Capítulo 4
Vegeta
Perfecto. Todo estaba marchando a la perfección, la azulada aceptó mi trato, todas esas veces me serán suficientes para conquistarla.
— ¡Oigan ustedes! ¡¿Que hacen en los pasillos?! ¡Deben estar en clases! — un viejo gordo nos empezó a perseguir, ambos nos alteramos y empezamos a correr sin rumbo. — ¡Regresen!
Seguimos corriendo, pasillo tras pasillo, salón tras salón. Hasta que dejamos de oír los pasos del viejo.
— ¿Lo perdimos? - me preguntó.
Asomé mi cabeza por la pequeña ventanilla que tenia la puerta.
Exacto, nos habíamos escondido en el cuarto de limpieza.
— Eso parece.
Entonces. Ella empezó a reír, se agarró el estomago mientras se agachaba, sus risas se oyeron por todo el cuarto. Tanto, que fue contagioso, y empecé a reírme junto con ella.
— Oh por dios.. estamos en problemas. — dijo mientras volvía a su postura normal, asimilando su respiración.
— Para mi ya es costumbre.
— ¿Eh?
Su rostro de confusión me causo gracias.
— Nada. Es hora de irnos. No queremos que la niña de buena reputación con los maestros tenga un castigo. — hablaba mientras revisaba que nadie estaba cerca, para después, poder salir.
— ¿Te refieres a mi?
— No, a mi. — utilice sarcasmo. Ella volvió a reír. — Es obvio que a ti.
— Bueno. Te veo en el receso.
— ¿En el campo, las gradas?
— Me parece bien. — dio por ultimo antes de desaparecer de mi vista por los pasillos.
Bien, y así comienza mi plan.
(•••)
Me encaminaba a la ubicación que di con un Sándwich de pollo, y una gaseosa en manos.
Y ahí la vi, estaba sentada en las gradas leyendo un libro. Se le veía muy concentrada.
Sonreí, me acerqué a ella. Aún no notaba mi presencia.
— ¡Terremoto! — la moví de un lado a otro.
— ¡¡Ahhh!! — pegó un brinco, provocando, que su bebida se derrame encima de los escalones. — ¡Imbécil! ¡Me diste un gran susto!
— Lo siento. — use nuevamente el sarcasmo.
— Me debes una bebida.
— ¿Yo?
— No importa. Comencemos con esto. ¿Con que quieres empezar?
— Mm..
Veamos, ¿Como podía comenzar con un coqueteo?
No, no iré rápido. De mi mochila saqué mi carpeta de matemáticas, donde cada día dejaban una tarea nueva, y esta, fue entregada ayer, y no la hice.
— ¿Puede ser con esto?
— ¿El maestro te dio tus trabajos extras?
— Me los dará hoy en la clase.
— Bien.
Le entregué la hoja, ella lo examinó durante unos segundos. Y luego habló:
— Esto es lo que estamos trabajando durante muchas semanas.. ¿Y aún no lo sabes? — me miró a un sin creer lo que estaba pasando.
— Oye, no te burles de la gente bruta. Es que es muy difícil, ¿Cómo rayos quieren que sepa esa bendita regla, y los benditos significados de las letras, y aún más sus cuatro representaciones?
— Son sencillos, solo es cuestión de aprenderlas y ponerlas en práctica.
— Decirlo es fácil, pero hacerlo no.
¿Cómo la apuesta no? Puto Raditz.
— Bueno, comencemos.
Y así comienza mi tortura.
(•••)
— ¡¿Cómo rayos sacaste ese resultado?!
Hice una exclamación al ver como Bulma había sacado el resultado correcto, y yo, por más que lo hacía, no era el correcto al del libro. Lo confirmamos en el libro de ayuda que ella traía.
— Tu error, está al momento de combinar los términos.
— ¿Qué paso es ése?
— El dos.
— ¡El dos!
— Oye, tranquilo hombre. Nadie se va a morir.
— Estoy muy estresado.
Habíamos cambiado de tema hace no mucho, después de haber entendido casi la bendita regla, y como usarla con todas esas malditas representaciones. Y esté, era el más difícil para mi. Es mi tortura.
— Calmado, lo tomas como una carga y eso no debe ser.
— ¿Entonces como quieres que lo tome?
— Como un simple juego.
— ¡Ja! ¡¿Esto?! ¡¿Cómo un juego?! ¡El juego de la muerte!
Ella echó una risa.
— Estás loco.
— Loco de las matemáticas.
— Comencemos de nuevo. Y repasemos los pasos de simplificación.
— ¿Otra vez? — dije casi sin creerlo.
— Así es.
— ¡Bieen!
— ¿Recuerdas la primera?
— Distribuir las paréntesis.
— ¿La segunda?
— Combinar términos.
— ¿La tercera?
— Ah...
— Vamos, te la sabes.
— Espera.. ¡La tengo! ¡La tengo! ¡Está en la punta de mi lengua! ¡Sólo.. sólo déjame pensar! — hablé desesperado mientras cerraba los ojos recordando el tercer paso que era el más largo. Mi pierna derecha empezó a temblar. — Espera.. la tengo...
Ella volvió a reír.
— ¿De que te ríes?
— De nada.. — sonrió.
— ¡Te estás burlando de mi!
— ¡No!
— Shh.. no me dejas concentrarme.. — apreté mis ojos con fuerza. — Espera.. espera..
— Bien, sigamos con el otro.
— ¡Maldita sea! ¡Hiciste que la perdiera!
Volvió a reírse, pero esta vez con más intensidad. Se recostó en la grada, quedando boca arriba mientras seguía burlándose de mi.
— Eres una.. ¡Me hiciste quedar como un..! — me calle, por que ella en un movimiento rápido, volvió a quedar sentada, puso su dedo entre mis labios, callando lo que iba a decir.
— Cállate. Haces mucho ruido.
No respondí. Sonreí, una extrovertida idea habíamos pasado por mi escurridiza mente.
— ¿Qué? ¿Porqué sonríes así? ¡No me mires así!
Hice a un lado su dedo, me miró extrañada, debido a que me había acercado mucho a ella.
— ¿Qué.. que estás?
— Te arrepentirás por haberme echo quedar como un patético.
Pinche uno de mis dedos en su abdomen. Ella dio un pequeño brinco. Lo sabia.
—No lo hagas..
— Oh si, nena, encontré tu debilidad.
Fue entonces, que comencé con hacerle cosquillas por todo su cuerpo. Provocando, que ella se retuerce y quede nuevamente recostada en la grada, mientras yo, seguía haciéndole cosquillas.
— ¡Para! ¡Detente por favor! — hablaba entre risas. Pequeñas lágrimas salían de sus ojos.
— Eso es por hacerme quedar como un idiota.
— ¡No! ¡Déjame!
— Pide disculpas, Briefs.
— ¡Jamás!
— Esta bien, tu lo pediste. — aumente el ritmo de mis dedos en su abdomen, ella río aún más y con sus manos hacia torpes movimientos, con tal de sacarme encima suyo.
— ¡Bien! ¡Bien! ¡Perdón!
— ¿Perdón qué?
— ¡Por.. por.. ! — no podía hablar. — ¡Por hacerte ver como un idiota!
La solté, ella soltó un gran suspiro de cansancio. Me paré junto con mis cosas, ella seguía recostada.
— Maldita sea, mi estómago.. eres un salvaje.
— Oh, si quieres, puedo seguir. — advertí mientras me acercaba a ella con cero intenciones de volver a hacérselo. Ella retrocedió sonriendo.
— ¡Ni se te ocurra!
Me alejé.
— El timbre esta por sonar. Será mejor irnos. — ofrecí mi mano para que se levante, ella lo acepto, agarró sus cosas, y juntos, bajamos las escaleras hasta pisar el bien podado césped, y dirigirnos hacia nuestras aulas, debido, a que el timbre, acababa de sonar. Nos despedimos, y tomamos caminos diferentes. Nos veríamos en el siguiente periodo.
Pero de pronto, una irritante voz me llamó.
— ¡Vegeta!
Era conocido. Me voltee a ver para confirmar mis sospechas.
Detuve mi paso para escucharlo.
— ¿Qué? — pregunte seco.
— Oye.. te vi con Bulma en las gradas del campo, ¿Qué estaban haciendo? — él alzó las cejas pícaro.
— Nada, aún.
— ¿Entonces?
— Me esta enseñando matemáticas.
— ¿Matemáticas? — expresó aburrido.
— Así es, tengo que conseguir un buen grado para el final del trimestre.
— Vaya.. eso es nuevo, Vegeta quiere aprender matemáticas con Bulmita.
— Cállate, es un buen método de acercamiento. Además, si no lo consigo, mis padres van a mandarme a la...
No pude completar mi frase debido a que un Maestro a nuestro. El mismo Maestro que nos advirtió que si volvíamos a mencionar una mala palabra la próxima vez que lo veamos, nos daría un reporte. Hablo de mi y Raditz.
— Mierda.. — completó Raditz sin pena alguna con una sonrisa. El Maestro Patrick se volteó a vernos con una expresión estupefacta.
— ¿Que rayos fue lo que dije la última vez?
— No volver a decir malas palabras, señor. — dije.
— ¿Entonces puede decirme que fue lo que escuche, joven Raditz? — se giró a ver a Raditz.
— Lo siento, se me salió.
— Decir malas palabras es para gente repugnante, gente que no le tiene respeto a nada. Yo.. nunca dije una mala palabra.
Raditz bufó.
— Viejo, nadie vive sin decir alguna mala palabra. Eso es imposible.
— Eso dices, pero créame. Escribiré un reporte. Y ya váyanse a sus clases. Buenos días. — sin más, se retiró.
El viejo se fue, Raditz estalló de risa.
— ¿De que te ríes insecto? ¡Te pondrá un reporte! ¿Que dirá tu madre?
— No me importa. Lo romperé como a todos los demás.
— Tremendo...
— A lo que venía. Traigo las reglas del juego. — de su mochila, sacó una hoja, me la entregó. — Son algo simples de seguir.
Gruñí.
— Mañana vendrán las mías. No estarán nada simples. — advertí.
— Como sea. Y oye, ¿Vendrás a mi casa?
— No estoy seguro.
— Hombre, ya te puedes ir mudando a mi casa. No sé como soportas ese infierno.
— No me importa. Saldré rápido, y voy a tu casa. Tengo que recoger algo.
— Puedes quedarte a dormir.
— ¿Tu mamá no vendrá hoy?
— No, mañana.
— Bien. Nos vemos entonces. — chocamos nuestros puños, y tomamos rumbos diferentes.
(•••)
Entré sigilosamente a mi casa. Guarde silencio un momento, intentando escuchar si había otra presencia en la casa. No había nadie.
— Solo entrar, y salir. — corrí rápidamente a mi habitación. Tiré mi mochila en las escaleras. Entré a mi habitación, y busqué una calculadora, mi teléfono, y mi computadora portátil.
Justo cuando iba salir por donde entre a mi habitación. Unos fuertes gritos se oyeron en la planta baja.
— ¡Te dije que no te entrometieras!— gritó mi padre.
— ¡Y yo te dije que no la fueras a buscar! ¡Te lo advertí! — se defendió mi madre.
Eran mis padres, nuevamente discutiendo.
— ¡Tu sabes el motivo del por que la busque!
— ¡Cierra la boca! ¡Tu sabes que odio a esa perra de secretaria que tienes!
— ¡¿Y que me dices de ti?!
Luego, recordé que deje mi mochila en las escaleras, muy probable que alguno de los dos lo vea. Con pasos cautelosos y rápidos, me asomé a la baranda, saque mi cabeza a ver si alguno de los dos estaba, no había nadie, estaban muy ocupados con su discusión, rápidamente me iba a acercar a las escaleras, y salirme por la puerta de atrás, pero no fue así.
— ¡Oh no! ¡El mocoso ya llegó!
Oí exclamar mi madre. Ya encontró mi mochila.
— ¡Ya déjalo Soledad!
Oí los pasos de mi madre alejarse del área. Rápidamente bajé las escaleras y agarré mi mochila, que se había quedado intacto en los escalones.
— ¡Vegeta! — me habló mi padre.
— ¿Qué? — respondí molesto.
— ¿A dónde vas? — exclamó acercándose a mi.
— Con Raditz. — iba a irme, pero mi madre apareció en frente mío, bloqueando mi camino.
— ¿Con ese amigo callejero?
— Si. — hablé pasando por su lado.
— Raditz.. Nappa.. Turles. Todos esos amiguetes tuyos son unos verdaderos imbéciles. — habló mi padre.
— Di lo que quieras, eso no va a detener que me valla con ellos.
— Pues claro.., entre animales se entienden.
— Victor, eso ya fue suficiente. — me "Defendió" mi madre.
— Por favor Soledad. ¿Lo vas a defender cuando tu lo tratas peor que yo? No me hagas reír.
— Si, pero yo no lo insulto así como lo acabas de hacer tú.
— No me vengas con mentiras. Eres una completa mentirosa.
— ¡No me llames mentirosa!
— ¡Entonces deja de serlo!
— ¡Cállate!
— ¡No me vas a callar maldita! ¡¿Quién rayos te haz creído?!
— ¡¿Como me llamaste animal?!
— ¡Maldita! ¡Eso dije, sorda!
Y de pronto, una guerra de insultos comenzó. Todo. Por mi culpa. Como siempre. Siempre ellos echándome la culpa de todo. Hasta de sus discusiones.
— ¡¡Ahora no estaríamos discutiendo, sino fuera por que estabas actuando a la madre, cuando ni siquiera lo eres!!
— ¡¡Tú tampoco eres un verdaderos padre, solo lo tienes de título!!
— ¡¡Tú igual!!
— ¡¡Es suficiente los dos!! ¡¡Ya fue suficiente!! — intervengo, ambos me miraron enojados.
— ¡¡Tú eres el último en hablar, engendro!! ¡¡Nada de esto pasaría si no fuera por ti!!
— ¡¿Entonces por que mierda no usaron protección para que yo nunca existiera, par de....?!
De pronto, un fuerte golpe en mi mejilla derecha provocó que mirara a otra dirección, mi cabeza se giró.
Mi madre me había golpeado.
— ¡¡Nunca en tu miserable vida, nos hables en ése tono!! ¡¡Nunca!! ¡¿Oíste?!
No respondí, me giré a ver a mi padre, y me miró con desaprobación, y a la vez enojo profundo.
— Fuera.
No rechiste ni quejé, acate su orden y me fui tirando la puerta de uno solo.
— Como odio esto.
Furioso, me adentré a mi moto, mis cosas las tenia dentro de mi mochila. Me coloque el casco, encendí el motor, y arranque, me aleje del infierno que tengo que llamar hogar. Y me fui a casa de Raditz echo trizas.
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