Capítulo 22

Me comporté como una odiosa quinceañera, dando saltos de alegría por todo el apartamento. Lo pude ver al contemplarme reflejada en el espejo de mi propia habitación. Desde el momento en que obtuve su respuesta no pude contenerme. Para mi había dejado de ser un plan. Ya no se trataba de una venganza personal contra un chico contra el que había hecho mucho daño. Era algo muy diferente. Fui una chica enamorada viviendo un romance con el que creyó quién era el hombre de sus sueños.

Me supo mal por Cleo y el sentimiento de que la estaba traicionando volvía a apoderarse de mí. Siempre fue y sería mi amiga y no iba a ocultárselo. Después de todo la idea que se lo hubiera pedido a él fue suya. Me advirtió que en el momento que me hiciera daño o que fuese difícil para mí lo dejase, pero no era así. No era difícil, sino todo lo contrario, era placentero.

Me avalancé sobre la chaqueta y cogí el teléfono y marqué su número. Esperé que diese un par de tonos hasta oir su voz al otro lado del teléfono.

- Ha dicho que sí - una tremenda risa de histérica salió de mí.

- Bien, vamos ganando terreno.

Le colgué despidiéndome de ella. No pude explicárselo. Supe que no lo iba a entender y no sería capaz de ponerse en mi lugar. Siempre iba a estar dolida con él por lo que le hizo y no podría perdonarle. Además, ella ya estaba viviendo su propio cuento de hadas, tal vez era el momento de que yo viviera el mío ¿Por qué iba a ser ella la única que encontró a su príncipe azul en esta historia?

Había otra persona más adecuada para contarle, pero antes de poder compartir con él lo que estaba viviendo debía ayudarle.

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Salí corriendo como alma que lleva el diablo para no perder el tren que me dejaría en el centro. Jugué durante todo el trayecto hasta llegar a la galería con las llaves pasándomelas de mano a mano. Intenté dejar mi mente en blanco y alejar cualquier preocupación de mi mente pero me era imposible. No dejé de imaginar las diferentes situaciones y maneras como poddía plantear a Raoul lo que quería hablar con él. Era una cosa tan sencilla que era cómo era posible que se estuviera comportando como un idiota. En todas y cada una de ellas lo único que lograba es que fuera una reprimenda muy severa, pero así conseguiría que se alejase y no oder hablar las cosas con él.

Una vez en la galería fui al despacho, cogí la carpet donde guardaban las facturas con una mano y con la otra marqué de memoria su número de teléfono.

- Llamaba para verificar los datos donde hemos de enviar las obras y preguntar si es posible que pasases por la galería para firmar la factura y poder gestionar el envío.

- Podría estar ahí en una hora, más o menos.

- Ningún problema.

Esperé el tiempo necesario sin dejar de imaginar la siguiente conversación.

Cuando llegó se acercó y me besó de una forma cálida y cordial. En menos de veinte minutos finalizamos los trámites y el se dirigió a la puerta para salir. Carraspé para hacer notar que aún no quería que se fuera.

- ¿Necesitas algo más?

- Que dejes de comportarte como un crío - tras esas palabras me miró de forma amenazante.

- No te ofendas, pero no es asunto tuyo.

- Lo es cuando estás jugando con alguien a quien quiero.

- No juego con él.

- Entonces, ¿qué necesidad de quedar con otros? ¿Por qué hacer ver como que no existe?

- Porqué es más fácil - había bajado la cabeza, me acerqué a él y vi que unas lágrimas le resbalaban por las mejillas.

- ¿Más fácil?

- Que te hagan daño.

- ¿Cómo puedes pensar ni siquiera en ello?

- ¿Cómo no? Ya lo han hecho otras veces y lo sabes -. Hizo una pausa dramática-. Además, él cree que me conoce pero no es verdad. Tengo miedo. Estoy aterrado de que si conoce a mis amistades y los entornos por los que me muevo sepa cómo era antes y lo que hacía.

- Raoul, todos tenemos un pasado y hemos de convivir con él -. Le apoyé la mano en el hombro y noté como temblaba cada fibra de su ser -. Lo que realmente importa no es quien fuiste antes sino en quién te has convertido ahora.

- ¿Quién se supone que soy?

- Alguien que esta listo para enamorarse, que quiere coger el toro por los cuernos y decir a la persona que ama que quiere estar con ella sin temor a las consecuencias o a lo que pueda pasar. Una persona que quiere hacer un salto de fe y dejarse sorprender por las cosas que le va a deparar la vida a partir de hoy.

- ¿Seguimos hablando de mí? - Fui subiendo el tono y diciendo las cosas cada vez con más entusiasmo. A cada una de las palabras que había diciendo no tenía en la mente a estos dos. En todo momento imaginaba a Markus y me planteaba todo el futuro que podría tener de ahora en adelante.

No había ninguna duda de que me había enamorado de él.

Cuando volví al mundo real, Raoul continuaba de pie delante de mi mirando perplejo sin saber qué hacer.

- ¿Qué demonios haces aquí? Ves a buscarle ahora mismo y sé todo lo teatrero que puedas.

Al cerrar la galería, empecé a sonar mi teléfono de forma insistente. Una vez pude tener las manos libres lo saqué y lo sostuve. Número oculto. No le di mayor importancia, esperé a que volvieran a llamar si era urgente. Como si se tratara de un truco de magia volvió a sonar y descolgué.

- ¿Si?

- Sé que es tarde pero, ¿hacemos un café? - Ahi de nuevo estaba esa voz que hacía que mi mundo diera la vuelta, a pesar del tiempo que había pasado. No pude. Me prometí a mí misma que lo apartaría de mi vida.

- Lo siento, estoy demasiado cansada - colgué. Era muy triste que no tuviera ni siquiera el valor suficiente para poder decirle la verdad.

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