Capítulo 14
- Para que después digan que los hombres no lloran- conseguí arrancarle una pequeña sonrisa. Por lo menos había había hecho que la situación fuera un poco menos tensa.
- Ya ves que eso no es verdad. ¿Querías algo, Iris?
- Sí. ¿Te importaría acercarme a casa en coche? Sé que es echarle bastante cara pero es que se me ha echado el tiempo encima y no voy a llegar al trabajo y con el poco tiempo que llevo es algo que no me puedo permitir.
- Sí, claro, me va de camino. No eras muy consciente del tiempo mientras hablabas con Markus.
- Vamos, seguro que Cleo te ha contado lo que hay detrás de todo eso.
- Sí y me parece retorcido incluso para vosotras dos. Solo deseo que no se te vaya de las manos y lo puedas controlar. Lo último que desearía es que salieras malparada de ello.
- Tranquilo, está todo bajo control. ¿Sería mucho preguntar porqué estabas así?
- No te hagas la tonta, lo sabes perfectamente.
- Es por Cleo, ¿verdad?
- Fíjate, si al final va a resultar que eres lista y todo.
- Sé que es ser un poco metomentodo, pero ¿qué ha pasado?
- Te dijo que se sinceró conmigo respecto a lo que sentía por mí y que yo solo supe darle las gracias, ¿no es así? Pues bien, el otro día me sinceré yo y me atreví a expresar lo que siento por ella y como me hace sentir. Al saberlo ha cambiado repentinamente y ya no es la misma. No contesta mis llamadas ni mis mensajes, ni mis correos. Está desaparecida desde el momento en que le dije que la amaba.
- ¿Por qué no subes cuando me dejes y hablas con ella? Haremos que sea algo espontáneo y nada preparado.
Una media hora más tarde Claus aparcaba enfrente de casa. Cuando fui a bajarme del coche lo vi. Sujetaba el volante con ambas manos y estaba temblando. Hice un gesto de ir a cogerle el brazo pero se apartó en seguida. Después de todo a lo mejor mis intenciones para con ellos dos eran buenas, pero no había tenido en consideración si ellos estaban preparados para afrontarlo.
- No puedo - estaba temblando y tenía la voz completamente rota.
- Cuanto más tiempo dejes que pase va a ser peor.
- ¿Por qué se comporta así?
- Por la misma razón que tú, Claus. Está aterrada. Solo necesita que le demuestras que vas a estar ahí con ella - me daba miedo decir más de lo necesario. Si me iba de la lengua y se enteraba por alguien que fuese ella estaba convencida de Cleo me mataría.
- Le he dicho lo que siento por ella, ¿por qué no es suficiente?
- Créeme, es más que suficiente. Yo estaría encantada de que alguien como tú me dijese que me quiere.
- Tú no eres ella.
No pude evitar que aquellas palabras me dolieran pero en ningún momento se lo tuve en cuenta.
- Sé perfectamente que no soy ella, pero la conozco de hace tiempo y soy consciente de qué es lo que ella está pidiendo a gritos en estos momentos.
Lo convencí de que subiera conmigo. Cuando entramos en el piso comprobé que Cleo permanecía enclaustrada en su dormitorio y que no había salido de allí en toda la mañana. Le indiqué a Claus de que se sentara en el sofá y esperara.
Mientras yo me iba para mi habitación pude ver como Cleo salía de su dormitorio y se quedaba atónita al ver a Claus sentado en nuestro sillón. Éste al verla salir se puso de pie y la miró fijamente.
- Tenemos que hablar - fueron las últimas palabras que conseguí escuchar antes de encerrarme en mi cuarto.
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- ¿Te puedo servir algo?
- No, me voy a poner directamente con el trabajo.
- ¿Necesitas ayuda?
- ¿Acaso sabes como ha ido evolucionando el arte a través de los tiempos teniendo en cuenta momentos históricos, funcionalidades y técnicas de los diversos autores más significativos de cada una de las pocas?
- No.
- Entonces no, gracias.
- Muy bien, pues ponte cómoda y a ello. Yo bajo un momento a coincidir con mi amante perruno.
- Veo que me vas a tener que contar algo, ¿me equivoco?
- Lo único que he de contarte es que te has poner con el trabajo que es el motivo por el que has venido.
- Ya, pero una cosa no quita la otra, ¿no?
- No vas a conseguir embaucarme como otras veces.
Cuando apagué el ordenador y me levanté para estirar un poco las piernas Louis entraba por la puerta. Miré el reloj y no había sido consciente de lo tarde que se había hecho y de lo mucho que él se había demorado. Entró con una radiante sonrisa dibujada en sus labios.
- Si que te has entretenido.
- ¿Te vas a quedar a cenar? - digo desviando la atención del tema.
- Depende de lo que vayas a cocinar.
- Había pensado en hacer un poco de sushi casero.
- Me has convencido. Si no te parece mal no solo me quedaré a cenar sino que también a dormir.
- Mientras no te suponga mucho apuro dormir con un gay - dijo con todo el desparpajo que le caracterizaba.
- Por lo menos dormiré tranquila de que no intentarás abusar de mi mientras duermo.
- Eso seguro, no tienes que sufrir por notar partes de mi cuerpo ni rozando ni entrando en tu cuerpo - dijo estallando en una sonora carcajada. A los pocos segundos se quedó completamente serio -. ¿Cómo va todo?
- De momento las cosas van bien. Aunque hay momentos en que me desestabiliza y me hace olvidar el porqué lo hago.
- Si no te ves capaz déjalo antes de que te haga daño.
- No es que me vaya a hacer daño. Solo es que muestra una parte suya que desconocía, que no sé hasta que punto es verdad.
- ¿Cómo por ejemplo?
- Cómo que ya nos llama novios y me pide sinceridad y no sé hasta que punto es porqué realmente lo cree así o porqué se huele algo de todo lo que estamos tramando.
- Y en el caso de que sea el primer caso, ¿qué vas a hacer? Sabes que la verdad puede ser muy peligrosa.
- ¿Lo dices por experiencia personal?
- Ni lo intentes. No vas a conseguir que hablemos de mí.
- ¿Dónde está el problema?
- En que no me habla y era el hombre de mi vida de eso estoy convencido.
- No exageres. Además, si no te habla porqué le hayas dicho lo que sientes, el hombre de tu vida es un poco capullo.
- ¿Sabes que hablas de un amigo tuyo?
- Lo que te estoy diciendo a ti se lo he dicho a él muchas veces.
- ¿Has hablado con él?
- Creía que no íbamos a hablar de ti.
- Y no estamos hablando de mí, sino de algo que tiene que ver contigo.
- Curiosa manera de darle la vuelta a la situación.
Mientras cenábamos seguía como ausente y ensimismado en sus propios pensamientos. Por mucho que le hablara o que le dijera, él solo se limitaba a asentir con la cabeza, pero no me estaba escuchando lo más mínimo.
- Me aterra la idea de hablar con él.
- ¿Le vas a llamar tú o voy a tener que organizaros una cita?
- Quedaré con él y aclararé las cosas cuando tú te sinceres con Markus y admitas lo que es más que obvio desde un principio.
- ¿Y que es eso?
- Desde que has empezado a darle vueltas a todo eso para ti no es una venganza ni nada por el estilo. Es una cuestión personal de demostrarte a ti misma que puedes hacer frente a la situación y te vas a estar negando a ti misma que estás enamorada de él.
- Muy bien, si así son las cosas ya puedes llamarle porque a partir de mañana yo voy a poner las cartas sobre la mesa con Markus.
- ¿Cómo puedo estar seguro de que lo vas a hacer y que no es una encerrona?
- Alguna vez te he mentido de algún modo o he dicho que fuese a hacer algo que finalmente no he hecho - le miré fijamente y pude ver por su expresión que le tenía contra las cuerdas.
Sabía perfectamente que no iba a tener el valor necesario para quedar con él y que iba a necesitar un pequeño empujón para seguir adelante con su relación. Le cogí el móvil sin que él se diera cuenta y le mandé un mensaje a Raoul en el que lo citaba en el centro comercial a una hora en concreto. De una forma muy sutil le propuse a Louis de ir mañana en la misma hora al mismo lugar y aceptó. Ambos nos fuimos a dormir pero ninguno de los dos conseguía dormir. Yo, tenía en la cabeza las palabras de Louis que no dejaban de resonar en que me lo tomaba como algo personal para demostrarme algo a mí misma, y además de la extraña sinceridad de Markus de aquella misma mañana. Louis tenía una sola preocupación en la cabeza que tenía nombre, Raoul.
Por la imposibilidad de ninguno de los de poder dormir estábamos sentados en el sofá con la televisión encendida pero sin mirar nada. Ambos teníamos la vista completamente perdida.
- ¿Probamos de acostarnos juntos? - soltó de repente entre risitas.
- Tú quieres salir por la ventana, ¿verdad?
- Eres incapaz de matar a una mosca Iris, y lo sabes.
- Ni se te ocurra ponerme a prueba porque tienes las de perder.
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- ¿Cómo que hoy no has venido? - el tono interrogativo en la voz de Markus me sobresaltó.
- Me he quedado haciendo el trabajo y aún tengo para rato. Llevo desde las diez de la mañana y justo ahora acabo de empezar a redactar.
- Si quieres puedo acercarme y ayudarte con el trabajo - aceptar ese ofrecimiento significaba decirle dónde vivía y no terminaba de ser una buena idea. Le di la dirección de casa de Louis, me imaginé que a él no le importaría. Si se daba el caso de que coincidían seguro que sabría como salirse o aprovecharse de la situación.
- ¿Has comigo algo? - le pregunté mientras Louis entraba por la puerta.
- No, la verdad es que esperaba que me hubieses hecho algo de comer.
- Será un momento, aunque ya sabes que las artes culinarias nos son mi punto fuerte.
- Tú no tienes de eso.
- ¿Acaso estamos jugando a marido y mujer que se echan cosas en cara constantemente?
- Bueno, ¿cuál es el menú, querida?
- Pasta al pesto y pollo con un poco de vino tinto y menta.
- ¿Dónde quieres que meta todo eso?
- Te lo comes y punto. Además, no vas a comer tú sólo. A mi se me ha ido el santo al cielo y he de irme a trabajar.
- ¿Cómo llevas el trabajo?
- Bastante bien, aunque me he de poner aún más en serio -. Hice una pequeña pausa dramática. - Por cierto, ha de venir Markus a traerme unos libros que necesito.
- En absoluto me molesta. Sólo una pregunta, ¿los tendré que recoger yo?
- Si eres tan amable y no te importa hacerme el favor.
Llegué al trabajo muy bien de tiempo, o al menos eso creí, hasta que vi a Niko de pie en la puerta de la galería. El motivo era que quería celebrar la magnifica venta del día anterior.
- Yo no tuve nada que ver. El cliente lo conseguiste tú.
- Fuiste muy mala. Después me comentó que te conocía y que la familiaridad que le hablas transmitido es lo que le había hecho decidirse por esta galería en concreto.
- Lo que pasó es que tu comprador sabe muy bien como venderse - dije mientras apuraba de un trago la copa.
Un par de horas después de que Niko se hubiese ido y yo hubiera estado ensimismada mirando la nueva colección que había entrado aquella misma mañana sonó la campanilla de la puerta que indicaba que alguien había entrado.
Me giré y ahí estaba tan guapo como siempre sólo que con una cara de cabreo impresionante. Por un momento tuve miedo y retrocedí un par de pasos hasta que el mostrador me impidió poder seguir apartándome de él.
- No podías esperar, ¿verdad? Tenías que decírselo.
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