablar sobre los platos que le estaban sirviendo.
— En Japón me comí un Tataki on fire que era insuperable; aquí está medianamente bueno.
El dichoso plato tataki on fire consistía en cortes medianos de atún fresco sellados al fuego con especias asiáticas, sobre una cama de espárragos y un fresco aderezo.
— Mi Salmon Tatar está muy bueno; como es la primera vez que lo pruebo, me sabe a gloria. — Comentó Alana con sarcasmo.
— ¿Puedo? — preguntó él.
Sin esperar su respuesta, tomó con sus palillos un poco de su comida y la probó.
— Está bien — añadió con suficiencia, tomó otra pequeña porción y pretendía dárselo en la boca, pero ella se negó.
Cuando sirvieron el plato fuerte Pad Thai, que fue lo único en lo que estuvieron de acuerdo esa noche (era Tallarines de arroz salteados con pollo, vegetales seleccionados, marañón y ajonjolí tostado en leche de coco), y por último el postre, un fondant de chocolate acompañado con helado de vainilla, que solo ella comió, porque su acompañante le tenía terror a los dulces y podía aumentar unas libras de más, lo cual era fatal para él.
Después de comer, Bryan inició un patético ataque de seducción. La tomó de la mano.
— Me gustas tanto, Alana. Creo que ya te has dado cuenta de eso; quedé flechado por ti desde que te vi.
Ella retiró la mano.
— Bryan... me halaga mucho, pero el sentimiento no es recíproco — respondió ella con tranquilidad.
— Lo sé, pero podemos intentarlo — insistió él — no es difícil que puedas llegar a sentir algo por mí.
— Yo en estos momentos no deseo tener ninguna relación.
— No es necesario que tengamos una relación formal; tú me gustas y yo sé que te atraigo. Podemos pasarla bien sin compromiso alguno.
Ella sonrió, y la sonrisa de Duboin se amplió mucho más.
— Es cierto que tú me pareces guapo, pero hasta ahí. No deseo enrollarme contigo de ninguna manera. Lo más que puedo ofrecerte es mi amistad, si te interesa.
— ¿Por qué no lo intentas? Yo puedo darte todo el placer que necesitas. — Bryan no se daba por vencido.
— ¿Y quién te dijo a ti que yo necesito tu placer? Entiéndelo, no quiero nada contigo, no me gustas. — Soltó Alana abrumada por la incidencia del odioso hombre.
— ¿Cómo no te voy a gustar? — Preguntó con furiosa incredulidad — todas las mujeres se mueren por mí. Tú deberías estar caminando por las nubes, por estar cenando aquí conmigo.
Alana lo miró sorprendida.
— No sé con qué tipo de mujeres estás acostumbrado a salir y no me interesa saberlo. Y no camino por las nubes por salir contigo; vine aquí casi obligada... Y asúmelo, de una vez por todas, no me voy a acostar contigo y mucho menos para engrosar una miserable lista donde están todas las idiotas que se han pasado por tu cama. — Alana buscó en su bolso y sacó trescientos dólares, el dinero de toda su semana, lo lanzó en la mesa y se levantó — Gracias por la cena y por favor no vuelvas a llamarme y mucho menos a escribirme, y no utilices a Sindy para que interceda por ti.
Alana salió del restaurante, caminó un poco para calmar su rabia. La suave y fría brisa de la noche le dio la tranquilidad que necesitaba.
El ruido de una potente moto que se estacionó a su lado la asustó; su corazón comenzó a latir a mil por hora. Temía lo peor; ya era tarde y la calle estaba relativamente sola. El hombre que estaba montado en la moto estaba todo vestido de negro y llevaba un casco integral también negro que no permitía ver su rostro.
Ella trató de ignorarlo y siguió caminando, pero una voz grave y profunda acarició sus oídos cuando escuchó pronunciar su nombre.
— Alana.
Ella se giró y allí estaba él; tuvo que hacer una profunda inhalación para poder estabilizarse al verlo. Su corazón se agitó ante su inminente cercanía.
— ¿Qué haces aquí? — Le preguntó sorprendida.
— Iba de pasada y te vi. — Mintió Dylan.
— No sabía que te gustaba andar en moto. — Preguntó Alana, picada por la curiosidad de saber todo de él.
— Es una de mis tantas pasiones.
— Es... muy grande. — Ella sonrió con una mueca que confería un aire gracioso a su cara.
— Vamos, te llevo a tu casa.
Alana se le quedó mirando horrorizada.
— ¿Qué pasa? — Preguntó Dylan curioso al ver que ella no respondía.
— Nunca he montado en moto, además el temor me inunda. — Admitió.
— No es lo que yo veo.
— ¿Y qué ves tú?
— Veo una chica lista y se te ve la aventura reflejada en tu mirada.
— No soy nada aventurera... mentiroso. — Dijo Alana con soltura.
Dylan soltó una carcajada.
— Tenía que intentarlo... Vamos, súbete. Te agarras fuerte de mí, intentaré ir despacio.
Alana lo pensó por unos segundos.
— Ok, lo haré porque uno siempre debe enfrentarse a los miedos... Júrame que vas a ir despacio. Amo mucho mi vida para terminar desparramada en el asfalto.
— Te lo juro, palabra de niño explorador, confía en mis habilidades.
Ella se montó e inmediatamente se aferró a él.
— Me vas a cortar la circulación si me sigues agarrando tan fuerte, pareces una gata. — Se quejó él riéndose.
— Lo siento, estoy muy nerviosa. — Se excusó Alana.
Él le acarició el muslo de la pierna. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal de la joven, y esa extraña sensación que ya era habitual cuando estaba cerca de él, se alojó en su estómago. Estuvo a punto de soltar un gemido.
— Tranquila, ya verás que al final vas a disfrutarlo. — Dylan se colocó el casco.
A pesar de los nervios, la fuerte atracción no disminuyó ni un ápice. Era un sueño tenerlo tan cerca de ella, con esa fragancia de Hugo Boss que la hacía alucinar.
<<No debes cruzar la línea>> Le advirtió la voz de su conciencia.
Tenía que dominar las cosas que él le hacía sentir. No podía permitirse ni siquiera pensar en tener algo con él. Tenía que recordarlo las veces que fuera necesario.
Dylan arrancó la moto, sacándola de sus pensamientos.
Alana cerró los ojos y luego de varios minutos, cuando ya el temor la había abandonado, se permitió disfrutar del viaje. Pegó su rostro a la espalda de él. Pasaron unos cuantos minutos más cuando se atrevió a abrir los ojos.
Iban por el puente de Brooklyn, muy lejos de su departamento.
— ¿A dónde vamos? — Le gritó, pero él no respondió.
Cuando el potente motor de la fascinante moto de color negro carbono metalizado se apagó, habían llegado al Brooklyn Bridge Park, que por la hora estaba cerrado. Pero Dylan habló con el encargado de la seguridad, que al parecer lo conocía, y los dejaron entrar.
— ¿Qué hacemos aquí? — Preguntó con curiosidad.
— Relajarnos un poco, está muy temprano para ir a dormir, ¿no te parece?
— A mí me parece genial, pero ¿no prefieres estar en uno de los grandes entretenimientos nocturnos que ofrece la ciudad?
— Hoy no me apetece... acabo de llegar de viaje, el trabajo fue agobiante. Necesito un poco de paz; aquí vengo para alejarme de tanto ruido y del ritmo de la ciudad.
El celular de Dylan vibró, él vio quién era y no contestó, sino que lo apagó y lo guardó en su pantalón.
— Ven, vamos a mi lugar favorito.
Ella lo siguió.
Se sentaron en un banco situado a las orillas del parque que tenía una vista impresionante. Al frente estaba la ciudad en todo su esplendor nocturno, el río Hudson los bordeaba, acompañado de la hermosísima vista de los puentes de Brooklyn y Manhattan. Detrás estaba lo más fabuloso: el Jane's Carousel.
— Me encanta. — Una expresión placentera cruzó el rostro de Alana. — Siempre he querido venir aquí, pero no había podido.
Dylan la miró por unos segundos fijamente, lo que la puso nerviosa. Luego él le preguntó:
— ¿Qué estabas haciendo en Spice Market?
— Tenía una cita.
Él miró su reloj.
— ¿Cómo que no resultó bien? ¿Quién era ese pobre desdichado?
Ella frunció el ceño.
— No creo que no sepas quién es, sabes perfectamente con quién salí porque Sindy es incapaz de guardarse una información alguna.
Dylan sonrió.
— Es cierto, lo sé. — Admitió, colocándose la mano en el pecho.
— Lo sabía... la conozco tan bien.
— ¿Puedo hacerte una pregunta?
— Sí, claro, adelante.
— Es una pregunta que me he hecho últimamente. ¿Qué hace una chica tan inteligente y astuta como tú con un tipo cuya mejor cualidad es el dinero?
Alana meditó unos segundos su respuesta.
— Entre él y yo no hay nada, simplemente nos estábamos conociendo.
A él no le pasó desapercibido el hecho de que ella estaba hablando en pasado, pero igual quiso seguir indagando.
— ¿Te gusta? — Preguntó él con curiosidad y muy atento a su respuesta.
— Es guapo. Cualquier mujer al verlo se siente atraída por él, pero hasta ahí. Bryan y yo no somos nada compatibles. ¿Por qué te interesa saber si me gusta o no?
— Simple curiosidad. Además, te lo vuelvo a repetir, no veo a un tipo como Duboin con alguien como tú.
— ¿Y cómo soy yo según tú?
— En el poco tiempo que nos conocemos, he podido percibir que eres una chica lista, sagaz e inteligente. Y sé de muy buena fuente que si algo no te gusta, no lo ocultas... lo dices. — Dijo acariciándose la mejilla.
Ella sonrió, porque entendió a qué se refería.
— Estoy seguro de que desde hace mucho te has dado cuenta de quién es Bryan. — Continuó Dylan. — Además, Sindy me comentó que a ti te van más los intelectuales y ese no tiene ninguna neurona inteligente en su cuerpo.
— Eres muy cruel. — Dijo ella riéndose sin poder evitarlo.
— Sabes que es la verdad. — Afirmó él también sonriendo.
— Es cierto que él y yo no tenemos nada que ver, pero no es verdad que me vayan los intelectuales. Esas son cosas de Sindy. Simplemente, ahora no estoy interesada en tener ningún tipo de relación con nadie. Solo me interesa terminar mi carrera.
Dylan se le quedó mirando.
— ¿Tan importante es tu carrera?
— Es mi vocación. Amo lo que hago.
— Pocas personas tienen el privilegio de hacer lo que realmente les gusta.
— ¿Eso crees?
Él asintió.
— Yo lo supe desde pequeña. Mis padres son médicos. Mi vida prácticamente la viví dentro de los hospitales y amaba estar ahí, cuidar de los pacientes, salvar vidas, dar esperanza. En fin, me gusta, o más bien me apasiona, lo que hago.
La intensidad de su mirada la perturbó. Para no pensar en cosas en las que no debía pensar, le preguntó:
— ¿El modelaje te apasiona? ¿Lo haces porque realmente te gusta?
— Me gusta, pero no es lo que me apasiona. Quería ser arquitecto. Me encanta diseñar, dirigir la construcción de la obra. Cuando estaban construyendo uno de los hoteles Gallagher, yo estuve allí. Y ver cómo aquel edificio cobraba vida después de haber sido plasmado en un papel, me pareció extraordinario. Supe en ese instante que eso era a lo que quería dedicarme. Pero esa era una carrera muy corriente y vulgar según el criterio de Jack.
— ¿Jack? — Preguntó ella con curiosidad.
— Mi padre. — Respondió él. — Me he pasado gran parte de mi vida complaciéndolo, pero llegué a un punto en que dejé de hacerlo y decidí vivir como me diera mi puñetera gana. — La expresión de Dylan se endureció.
— ¿Y qué dijo cuando entraste al modelaje?
— No lo sé. No he hablado con él desde que me fui de casa, hace cinco años.
Estaba haciendo frío y Alana se estremeció.
— ¿Tienes frío?
— Un poco, pero estoy bien.
Él se quitó su chaqueta y se la entregó.
— Estoy bien, no es necesario. — Insistió ella.
— Póntela. — Su tono no admitía réplica.
Al ponérsela, su calor y su fragancia la envolvieron. Tuvo que controlarse nuevamente para no soltar un gemido de placer.
Ella se levant
ó del banco, tenía que despejar su mente. Estar en Brooklyn Bridge Park con la compañía de Dylan la estaban embriagando con un deseo que no podía darle rienda suelta bajo ninguna circunstancia. Estaba de por medio Sindy.
Alana subió las escaleras y observó el precioso carrusel.
— Debe ser hermoso verlo encendido y dar una vuelta observando la maravillosa vista que tenemos. — Dijo con expresión soñadora.
— ¿Quieres hacerlo? — Preguntó Dylan observando su rostro detenidamente.
— Me encantaría, pero tendré que venir otro día.
— Espera un momento, no es necesario esperar tanto... Ya regreso.
Diez minutos después, el carrusel estaba encendido. El guardia de seguridad le sonrió y la invitó a subirse.
— Vamos, ¿Te vas a quedar ahí parada? — La llamó Dylan.
Ella entró y se subió en un caballito. Se agarró al tubo. Él, por su parte, se sentó en otro caballo a su lado. Le sonrió. Verlo sonreír de esa manera tan relajada le pareció el mejor momento de la noche, pensó Alana. Y notó cómo, sin darse cuenta, su corazón había comenzado a latir con más fuerza dentro de su pecho.
En ese instante, todo era hermoso: la noche, la vista, el carrusel y él. Una noche que, bajo otras circunstancias, hubiera sido la noche perfecta.
✨✨✨✨✨✨
— ¿Dónde coño estabas, son más de las dos de la madrugada? — Preguntó Sindy enojada.
Dylan levantó una ceja y frunció el ceño.
— No me gusta tu tono. — Le advirtió.
— Tengo esperándote cuatro malditas horas — gritó Sindy — te llamé y nada, apagaste el celular.
— Estaba resolviendo unos asuntos.
— ¿Por qué no contestabas mis llamadas? — Preguntó gritando.
— Porque no me dio la gana... — respondió él elevando también su tono de voz — Cuando nos conocimos, yo hablé muy claramente contigo... Te dije que tú y yo la podíamos pasar muy bien, tal vez hasta salir por un tiempo, siempre y cuando no me jodieras la vida; esa mierda de los celos, relación, compromisos no va conmigo... Te advertí muy claramente que no te hicieras ninguna película romántica, yo no me ato a ninguna mujer... Si me gusta una, me la follo y listo... Si se te olvidaron los términos o ya no estás de acuerdo... allí está la puerta.
El enojo de la rubia murió cuando vio a Dylan cabreado y muy dispuesto a dejarla. Pensó que no iba a poner en juego lo que tanto había luchado. Tenía que aceptar lo que él le estaba ofreciendo y guardar su mal genio para otro momento, porque ni loca terminaría su relación con él.
— No mentía cuando acepté tus condiciones, cariño — Respondió con cautela — siento haberte hablado así, es que me puse nerviosa al ver que no llegaba. Pensé que te había ocurrido algo. Mi intención no era discutir. Lo único que quiero es que tengamos sexo del bueno. Y no deseo perder el tiempo. Disfrutemos de lo que queda de la noche — dijo acercándose a Dylan.
El celular de él vibró. En otras ocasiones, Dylan haría caso omiso a los mensajes y más cuando Sindy se disponía a realizarle un fantástico sexo oral. Pero esta vez él se apartó de ella y revisó su móvil.
Alana 02:20
Gracias por esta noche. La pasé genial.
A Sindy no le gustó nada la sonrisa y la cara que puso Dylan cuando leyó el mensaje que le había llegado. Era evidente que una puta se estaba metiendo en su camino y eso ella no lo iba a permitir.
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