Capítulo 4
Esa voz me era muy familiar, así que levanté la cabeza. Era Roy, un trabajador de allí con el que había tenido una historia que había terminado en una bonita amistad. Si, por raro que parezca. Hay mujeres que les cuesta mantener contacto con los hombres con los que les ha pasado algo, o que sencillamente no pueden tener como amigo a un rollo de una noche o a un ex. Roy y yo éramos el claro ejemplo de que eso no era cierto. Había pasado más de un año desde que esa historia había terminado, y le había visto y quedado con él más veces que cuando estábamos juntos.
Había muchas veces que me preguntaba por qué demonios lo había dejado con él. En el momento en el que volví de mis pensamientos lo recordé. Le vi mirarle el trasero a una de las cajeras. Como amigo era un encanto, pero como pareja era demasiado mujeriego como para mantener una relación con alguien.
-Sabes muy bien que si que huyo -. Era incapaz de mentirle. Por mucho que me costara, a él le había ido con la verdad por delante-. Tengo esa costumbre. Prefiero evitar a según que personas.
-No vas a cambiar nunca.
Estuvimos hablando un buen rato, a pesar de que él no paraba de recibir broncas de su encargado porque no hacía ni el huevo. He de reconocer que mientras hablaba con él recordaba momentos en que habíamos compartido una pasión ardiente de las que parecía que no fuesen a terminar nunca y que cuando acababan estabas exhausta. De eso hacía ya un tiempo y ahora aunque la tentación era grande, procuré contenerme.
Le conté el panorama de la semana y su cara no cambió en ningún momento. Era difícil que se escandalizara conmigo, hasta hacía poco, todo lo que sabía de mujeres, sexo y fiesta, se lo había enseñado yo.
Cuando terminé de hablar se limitó a expirar profundamente.
-Termino en una hora. Espérame en la cafetería que hay justo aquí detrás. Y, por cierto, te conozco. No saques la tarjeta y compres algo que luego no puedes pagar.
Un americano para mí y un café descafeinado para él acompañados de un par de cigarros. Siempre nos pedíamos lo mismo. Personas de gustos fijos que se suele decir. Fue la misma conversación que tuve con Cleo pero no tuve la misma sensación. Contándoselo a él no tenía ningún tipo de remordimiento ni miedo a que me juzgaran. Aunque la cara que puso cuando llegué al momento de la nota fue la misma. La había visto demasiadas veces. Sabía la respuesta antes incluso de que yo se la dijera. Adivinó a quien había visto y que era de Markus de quien huía. Si ni tan siquiera se lo conté. ¿Acaso era transparente?
- Si le vemos me haré pasar por tu pareja. Siempre me ha divertido eso de poner los dientes largos a otras personas. Además fue lo que mejor aprendí de ti, ya que si lo recuerdas, fue como conseguiste que me fijase en ti con ese tal Andrew, ¿ese era su nombre?
- Raoul, pero a ti se te permite cambiarle el nombre. Además, te recuerdo que no sé como te lo creíste, no fue una de mis mejores jugadas. Era gay y amigo de Sean.
- Lo sé, pero a simple vista parecía un hetero de pies a cabeza.
#
Y llegó el maldito domingo....
El día que me llegó un mensaje escueto con tres palabras.
MARKUS. STARBUCKS. ONCE
Y eran las nueve de la mañana. Tenía tiempo de sobras. A las diez estaba saliendo por la puerta. Tras un horrible viaje en metro estaba en el lugar indicado aunque en la acera de enfrente, mirando por un escaparate para asegurarme que él se presentaba. Efectivamente, tal y como esperaba, no se presentó. Al menos eso fue lo que me pareció antes de verlo. Él ya estaba allí, y vete a saber desde cuanto rato hacía. No me extrañó nada, la mayoría de los hombres con los que había estado tenían esa horrible costumbre de estar antes de la hora acordada. Para que luego digan que somos las mujeres las que hacemos esperar. No es cierto, son ellos que llegan jodidamente pronto. Aunque reconozco, que en mi caso, si que era cierto que casi siempre llegaba tarde. Crucé la acera, estaba nerviosa, como un flan. La misma sensación que cuando eres pequeña y el día de Navidad vas al árbol a ver que te ha traído Papa Noel. Un nudo en el estomago que no se te quita en ningún momento. Andé con paso decidido, intentado disimular el miedo y la incomodidad que se apoderaron de mi cuerpo. No tenía claro que estaba haciendo ni por qué. Me había pasado durante toda la semana. Cada día que pasaba las mismas preguntas. En más de un momento, mientras andaba tuve la extraña bipolaridad de si debía marchar aprovechando que aún no me había visto o si debía seguir adelante. Evidentemente, hice lo que hubiese hecho cualquier otra, seguir adelante. Al fin y al cabo, él se había presentado y era mucho más de lo que hubiese esperado de él. Al menos eso pensé yo, después de todo siempre son los hombres los que se empeñan en dejarnos como las malas por dejarlos plantadas, sólo que no se han visto en un espejo.
Al fin llegó el momento, lo tenía a unos metros de mí. Muy cerca, más de lo que hubiese querido. Estaba mirando al suelo. No podía creerlo. La idea había sido suya y ahora ni tan siquiera se atrevía a mirarme. Me acerqué un poco más, aunque solo fuese para darle un cordial beso. Estaba sonrojado. No era verdad que era tímido. Se trataba de una broma. El hecho de que fuese cortado y tuviese ese punto de dulzura en los ojos le hacía más cercano.
Pensé que lo mejor iba a ser que me fuera. Me di la vuelta, no iba a quedarme en aquella cita. Menos aún con un tímido niño de papá o al menos eso creía. La imagen que mostraba ahora no tenía que ver con todos los rumores que corrían sobre él. No era de ese tipo, lo dejó más que claro cuando me cogió de la mano y me plantó un tierno beso en los labios. Inesperado sí, deseado también. Tratando de mantener la imagen de chica fría que tenía le propiné un tortazo en toda la mejilla. La reacción fue la esperada. Una cara de sorpresa que no entendía lo que pasaba. Seguramente estaba acostumbrado a hacer eso y que las niñas cayesen a sus pies. Interiormente lo había hecho pero no iba a dejar que se viera.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top