Capítulo 7
Al entrar de nuevo en el apartamento me di cuenta de que Cleo ya había vuelto. De forma inusual tenía una sonrisa enorme dibujada en su cara. No es que normalmente no sonriera, sólo que nunca la vi hacerlo de un modo tan exagerado. No le hice mucho caso, pues aún me sentía incómoda teniéndola enfrente. Entré en mi habitación.
Pensé que no iba a querer saber nada de mi y que se quedaría en el comedor. Una vez más me sorprendió con su carácter impulsivo e irrumpió en mi habitación. Interrumpió el silencio con una voz estridente y cargada de alegría. Durante unos segundos, creí que se trataría de una estrategia para terminar echándome la caballería encima, pero me equivoqué por completo.
Cuando empezó a hablar adopté las típicas muecas de culpabilidad: mirada baja, ninguna sonrisa y una mirada sombría. La verdad es que mientras escuchaba su discurso no pude reprocharle nada. Estaba en todo su derecho de sentirse enfadad o humillada, pero no lo estaba. No dejaba de tener esa enorme sonrisa. No me atrevía a preguntarle porqué, ya que ella era muy dada a la ironía. No era capaz de afrontar las cosas de cara y llamarlas por su nombre, me levanté y salí de mi cuarto dejándola con la palabra en la boca.
- No estoy molesta por que salieras con Markus si es por eso por lo que llevas esquivándome todo el día.
- ¿No? - me quedé perpleja por esa afirmación. Si no estaba enfadada conmigo a qué había venido todo aquel silencio e incomodas situaciones en las que no sabía dónde colocarme ni como mirarla.
- Además, si he de serte sincera, me ha venido bien que no vinieras a clase.
- ¿Perdón? - Ahora si que estaba completamente desubicada. Me esperaba una reprimenda increíble, y en cambio, el tono de su voz era la cosa más dulce que había oído nunca.
- Se debe a mi enorme sonrisa, por la que no me has preguntado.
- ¿Por qué estas sonriendo?
- La respuesta es muy sencilla. Hoy que no has venido, como normalmente nos sentamos juntas en clase, tu asiento estaba vacío. Cinco minutos antes de que empezara la clase Claus se ha sentado a mi lado y hemos estado hablando.
Me sentía en la obligación de interrumpirla y realmente me sabía mal porque se la veía muy emocionada contándolo.
- ¿Quién es Claus?
- El chico al que le di clases particulares sobre arte medieval. No terminaba de enterarse. Pues bien, resulta que hemos estado hablando, y entre tema y tema de conversación, me ha estado halagando y tirándome los trastos. Al finalizar la clase, hemos intercambiado los números de teléfono y hemos quedado para comer mañana después de clase.
- ¿A ti te gusta?
- Me encanta, y no sólo como persona sino también su cuerpo. Unos brazos que quitan el hipo, esos abdominales que se le marcaban debajo de la camiseta blanca y esos pantalones tejanos que llevaba tan ajustados que le hacían un culo que daba ganas de morder.
- Vale ya, que vas a dejar el piso chorreando.
- Lo siento, es pensar en él y me cuesta controlarme -. De repente, su actitud cambió por completo. - Por cierto, han llamado esta tarde de la galería dónde solicitaste una entrevista y me han preguntado que porqué no fuiste cuando estuvieron esperándote más de una hora.
- ¡Mierda! Ni me acordé de la entrevista.
- No sufras, les he dicho que no pudiste ir porque estabas con fiebre y vómitos. Han deseado que te mejores y que te esperan la semana que viene el mismo día y a la misma hora.
- No sé que haría sin ti Cleo.
- Lo que tú quieras, pero no me tengas otra vez de secretaria. Ambas sabemos que se te pasó por la cita del domingo.
Volvíamos a tener la relación de antes. Era como si todo hubiese estado en mi imaginación, por desgracia, algunas cosas ambas sabíamos que habían sucedido de verdad.
- ¿Me lo cuentas o he de torturarte?
- ¿De verdad quieres saberlo? Precisamente te evitaba porque pensaba que te molestaría.
- No te enrolles y cuéntamelo.
Cleo me sorprendía cada día que pasaba. No podía creer que la misma persona que me había dicho que yo ya sabría lo que me hacía ahora estuviese pidiéndome que se lo contara. A veces me entraban ganas de llevarla con un cartel por la calle y venderla a quién me la quisiera comprar, pero entonces recordaba que yo era la que estaba de alquiler mientras que ella era la propietaria del piso.
Pasaron dos horas cuando terminé de contarle todo la historia y no es que yo fuera lenta contándolo, sino que más bien es que Cleo no dejaba de preguntarme cosas y detalles muy específicos a los que no había dado la más mínima importancia.
- Vaya, por lo que se ve Casanova sigue utilizando las mismas estrategias de siempre.
- ¿Cómo dices?
- Pues es exactamente lo que he dicho y lo que tú misma le dijiste. Siempre utiliza la misma táctica, se hace el pobre desvalido para que las chicas se le acerquen y entonces es cuando lanza la red, por decirlo así.
- ¿Y qué es lo que se supone que hago ahora?
- Mi consejo es que te dejes llevar por tus sentimientos ya que eres libre de hacerlo. Pero si lo haces sólo pongo una condición.
- ¿Cuál?
- Quiero que te conviertas en un ángel vengador. Venga a todas las chicas que han sufrido por él - había adoptado un tono tesorero que me hizo que estallara en carcajadas. - Y el mejor modo de vengarte es que le devuelvas la pelota. Tienes que hacerle sufrir por todas las chicas que han sufrido por él.
- Esperemos que con tanto sufrimiento no se pegue un tiro.
- O que se cuelgue en su cuarto.
No era para reírse pero estuvimos diciendo diversos modos de suicidio mientras no dejábamos de reírnos.
En unas horas recuperamos el tiempo perdido de aquellos días. Resulta que fue una de las primeras veces que hablé con Cleo en donde el centro de conversación fue ella y no dejaba de hablar de Claus. Iba a esperar que él se le acercara y ahora que lo había hecho estaba que no cabía en sí de gozo. Nunca la vi tan contenta ni ilusionada como en aquellos momentos. Siempre la vi como una mujer fuerta y que no se dejaba intimidar por nada ni por nadie, pero mientras hablaba de él se había vuelto vulnerable y tenía cierto puto infantil que la hacía más entrañable de lo que era de por sí.
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