Epílogo
Lo que iba a ser una simple comida terminó por convertirse en un fin de semana familiar, y nunca mejor dicho.
No recordé que nunca me hubieran tratado tan bien y me hubiera sentido tan querida por gente que para mi eran completos desconocidos como esos tres días que pasé en aquella maravillosa villa a las afueras de la ciudad.
Estuve todo el rato como en una nube sin sentir ni el peso de mi propio cuerpo. Iba como una autómata y solo era consciente de la realidad los momentos en que Markus me cogía de la mano y me sonreía. Esa sonrisa siempre conseguía volverme a la realidad.
- Necesito que ella lo sepa. No puedo ocultarle algo tan importante para mí.
- Lo sé y lo entiendo pero deja que este fin de semana sea solo nuestro. Una vez volvamos a casa te dejaré a solas con ella para que le expliques todo lo que quiera saber.
¿Volvamos a casa? Volvíamos a casa como pareja. Mejor. Volvíamos como prometidos que iban a casarse. Estaba loca por haber acelerado tanto aquello pero no pude negarme. Si tres días antes era mi libido quien habló en aquella cama, cuando me hizo la proposición fue mi corazón el que se dirigió a él.
Decidí. Escogí que puerta coger y que vida empezar. Elegí a que aventura lanzarme. Fui consciente de que mis decisiones terminarían afectando a otras personas pero esperaba que el daño fuese nimio.
Hacer caso a mi corazón otras veces me había hecho sufrir pero estaba segura de que esa vez actuaba de la forma correcta.
- Esperamos verte pronto y más a menudo, señorita - invitó Andrew.
- ¿Por qué no venis a comer todos los fines de semana? - se adelantó Diane mientras me rodeaba con sus brazos y me llenaba de besos.
- Cariño, déjale algo al chico - sonrió su marido.
Nos subimos al coche que Markus pidió a través de Cabify para reemprender el camino de vuelta a casa. Ibamos a iniciar nuestra vida como prometidos, como futuros marido y mujer y no pude creerme en ningún momento lo ilusionada que estaba.
Si a la vuelta estuve completamente ida, en el camino de vuelta ni yo misma fui capaz de reconocerme. Todo era diferente, era más vivo, más colorido, más intenso. Mi cuerpo estaba lleno de una energía que no pude contener de ningún modo.
- Por un momento pensé que ibas a salir corriendo.
- ¿Por qué iba a salir corriendo? Eres todo lo que he buscado. Tú mismo me lo dijiste hace tiempo. Aposté por ti, por quererte. Aposté por nosotros.
Empezamos a entrar en la ciudad y ya cada una de las diferentes calles y esquinas me eran familiares. Entramos en el barrio y pude ver a Cleo y Claus en una cafetería juntos. Ella cada vez estaba más enorme y él no podía estar más enamorado.
- ¿En qué piensas?
- Seria genial que Claus se declarase a Cleo y organizaramos una boda a cuatro bandas - yo misma me reí como una histérica al darme cuenta de lo absurda que era la idea.
Markus pidió al conductor que frenara en un semáforo y se bajó del coche. Estiró su mano y como un galán de película me ayudó a salir. Le miré fijamente y al salir no podía dejar de mirarle. La misma cara que tuvo en cuanto le di mi respuesta seguía ahí.
- Ve a proponérselo. No hay nada que me hiciera más feliz que mi futura esposa y su mejor amiga se casaran el mismo día - me besó en los labios, subió al coche y se marchó -. Voy a hacer unas cosas que dejé pendientes antes de marchar el viernes y nos vemos esta noche en casa.
- De acuerdo, te quiero, esposo mío.
- Sigue llamándome Markus o lo que quieras menos eso.
Ambos estallamos en una carcajada.
Una vez arrancó el coche me dirigí por la calle que dejamos atrás y fui a la cafetería.
Entré y saludé a Cleo y Claus de forma cordial y educada. Nunca tuve que hacer un esfuerzo de contención tan grande como en aquellos momentos. Pasados unos minutos se levantaron y se dirigieron a pagar la cuenta.
- ¿Vamos a casa? - la emoción empezaba a embargarme sabiendo que se acercaba el momento de decirselo.
- ¿A tú casa o a la nuestra?
- Como quieras, me da igual.
- Tendrá que ser después, tenemos hora con la doctora para ver que todo va bien.
- Ay Dios, ¿ha habido algún problema? - Durante unos segundos toda mi felicidad de evaporó -.
- Tranquila, es de control. Nada malo - dijo Claus con una sonrisa tranquilizadora -. Hagamos algo, al salir te llamamos y pasas por casa para hablar y nos cuentas tu fin de semana, pillina -. Me dio unos golpes suaves en las costillas y sacó la lengua a modo de burla.
- Está bien.
Caminé en dirección al apartamento con el sentimiento de que iba camino de ser una mujer casada.
Metí las manos dentro del bolso y toqué la caja dónde estuvo el anillo que ahora reposaba en mi dedo. Sonreí llena de alegría y unas lágrimas se me escaparon. Cogí las llaves ya que estaba muy cerca de la portería para abrir.
- ¿Estás bien? - era imposible no reconocer esa voz.
- ¿Qué haces aquí?
- Lo siento, Iris. Ser tu amigo no es bastante para mí.
CONTINUARÁ....
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