Capítulo 3


Liliana

— Él es Dylan... — Sindy le hizo señas con los ojos y se mordió los labios, indicándole lo emocionada que estaba.

Alana la fulminó con la mirada.

— Gusto en conocerte — Él le sonrió y movió la cabeza en señal de saludo.

— Igualmente — contestó secamente y se giró hacia la estufa para tratar de disimular lo ruborizada que estaba.

Nerviosa no tuvo la prudencia de agarrar la sartén por el mango para retirarla del fuego, sino que colocó los dedos directamente en el recipiente y se quemó. La sartén cayó al piso, desparramando los huevos revueltos por todos lados.

Dylan inmediatamente se acercó a ella con la intención de ayudarla, el cuerpo de Alana reaccionó al instante e instintivamente, se echó para atrás.

— No te me acerques — dijo bruscamente.

— Tranquila, déjame ayudarte — él le habló en un tono condescendiente.

— No necesito tu ayuda — soltó lo primero que le salió, su corazón estaba desbocado y los nervios tomaban el control en ese momento.

Dylan levantó las manos en un gesto pacificador.

— De acuerdo, no te ayudo, pero al menos voy a recoger este desastre, se agachó, cogió el recipiente y los trozos de huevos que quedaron esparcidos en el suelo.

Ella se apartó, se le quedó mirando aún asombrada que estuviera allí tan cerca, una extraña sensación la abrumó por lo que escogió el camino de la retirada antes de quedar en evidencia y se fue a su cuarto bajo la mirada incrédula de Sindy.

— Qué carácter se gasta tu amiga — comentó Dylan en tono burlón.

— Es raro que se comporte así, ella es siempre tan amable.

A él esa chica le pareció todo menos amable, pero no le dio importancia.

— ¿Será posible que tú si puedes darme el vaso de agua que necesito? — preguntó mientras se acercaba a Sindy

— Agua y todo lo que me pidas... — Contestó ella colocando su mano en el pecho desnudo de Dylan.

Dos horas más tarde, Sindy entró en la habitación de Alana, está al verla habló sin rodeos.

— ¿Por qué no me dijiste que tenía compañía? — preguntó enojada, aún seguía sintiéndose incómoda y con un nudo que le atenazaba el estómago.

— Alys — Así le decía Sindy de cariño o cuando quería conseguir algún favor de ella. — No te dije nada porque... no tuve oportunidad.

— ¡Eres increíble!... nunca acatas una regla.

— Lo siento, pero no tuve oportunidad de avisarte, es que Dylan es increíble...

— No quiero saber lo increíble que es —La interrumpió enojada — solo te pido un favor.

— De acuerdo... ¿Qué quieres?

— Avísame cuanto traigas a unos de tus "amigos", para no volver a hacer el ridículo como lo hice hoy.

Sindy bajó la vista un poco avergonzada.

— Te lo prometo, de ahora en adelante me comportaré y no quebrantaré la regla de traer hombres sin antes avisarte — dijo poniéndose la mano en el corazón — pero compréndeme un poco Alys, con ese hombre a mi lado no tenía cabeza para nada.

Alana la comprendía demasiado bien por qué ella había sentido lo mismo.

— ¿Sigues enojada? —Le preguntó la rubia.

— Un poco... pero te conozco y sé que te mueres por contarme lo que sucedió anoche — adelante le hizo un gesto con la mano para qué comenzará, lo último que ella deseaba era eso, pero así era Sindy, le encantaba dar lujos y detalles de su vida.

— Dylan me gustó desde que lo vi, es absolutamente deslumbrante en persona, y cuando escuché su voz, casi me desmayo, casi...

<< ¿Será que causa el mismo efecto en todas las mujeres? >>, se preguntó Alana.

— Pero me controlé — continuo la chica — porque no quería comportarme como las otras idiotas que cuando lo ven se les bajan las bragas.

<<Así como yo>>, pensó.

— Me puse en plan interesante... aunque por dentro estaba que me lo devoraba. Me hice la que no lo conocía... La estrategia funcionó porque capturé por completo su atención, hablamos durante un buen rato.

— ¿Y de que hablaron? — Inquirió con curiosidad.

— Me preguntó que de donde yo era, a que me dedicaba... le dije que estaba interesada en iniciar la carrera de modelaje, ni loca le digo que tengo dos años sobreviviendo con una miserable modelo de catálogo de ropa interior de segunda.

— No es ningún delito, no entiendo por qué ocultárselo, ¿no es más sencillo ser honesta?

— Alana, por favor, tú y tus fantasías románticas, lo que vende es la imagen, si yo le proyecto a ese hombre que soy una fracasada, inmediatamente me va a rechazar o al menos solo me va a querer para un revolcón y ya.

— ¿Y no es eso lo que sucedió anoche?

— Si, pero es que yo no soy de hierro... Y no te adelantes — le advirtió Sindy — déjame contarte con detalle como ocurrió todo.

<<Que tortura Dios mío>>

— Dylan Gallagher está rodeado de lo más exclusivo del círculo social del mundo de la moda y muchísimo más, su familia es dueña de todo un imperio hotelero, se codea con lo mejor de lo mejor, imagínate que ha salido no con una sino con varias angelitas de Victoria... Sé que no la tengo nada fácil, pero con él no quiero solo sexo y menos de una sola noche... tengo que usar todas mis armas de seducción.

— ¿Tú crees que dejarás de ser la aventura de una sola noche? Cuando eso es exactamente lo que ha pasado, después dices que la ingenua soy yo.

— Te lo repito, no seré una más del montón, porque en la cama usé todo lo que he aprendido para volver loco a un hombre por mí y Dylan Gallagher no va a hacer la excepción... además tengo que agregar... — Sindy cerró los ojos y se saboreó — que ese hombre si sabe cómo complacer a una mujer en todos los aspectos imagínate cuando me hizo él...

— ¡Basta, no me cuentes esas cosas! No quiero saber tus intimidades.

Alana se levantó de la cama.

— Estás de un sensible... ¿Acaso estás en tus días?

— No estoy en mis días— gritó — solo que no me gusta que me cuentes tus encuentros sexuales y menos con ese hombre.

— ¿No te agrada?... ¿Eso es lo que pasa? — preguntó la rubia asombrada.

<<El problema es que me agrada más de lo que quisiera>>

— Si eso es lo que me pasa —. Mintió para que su amiga la dejara en paz.

— ¿Por qué? ¿Si casi ni hablaste con él?

— Por encima se le ve, que es un descarado y superficial... no me gusta — volvió a mentir, algo le decía que Dylan Gallagher no era así.

— Me inquietas, te estás comportando de una manera muy extraña. — comentó Sindy mirándola con preocupación.

— No estoy extraña, es solo que no he dormido muy bien, y tengo un examen mañana muy fuerte... Es eso, quizás solo necesito relajarme un poco.

— Te tengo la solución — dijo Sindy tomándola de la mano. Se la llevó a la sala de estar y la sentó en el sofá frente a la televisión —. Vamos a ver pelis todo lo que nos queda de tarde... Cuando Dylan se fue — le hablaba mientras iba al refrigerador — salí un momento al supermercado y te compré tu helado favorito y galletitas energéticas para mí.

Alana decidió dejar su enfurruñamiento y disfrutar lo que quedaba de día viendo películas de comedias, Adam Sandler sabía cómo quitarle el estrés.

Esa noche, ya acostada en su cuarto, pensó en lo que había sucedido en la mañana y se dio ánimo, Ese hombre del cual ni siquiera osaría pronunciar su nombre para que no quedara grabado en su psiquis... Era un mujeriego y era altamente probable que lo que tuvo con Sindy, no pasara de una sola noche. Se tranquilizó al imaginar que ya no lo vería nunca más, tan solo en revistas, y si lo veía en la portada de alguna de ellas, no gastaría un solo dólar en comprarla... estaba totalmente segura de que las sensaciones extrañas que él le provocaba y la imagen de verlo semidesnudo que se metió en su mente como un virus, desaparecería en un par de día como máximo y si no era así, ella misma haría hasta lo imposible para hacerlo, porque desde que "ese" se metió en la cama con su mejor amiga, tenía un letrero luminoso pegado en la frente que decía PROHIBIDO.

✨✨✨✨✨✨

Los días lunes solían ser agitados para Alana, y más ese en particular porque que tenía un examen de anatomía de la cual no sacó la excelente calificación a la que estaba acostumbrada y todo gracias a que tenía la cabeza en otro lado, a pesar de eso estaba de buen humor.

— ¿Cómo te fue el fin de semana? — le preguntó Janet.

— Mal, muy mal — contestó Alana, mientras comían el almuerzo, en la cafetería de la universidad.

Janet era su otra mejor amiga, era una chica afroamericana de su misma edad, se conocieron en el primer año de la carrera, porque cursaba casi todas las materias juntas, y desde ese día se llevaron muy bien, Sindy y Janet no se soportan, porque eran polos opuestos y también porque había un poco de celos entre ellas, más que todo de parte de Sindy, por su amistad.

— Me lo imaginé, porque no me enviaste ni un solo mensaje.

— Otro día te cuento lo que me ocurrió porque es largo o quizás no, tal vez es que no quiero hablar de eso.

— Entiendo, tranquila...

— Me acompañas hoy al hospital, necesitamos más voluntarios — preguntó Alana mientras tomaba un sorbo de su café con leche.

— Claro, necesito aprender más, estoy fatal en historia clínica.

— Perfecto, el doctor Caruzo, es una eminencia, con él aprendes mucho... quizás hoy si tengas la oportunidad de ver a Liliana.

— Me encantaría — dijo Janet sonriendo.

El hospital presbiteriano de New york, en la unidad de pediatría, era donde Alana trabajaba de voluntaria cuando salía de la universidad, allí además de ayudar a los niños tenía la oportunidad de aprender todo lo que pudiera y así cuando ya le tocara estar en el tercer año de la carrera, el interactuar con los pacientes no sería un problema, porque era lo que hacía a diario.

No era nada fácil ver a niños sufriendo por alguna enfermedad, pero unas cosas que le gustaba de la medicina y sobre todo de la pediatría era que podía mejorar la calidad de vidas de esos seres maravillosos que eran los niños, trabajar con ellos era inigualable porque a pesar de las circunstancias que tuvieran, nunca dejaban de sonreír, nunca estaban triste, ni desanimados, ni tampoco perdían la esperanza.

Había una niña en especial que le robó el corazón, se llamaba Liliana.

Ella era huérfana y cuando estaba en un hogar temporal le diagnosticaron leucemia, la sacaron del programa de adopción y el Estado se hizo a cargo de su enfermedad, vive en el hospital y es la consentida de los médicos y enfermeras. Y ni qué decir de Alana, cada vez que la pequeña de tres años la ve aparecer su rostro resplandece de alegría y eso enternece el corazón de la joven.

Cuando terminó sus labores en el hospital pasó a visitarla acompañada de Janet.

— Hola Lili — la saludó sonriendo.

La pequeñita se levantó de la cama y comenzó a brincar alegre.

— ¡Alana, que bueno que viniste!

— No podía irme sin pasar a verte... — se acercó a ella y le dio un beso y la abrazó con cuidado de no lastimarla, porque le estaba pasando el tratamiento vía endovenoso — te traje a una amiga mía que quería conocerte.

La niña miró con recelo a Janet, pero cuando esta le mostró una chupeta, la niña le regaló una enorme sonrisa.

— Hola Liliana— la chica le entregó la golosina y también la abrazó — estoy encantada de conocerte.

— Yo también — dijo la pequeña mientras le quitaba el envoltorio al dulce. — y más si me traes mi chupeta favorita en el mundo.

— ¿Cómo te sientes hoy? — preguntó Alana

— Bien, ya no me duele nada, el doctor me dijo que con mi traje de princesa voy a estar muy bien para mi cumpleaños... voy a cumplir así — la niña mostró sus cuatro deditos regordetes a las chicas.

— Que bien, dentro de poco vas a ser una señorita grande, ya no vas a ser mi chiquita.

Liliana sonrió con orgullo, pero luego preguntó

— ¿Ya no me vas a querer?

— Yo Siempre te voy a querer — la volvió a abrazar y le acarició su mejilla.

— Quiero que estés conmigo en mi cumpleaños, y que te pongas un vestido de princesa como el mío y juguemos en el castillo inflable.

Alana y Janet se rieron.

— Creo que estoy muy grande, para disfrazarme.

— Yo quiero estar contigo — le dijo con ternura.

— ¿Quién se puede resistir a un pedido como ese? — Alana miró a Janet — si esta niña grande quiere que esté en su fiesta vestida de princesa, así lo haré.

—Yo te lo conseguiré — respondió la morena.

— Excelente.

— Ya quiero que sea mi cumpleaños, falta poquito.

— Falta más que un poquito.

— ¿Cuándo es tu cumpleaños? — preguntó Janet.

— Después de mañana — contestó la niña con seguridad.

Alana sonrió.

— Es dentro de cuatro meses, lo que pasa es que esta señorita tiene la noción del tiempo, un poquito distorsionada.

Las dos se rieron de la ocurrencia de la pequeña.

— Yo también te he traído un regalo.

— ¿Qué me trajiste?

Alana sacó de su bolso una bolsita que abrió y sacó un ponquecito de chocolate que tanto le gustaba.

— Mi dulce favorito en el mundo — dijo feliz, tomó su postre y se sentó en la cama, cogió su cuento favorito y se lo dio a ella, para que se lo leyera, y es que a Liliana le encantaba que le leyeran cuentos y Alana siempre la complacía.

✨✨✨✨✨✨

Era de noche cuando llegó al apartamento y las luces estaban encendidas, eso quería decir que Sindy estaba allí.

— Hola, ya llegué— anunció.

— Estoy en mi habitación.

Ella se acercó a ver qué estaba haciendo.

La chica se estaba vistiendo.

— ¿Vas a salir hoy lunes?

Alana la miró con suspicacia.

— Me ha llamado — gritó Sindy — Dylan me ha llamado, quiere que salgamos a cenar, le he dicho que sí.

— ¿Te ha llamado? — preguntó incrédula.

— Te dije que mis técnicas de seducción nunca fallan... Estoy tan emocionada — miró su reloj — falta poco para que pase por mí.

Alana sintió como se le revolvía el estómago.

A partir de ese día la vida de ella se volvió literalmente un infierno...

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