Capítulo 23
"En cada latido, en cada suspiro, en ti encuentro mi destino"
A la mañana siguiente, Alana continuó envuelta en una gruesa capa de dicha. Dylan permanecía a su lado, dormido. Se quedó mirándolo y un agradable hormigueo en el estómago la invadió, al mismo tiempo que una sonrisa se formaba en las comisuras de sus labios. Hacer el amor con él fue algo maravilloso, superó todas las expectativas que se había planteado para su primera experiencia sexual. Él era un hombre que indudablemente sabía cómo complacer a una mujer... y con ella fue muy dulce y tierno. Sintió que no solo amaba su cuerpo, sino a todo su ser. Quería conservar para siempre las huellas de Dylan en su cuerpo. Esa noche comprendió que el amor no sigue reglas, crece sin importar si está bien o mal, fluye dentro de la persona como un riachuelo, puro y cristalino. Y cuando llega la persona indicada, el corazón grita desesperadamente pidiendo que no la dejes escapar.
✨ ✨ ✨ ✨ ✨ ✨
Para Dylan, la noche que había pasado junto a ella le dio la certeza de lo que él ya sabía: estaba completamente enamorado de Alana. Hacerla suya le hizo comprender la magnitud de sus sentimientos. Ella se había convertido en una auténtica necesidad para él, como lo era el comer o el respirar. No tenía ni idea de cómo llevar una relación, pero estaba dispuesto a intentarlo porque esa chica de ojos azules y cabello que se había apoderado de su corazón lo merecía.
Un mes después...
Alana regresó a Nueva York una semana después de su encuentro con Dylan. Aunque a sus padres no les agradó la idea, no la retuvieron, pero le hicieron prometer que para el Día de Acción de Gracias estaría en Boston sin ninguna excusa. Con esa condición, Irene la dejó marchar.
Al regresar a la ciudad, solo tenía una idea en mente: confesarle toda la verdad a Sindy. Era muy consciente de que esa decisión podía tener consecuencias graves, pero prefería eso a tener que mentirle. Sin embargo, el destino parecía tener otros planes y Sindy nuevamente tuvo que irse de viaje. La nota que encontró encima de su cama le hizo saber que esta vez tardaría mucho más en regresar.
Dylan y Alana continuaron viéndose, pero trataron de llevar su relación en estricta confidencialidad. Solo Janet conocía lo que sucedía y eso era porque Janet era muy perspicaz y notó los cambios en la chica rápidamente. Pero su intención era que nadie sospechara nada hasta que las cosas se aclararan con Sindy.
A Dylan no le agradaba ocultar la relación que tenían, pero sabía que por el momento era lo mejor. Cuando Alana llegó de Boston, él le pidió que pasaran unos días juntos en su apartamento, hasta que las cosas entre ellos se solucionasen, pero la verdad era que Dylan quería tenerla a su lado todo el tiempo que pudiera, y tanto fue su insistencia que ella accedió.
— Buenos días, dormilona — le dijo él besándole el cuello, una vez salió del baño.
—Buenos días — murmuró Alana, aun con sueño — ¿Qué haces despierto tan temprano?
— Tengo ensayo y no puedo seguir faltando — ella se giró y le acarició su mejilla con ternura, y tomó un mechón de sus cabellos entres sus dedos.
Alana sonrió, y acercó sus labios a los de él, con lo que en un principio pretendió ser un beso tierno; pero que, en el mismo instante que sus lenguas se encontraron, se transformó en uno lleno de pasión.
— Me fascinas nena. —le dijo él con ternura.
Ella le dio un suave beso en los labios.
—Es mejor que salga de esta cama de inmediato porque si no perderé nuevamente el ensayo. —Dylan iba a levantarse, pero ella lo tomó de la mano y tiró de ella haciéndolo que se tumbara nuevamente en la cama. Entre risas, él se colocó sobre sus piernas abiertas y mordisqueó juguetón su cuello.
— Te quiero — le dijo él suavemente a su oído.
— Yo también te quiero— respondió ella — Alana colocó una de sus pequeñas manos sobre su mejilla, y la acarició con dulzura.
Él frunció el ceño y se puso serio de repente.
— Se me había olvidado comentarte que esta tarde tengo que viajar a Los Ángeles.
Alana abrió los ojos, asombrada.
— ¿Cuándo regresas? — preguntó ella desconcertada.
— No sé, tal vez en un par de días... ¿Me vas a extrañar?
— Esa una pregunta tonta, ya sabes que sí — su voz tenía un ligero tono de tristeza.
Él sonrió con picardía.
— ¿Y si yo te pidiera que me acompañaras, porque no soporto la idea, de irme sin ti? ¿Qué me contestarías?
— ¿Estás hablando en serio? — preguntó sorprendida.
— Totalmente.
Alana sonrió.
—Estoy esperando tu respuesta —le susurró al oído, mordisqueándole el lóbulo de la oreja.
— Me encantaría ir.
Dylan sonrió ampliamente.
— Esa es mi chica.
✨✨✨✨✨✨
Los Ángeles...
Después de que Dylan se marchó, Alana se duchó, se vistió y ordenó la habitación. Luego preparó el desayuno y salió a visitar a su amiga.
— Alana Thompson, por fin te has acordado de tu amiga — dijo Janet en el momento en que la vio. Le dio un beso en la mejilla y un fuerte abrazo.
— Cualquiera diría que tenemos años sin vernos — dijo riéndose.
— Una semana es mucho tiempo para mí, y más si tienes tantas cosas que contarme y me has dejado relegada.
— El tiempo no me alcanza, soy una mujer muy ocupada — dijo Alana bromeando.
— Se te ve tan radiante y feliz — comentó Janet, observando el resplandeciente rostro de su amiga.
Alana suspiró profundamente.
— Es que Dylan me hace tan feliz y me hace sentir estupenda.
Alana entró en la casa de Janet y se sentaron en la mesa de la cocina. Su amiga había preparado un chocolate caliente con galletitas de almendras.
— ¿De verdad se está portando como un caballero contigo? — preguntó la morena con suspicacia mientras le servía el chocolate en una taza y le colocaba las galletas en un pequeño plato.
Alana tenía una expresión soñadora y, con una deslumbrante sonrisa, respondió:
— Sí, Dylan es maravilloso. Me ha demostrado cada día lo sincero de sus sentimientos. Soy tan feliz a su lado. Él me enamora cada día con cada detalle, con cada gesto... — Alana suspiró.
— Me alegro mucho por ti — dijo Janet sonriendo, y se sentó enfrente de ella y se sirvió un poco de chocolate caliente. — Tengo envidia de la buena. Como quisiera que el inútil de Carlos tuviera esa clase de detalles, que no solo pensara en su miembro viril.
— Él te quiere a su manera — dijo Alana. — Si tienen tanto tiempo juntos, es por algo.
Janet removió su bebida con una cucharilla mientras, con expresión compungida, habló:
— A él solamente le interesa acostarse conmigo. No me quejo porque tengo que admitir que él es muy aplicado en lo que hace, pero quiero algo más. Siento que estoy perdiendo mi tiempo con alguien como él. Ya no hay esa chispa, esa emoción, esas mariposas en el estómago. Estamos juntos más por una cuestión de rutina. Lo tolero un poco aunque sea un imbécil.
Alana extendió su mano para agarrar la de su amiga y darle un ligero apretón.
— A lo mejor ustedes están pasando por una etapa difícil, pero quizás más adelante todo se solucione entre ustedes o, si no, aparecerá otro que te haga sentir todo eso que anhelas.
Janet le sonrió a Alana y luego dio un sorbo a su bebida.
— ¡Está bueno mi chocolate! — dijo la morena con un gesto gracioso. — Bueno, ya está bien de hablar de mí y de mi patética relación amorosa. Mejor cambiamos de tema, porque no quiero gastar mi tiempo contigo hablando de ese sinvergüenza. ¿Has sabido algo de la rubia desabrida? — preguntó Janet mientras agarraba una de sus galletas y la metía en su boca.
— ¿Cuántos apodos le tienes a Sindy? — preguntó Alana con curiosidad.
— Mi lista es enorme.
Alana sonrió.
— No ha regresado aún. Sé que ha llamado a Dylan, pero él no me lo ha dicho. Estoy esperando a que regrese de su viaje para hablar con ella — comentó Alana, bebiendo de su taza.
Janet se limpió la boca con una servilleta y le comentó a Alana:
— En este último viaje a ella no le ha ido muy bien.
— ¿Por qué? — preguntó Alana con preocupación.
— Han circulado varias fotos por las redes sociales. La cacharon saliendo de una discoteca, drogada, como la de cualquier celebridad caída en desgracia de Hollywood. Eso ha dado mucho de qué hablar. Tú sabes que soy una cotilla, no me pierdo ningún programa de chismes, y más si hablan de Sindy. Por cierto, me parece que está muy delgada. Creo que está sufriendo algún trastorno alimenticio.
— Yo no sabía nada de eso. — dijo Alana con preocupación.
— Me lo imaginé, por eso te lo comento. Pero tú no puedes hacer nada por ella. Lo has hecho todo y Sindy sigue en su mundo.
— Pero igual me duele que esté así. Además, ese es mi mayor temor. No quiero que cuando se entere de lo que está sucediendo, se hunda en un espiral de destrucción.
— ¿Ella ha pasado por eso antes? — preguntó Janet con curiosidad.
Alana asintió.
— En casi toda su adolescencia... Ella ha sufrido mucho. Es una mujer fuerte a pesar de todo, porque lo que a ella le tocó vivir no lo soportaría cualquier persona. Por situaciones menos dolorosas que esas, muchos no tienen las fuerzas para continuar viviendo y acaban con sus vidas. Pero ella ha luchado, aunque eso no impide que sus demonios continúen persiguiéndola. La única manera que ella encuentra para mantenerlos a raya es con los vicios. Por un tiempo, mejoró muchísimo, eso fue con ayuda de las terapias a las que se negó a continuar cuando la fama tocó a sus puertas... Yo traté de ayudarla, pero es difícil cuando alguien no quiere ayuda.
— Pero ¿Qué le ocurrió? — preguntó Janet mientras volvía a beber un poco de su chocolate caliente.
Alana respiró profundamente.
— Algo muy, muy fuerte. Pero no puedo hablar de ello, porque es un secreto que no me pertenece. Yo le hice un juramento de que jamás revelaría su verdad a menos que ella misma quisiera.
— ¿Tan terrible es? — La voz de la morena era de total asombro.
Alana asintió con tristeza.
— Pero te diré algo — comentó Janet — todo lo que ha conseguido se le puede caer como un castillo de naipes si no busca ayuda. Porque a leguas se ve que ella no está nada bien.
— No quiero ni imaginarme si llega a ocurrir algo así. Porque para Sindy, el fracaso es uno de sus peores miedos. Y yo estoy aterrada de que ella no tome bien las cosas que están sucediendo. Jamás me perdonaría si a ella le pasa algo por mi culpa.
Janet negó con la cabeza.
— No pienses así. A esa no le va a pasar nada. Porque ella no está enamorada de Dylan. Él es su chequera particular, eso es todo. Además, como ahora tiene éxito — en el tono de Janet se podía percibir un toque de rencor — encontrará a otro rico y famoso hombre que le dé todos sus gustos. Por lo que salió en las revistas, no te preocupes. Ya sabes cómo son de amarillistas los medios. O lo que ocurrió fue que se pasó de tragos, se acostó con medio país y luego le tomaron la foto. Por muy bonitica que sea la flacucha teñida esa, es imposible que saliera bien en una fotografía.
— Janet, eres terrible — dijo Alana riéndose. — Se va a congelar el infierno si estás admitiendo que ella es bonita. Esto sí es el fin del mundo.
— Que conste que solo lo digo para animarte — dijo la morena poniendo los ojos en blanco. — Y hablando de otros temas más interesantes, ¿Qué has sabido de Bryan? Qué bueno está ese hombre.
— Me ha escrito algunas veces, pero yo no le he contestado. Además, no quiero tener una discusión con Dylan. Ya sabes que no tolera a Bryan.
— ¿Por qué no lo tolera? ¿Celos?
— No lo sé. Nunca me ha dicho por qué existe entre ellos esa rivalidad. Pero me intriga. Quisiera saber el motivo...
El móvil de Alana vibró cuando le llegó un mensaje, interrumpiendo por un momento la conversación que tenían las chicas.
Dylan 11:40
No llevamos ni un par de horas separados y ya te extraño...
Alana 11:41
Yo también te extraño. Estoy contando las horas y los minutos para comerte a besos.
Dylan 11:42
Voy a mandar todo esto al carajo. Tu oferta es demasiado tentadora.
Alana 11:43
Erika y Frank te matarían.
Dylan 11:44
Estar contigo vale la pena cualquier cosa.
Alana 11:45
Eres un adulador.
Dylan 11:46
Es la verdad... ¿Dónde estás?
Alana 11:47
Estoy en casa de Janet.
Dylan 11:47
Paso por ti dentro de una hora. Tenemos que empacar.
Alana 11:48
Ok, aquí te espero.
Dylan 11:49
Te quiero con locura.
Alana 11:50
Y yo a ti, amor.
— ¡Oh, mi Dios! — exclamó Janet — ese hombre hipertrofia tus miocitos cardíacos. Desde aquí puedo escucharlo, y eso que solo es por mensaje de texto. — dijo soltando una sonora carcajada.
— Sí, es divino estar enamorada. Es lo único que puedo decirte.
✨✨✨✨✨✨
Llegaron a Los Ángeles en horas de la tarde. Dylan tenía una reunión importante, por lo que Alana tuvo que quedarse en el hotel un par de horas sola. Después de desempacar, la joven se dispuso a disfrutar mientras lo esperaba. Se dirigió al muelle de Santa Mónica, se sentó en una pequeña cafetería y pidió un helado de chocolate. Luego, continuó caminando por el paseo marítimo, disfrutando del olor a mar y del ambiente relajado del lugar. Cuando regresó a la suite, él la estaba esperando para salir de nuevo y le dijo que le tenía una sorpresa.
Salieron del hotel y él la llevó a dar un paseo por la ciudad.
— He visto muchas mansiones en Beverly Hills en programas y revistas, pero — dijo Alana contemplando la maravillosa casa que tenía enfrente — esta me ha sorprendido. Es absolutamente hermosa. ¿Quién vive aquí? — preguntó la chica en el momento en que se estacionaron a las afueras de la lujosa mansión.
— Mis padres. — dijo Dylan en tono serio.
— ¿Tus padres? — preguntó ella sorprendida, volvió a mirar la lujosa propiedad con detenimiento.
La mansión de estilo artesano, de casi dos mil metros cuadrados con más de un acre de exuberantes jardines, tenía un diseño inspirado en una línea de moda de alta gama, digna de una portada de revistas de las casas más impresionantes del estado de California. Era elegante y minimalista, pero rica en materiales, creando calidez, elegancia y lujo.
Ella se giró para hacerle un comentario y se percató de su sombrío semblante.
— ¿Qué sucede? — le tomó la mano y él se la apretó.
— La última vez que estuve aquí no salí en buenos términos. Estaba enfadado con mi padre, con la vida, con todo.
— ¿Y por qué has decidido regresar? — preguntó Alana con curiosidad.
— Porque de un tiempo para acá, todo ese cúmulo de jodidas sensaciones negativas que tenía se ha ido. Creo que ya es el momento de regresar. Además, antes no tenía nada que valiera la pena, pero ahora estás tú. Quiero que mi madre te conozca y vea lo afortunado que soy de tenerte a mi lado.
Ella lo miró impresionada y con una sonrisa amplia.
— ¿De verdad?
Él asintió.
— Yo también soy afortunada por tenerte a mi lado. Tú llenas cada espacio de mi ser. Siento que he llegado al lugar correcto, a ese lugar que estaba buscando desde hace mucho tiempo, y ese sitio no es otro que junto a ti — le dijo Alana con sinceridad. — Te quiero.
Sin darse cuenta, se encontró con los brazos alrededor del cuello de Dylan, montada a horcajadas en sus piernas, acariciándole el cabello y gimiendo contra esa boca explosiva. Cuando él iba a subirle la camiseta, escucharon el repiqueteo de unos zapatos de tacón que se acercaban apresurados hacia ellos. Eso hizo que se separaran rápidamente y Alana regresara a su asiento.
— Casi nos pillan — dijo ella riéndose.
— Es que usted, jovencita, es una tentación de la que no me puedo resistir... ¿Sabes lo que va a pasar esta noche cuando regresemos al hotel?
— ¿Dormir? — preguntó Alana con fingida inocencia.
— Eso es lo menos que haremos — le guiñó el ojo y se bajaron del vehículo.
Él la tomó de la mano y una mujer alta de cabello castaño rojizo con un fantástico corte estilo Bob, que le daba un aire muy elegante, de aproximadamente unos cincuenta años, se acercó a ellos. Dylan la soltó y abrazó a la mujer.
— Oh, mi Dios, no puedo creer que estás aquí — dijo la mujer con lágrimas en los ojos. Duraron largo rato abrazados — Te he echado tanto de menos, hijo mío.
— Y yo a ti, mamá. — dijo Dylan en un tono sentido.
— Dios ha escuchado mis súplicas. — contestó la mujer con la voz quebrada.
Él sonrió al tiempo que se separaba de su madre y regresaba al lado de Alana y la agarraba por la cintura — Quiero presentarte a la mujer que le robó el corazón. Mamá, esta es Alana Thompson, mi novia.
Los nervios de la chica se disiparon cuando la madre de Dylan le regaló una sincera sonrisa y le dio un abrazo dándole la bienvenida. Luego entraron a la casa.
La mansión era igual de grandiosa por dentro como por fuera. Pisos de mármol, muebles lujosos, empleados con uniformes, todo muy formal y frío, totalmente diferente al carácter de Dylan. En ese momento, Alana comprendió por qué él decidió hacer una vida diferente, ya que no encajaba en aquel mundo.
Ellis Gallagher, a pesar de ser una mujer adinerada, no era para nada altiva ni arrogante, sino que era una persona muy accesible, simpática y sincera. A leguas se notaba lo feliz que estaba por la presencia de su hijo.
Pasaron una tarde muy agradable. La señora Gallagher era una gran conversadora. Hablaron de muchas cosas, anécdotas de Dylan cuando era pequeño, de la carrera de Alana, de los padres de ella, de la profesión de él. Y, por último, lo que sorprendió a Dylan fue que su madre le había pedido el divorcio a su padre.
La noticia no le cayó muy bien a él, pero luego comprendió que eso era inevitable. Demasiado había aguantado su madre, además de que el divorcio a ella le había sentado bien. Ellis seguía amando a su esposo como el primer día, pero se había cansado de ser la última en la lista de prioridades de su ahora exmarido.
— ¿Cómo que se van a quedar en un hotel? — Preguntó la mujer indignada.
— No sabía todo lo que había ocurrido entre mi padre y tú. Imaginé que él seguía viviendo aquí, por eso me hospedé con Alana en el hotel.
— Hijo, no me hagas este desaire. Tengo tanto tiempo sin verte. Esta es tu casa, no necesitas quedarte en otro lado. Quiero disfrutar más tiempo de esta chica tan encantadora que es tu novia y que te ha devuelto a mis brazos — dijo la mujer mirando a Alana con una sonrisa.
Dylan resopló, porque deseaba estar a solas con Alana.
— ¿Nena quiere que nos quedemos aquí? — le preguntó en un susurro.
— Por mí está bien. — respondió la joven sonriendo.
— Si a ti te parece bien, entonces yo no tengo problema alguno — miró a su madre — nos quedamos.
— Maravilloso — dijo Ellis aplaudiendo — voy a dar la orden para que les preparen sus habitaciones.
Dylan frunció el ceño.
— ¿Habitaciones? — preguntó, cruzándose de brazos.
— Sí, la tuya y la de Alana — Ellie lo miró con suspicacia — ¿No me dirás que ustedes duermen juntos?
— Mamá, esto es el siglo veintiuno. — Respondió Dylan con incredulidad.
— Podremos estar en el siglo cincuenta, pero tú vas a dormir en tu habitación y ella en la suya. Ya sabes que yo soy chapada a la antigua.
— No me jodas — dijo él por lo bajo.
— Jovencito, cuidado con ese lenguaje. Te he escuchado.
Alana sonrió y le susurró al oído.
— Al final yo tenía razón, esta noche solo dormiremos.
Alana fue hasta donde se encontraba Ellie y le dijo:
— Me gustaría ayudarla en lo que necesite.
Dylan se quedó murmurando unas cuantas obscenidades por un buen rato, antes de marcharse a buscar el equipaje al hotel.
— Cariño, por favor, tutéame — le dijo la elegante mujer — me haces sentir vieja hablándome de usted.
— No será fácil, pero lo intentaré.
— Todavía no me lo puedo creer, que él esté aquí, en casa. — Dijo con los ojos vidriosos — La última vez que vino tuvo una discusión muy fuerte con su padre... me imagino que te lo ha contado.
— Una vez hablamos de eso.
— Mi hijo debe apreciarte mucho.
— ¿Por qué lo dice?
— Porque es la primera novia que le he conocido. Ha salido con muchas mujeres, pero nunca la había traído a casa... Y tengo que decirte que me ha gustado su elección. Hoy he vuelto a ver ese Dylan que yo creía perdido. Y eso vale mucho para mí.
✨✨✨✨✨✨
Ese fin de semana en Los Ángeles fue muy reconfortante y él llegó a Nueva York mucho más relajado.
Llegaron al aeropuerto y tomaron un taxi que los dejó frente al edificio.
Aquella noche, después de hacer el amor, Alana se había quedado dormida en el pecho de él. Ya el sueño también se estaba apoderando de Dylan en el momento en que su móvil vibró por una llamada entrante. Respondió sin ver quién era.
— Hola, cariño — la voz de Sindy hizo que se despertara por completo. Se levantó de la cama con cuidado para no despertar a Alana.
— ¿Qué quieres? — preguntó él sin delicadezas y sin rodeos.
— Quiero estar contigo. — Respondió Sindy con tranquilidad.
— ¿Dónde estás?
— Mañana llego a Manhattan.
— Tengo tantas ganas de ti — La voz de la rubia era seductora.
— ¿A qué hora llegas? — Preguntó Dylan en tono seco.
— En horas del mediodía, no quiero perder tiempo. Quiero sexo delicioso y duro. Quiero que me folles hasta más no poder. Así que dime, ¿en tu apartamento o en el mío?
Dylan miró hacia la cama donde Alana dormía y luego contestó:
— En tu apartamento.
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