Capítulo 20

Narra Itachi...

Fue cuando mi hermano, Madara, estaba comenzando su cuarto año en la primaria cuando un nuevo chico llamado Senju Hashirama se transfirió a su salón, y aunque no estuve ahí, obtuve información de varias fuentes confiables para reconstruir lo sucedido...

– ¡... Senju Hashirama!, ¡Es un placer conocerlos a todos! – exclamó el chico castaño. Los niños en el salón lo miraron con interés, todos excepto Uchiha Madara.

"Uno idiota más" pensó el azabache con un resoplido molesto. En su lugar echó un vistazo a los ejercicios en su cuaderno, ya casi habiendo acabado.

Una chica tímida se acercó a él con una sonrisa avergonzada. – Um, ¿Podrías ayudarme con este problema, por favor? – preguntó ella, aunque inmediatamente después los demás alumnos comenzaron a levantarse para pedir la ayuda de Madara, excepto unos pocos que se quedaron al lado del chico nuevo.

Madara no se molestó en alzar la vista, no habiendo otra manera en que lo dejarán en paz que ser grosero. – No – contestó a secas.

– Pero—

– No – repitió, bajando un poco la voz para evitar hacerla llorar. Ella parecía deprimida pero más que eso, un poco molesta, así que en su lugar la chica se fue a dónde estaba el chico nuevo. Una multitud había comenzado a formarse.

El chico parecía estar explicándole los ejercicios, uniéndose a las conversaciones con facilidad, y más importante, sin molestarse por las preguntas, simplemente sonriendo alegremente por estar alrededor de las personas.

La niña se animó. – Hola, ¡soy Uzumaki Mito! – inmediatamente después de formó una amistad fácil entre la mayor parte del salón y el Senju.

Todos excepto uno.

Uchiha Madara.

...

– Esto es inaceptable – dijo la madre de Itachi y Madara de pie frente a éste último con los brazos cruzados. – Has bajado tu rendimiento, ¿Cómo es esto posible?

– Lo siento, madre – se disculpó en voz baja el azabache, agachando la cabeza en señal de sumisión que sabía aplacaría a su madre.

La pequeña cabeza de Itachi se asomó por el marco de las escaleras en el segundo piso en silencio. Aún no tenía más de seis años pero podía entender lo que sucedía.

Detrás de él Shisui lo mantuvo a raya pero dejándolo espiar, porque aunque fue elegido para ser su niñera temporal no significaba que dejara de ser un niño.

La próxima vez espero un desempeño que no sea menos que perfecto – terminó su madre. – No tienes permitido volver a salir de tu habitación excepto para tomar clases particulares, ¿Entendido?

– Sí, madre – dijo de vuelta Madara, manteniendo su voz a un nivel claro pese a sentirse resentido porque sabía que lo haría más fácil.

– Puedes retirarte – terminó ella. Al menos sabía que como su madre se enteró primero no tendría que afrontar las consecuencias con su padre, que era lo que más temía.

Cuando subió las escaleras se encontró con Itachi y Shisui.

– ¿Qué pasó? – susurró Shisui preocupado con Itachi mirándolo en silencio.

Madara suspiró frustrado. – Es Senju otra vez – dijo frustrado. – Juro que estoy empezando a odiarlo...

– No es su culpa, ¿Sabes? – expresó Shisui en voz baja, – Quizá te beneficiaría hablar con él

– ¡Hah!, ¡Cuando El infierno se congele! – se burló, entrando a su habitación para recoger su estuche de violín. Itachi se apresuró a tomar el suyo para seguir a su hermano. – Cuida de Sasuke e Izuna, ¿Entendido?

Shisui hizo un gesto burlón de obediencia – ¡Sí, capitán! – chirrió alegremente.

...

– Esto es simplemente ridículo – suspiró Madara con frustración jadeando pesadamente, aunque eso no importa porque Senj volvió a quedar en primer lugar – Ese... ¡Senju! – gruñó, porque a estas alturas se había convertido en un insulto por sí mismo.

Una pequeña sonrisa que se deslizó por su rostro ante el desafío se olvidó cuando el otro se acercó sonriente a él.

– ¡Fue una buena competencia, Madara! – exclamó el Senju tan radiante que... Madara dijo lo que todo Uchiha dice cuando se quedan sin palabras.

– Hn. – Madara se dió la media vuelta e hizo una retirada estratégica.

...

– ¿Qué haces, hermano? – preguntó tranquilamente Itachi llegando a su lado. Madara estaba meditando con una hoja a medio apuntar frente a él.

– Haciendo enigmas lo suficientemente difíciles para que sólo un Uchiha pueda resolverlo – respondió el otro después de unos momentos. Madara pareció meditar un poco más antes de decidir que su hermano era confiable. – Un club que se dedicará únicamente a mejorar porque es mi deber ser el mejor, y para ello mis aliados deben ser nada menos que los mejores

Itachi se sentó a su lado, sus ojos revoloteando alrededor antes de llegar a una conclusión fácil. – ¿Puedo hacerlo también? Vamos a estar en esto juntos

Madara lo miró conmovido. Itachi supo que había hecho lo correcto.

...

– Esto es un arte delicado, hn – expresó Deidara, un chico rubio.

– También has de saber que no se expresará conocimiento de este club a alguien no relacionado con él – concluyó Sasori acomodando los papeles frente a ellos. Madara e Itachi observaron inexpresivos la profesionalidad del joven prodigio pelirrojo.

– Por supuesto, seré discreto, hn – el rubio parecía encantado.

Después de eso se hizo un intercambio rápido dónde le dieron un anillo porque su club necesitaba alguna identificación para ser oficial, según el libro sobre mentes criminales que Obito adquirió recientemente, su adquisición extraoficial que algún día sería parte de ellos. Hoy no era ese día.

– Con esto ya tenemos a doce miembros – declaró el pelirrojo.

– por el momento son suficientes – dijo Madara, y aunque varios miembros ni siquiera estaban en la misma escuela, no importaba, porque esta clase de clubes que promovían la unidad entre escuelas lo dejaban encantado. – no necesitamos añadir números inútiles

...

Fin de la narración

Cuando Itachi terminó, con Shisui ayudándolo a completar algunos detalles, Hashirama parecía desgarrado entre el entusiasmo por saber que su gran amor lo tuvo en cuenta todo este tiempo o estar horrorizado porque Madara pensó en él como un enemigo

Algo que se quedó sin decir, pensó Itachi, fue las lecciones que aprendió Madara de esto, aunque eso era exclusivamente algo que Madara debía saber

– Sabes, Itachi... Tal vez no puedo ganar, pero finalmente tengo un objetivo, ya no es sólo mejorar sentido, ahora tengo una motivación para cuando estoy aburrido, cuando todo se vuelve tedioso... – confesó Madara en una de esas noches que solían pasar juntos antes de que Izuna y Sasuke se convirtieron en sus consentidos.

– Entonces, hermano, ¿No estás molesto? – preguntó inclinando la cabeza, su hermano no parecía más que insultar la existencia de Senju.

– ¿Molesto? Sí, mucho, pero también muy feliz...

Así que quizás Hashirama no era exactamente lo que uno llamaría cuerdo, pero al menos sabía que moriría antes de lastimar a su hermano, y tenía un talento que igualaba o incluso motivaba al otro.

Estaba feliz, porque Madara, quién parecía sólo mejorar lo suficiente para complacer a sus padres comenzó a esforzarse con una motivación propia. La de Itachi fue su admiración por Madara, más tarde se convirtió en Sasuke, pero Madara...

– ¿Porqué?, ¿Porqué hacerlo? – le dijo cuando finalmente Itachi se atrevió a preguntar. – No importa si me esfuerzo un poco más, ya soy el mejor, y aunque lo haga, ¿Para qué hacerlo? –. Ahora Madara tenía un para qué.

Y eso, eso fue lo que Itachi estuvo buscando desde el principio. Madara siempre fue el que los cuidó así que es justo que él también quiera su bien, ¿cierto?

Así que Itachi le contó un poco del pasado de su hermano a Hashirama, porque si esto los ayudaba a fortalecer su relación, Itachi lo alentaría con la esperanza de que esto ayudaría a su hermano.

Ahora tenía a Sasuke, pero Madara fue el primero.

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