Epílogo
Esa noche era la gran inauguración del pequeño restaurante que Lucila y Daniela habían abierto juntas en el centro de Puerto Iguazú. Se les había ocurrido luego de que su amiga hubiese llevado varias fuentes de comida para guardar en su freezer ya que no entraba nada más en el de ella. Desde que se había enterado de que estaba embarazada, sufría de variados antojos y, como le gustaba cocinar, se la pasaba creando obras de arte; porque si había algo delicioso eran los platos que ella preparaba.
Así fue cómo, a modo de broma, le sugirió que empezara a vender en lugar de acumular. Minutos después, ya tenían el local elegido y el cálculo del monto que debían invertir para poder llevar el negocio delante. Por fortuna, el dinero no era un problema. Por un lado, contaban con el sólido respaldo del padre de Daniela, quien no dudó en apoyar a su hija en cuanto se enteró de sus planes. Y por el otro, además de sus ahorros, Lucila contaba con lo más importante: experiencia, la cual había obtenido trabajando durante el verano en la gerencia del restaurante del hotel de sus primos.
—¿Estás nerviosa? —preguntó Lucas, divertido, mientras la veía pasearse delante de él en ropa interior.
Hacía más de cuarenta minutos que estaba probándose todo tipo de atuendos en búsqueda de la vestimenta perfecta para la ocasión y, al parecer, nada la convencía.
—Sí —reconoció tras un suspiro antes de sentarse a los pies de la cama—. En un par de horas tenemos que estar allá y no tengo nada que ponerme. ¡Todo me queda mal!
—Eso es imposible, bonita.
Ella volteó hacia él. Con el torso desnudo, las piernas cruzadas sobre la cama y la notebook sobre sus muslos, revisaba las reservaciones para esa semana. Tanto él como Pablo se habían entusiasmado cuando les contaron sobre su proyecto y, desde entonces, cada uno había aportado su granito de arena para que el sueño de ellas fuese posible.
Así también sus primos, quienes estaban en línea en todo momento acompañándolas en el proceso. Agustín había diseñado la página web, José había ayudado a Daniela con la creación de los diferentes menús y Bruno y Patricia la habían asesorado con la planificación y organización del negocio. Los cuatro estaban felices de poder darles su apoyo, aunque fuese desde la distancia.
—El vestido ese que acabás de arrojar a la esquina se te veía muy bien.
Ella resopló.
—Me queda apretado —se lamentó y acto seguido hizo una mueca con la boca que a Lucas le pareció de lo más adorable—. Estoy gorda, y lo sé porque los jeans no me cierran así que no intentes negarlo.
Él se rio.
—No estás gorda —afirmó a riesgo de ser atacado y cerró la notebook para dejarla a un costado—. Estás preciosa. Y si subiste un poco de peso, y recalco las palabras "un poco", debo confesar que me encanta como te sienta.
Antes de que pudiera contradecirlo de nuevo, la sujetó de la nuca y acercándola a él, la besó.
Lucila jadeó ante la sorpresa, pero al instante se relajó y correspondió su beso. Era increíble cómo cada vez que sus bocas se unían o sus cuerpos se tocaban, todas sus preocupaciones se evaporaban por arte de magia.
Dejándose envolver por la bruma del deseo que Lucas siempre despertaba en ella, experimentó una repentina descarga en su centro, una visceral necesidad que rugió en su interior impulsándola a tomar el control y obtener lo que su cuerpo demandaba. Sin dejar de besarlo, se sentó a horcajadas encima de él.
Lucas gimió cuando sintió, incluso a través de la tela de su pantalón, el ardiente calor de su feminidad y aferrándose a sus caderas, la apretó contra su dureza. Entonces, la sintió moverse en un tortuoso vaivén que amenazó con hacerlo perder la cordura.
¡Mierda! Amaba cuando se dejaba llevar de ese modo desenfrenado y, últimamente, eso ocurría bastante seguido. No era que se estuviese quejando, aunque le había llamado un poco la atención. Aun así, nunca se negaba cuando, en medio de la noche, lo despertaba con sensuales caricias o la sensación de su cálida y suave boca alrededor de su falo. Gruñó. El solo recuerdo hacía que su erección se engrosara más todavía.
—¡Dios, bonita! Si no paramos ahora, definitivamente vamos a llegar tarde —murmuró en un intento por no perder el poco control que aún conservaba.
Pero eso no la detuvo. Más bien pareció estimularla. Metiendo una mano dentro de su pantalón, buscó su miembro para liberarlo y luego, se elevó lo suficiente para poder colocarse justo encima. Entonces, apartó la delicada tela de encaje y bajó lentamente devorando su carne, centímetro a centímetro.
—Sí... —jadeó ella en su descenso y, aferrándose de sus hombros, comenzó a moverse hacia adelante y hacia atrás.
Con los dedos clavados a ambos lados de su cuerpo, acompañó cada uno de sus movimientos disfrutando de la increíble sensación de su calor envolviéndolo. Las estocadas eran lentas, profundas... deliciosas.
No tardaron en llegar a la cima y cuando el orgasmo de los dos llegó, se miraron a los ojos perdiéndose el uno en el otro, sus cuerpos unidos, sus almas conectadas.
En el pequeño guardarropa del restaurante, Lucila caminaba, nerviosa, de un extremo al otro. Faltaban unos pocos minutos para que abrieran las puertas al público, pero no había sido capaz de esperar al final de la noche.
Más temprano, había llamado desde el auto a Daniela para avisarles que se habían retrasado, pero que ya estaban en camino y ella, que la conocía perfectamente, se había reído antes de decirle que, al paso que iban, su hijo tendría pronto un primito. Sí, era un varón. El médico se lo había confirmado en la última ecografía y a Pablo la noticia le había devuelto el semblante en el rostro.
Divertida por la ocurrencia de su amiga, había colgado tras prometer que llegarían a tiempo. Pero entonces, la sospecha la invadió y, cosas que hasta ese momento había atribuido al estrés, comenzaron a tener otro sentido. Su leve, aunque abrupto, aumento de peso, sus cambios repentinos de humor, su sensibilidad... su deseo sexual descontrolado. ¿Y si su amiga tenía razón?
Como sabía que la incertidumbre la atormentaría toda la noche —no porque fuese algo malo o que no desease, sino porque ni siquiera se le había cruzado por la mente hasta que Daniela lo había mencionado—, fingió tener dolor de cabeza y le pidió a Lucas que la llevase a la farmacia donde compraría, de incognito, la tan famosa y temida prueba.
La alarma en su celular sonó de repente regresándola al presente y, con el corazón palpitando, frenético, agarró la tira. Las manos le temblaban a causa de los nervios, pero advirtió que no estaba inquieta. De hecho, se sentía eufórica. No obstante, antes de que pudiese ver el resultado, la puerta se abrió dando paso a su esposo quien, preocupado, había ido a buscarla.
—¿Qué estás haciendo acá? ¿Todavía te duele la...?
Pero la frase quedó inconclusa cuando sus ojos se posaron en lo que sostenían sus manos. Confundido, volvió a mirarla, luego a la prueba y de nuevo a ella. Entonces, una inmediata y arrebatadora sonrisa se dibujó en su rostro.
—¿Eso es lo que creo? ¿Estás...?
—No lo sé. Justo iba a ver el resultado.
Advirtiendo su ansiedad, avanzó en su dirección y sin dejar de mirarla a los ojos, cubrió sus manos con las suyas.
—¿Lo vemos juntos?
Tras asentir, ambos bajaron la mirada.
Y allí estaba, una raya rosa bien definida acompañada de una segunda en un tono más leve.
Sus ojos se encontraron de nuevo y, esta vez, sonrieron los dos. Iban a ser padres.
—No puedo creerlo —dijo ella comenzando a reír.
—Yo sí —anunció él mientras le acariciaba el rostro con una mano—. Tenés ese brillo característico que se ve en las mujeres cuando están embarazadas.
—Embarazada —repitió, sonriente—. ¡Estoy embarazada!
—Sí, bonita, lo estás —confirmó a la vez que apoyó su otra mano en su vientre.
—Y Dani también... nuestros hijos crecerán juntos, como lo hicimos nosotras. Ellos serán... —pero la emoción la embargó de tal modo que le fue imposible continuar.
Lucas la contempló, embelesado. Solo tenerla allí con él, volver del trabajo cada día y encontrarla esperándolo lo llenaba de dicha, pero esto... esto no tenía punto de comparación.
—Te amo —susurró, emocionado.
Largo había sido el recorrido, pero lo habían logrado y hoy, más que nunca, se sentía feliz de que, a pesar del miedo y las traiciones del pasado, se hubiesen animado a volver a abrir sus corazones.
—Yo también te amo —respondió ella, igual de conmovida.
Habían hecho una arriesgada apuesta de amor y habían ganado.
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¡Y llegamos al final de esta historia! ❤
En el siguiente apartado podrán ver los personajes.
No saben qué contenta estoy.
Estos personajes lograron meterse en mi corazón. Me hicieron reír, llorar y morir de suspiros. Sin duda, entraron al grupo de mis favoritos. 🥰
Confieso que me tomé unas semanas de vacaciones y, por eso, pude adelantar los últimos capítulos.
Mi meta era terminar el año con este libro terminado. ¡Y lo logré! 💪
Ahora sí, a descansar y seguir por más.
¡Feliz año nuevo! Los quiero. 😘
¡Espero que les haya gustado!
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