Capítulo 25

Sindy

La noche en la que Sindy discutió con Alana, fue una noche donde la cordura brilló por su ausencia, necesitaba olvidar y es que esa misma mañana, mientras desayunaba, un hombre enfrente de ella estaba leyendo un periódico, era de Boston, se fijó una foto en particular, era él. Sindy sintió como un cosquilleo recorrió todo su cuerpo y a su mente vinieron imágenes que tenía sepultadas en sus recuerdos. De inmediato se reprochó por su debilidad, no podía pensar en él, su recuerdo debía quedar enterrado y sepultado en su memoria.

Cuando el efecto de todas las sustancias y licor que había en su cuerpo, disminuyeron, regresó al apartamento con la firme convicción de disculparse con Alana por la forma tan grosera que le había hablado. Todas sus frustraciones la pagaron con ella, todo se debía a él, pero colocó de excusa a Dylan.

Se engañó a sí misma creyendo que esa rabia que tenía era porque su novio se hubiera largado, sin importarle una mierda que ella hubiera llegado de viaje y que se moría por estar a su lado. Era mentira, su rabia era por haber tenido la debilidad de recordarlo a él.

Toda su vida era una farsa, mentía cuando decía que deseaba con locura a Dylan, que él era el hombre que un día anheló tener porque estaba buenísimo y follaba duro y rico como a ella supuestamente le gustaba porque además tenía dinero, mucho dinero, se inventaba un sueño y se desvivía por hacer realidad su fantasía, intentando que Dylan cayera rendido a sus pies y ser la señora Gallagher, pero todo era una falsedad, en el fondo, tenía miedo, estaba aterrada, esa niñita frágil que vivía en su interior, pedía a gritos que la quisieran, que la amaran de verdad, pero la vida le había enseñado que eso no era posible, que el amor no existía.

Todas sus frustraciones, miedos y temores lo pagó esa noche con Alana, quien era la menos que se merecía sus desplantes.

Ver que se había marchado a Boston le sentó fatal porque odiaba pelear con ella, Alana era su puerto seguro, la única persona que no le había fallado, su amiga era la que siempre estaba allí, cuando su oscuridad la acechaba, cuando la mierda de vida que dejó en el pasado la perseguía. Ella nunca estaba cansada, nunca estaba ocupada, siempre se encontraba disponible para ayudarla, con Alana nunca tenía que fingir algo que no era.

Sindy se sentó en el borde de su cama y lloró con amargura. Por más que tuviera éxito y la fama la tuviera a sus pies, no podía borrar lo que era, no podía borrar que estaba destrozada por dentro y lo único bueno y transparente que había en su sucia vida era su mejor amiga y podía percibir que esa gran amistad se estaba debilitando y ella era la única responsable.

El móvil de la rubia sonó. Ella atendió la llamada inmediatamente al ver quien era.

— ¿Qué coño haces todavía en tu casa? — Le preguntó Francia Donelli enfadada — mueve tu culo ahora mismo al aeropuerto.

—  Si... — Titubeó ella con la voz apagada — enseguida estoy... allí.

— ¿Qué carajos te pasa, porque se te escucha la voz así? —preguntó nuevamente Francia cabreada — ¿No me digas que estás drogada?... si es así, te reemplazo ahora mismo.

—  No Francia — dejó el hilillo de voz y recobró ánimo rápidamente — no estoy drogada, estoy bien, es solo que me quedé dormida.

Francia resopló indignada.

—  Deseo no arrepentirme de llevarte a este trabajo tan importante, pero te advierto que, si haces cualquier estupidez, será lo último que hagas en el mundo del modelaje... ¿Me has entendido estúpida? —Le preguntó en tono mordaz y ácido.

Sindy controló el nudo que tenía en la garganta y respondió con seguridad.

—  Si Francia lo he entendido.

✨ ✨ ✨ ✨ ✨ ✨

Cuando llegó a Dublín se metió en su papel de modelo famosa, fue hospedada en el mejor hotel de la ciudad. Inmediatamente, al llegar, llamó a Dylan por enésima vez y por enésima vez la llamada cayó en el buzón. No entendía qué estaba sucediendo, si las cosas entre ellos aparentemente habían mejorado, pero en el momento que lo pensó mejor se dio cuenta de que llevaban un buen tiempo sin tener relaciones, él se negó todas las veces que ella se lo propuso. Tal meditación hizo que su ánimo volviera más sombrío. Fracasar no era una opción en su vida y que Dylan era un fracaso que no estaba dispuesta a afrontar.

Sindy odiaba la vulnerabilidad porque la hacía sentirse débil y ella se había jurado que, jamás, sería débil. Cuando las sombras comenzaban a acecharlas, la única manera de controlarla, era olvidando y ella sabía muy bien cómo hacerlo.

Una de las modelos tenía de novio que era un yonki, por lo que siempre tenía el polvo mágico, así que no dudó en buscarla, esa noche esnifó cocaína como si no hubiera mañana, eso era lo único que la hacía sentirse bien y olvidar toda la basura en la que se había metido.

Los días siguientes su vida transcurrió entre trabajo, sexo con cualquier hombre que se mostrara medianamente cariñoso, drogas y alcohol. Pero en el momento que despertaba se sentía más sucia y más hundida que el día anterior, nada de lo que hacía le daba algún tipo de satisfacción.

Una mañana amaneció en una habitación que no era la de ella, cuando se incorporó un poco de la luz del día se filtró por las persianas, se preguntó dónde estaba, porque la recámara donde se encontraba no era la del hotel donde se hospedaba.

Un hombre que tampoco recordaba estaba a su costado derecho abrazándola. Se giró para levantarse y se topó con otro cuerpo. Tan drogada estuvo la noche anterior que no recordó que se había acostado con dos hombres, pero sabía a qué se debía y es que esa noche cruzó una delgada línea que no se debía cruzar nunca. Se había inyectado heroína, en el momento que se sacó la jeringa de su brazo, todo pensamiento racional se borró igual que se borró lo que sucedió después.

Intentó salir de la maraña de brazos y piernas sin despertarlos. En silencio buscó su ropa. La cabeza le dolía, la garganta le quemaba, su boca estaba seca, necesitaba beber un poco de agua, pero antes necesitaba salir de aquel lugar.

Al llegar al hotel se desnudó tan pronto como estuvo en su dormitorio, corrió al baño y lloró mientras estrujaba su piel, necesitaba quitarse el olor de ellos, olía a alcohol, hierba y a sexo, olía a suciedad como todo en su vida. Lloró amargamente por un largo rato.

Cuando salió del baño tomó su móvil, marcó nuevamente el número de Dylan y como ya era costumbre, su llamada cayó inmediatamente al buzón de mensajes. Era evidente que él estaba pasando de ella, y eso la atormentó aún más, caminó de un lado a otro por su habitación como una leona enjaulada. Buscó en la agenda de su celular una y otra vez hasta que su vista cayó en un nombre, no dudó, discó de inmediato.

—  Hola Bryan.

— ¿Sindy? —  preguntó el hombre sorprendido.

—  Si soy yo — contestó — ¿Cómo has estado?

—  Bien, aunque jodido porque no he logrado nada con tu amiga. Y el tiempo se me está acabando, no quiero perder la jodida apuesta, mi vida profesional depende de ello.

—  He hecho todo lo posible por ayudarte, pero esa Alana no quiere darte la oportunidad.

—  Coño, tiene que haber una forma de hacerla caer, maldita sea y tú la conoces, debe tener un punto débil ¿Y si intentamos de otra manera? —Preguntó Bryan con interés.

—  Se ha marchado a Boston  —respondió Sindy con la voz desprovista de emoción —creo que está enojada conmigo, porque no me comporté muy bien con ella la última vez que hablamos… Y una de las cosas que nos ha distanciado es precisamente mi insistencia para que te dé una oportunidad.

Bryan soltó un juramento seguido de un montón de palabras altisonantes.

—  Me revienta que Dylan gane la apuesta —rugió cabreado — coño ya me veía en ese Bugatti follando a tu amiga en todas las formas posible, me la imaginaba haciéndome una buena mamada mientras yo disfrutaba de la velocidad con ese fantástico ejemplar.

Sindy soltó una carcajada desprovista de emoción.

—  Dudo mucho que Alana te haga una mamada, ella no es de esas.

—  Si esa tiene pinta de mojigata y frígida, debe ser un palo en la cama, pero me importa una mierda si siente o no, lo que me importa es que yo si la voy a disfrutar muchísimo, y no pierdo las esperanzas, de ganar y tampoco de echar un buen polvo con ella.

Sindy resopló.

— ¿Que has sabido de Dylan? —  preguntó Sindy, ya que para eso lo había llamado para saber en qué andaba su novio, no para escuchar los deseos frustrados del imbécil que estaba al otro lado de la línea. —No atiende mis llamadas ¿Lo has visto con alguna mujer?

—  A ese hijo de puta no lo he visto, debe andar bajo perfil, porque no he sabido nada de él.

— Te ofrezco un trato. —Dijo Sindy.

— ¿Qué trato? — preguntó Bryan con curiosidad.

— Voy a intentar una vez más ayudarte con Alana y esta vez trataré de hacer que te dé una oportunidad la cual tú, idiota, no vas a desperdiciar.

— ¿A cambio de qué? —Preguntó Bryan con suspicacia.

— A cambio de que me averigües quien es la perra que me está robando la atención de Dylan.

Él se quedó callado por unos instantes.

— Me has dicho que los has intentado todo con Alana y nada que te hace caso ¿Qué te hace pensar que ahora si va a acceder?

— Tú has lo que te he pedido, que yo veré como carajos me las arreglo para que ella acceda una vez más a darte una puta oportunidad.

— De acuerdo — soltó emocionado Bryan — haré lo que me pides, pero no quiero excusas, a Alana la quiero debajo de mí gritando mi nombre una y otra vez, mientras el calor de la calefacción del Bugatti nos envuelve.

— Eres un pervertido — dijo Sindy con una falsa risa.

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