Capítulo 6
Llegamos al apartamento cuando eran las dos de la tarde. Nos moríamos de hambre pero a ninguna le apetecía cocinar. Me asomé a la ventana y le vi en la acera de enfrente cruzando la calle a toda prisa. Cinco minutos más tarde llamaban al timbre. Al contestar al interfono nos ordenó que bajáramos para ir a comer al wok que había en la misma calle.
Cuando estuvimos abajo a Cleo le dio dos besos, uno en cada mejilla, mientras que a mí me plantó un morreo en toda regla. Aprovechó que Cleo entró desesperada en el restaurante para acercarse a mí.
. ¿La apartamos con una excusa o esperamos a que se vaya por su propio pie?
- Conoces de sobras a Cleo y sabes que eso le iba a molestar.
- Ya, bueno. Eso también es verdad.
Me hizo un gesto para que empezara a contarle y así lo hice. Se limitó a quedarse en silencio, haciendo comentarios puntuales y poniendo muecas de acuerdo y desacuerdo en función de como iba evolucionando la historia. Una vez hube terminado, me sentí mucho mejor. Necesitaba desahogarme con alguien y estaba convencida de que lo había hecho con la persona adecuada. De las veces que había confiado en él nunca me traicionó.
Nos pasamos la tarde los tres hablando de tonterías y el tiempo nos pasó volando. En ningún momento nos dimos cuenta que los comercios empezaban a cerrar y que era de noche. Cleo empezó a dar señales de estar agotada y querer irse a casa. Se despidió de Louis y me hizo una señal con la qué me preguntaba si la acompañaba. Él contestó por mi diciendo que no y que me acompañaría a casa después de que cenaramos.
- ¿Estás segura de que has dado pie a que eso pasara?
- Sí.
- ¿Te gustó? ¿Te sentiste bien o más bien violenta?
- Louis, sabes que sí que me gustó. Perdí la cabeza por él desde que empezó la cita. Molesta no es como me siento por haber dejado que ocurriera. Estoy dolida. Por más vueltas que le doy no dejo de pensar que estoy traicionando a Cleo. Des de un principio me ha advertido sobre lo que podria pasar. No puedo negar que me gustara besarle y sentirme deseada por él. Sin embarho, una parte de mi clama a gritos que no deberia haber sucedido.
- Esa sensación es muy normal. Se llama culpabilidad, no son más que remordimientos. Créeme que no eres la única que los ha tenido. Yo mismo he sufrido de ello más de una vez.
- En serio, ¿me lo quieres contar?
- Bonita, no estamos hablando de mí.
No era la primera vez que iniciábamos ese juego de confianza disimulada en donde nos contabamos las cosas a medias tintas, pero nunca nos andamos con rodeos al llamar las cosas por su nombre.
Me acompañó hasta casa a pesar de insistir de que no habíamos ido muy lejos y que podía volver sola. Aún así no aceptó una negativa por respuesta. Siempre pensé que cuando Louis muriera la caballerosidad moriría con él.
Una vez en el apartamento Cleo ya estaba durmiendo. Me senté en el escritorio de su cuarto y con la luz apagada me quedé mirándola, de la misma manera que una madre mira a su hijo por si éste tiene pesadillas o por si pasa una mala noche. Cuando ya por fin se me empezaban a cerrar los ojos, me levanté y me dirigí a mi cuarto, me tumbé en la cama y esperé a dormirme, deseando que lo ocurrido sólo fuese un sueño o una pesadilla. Pero a la mañana siguiente iba a descubrir que no se trataba de eso y había ocurrido de verdad y que yo fui la protagonista.
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Desperté que eran más de las once con la idea fija de que no iba a ir a clase. Cleo ya no estaba en casa y había pasado toda la noche anterior, mientras esperaba que yo regresara, recogiendo el apartamento. Intentaba evitar el coincidir con ella, pero viviendo juntas llegaría el momento en que ambas nos tendríamos que cruzar. Realmente no sabía si estaba preparada para enfrentarme cara a cara con ella.
Todo lo que sucedió la tardeanterior no dejaba de acudir a mi cabeza e inexplicablemente hacía que me sintiera mejor. Me hacía tener una falsa sensación de alivio que a la larga me iba a traer consecuencias.
De haber estado Louisconmigo él habría sabido que decirme, pero estaba completamente sola con mis pensamientos. No podía quedarme todo el día allí encerrada y empezaba a necesitar que me diera el aire. Cogí mi chaqueta y me dirigí al centro.
Estuve mirando un par de tiendas y aproveché para comprar un libro que necesitaba para la clase del día siguiente. Estando en la cola mientras esperaba que fuera mi turno de pagar lo reconocí sin ninguna duda. Se encontraba enfrente de la cajera que mostraba la mejor de sus sonrisas. Di unos cuantos pasos atrás intentando escabullirme o cambiar de cola. Pisé unos cuantos pies y me disculpé en voz baja. No me pasó desapercibido que algunas de las personas que estaba pisando me miraban mal.
Cuando creí que iba a salir indemne cometí el fallo de tropezar con una de las estanterias y caer de bruces al suelo. Asumí por unos momentos el ridículo tan grande que estaba haciendo. Me quedé sentada con la vista fija en el mismo punto todo el rato. Ya no estaba. Había desaparecido.
Durante unos segundos creí que me había librado y que dentro de un rato estaría en mi casa, tan tranquila, como si nada hubiera ocurrido. Pero fue entonces, cuando escuché su voz.
- Iris, ayer te fuiste demasiado deprisa.
- Ya te dije que la cita había terminado - he de reconocer que estaba hecha un flan, pero no iba a permitir que se diera cuenta.
Salí de la tienda completamente erguida, segura de mi misma y radiando seguridad por cada uno de los poros de mi piel. Al ir a cruzar la puerta me cogió de la mano y me obligó a detenerme. Aquellos ojos azules me miraban profundamente y en sus labios se dibujaba la sonrisa más cautivadora que le había visto hasta el momento.
- ¡Que sepas que no me doy tan fácilmente por vencido!
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