Capítulo 22
"El amor no puede existir sin confianza, porque la traición rompe los cimientos más sólidos"
— ¿Qué haces aquí? —Preguntó Alana, al acercarse a él, sintiendo su corazón latir a un ritmo acelerado, y no precisamente por el ejercicio que había realizado.
Dylan se puso de pie desde la escalera, y Alana se quedó sin aliento ante su presencia. Se preguntaba cómo podía ser tan apuesto y seductor al mismo tiempo.
— Tú y yo necesitamos hablar — sus palabras roncas la sacaron de su ensoñación — no me dejaste otra opción — dijo, frunciendo el ceño.
— Estás loco. ¿Cómo piensas explicar tu presencia aquí? — inquirió Alana, cayendo en cuenta de la situación en la que se encontraba.
La sensación que había estado sintiendo desde que había dejado Manhattan desapareció en un instante. Sin embargo, no pudo evitar sentirse maravillada al verlo allí, esperándola de manera tan imponente y a la vez cautivadora. Vestía unos vaqueros y una camiseta oscura que realzaban su atractivo.
— Eso es lo que menos me preocupa en este momento — contestó él, con tranquilidad.
Alana colocó las manos en su cintura.
— Deberías preocuparte. Siempre te persigue un séquito de paparazzi.
— Me he deslizado fuera de su radar bastante bien. No hay nada de qué preocuparse... ¿Entramos? — señaló hacia la puerta de la casa.
Alana miró en esa dirección, pensando en su madre y en cómo explicaría la presencia del novio de Sindy en su casa, buscándola a ella. Era una situación complicada; Irene era muy astuta y se daría cuenta de inmediato de lo que estaba ocurriendo.
Alana negó con la cabeza.
— No aquí. Espera mientras me cambio de ropa. Será mejor que hablemos en otro lugar.
Él sonrió, se acercó y le susurró con voz ronca y sensual:
— Para ti, tengo todo el tiempo del mundo. — Luego, tomó su rostro entre las manos y cubrió sus labios en un beso ardiente. Comenzó suave, pero rápidamente se volvió intenso, despertando una excitación que empezaba a invadir el cuerpo de Alana. Su mano recorrió la curva de su cadera y la atrajo con firmeza hacia él. Ella correspondió al beso mientras la intensidad aumentaba gradualmente.
Una voz interior en la mente de la joven empezó a sonar una alarma, recordándole que estaban frente a la casa de sus padres. Comenzó a alejarse del beso, pero él la mantuvo cerca, con sus brazos envueltos a su alrededor. Tan cerca que el cálido aliento de Dylan todavía rozaba sus labios. Alana lo miró a los ojos y encontró en su mirada una promesa silenciosa.
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Después de veinte minutos, Alana emergió de su casa envuelta en un vestido azul veraniego que se ceñía de forma elegante a cada curva de su figura. La prenda no pasó inadvertida ante los ojos de él, quien, en ese instante, se vio aún más prisionero de un deseo que ardía implacablemente hacia ella. Cada fibra de su ser se tensó ante la visión que se desplegaba ante sus ojos.
Las bulliciosas calles de Boston se hallaban saturadas de individuos en ese día, con el epicentro de la agitación centrado en la ciudad misma. El verano siempre destilaba un fervor incandescente entre los visitantes, ávidos turistas que ansiaban adentrarse en los entresijos de una urbe que se erigía como una de las más antiguas y culturalmente enriquecidas de la nación. El calor, cargado de emoción y curiosidad, invadía cada rincón, tejiendo un tapiz urbano donde la historia y la modernidad se entrelazaban con una insaciable sed de descubrimiento.
Alana y Dylan eran conscientes de que no era el momento adecuado para dar un paseo. Necesitaban una conversación seria y sin distracciones, y menos aún deseaban que sus fotos circularan en las revistas al día siguiente. No había excusa que justificara que Dylan y Alana estuvieran juntos en ese momento. Por ello, optaron por hablar en la suite donde él se alojaba en el hotel.
Cuando atravesaron la puerta que los conducía a la suite, el lujo y el esplendor se desplegaron ante sus ojos de manera innegable. El ambiente estaba impregnado de riqueza y sofisticación. Cada detalle, desde los muebles meticulosamente seleccionados hasta los destellos de dorado en la decoración, contribuía a crear un escenario donde la opulencia no se ocultaba, sino que se exhibía con un aire seguro y desafiante. Pero en ese instante, eso no importaba para Alana. Su única preocupación era escuchar lo que él tenía que decir.
— Siéntete como en casa — le dijo Dylan — ¿Quieres algo para beber?
Alana negó con la cabeza, aunque su corazón latía acelerado, hacía todo lo posible por aparentar calma.
— En cambio, yo sí necesito un trago — dijo él, acercándose a la licorera. Sirvió un licor ambarino, agarró con firmeza el vaso de whisky que tenía en la mano y lo vació de un solo trago. El ardiente líquido recorrió rápidamente su garganta, apretó los párpados, su mandíbula se tensó y sus pulmones se llenaron con el aire que temía que le faltara.
Ella alzó la mirada, encontrándose con los ojos de él. Alana intentó descifrar qué estaba pensando en ese momento, pero no logró descifrarlo.
Él suspiró y se acercó a ella.
— ¿Por qué no respondiste mis llamadas ni mis mensajes? — le reprochó.
Ella observó sus manos antes de responder.
— Sabes por qué. Lo que sucedió entre nosotros aquella noche y lo que pasó recientemente en mi casa no debe repetirse. Sindy es mi amiga, no puedo traicionarla así. Tú y ella tienen una relación, y no sería correcto ni leal que haya un "tú y yo" — habló con sinceridad.
— Comprendo que sea tu amiga, pero lo que Sindy y yo compartimos está lejos de ser una relación.
— Por favor, no me mientas.
— No te miento —respondió él — Además, voy a ser completamente sincero contigo hoy. Lo que teníamos entre nosotros era puramente sexual y ni siquiera exclusivo. Ya lo sabías. Y para añadir a eso, no hemos estado juntos desde mucho antes de nuestro viaje a los Hamptons.
Alana se levantó del sofá con una determinación palpable en sus pasos. Caminó hasta la inmensa ventana de la habitación, una ventana que enmarcaba una impresionante vista de la plaza del ayuntamiento de la ciudad. Los edificios antiguos y la animada actividad de la plaza parecían ajenos al conflicto que se estaba desarrollando en ese espacio íntimo.
— Ella no comparte esa opinión — comentó Alana, con la mirada perdida en el escenario urbano. — Dice que su relación contigo es sólida y que incluso piensa en casarse contigo.
Dylan, evidentemente sorprendido, buscó las palabras adecuadas para responder.
— ¿Casarnos? — repitió, desconcertado. — Jamás se me pasó por la cabeza casarme con Sindy, y mucho menos en este momento.
Acercándose a Alana, Dylan continuó su explicación.
— Nena, lo que Sindy y yo teníamos era... simplemente eso, un pasatiempo sin compromisos que se extendió más de lo esperado.
Alana, girando para enfrentarlo, planteó la pregunta que estaba en su mente.
— ¿Y es eso lo que quieres también conmigo? ¿Algo sin compromisos? — sus ojos se encontraron con los de él en busca de respuestas sinceras.
Dylan negó con un gesto decidido.
— No, contigo es diferente. Siento cosas que nunca antes había sentido con ninguna otra mujer.
— ¿Qué tipo de cosas? — indagó Alana, curiosa por entenderlo mejor.
Dylan se acercó al minibar, sirvió un trago y lo tomó antes de comenzar a hablar, como si buscara la fortaleza en la bebida.
— He venido hasta aquí porque quiero ser completamente honesto contigo. Quiero que entiendas que me importas, y mucho — comenzó. — Desde el primer momento en que te vi, llamaste mi atención, eso no lo niego. Pero tu actitud despectiva hacia mí me desanimó, además de que eras amiga de Sindy. La noche que fuimos a 1OAK, estabas deslumbrante, y aunque me costara admitirlo y más cuando Sindy se tomó el tiempo de explicarme lo que pensabas de mí con todo detalle — esbozó una sonrisa irónica. — Recuerdo perfectamente cuando Bryan te tocó de manera inapropiada, pero me encantó cómo reaccionaste al quitarle la mano de tu pierna — añadió, sus pensamientos sumidos en aquel recuerdo. — Esa noche, al darme esa bofetada, sellaste mi destino. Eres la primera y única mujer que se ha atrevido, y lo admito, me lo merecía. Estaba furioso cuando te fuiste y, a pesar de que intenté ignorarte, no pude sacarte de mi mente. — Decidió omitir el tema de la apuesta, no quería arruinar ese momento tan íntimo. — Después, cuando me enfermé, pude apreciar cómo te preocupabas por mí, incluso después de cómo me había comportado contigo como un puto imbécil.
La sonrisa que se formó en los labios de Alana reflejaba un cariño tierno al escuchar la confesión de Dylan. Él se acercó a ella, tomando sus manos con suavidad y depositando un beso en ellas. Luego, sus dedos acariciaron la piel de su mejilla con un gesto de ternura.
— Empecé a disfrutar pasar tiempo contigo — admitió con sinceridad. — Pero el punto de no retorno llegó cuando te llevé al Brooklyn Bridge Park. Desde ese instante, la caída de Dylan Gallagher comenzó, porque no había forma de apartarte de mis pensamientos. Poco a poco, te convertiste en algo imprescindible para mí.
El roce reconfortante de su mano en su cabello hizo que Alana se sintiera aún más conectada a él. Dylan continuó hablando en un tono ronco, compartiendo sus emociones más profundas.
— Durante los días en los Hamptons, me volviste completamente loco. No necesito decirte que siempre estoy rodeado de mujeres hermosas, y en ese lugar, donde la diversión abunda, muchas de ellas visten apenas diminutos bikinis que dejan poco a la imaginación. En otro momento, tal vez las habría llevado a la cama sin dudarlo, pero mi atención solo estaba en ti. Sin siquiera intentarlo, me hiciste desearte con una intensidad abrumadora. Cuando te vi en ese traje de baño negro con transparencias, mi mente voló en cuestión de segundos — bebió un sorbo más de whisky, como si buscara algo de valentía. — También recuerdo lo maravillosa y perfecta que te veías en el faro. Con tus ojos azules brillantes como gemas, contemplando el majestuoso atardecer, parecías un ángel. Tu mirada me atrapó por completo.
Dylan se distanció ligeramente, y la sensación de su ausencia dejó a Alana anhelando su cercanía.
—Los días que siguieron en Los Hamptons me llenaron de frustración.— Continuó Dylan — No entendía mi propio enfado en ese momento, pero luego me di cuenta de que era por ver a ese desgraciado de Bryan a tu lado, haciéndose pasar por tu amigo. Y con Sindy enloqueciéndome, lo único que deseaba era sacarte de allí. Anhelaba que pasáramos esa semana solos, haciendo cualquier cosa, solo quería estar contigo... Fue entonces cuando te vi en el club, bailando con un idiota. No dudé en apartarlo de tu lado, y cuando te tuve entre mis brazos, todo lo que deseaba en ese momento era besarte. No me importaba el lugar ni las personas a nuestro alrededor; solo importabas tú.
El corazón de Alana parecía latir cada vez más rápido a medida que absorbía las palabras sinceras de Dylan. La barrera que había mantenido en torno a sus emociones se estaba desmoronando ante su honestidad abrumadora.
— Nena, cuando me vi obligado a marcharme de viaje, casi enloquecí — Dylan dejó el vaso de whisky a un lado y tomó el rostro de Alana entre sus manos, buscando que viera la sinceridad en sus ojos. — Solo quería estar contigo. Contaba las horas, los minutos y los segundos para escuchar tu dulce voz. Con solo eso, mi jodido día adquiría sentido... Y cuando surgió lo de Liliana, algo inédito emergió en mí. Dejé de pensar en mí mismo. Solo deseaba estar a tu lado, porque entendía lo que esa pequeña niña significaba para ti. Mandé todo al diablo por regresar a tu lado, y no me arrepiento en absoluto.
Alana sintió cómo el ardor de las lágrimas amenazaba con desbordarse, su corazón latiendo con fuerza mientras escuchaba las palabras de Dylan. Tragó saliva con dificultad, intentando contener la emoción que la había invadido.
―Cada noche que pasé en aquel apartamento fue por ti―, comenzó Dylan con voz cargada de sinceridad. ―Al principio, quería atormentarte, pero luego era solo para poder verte, escuchar tu voz, reír contigo. Incluso solo con observarte sentada en el sofá mientras estudiabas, era suficiente para mí.
Las lágrimas finalmente se desbordaron en los ojos de Alana, cada palabra de Dylan se grababa profundamente en su corazón.
―Estoy enamorado de ti―, dijo Dylan, enjugando las lágrimas de Alana con el pulgar. ―Finalmente lo he comprendido, y no voy a renunciar a vivir esto contigo.
―Dylan...―, balbuceó Alana, intentando contener sus emociones.
―Sé que la quieres, es una amistad de años―, continuó Dylan, ―pero créeme cuando te digo que entre ella y yo no hay nada. Necesito que creas en mí, nunca antes he hablado con tanta sinceridad en mi vida.
―Te creo―, susurró Alana, sintiendo las mismas emociones abrumadoras en su interior. ―Pero ella está involucrada, y aunque sea cierto que entre ustedes solo había una relación sin compromisos, nunca verá con buenos ojos lo que está sucediendo entre nosotros.
―Haremos que lo comprenda, cariño―, aseguró Dylan, mirando fijamente a Alana. ―Porque la única verdad aquí es que Sindy no siente absolutamente nada por mí, y eso lo sabemos tú y yo.
―Lo sé―, admitió Alana, su voz cargada de angustia. ―Pero no puedo evitar sentir que la estoy traicionando. Es una situación horrible en la que nos encontramos.
―Dices traición, pero solo existe eso en una relación formal―, argumentó Dylan con convicción. ―Nena, te necesito, y no voy a renunciar a ti por ella. Lo siento, pero no puedo hacerlo. ― dijo con voz ronca, mientras le acariciaba la mejilla a Alana.
Él se inclinó hacia delante y la besó con las promesas de algo hermoso que nacía entre ellos, la besó con todo el anhelo de su ser y ella le devolvió el beso con todo lo que existía dentro de ella. Todo lo demás desapareció.
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