Capítulo 20

El Beso...

La casa que Babe Ruth estaba a medio llenar, sus asientos estaban en la zona VIP del equipo de casa, desde allí podía ver a los jugadores de cerca; esa noche jugaban los Yankees contra las Medias Blanca de Chicago; el ambiente era contagioso, definitivamente no era lo mismo presenciar un juego en vivo y en directo que verlo por televisión.

Una vez ya ubicados en sus asientos, Dylan le preguntó:

— ¿Qué te parece? —preguntó señalando el gran estadio.

—  Sin palabras, me encanta — sonrió ampliamente.

Él le guiñó el ojo y todo su cuerpo se estremeció por ese simple gesto.

Una chica de la fanaticada lo reconoció y se acercó a él de inmediato para pedirle un autógrafo y una selfie, luego se aproximó otra, y otra y en cuestión de minutos estaba rodeado de mujeres.

—  Lo siento, pero esto es parte de mi vida cotidiana — se disculpó él cuando volvió a sentarse a su lado. Un chico seguridad del estadio impidió que siguiera llegando más chicas e hizo que las otras regresaran a sus asientos.

—  Tranquilo, yo entiendo... además si yo viera Chris Evans aquí, haría exactamente lo mismo — bromeó ella.

—  Así que a la doctora Alana le van los superhéroes — comentó Dylan en tono divertido.

—  Por supuesto, a qué chica no le gustaría.

—  Eres una cajita de sorpresa.

—  Siempre — dijo ella riendo.

En la séptima entrada el equipo de casa iba por debajo del marcador por dos carreras, la fanaticada de los Yankees estaba casi en silencio, solo se escuchaba la algarabía de algunos fanáticos de las Medias Blancas, pero de repente  el juego cambió en el momento que gracias a una base por bola y dos hits, los de casa colocaron tres hombres en base y venía a batear la estrella, el cuarto bate del equipo; cuando el pícher de las Medias Blancas lanzó una curva al bateador este no la desperdició y dio un descomunal  home run y la fanaticada enloqueció.

Alana se encontraba muy atenta al juego y cuando la bola salió del parque se unió al júbilo y debido a la euforia, abrazó a Dylan, muy tarde fue consciente del error que había cometido, en ese instante, dejó de escuchar la algarabía y solo fue consciente de la respiración de él, de cómo exhalaba por la nariz y le acariciaba la suave piel de su hombro. El antebrazo de Dylan cubrió su cintura, uniéndola a su cuerpo todo lo que pudo. Él depositó un beso en su pómulo, tan delicado y efímero que la dejó momentáneamente sin respiración. Ninguno de los dos se dio cuenta de que el alboroto se comenzaba a difuminar, ella se resistía a abandonar sus brazos, y parecía que a él también le estaba costando. Cuando todo se calmó, él de mala gana se obligó a soltarla.

La tensión era palpable entre ellos, una vez que el juego terminó, él la llevó a la residencia, se estacionó a afuera del edificio.

— ¿No vas a subir? —  le preguntó ella, quitándose el cinturón de seguridad.

—  Hoy no.

—  En ese caso, nos despediremos aquí, mañana viajo a Boston. —Dijo Alana nerviosa.

Dylan frunció el ceño y se le quedó mirando.

— ¿Por qué me lo dices hasta ahora? —  preguntó en tono serio.

—  Estaba esperando el momento oportuno.

— ¿Cuándo regresas?

—  Dentro de dos meses.

Él se pasó una mano por el cabello.

—  Sé que no tengo derechos sobre ti, pero no quiero que te vayas.

—  Debo hacerlo —respondió ella intranquila— por favor no hagas esto más complicado.

— ¿De qué huyes Alana?

—  De una locura que se ha apoderado de mí — ella abrió la puerta del carro y salió del vehículo rápidamente y se fue sin despedirse, empujó la puerta del edificio y entró.

Estaba esperando que el ascensor llegara, el corazón latía fuertemente en su pecho y el brillo de las lágrimas ya se apreciaban en sus ojos, fue en ese momento que Dylan la tomó del brazo y la giró, la rodeó con su brazo y antes de que ella pudiera negarse, él se apoderó de su boca por sorpresa.

Las caricias de sus labios la dejaron sin respiración. Ella le devolvió el beso de inmediato, el mismo que llevaba quemándola por mucho tiempo. Sus lenguas se entrelazaron, ella le rodeó el cuello con sus brazos y lo acercó tanto como pudo. Él continuó besándola como si no existiese nada más importante en este mundo, o en cualquier otro.

Alana no sentía nada más que aquella boca que la estaba atormentando y el sonido de su sangre bombeando en sus oídos, alocada. Tenía la sensación de que había estado esperando desde aquel instante donde lo vio por primera vez en aquella fiesta.

Las manos de Dylan la agarraban con fuerza por la cintura, como si quisiera incorporarla a su propio cuerpo. La besó y la acarició a la vez, con fiereza y con ternura; con amabilidad y con desesperación. La menudencia de respirar hizo que él se separara con desgana. Él apoyó su frente contra la de ella y la miró a los ojos, con la respiración entrecortada, tal y como se encontraba la de Alana.

—  Nena no huyas de mí —le susurró con dulzura — no huyas de esta locura que estás sintiendo, te necesito aquí conmigo, estoy tan lleno de dudas como tú.

Dylan la sujetó por la nunca y cubrió nuevamente sus labios con los suyos, fue un beso fiero, ardiente.

Lentamente, se fueron separando, él se negaba a soltarla y ella a la verdad tampoco quería soltarlo, pero Alana tomó consciencia del lugar donde se encontraban y que podían ser descubiertos en cualquier momento, por lo que se apartó de él.

—  Lo que me pides es muy difícil y no porque no lo desee, sino porque no quiero herirla…

El sonido del ascensor y las puertas de este abriéndose, la interrumpió y más cuando de allí salió su amiga Sindy.

Ellos se separaron rápidamente, pero la rubia no se percató de lo que pasaba porque estaba viendo su celular en ese instante.

— Aquí están, ¿Por qué tardan tanto en subir? —Les preguntó al verlos.

Alana miró a Dylan y él con un gesto casi imperceptible la animó a tranquilizarse.

— Estábamos hablando de las anécdotas del juego, pero ya me iba. —Respondió con tranquilidad.

— ¿Cómo qué te vas? —Preguntó Sindy contrariada —Te estaba esperando — la rubia se le acercó y le colocó una mano en el pecho con coquetería — Tengo un delicioso plan para ti y para mí esta noche.

Alana se tensó y sintió el malestar acostumbrado que aparecía cuando los veía juntos, sin decir nada dejó de mirarlos y se metió en el ascensor y pulsó el número de su piso, la euforia que acababa fue reemplazada de inmediato por los celos y la culpa.

✨✨✨✨✨✨

Llegó al departamento, se fue directamente a su habitación, la mezcla de sentimientos la tenía desbordada, se comenzó a desvestir, pero fue interrumpida por Sindy que entró en su cuarto de mu mal humor.

—  Se ha ido. —Dijo furiosa.

— ¿Se fue? —  preguntó Alana y sentía que parte de la rabia que sentía iba disminuyendo.

—  Sí, me dijo que estaba cansado, porque había tenido un día muy ajetreado —la rubia tiró el celular en su cama con rabia —y yo maldita sea, ¿es que estoy pintada en la pared? —Preguntó indignada.

Alana no sabía qué decirle, porque sentía aliviada de que Dylan se hubiera marchado, pero a la vez sentía una culpa terrible por ser desleal con su mejor amiga.

—  Mañana será otro día, y estarás más tranquila y hablarás con él — dijo en tono seco, no quería alargar aquella conversación.

—  Alys yo soy una modelo famosa, mis días libres son tan pocos que no puedo desperdiciarlos, mañana me pueden llamar para cualquier otro trabajo, así que tengo que disfrutar cuando se me presenta la oportunidad… pero ahora a mi novio le ha dado por llevar una vida de monje.

— ¿Una vida de monje? ¿Por qué no salió contigo hoy? —Preguntó Alana con incredulidad.

Sindy puso los ojos en blanco.

—  Sí, porque no salió conmigo— Dijo con impaciencia.

La rubia agarró su celular de la cama y empezó a revisarlo, después de unos instantes, sonrió con malicia — ¿Sabes qué? No tengo que quedarme aquí aburrida, no voy a desperdiciar mi noche.

— ¿Qué vas a hacer? —Le preguntó al ver la cara de malicia de Sindy.

—  Lo que hace una mujer divina, hermosa y famosa como yo… divertirme.

—  Deberías descansar, pasaste mucho tiempo fuera y el cuerpo se agota.

—  Soy joven, así que mi hermoso cuerpo aguanta muchísima diversión.

—  Sindy no deberías…

—  No habla más — La rubia la interrumpió abruptamente —estoy cansada de que me digas lo que tengo que hacer, yo soy una mujer, no una niñita, en estos momentos estoy triunfando y si mi hombre y mi mejor amiga no quieren celebrar conmigo mis triunfos, entonces me importa una maldita mierda, lo que digan, si tengo que divertirme sola, lo haré.

— ¿Eso es lo que quieres que no me meta más en tu vida? —Preguntó Alana.

—  Si eso es exactamente lo que quiero… eres mi amiga, pero no necesito una madre, ya tuve una a la que nunca le importó un carajo lo que a mí me ocurriera, así que con esa tuve suficiente… quiero vivir mi vida a mi manera.

— Yo solo quiero ayudarte. — Le dijo Alana en tono conciliador.

— No quiero tu maldita ayuda —Gritó Sindy — me fastidias… vive tu aburrida vida y déjame a mí hacer la mía como mejor me parezca.

Alana se encontraba muy susceptible en esos momentos y las palabras de su amiga le dolieron, pero ella tenía razón, debía dejarla hacer su vida. Además, al besar a Dylan había perdido todos los derechos en esa amistad.

— Está bien, Cumpliré tu deseo, no volveré a meterme más en tu vida. —Dijo con la voz rota, porque Sindy estaba dando señales de estar entrando en un pozo oscuro.  Y tenía miedo de ser ella quien le diera el empujón final.

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