Capítulo 6


La Trampa

Alana y Janet se acomodaron en su rincón predilecto del campus universitario, donde la primavera se desplegaba en todo su esplendor. La jornada soleada invitaba a un desayuno al aire libre, y bajo la sombra de un robusto árbol, las dos amigas disfrutaban de bagels deliciosamente acompañados de café con leche.

Janet, con tono jocoso, rompió el silencio:

 — Eres increíble.

— ¿Qué podía hacer? — respondió Alana con una pizca de misterio — Él estaba muy mal, era mi deber ayudarlo, a pesar de lo que pasó la última vez entre nosotros.Janet no dejó pasar la oportunidad para opinar: 

— Lo hubieras ayudado llamando a su asistente para que se lo llevara al médico.

— Mi intención era darle un analgésico para que se le bajara la fiebre... pero... — Alana se mordió la lengua, dejando la frase inconclusa.— Pero te quedaste todo el fin de semana cuidándolo.— Sindy no estaba, no podía echarlo así nada más.Janet, con un tono de advertencia, le dijo: 

— Alana, tienes que tener cuidado. Estás pisando un terreno peligroso y lo sabes. Dylan es el novio de Sindy, las mujeres somos muy celosas cuando un hombre nos gusta, y a ella, por lo que me has contado, le encanta. Si ve demasiado acercamiento entre ustedes, puede sentirse amenazada.

— Eso no va a pasar. No creo que entre nosotras llegue a existir ese tipo de conflictos. Ella es una mujer bellísima... ¿Qué hombre, teniendo una mujer como ella, se va a fijar en mí? No me estoy menospreciando ni nada por el estilo, pero si soy realista.Janet dio un sorbo a su café antes de hablar: 

— No estoy de acuerdo. En mi opinión, sería al contrario. ¿Qué hombre te dejaría a ti por una tonta superficial como Sindy?

Alana suspiró profundamente: 

— Díselo a varios de mis exnovios de secundaria, que me dejaban plantada para salir con ella.

— ¿Sindy te quitaba los novios? — preguntó Janet sorprendida.Alana negó con la cabeza:

 — No, ella sería incapaz de robarme un novio. Ellos se iban solitos. — Rió.

— Entonces ninguno valía la pena. Mejor que se fueron tras esa falsa ilusión. Eran tan vacíos como ella.— Tú dices esos porque Sindy te cae fatal.Janet soltó una carcajada: 

— Es la verdad. Me has descubierto. — Le guiñó el ojo — Tu amiguita es insoportable, y no la tolero. Por otra parte, no creas que no me he dado cuenta de que no haces otra cosa que hablarme de Dylan... Es la primera vez que yo recuerde que me hablas tanto de un hombre.

— Te he hablado de Bryan — dijo Alana.— Sí, pero hay algo en tu mirada, amiga mía, que te delata. — respondió Janet encogiéndose de hombros.— Son solo imaginaciones tuyas.— No lo creo... Pero si tú lo dices, no me queda más remedio que confiar en tu palabra. — Janet dio otro sorbo a su café caliente. — Quería contarte algo.— ¿Qué será? — Alana dio un mordisco a su bagel. — Cuéntame.— Me inscribí en la clase de Arte. — Soltó la morena emocionada.— ¿No sabía que tuvieras una vena artística? — Preguntó Alana intrigada.— Fue de repente... Comenzó cuando vi al hombre de mi vida.— ¿Y quién es? ¿Es guapo? ¿Lo conozco?— No lo conoces, es muy atractivo, aunque un poco mayor que nosotras.— ¿Qué tan mayor?— Veinte años más... — Janet esbozó una sonrisa vacilante y la miró con cautela.Alana se atragantó con su café.— No me digas que estás coqueteando con el profesor de Artes.— Todavía no, él es muy profesional y no sabe cuánto me gusta, pero cuando lo veo, me pone a mil ese lindo sugar...— ¿Está casado?— No, eso fue lo primero que averigüé.— ¿Y qué más has descubierto? — Preguntó Alana riéndose.— Que vive en Brooklyn, muy cerca de donde vivo... ¿No te parece que es una gran coincidencia?— No lo sé, tal vez... ¿No crees que es un poco mayor para ti? Veinte años de diferencia son bastante.— A mí me encantan los maduritos.— ¿Y qué piensa Carlos de todo esto?— Alana, ese indeseable es agua pasada, terminamos el fin de semana. Se me había olvidado contarte. — Respondió Janet con fastidio.— Terminas con él todas las semanas.— Pero esta vez es definitivo. Me cansé de sus juegos. Él solo se interesa en mí cuando quiere sexo, pero el resto del tiempo soy invisible. Yo quiero tener una relación de verdad, no solo sexo.— Si tu decisión es tan firme, no me queda más que felicitarte porque has tomado la mejor decisión. Tú mereces tener una relación estable.— Lo sé, amiga... lo sé.


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Tras concluir las clases de aquel día, Alana, como era costumbre todos los lunes, se encaminó hacia el hospital. Abordó el metro y en menos de veinte minutos llegó a su destino.Las horas que pasó en su labor fueron agotadoras, pero a pesar del cansancio, Alana hallaba un profundo sentido en su trabajo. El entorno rodeado de niños con diversas carencias la mantenía enfocada y la alejaba de cualquier atisbo de egoísmo, obligándola a pensar en los más vulnerables. Esa tarde, su atención se centró en la pequeña Liliana. El día había sido especialmente feliz para la niña, pues había recibido la noticia de que no requeriría más tratamientos por un tiempo, lo que significaba un respiro sin agujas por varios días. Alana amaba ver la sonrisa de Lili y, en ese momento, estaba radiante de alegría porque su médico de cabecera le había obsequiado el tan ansiado vestido de princesa. Sin embargo, le costó un esfuerzo divino y paternal convencer a la pequeña de que no debía ponérselo hasta su próximo cumpleaños. Para distraerla un poco, Alana aprovechó su breve descanso y la llevó al parque del hospital.Mientras observaba a Lili jugar y reír, Alana sintió cómo se le enternecía el corazón. Deseaba con fervor que la niña siempre pudiera experimentar esa felicidad. Anhelaba su completa recuperación y soñaba con el día en que un donante compatible apareciera, permitiendo finalmente el tan esperado trasplante de médula que erradicaría la leucemia de su cuerpo. La pequeña merecía una vida mejor y Alana estaba decidida a brindársela.Tiempo atrás, una idea había cruzado su mente, pasando de ser un simple pensamiento a una firme convicción: deseaba adoptar a Liliana. Sabía que no sería una tarea sencilla, ya que apenas estaba cursando la universidad. Sin embargo, estaba dispuesta a cumplir con todos los trámites de adopción una vez se graduara y encontrara un empleo estable. Su amor por Lili era inmenso, y anhelaba proporcionarle un hogar lleno de amor y cariño.



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Cuando Alana llegó a su departamento esa tarde, su único deseo era darse una ducha, comer algo distinto a un sándwich y recostarse en el sofá, no necesariamente en ese orden. Dejó su mochila sobre una silla y se deshizo de sus zapatos mientras se encaminaba a su dormitorio. El día había sido agotador; la universidad y luego el hospital la habían dejado exhausta. Al llegar al cuarto de baño, abrió el grifo de la bañera, permitiendo que el vapor del agua caliente llenara la estancia.Cerró los ojos y esbozó una sonrisa mientras se despojaba de su ropa. Al sumergirse en la bañera, se relajó tanto que estuvo a punto de quedarse dormida, hasta que un estruendo seguido del sonido de vidrios rotos la sobresaltó. Salió rápidamente de la bañera y se envolvió en su bata de baño. Al salir al pasillo, notó que la puerta de la habitación de Sindy estaba abierta. Se acercó con preocupación y encontró a su amiga sentada en la cama, balanceándose de adelante hacia atrás, con la cabeza entre las manos.— ¿Qué ha sucedido? — preguntó Alana, llena de preocupación.— Casi me echan de la campaña. — Sindy balbuceó con angustia. — El diseñador maldito dijo que estaba gorda... Francia está furiosa. Soy un completo fracaso... Dylan me dejará... No sirvo para nada.Alana suspiró y se sentó junto a ella, como si tratara de consolar a una niña asustada.— ¡No eres una fracasada, por favor! Y tienes mucho talento. Sabes perfectamente cómo son esos diseñadores quisquillosos. No estás gorda, estás delgada, sin un gramo de grasa.Sindy negó con la cabeza una y otra vez.— No es suficiente, maldita sea... vi a las otras modelos, eran perfectas, esas chicas...— Estás ebria... ¿Por favor, dime que no has consumido cocaína de nuevo?— Claro que lo he hecho — gritó con frustración — ¿Cómo diablos esperas que soporte esta presión sin estar drogada? Este viaje a Los Ángeles fue un desastre, las otras modelos destrozaron todas mis prendas... las odio... pero también las sabotée... las odio... estoy gorda... Dylan... estoy gorda. — Cada palabra pronunciada acentuaba su desequilibrio.Alana acarició su cabello y trató de calmarla.— Si realmente tienes una libra de más, con un poco de ejercicio y una dieta saludable, puedes lograr la figura perfecta que deseas. No es algo imposible. No tienes que pasarlo tan mal — le habló con dulzura — Juntas lo superaremos, yo te ayudaré, y Dylan no te dejará. No pienses esas cosas.— No quiero que él me deje, no quiero — gritó — No quiero fracasar, no quiero volver a Boston derrotada, no quiero regresar a ese infierno... No puedo fracasar... No soporto que me toque... Lo odio. — Sindy seguía balanceándose de un lado a otro.Sindy estaba completamente descontrolada.— No vas a fracasar — Alana trató de razonar con ella — Eres muy inteligente, una luchadora... Has superado muchas cosas. No regresarás a Boston derrotada y las experiencias del pasado no pueden lastimarte más. Eres más fuerte que eso.— Lo odio, no quiero que me toque — Sindy dijo llorando, su mirada perdida en el vacío, atrapada en recuerdos dolorosos.El corazón de Alana se partía al verla así.— Eso no va a suceder, estoy aquí, Sindy — le dijo con la voz entrecortada — Siempre estaré aquí para ayudarte, amiga.— Alys... — murmuró Sindy mientras la abrazaba — Tengo miedo.— Es normal sentir miedo, pero tienes una gran fortaleza y superarás esto, al igual que lo has hecho en situaciones mucho peores antes.


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Después de dejar a su amiga acurrucada en la cama, Alana se dirigió a la cocina para prepararle una infusión. Alana pensaba que le gustaría tener  al diseñador irrespetuoso enfrente,  sentía que podría estrangularlo. Antes de hacerlo, le diría que esas aspirantes a modelos merecían un trato digno. Aunque dudaba que estuvieran pasadas de peso, incluso si lo estuvieran, había formas más respetuosas de expresarlo sin afectar su autoestima. Así se evitarían los trastornos alimenticios y el consumo de drogas que tanto daño causaban en el mundo de la moda.Terminó de preparar la infusión de tila y la sirvió en una taza. Para ese momento, habían pasado unos cuantos minutos, y el efecto de la cocaína probablemente había disminuido considerablemente. Sindy necesitaba descansar, y la infusión sería de ayuda.La puerta sonó, y Alana fue a abrir. Era Francia Donelli, quien entró sin esperar invitación.— ¿Dónde está la inútil de Sindy? — preguntó. — Llevo más de dos horas llamándola y no me contesta.Alana respiró profundamente para contenerse y evitar responderle con groserías.— No se ha sentido bien, y me parece una absoluta falta de respeto tu trato despectivo hacia ella. — le dijo con voz pausada, aunque en su interior estaba furiosa.— Me importa muy poco lo que te parezca o no — contestó Francia mientras caminaba hacia la habitación de Sindy.Alana la agarró del brazo y la detuvo.— Te he dicho que ella no está bien y que esa insolencia que disfrazas de profesionalismo le puede hacer mucho daño en este momento. — le dijo Alana con enojo. — Así que, si quieres que todo el tiempo y dinero que tu "prestigiosa" agencia ha invertido en ella no se pierda, cuando entres en la habitación, vas a tratar a Sindy con el debido respeto que se merece. Porque, si no, te juro que voy a perder toda mi decencia, y te quitaré toda esa altivez y esa falta de consideración a punta de trompadas, y patearé tu maldito, sucio y siliconado trasero.Alana odiaba decir malas palabras, pero había momentos en que tenía que hacerlo.Francia se quedó estupefacta al escucharla. Por unos segundos, se quedó callada, luego reaccionó.— Eres una igualada, corriente de la peor clase, una chusma del más bajo estrato.— Pasa a la habitación de mi amiga y di algo que a mí no me parezca. — la amenazó Alana. — Ponme a prueba para que veas lo que es ser una mujer sin clase.Francia la miró de arriba a abajo, puso los ojos en blanco y entró a la recámara de su amiga.Una hora y media después, Sindy, ya recuperada gracias a un buen baño y a la presencia de la temida manager, se había marchado a un casting de una prestigiosa marca de licor. Francia obedeció a regañadientes el amable consejo de Alana y no realizó un mal comentario, al menos mientras estuvo en el apartamento.La popularidad de Sindy iba en aumento considerablemente, pero la pregunta del millón de dólares era: ¿Estaba preparada para soportar el peso de la fama? El tiempo lo diría.Por primera vez en mucho tiempo, Alana no tenía ninguna asignación pendiente y se encontraba sola en el departamento. Se acomodó en el sofá con un tazón lleno de palomitas de maíz y una gaseosa, rebuscó entre los cojines y encontró el control remoto del televisor. Apuntó hacia él y pulsó una y otra vez el botón. Pasó los canales y lo dejó en ESPN; el juego aún no había comenzado.Un rato después, el chasquido de la puerta la alertó de la llegada de alguien. Era Dylan.Él sonrió al verla, y aparentemente las cosas entre ellos habían cambiado. Aunque odiaba admitirlo, incluso le estaba empezando a caer bien.

— Hola — saludó ella al verlo acercarse.

— Hola — respondió Dylan.— Sindy no está, le salió un casting de última hora. — dijo Alana, sintiendo un ligero nerviosismo repentino.— Ahora entiendo por qué no contestaba mis llamadas... La esperaré si no te molesta — preguntó él con cautela.— Por mí no hay ningún inconveniente. — contestó ella con una sonrisa, tratando de controlar el cosquilleo que comenzaba a recorrer su cuerpo.Él imitó su gesto y sonrió lentamente, curvando los labios de manera perezosa, lo que provocó mariposas en el estómago de Alana y una sensación electrizante en su cabeza.— ¿Puedo? — preguntó, señalando el sofá.Ella asintió, y él se sentó a su lado.— ¿Estás viendo ESPN? — preguntó Dylan, sorprendido.— Sí, estoy viendo el juego.— ¿Te gusta el béisbol?— Sí, me encanta.— ¿Cuál es tu equipo?— Los Yankees, por supuesto.— Si mal no recuerdo, Sindy me ha comentado que ustedes son de Boston. ¿Qué pasó con los Medias Rojas?— Mi padre es neoyorquino, así que digamos que me coaccionó para ser fanática de los Yankees. Nada de los Medias Rojas. Y a ti, ¿te gusta el béisbol?— Sí, pero yo le voy a los Dodgers... Es raro ver a una mujer que le guste este tipo de deportes.— Soy hija única, mi papá, al no tener el tan deseado hijo varón, no le quedó otro remedio que volcar todos sus anhelos en mí — Alana sonrió al recordar a su padre — A los nueve años, me inscribió en un equipo de softball, y a los doce años fui seleccionada en el equipo estatal femenino de Boston.— Eras buena. — exclamó Dylan, sorprendido.— Se puede decir que sí. Mi padre me enseñó todo lo que sabía. Son muchas las cosas en el ámbito masculino que aprendí; imagínate, hasta sé cambiar una llanta.Los dos se miraron y se rieron, y cualquier tensión que pudiera haber entre ellos se desvaneció en ese instante.— Eso me gustaría verlo... — él se acercó para coger un poco de palomitas que ella tenía en sus piernas, y ella cerró los ojos un instante, disfrutando de su aroma.Dylan olía tan bien que casi hizo que Alana se rindiera a sus pies; sus feromonas estaban enloquecidas. Alana pensó que nunca se acostumbraría a lo guapo que era él, y ahora, además de guapo, se le añadía que era divertido y hasta cierto punto encantador.Continuaron viendo el juego; a Dylan realmente le encantaba el béisbol, y como los Yankees estaban jugando contra los Medias Blancas de Chicago, por esa noche estuvo a favor de los de casa. Alana casi no hablaba, solo escuchaba lo que él le decía.— Ese pitcher no le lanza nada bueno a Gary Sánchez.— Quiere darle base por bolas a Gary porque sabe que la va a sacar del campo y no le conviene con dos hombres en las bases. — Comentó ella.Él le sonrió. Su sonrisa blanca y perfecta era fascinante.La luz del móvil de Dylan se encendió y comenzó a vibrar; era una llamada a la que él respondió con monosílabos. Luego, pulsó la tecla de finalizar y guardó su celular en sus vaqueros.— Me tengo que ir — dijo haciendo una mueca de fastidio — es una pena porque quería terminar de ver el juego.— Será para otra oportunidad.Alana sonrió y deseó que la decepción no se reflejara en su rostro.


✨✨✨✨✨✨


Dylan yacía recostado en su cama, la  exuberante morena con la que había con la que había follado se había marchado. Tomó su móvil y decidió enviar un mensaje, esbozando una sonrisa pícara en sus labios.


Dylan 23:24Espero que tengas un sueño reparador, incluso después de la paliza que los Yankees se llevaron.


Dylan reflexionó que Alana ya no mostraba reticencia hacia su presencia. Esta incipiente amistad podría ser un valioso recurso a su favor, pues estaba decidido a que Bryan Duboin abandonara Nueva York. Más allá de la pérdida de su moto, que le importaba un comino, lo que estaba en juego era su propio orgullo. El imbécil de Bryan pensaba que sería un juego de niños vencerlo, pero el idiota no tenía ni idea de que Dylan no permitiría que eso ocurriera. Estaba dispuesto a utilizar todo su poder de persuasión para asegurarse de que la "princesita blanca tonta" no le diera ninguna oportunidad a ese cabrón.

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