Capítulo 13
Todos los trenes iban a ir con una hora de retraso durante todo el día. Cleo estaba mi lado esperando y quejándose en voz alta de lo mal que iban siempre los transportes. Nunca terminé de entender porqué venía en tren cuando disponía de Claus y de su coche para que la acompañara. En repetidas ocasiones le pregunté porqué no le llamaba para que la viniera a buscar y la llevase a clase, pero siempre obtenía la misma respuesta de que no quería molestarle. Me extrañaba bastante todo aquello pero no quise darle la menor importancia. ¿Cabía la posibilidad de que en el poco lapso de tiempo que se habían separado hubiera ocurrido algo? ¿Era posible que Cleo me estuviera mintiendo? Si no tenia que hacer suficiente cosas ese día, añadí a mi lista de tareas el observar el comportamiento de Cleo y detectar si había ocurrido algo con ella y Claus.
Una vez en clase, con casi hora y media de retraso, tomé asiento en mi silla de siempre, al final del aula al lado de la puerta. Le vi. Sentado en las primeras filas. Desprendía una esencia mucho más madura y segura que no la de niño de papá que me había inspirado siempre. ¿Era posible que supiera que le iba a dar una respuesta? Llevaba una americana oscura con unos tejanos desgastados y un polo de color rosa. Incluso se había cortado el pelo. En un momento que se giró para mirar para atrás, como si supiera que yo acababa de entrar pude admirar lo guapo que estaba esa mañana. Iba a decírselo hoy y no tenía la más remota idea de cómo iba a reaccionar, ni siquiera sabía cómo iba a reaccionar yo misma.
Sacudí la cabeza quitándome todas las imaginaciones perversas y situaciones ridículas que se me vinieron a la mente. En realidad no iba a pasar nada y todo iba a ir de maravilla, sin ningún inconveniente ni contratiempo.
- Cuando vuelvas de dónde sea que te hayas ido hay que leerse los tres primeros capítulos para dentro de tres días - la voz de Cleo me había traído de vuelta al mundo real.
En aquellos momentos el plan de decírselo e infligirle el mismo daño que él había hecho a otras chicas era una cuestión personal de demostrarme a mí misma que tenía el valor suficiente para anunciárselo.
Al finalizar la clase, él continuaba sentado en su silla como si esperara a algo a alguien. Me acerqué lentamente por detrás y le toqué el hombro para que se girara. Al hacerlo, de nuevo, mostraba la mejor de sus sonrisas.
- Sí - fue la única palabra que conseguí pronunciar. Acto seguido le di un beso en la mejilla y me largué de allí como alma que lleva el diablo. No estaba preparada para ver su reacción.
Me giré un momento para observar que se había quedado congelado en el mismo sitio. Ninguno de los músculos de su cuerpo se movía. Sus ojos estaban fijos en mí y con la palma de su mano se acariciaba la mejilla dónde le había dado el beso. No podría afirmarlo con toda seguridad, pero me pareció ver que su mirada tenía un brillo de esperanza que nunca antes le había visto.
- No me creo que vayamos a hacer esto - le dije a Cleo mientras la agarraba del brazo y me la llevaba a una zona lejos de él.
- No me puedo creer que se lo hayas dicho.
Vi cómo se acercaba hacia mi con paso decidido y las piernas empezaron a temblarme, pero en ese preciso instante, su club de fans le acorraló y empezó a increparle a preguntas como que quién era yo y qué significaba ese si que le había dicho.
El resto de la mañana me dediqué a jugar al gato y al ratón con él evitando cualquier encuentro que se pudiera dar y si ocurrían me escabullía con alguna excusa o le despistaba un momento para salir corriendo. Realmente estaba dando un espectáculo bochornoso.
A medida que iba pasando la mañana veía como su paciencia se iba agotando. Los encuentros casuales cada vez eran más forzados y en momentos más íntimos. Si podía acorralarme en algún sitio dónde no hubiese nada no se privaba de hacerlo. Aunque me sentía bastante estúpida, una parte de mi estaba disfrutando con ese juego en el que yo me hacía la interesante y él se las ingeniaba para intentar hablar conmigo.
A la misma vez que me entretenía en mis artimañas iba buscando los momentos de observar el comportamiento de Claus y Cleo. Era obvio que algo había cambiado entre ellos. Mientras que Claus se mostraba como había sido desde un principio, mi amiga estaba distante y evitaba cualquier contacto o encuentro con él. ¿Sería posible que se hubiera cansado de él y le quisiera dar la patada? Si así era, no podía evitar sentir cierto pesar. A Cleo se le veía muy a gusto con él, y nunca había visto a ningún chico desvivirse por ella como lo hacía.
- Tenemos que hablar - le dije una vez sentadas en el tren de vuelta.
- Ahora mismo no puedo, estoy ocupada leyendo uno de los libros que nos han comentado en clase.
- ¿En serio? Si tienes el libro del revés - le cogí el libro y me lo guardé bajo el brazo -. Tampoco te vas a librar diciendo que no te gusta airear los trapos sucios fuera de casa porque el tren va completamente vacío -. En todo el vagón sólo había un chico sentado al final del vagón con los auriculares en las orejas completamente ausente al mundo que lo rodeaba -. ¿Qué pasa?
- No has de hacer nada de lo que me pase a mí. Preócupate de ti misma que bastante falta te hace.
- No te consiento que me hables de ese modo. ¿Qué es lo que pasa con Claus? ¿Qué os ha pasado? ¿Ya te has cansado de él?
- No.
- ¿Entonces?
- Nada - su tono de voz era cada vez más elevado.
- Cuentámelo.
- No hay nada que contar.
- ¿Acaso quieres que me lo crea? ¿Vas a mentirme? Creo que con una de las dos mintiendo a alguien es suficiente.
- No me contestó - se había puesto de pie y estaba roja de rabia con los puños cerrados con fuerza a cada lado de las caderas. Sus ojos empezaron a brillar y asomaron las primeras lágrimas. Hizo un intento por contenerse pero le fue imposible. - El muy cabrón no me contestó. Bueno, miento, me dijo gracias. ¿Quién coño da las gracias? No tiene ningún sentido. Le dije que le quería, me sinceré con él y le confesé que me había enamorado de él a pesar del poco que tiempo que llevamos y lo único que supo hacer fue darme las gracias como si le hubiese dado un regalo.
- Puede ser que lo cogieras desprevenido.
- Acepto eso. Pero, hubiera sido mejor que se hubiera quedado callado sin decir nada. Me he enfrentado a silencios, desplantes, excusas y mentiras pero nunca a que me den las gracias. Estoy furiosa con él y conmigo misma.
- ¿Por eso le estás evitando?
- No puedo mirarlo, no me atrevo. De hecho, no me atrevo ni a mirarme a mi misma. Deberías verle Iris. Cuando me mira en sus ojos no hay amor, hay ternura y compasión, como si mirara a un cachorro abandonado. No puedo estar con alguien que siente compasión por mi, necesito estar con alguien que me ame con la misma intensidad que soy capaz de amar -. Nunca recordé haber visto a Cleo tan afectada.
- ¿Has intentado hablar con él?
- No puedo hacerlo.
#
Abrí la galería y miré las horas pasar lentamente sin que nada importante sucediera. Aproveché aquellos momentos para pensar en todo lo que me había planteado con Markus y mi comportamiento los útilmos días, reflexioné sobre lo que Cleo me había comentado acerca de ella y de Claus y no podía evitar sentirme impotente por no poder hacer nada, aunque por otra parte, era responsabilidad de ellos dos solucionarlo. Claus por su parte debería no habérselo tomado de una forma tan frívola y Cleo no hubiera tenido que dramatizarlo de aquella manera en que lo hizo.
El teléfono me sacó de mis ensoñaciones y pensamientos. La voz de Niko, el que era mi jefe, al teléfono me indicó que en menos de una hora iría a la galería con un comprador que estaba interesado en adquirir toda la colección de la galería. Sabía sin necesidad de que me dijera nada lo que aquello significaba, y era que la galería debía estar en perfectas condiciones.
En menos de media hora estaba todo impoluto y muy presentable. Me miré en el espejo para colocarme el uniforme de forma impecable: sin arrugas, correctamente plisado, y el cuello anudado elegantemente al cuello.
Salí a la recepción y a lo lejos en la calle vi llegar a dos figuras masculinas. La de Niko era inconfundible por aquellos andares que tenía de superioridad si los comparábamos con los del que se iba a comer a su lado. Éste iba encorvado hacia delante y con unos andares que daban la sensación de que llevaba el peso del mundo sobre sus hombros. A pesar de ello no podía evitar que me resultase vagamente familiar.
Entraron y le saludé cortesmente. En cuanto tuve delante al comprador le reconocí. Era Raoul, el mismo que el de Louis. Sabía por lo que me había contado él que su padre fue un magnate de los negocios y que con su muerte le había dejado una enorme fortuna. Me reprimí el mostrar las cercanías o el conocerlo de antes y adopté una postura de lo más profesional.
Al terminar de explicarle las características y conceptos de cada uno de los cuadros que adquirió, extendió un cheque que entregó directamente a Niko.
A las nueve de la noche apagué todas las luces y conecté la alarma, bajé la persiana y me dirgí al metro para irme a casa. Cuando llevaba un rato caminando empecé a oír unos pasos que me seguían. En un primer momento no le di importancia, pero cada vez estaban más cerca y eran más acelerados como si quisieran cogerme el ritmo. Aceleré el paso con las esperanza de poder esconderme en alguna esquina o dentro del metro. Cuando me encontraba a unos pocos pasos del metro una mano me sujetó el brazo por detrás y con la otra mano me tapó la boca.
- ¿Prometes no gritar si te destapo la boca?
Asentí con la cabeza, mientras lo hacía la mano que me tapaba la boca se fue apartando lentamente. Cuando estaba un poco más libre y tenía más movimiento le di una patada en la entrepierna y empecé a correr. El grito desgarrado de dolor que sonó a mi espalda me fue vagamente familiar. No sabía porque podía asociar esa voz y esos ruidos a una cara conocida. Me paré en seco y giré sobre mis tacones para ver a Raoul en suelo de rodillas sujetándose sus partes intimas como si se le fuesen a caer al suelo. Se me quedó mirando con una cara esperando una disculpa por mi reacción pero lo que obtuvo en su lugar fue una tremenda reprimenda.
- ¿Te parece normal asustar a la gente de este modo? - le grité sin poder contener todo el torrente de rabia que se había apoderado de mí en pocos segundos.
- Tranquila, Iris. Para mí también es un placer volver a verte.
- Lo siento, pero en serio. ¿Lo ves normal?
- ¿Cuándo se me ha podido considerar a mí una personal normal?
- ¿Quieres un poco de hielo o algo? - dije intentado reprimir la carcajada que amenazaba con salir.
- ¿De dónde pretendes sacar hielo en medio de la calle?
- Lo siento, intentaba ser amable.
- ¿Después de darme una patada en las pelotas? Muy acertado por tu parte, ¿no crees? - dijo mientras se desternillaba de risa.
- No me digas...
- ....¿que he esperado a que salieras? - terminó la frase por mí.
- ¿Para qué?
- El otro día Louis me dijo que te conocía.
- Le conozco desde hace tiempo, ¿por qué?
- De modo que la idea de que Louis era el hombre ideal para mí fue tuya, ¿no es así? Me extrañaba que existiese un hombre tan perfecto para mí, parecía que estuviera hecho a medida. - Hizo una pausa -. Claro que estaba hecho a medida para mí, pero por ti.
- ¿Por qué me da la sensación de que me estás hechando la culpa? Has sido tú quien ha seguido quedando con él. Después de tantas veces dudo mucho que haya mantenido un guión. ¿No te has parado a pensar que en el algún momento habrá sido él mismo?
- La verdad es que no.
- Entonces, ¿a qué viene que me sigues echando a mí la culpa? Ha sido una decisión tuya seguir viéndolo. Además, sé perfectamente que habéis hecho algo más que quedar.
- Sí, hemos llegado más lejos.
- ¿Y? ¿Has venido a decirme que cómo ya te lo has tirado no quieres saber nada más de él? ¿Acaso pretendes que se lo diga yo? Pues lo siento, pero vas a tener que dar la cara.
- No es eso.
- Entonces, ¿cuál es el problema?
- No lo sé. No tengo ni idea de lo que me pasa. No dejo de pensar en él. Se va y ya le echo de menos, por eso quedamos tan a menudo. Cualquier cosa que dice o que hace se me queda grabada en la cabeza. Tú misma lo has dicho Iris, nunca aposté por nadie.
- Estás enamorado de él.
- Ni hablar. Nunca me enamoro, ¿acaso sabes con quién estás hablando?
- Con un tío normal y corriente, así que deja de pensar que estas por encima de todo y de todos.
Iba a tener que ser iniciativa de Louis decírselo.
¿Se supone que contarle a Louis la conversación que había tenido con Raoul?
- Bueno, ¿qué hago?
- Lo lamento, pero no soy yo quien ha de dar la respuesta a eso.
Mientras me alejaba para ir hacia el metro me sentía incómoda conmigo misma. No era justo, en ninguna de las situaciones podía hacer nada. En el caso de Cleo y Claus era él quien debía tirar de las tiendas. En lo de Raoul y Louis uno debía avanzar y el otro adaptarse.
#
- Había hambre, ¿eh?
- A la mierda la dieta.
Entré en el baño para refrescarme la cara y cepillarme los dientes y adecentarme un poco antes de irme a dormir. Bajé un momento la vista hacia el suelo y lo vi. Tirado en el suelo, escondido detrás del cubo de basura había un test de embarazo. Lo recogí del suelo y vi que el resultado de éste era positivo.
Salí del baño intentando aparentar la máxima normalidad posible y sin cuestionarme nada. Cleo permanecía sentada en la cocina mirándome fijamente. No hizo falta ni que yo se lo preguntara ni que ella lo explicara. Empezó a llorar desconsoladamente y se encerró en la habitación dando un sonoro portazo.
Estaba realmente cansada y necesitaba dormir un poco para poder rendir al día siguiente así que entré en mi habitación y me tumbé en la cama. Estuve un buen rato dando vueltas sin poder conciliar el sueño. Me era imposible. El silencio que había en todo el piso se rompía por los llantos de ella. Me levanté y crucé el piso hasta estar frente a la puerta del dormitorio de Cleo y llamé un par de veces.
- Lo he dejado ahí queriendo. Necesitaba que lo vieses. Los tres que he hecho han dado positivo.
- No entiendo nada, ¿no decías que siempre lo hacías con protección?
- Solo fue una vez que se nos olvidó y ahora me va a tocar pagar a mí las consecuencias.
- ¿Cómo que te va a tocar pagar a ti las consecuencias? ¿Acaso se limpia las manos?
- Él no sabe nada y debe seguir siendo así.
- Pero, ¿y si quiere ayudarte?
- No va a haber nada en lo que ayudarme.
- ¿De qué estás hablando?
- No lo voy a tener, y antes de que me digas nada ya lo he pensado mucho y le he dado demasiadas vueltas. No me he estado cuarto años preparando para tirarlo todo por la borda por un niño. Llámame egoísta si quieres, pero no quiero más compromisos. Claus no lo sabe ni lo sabrá y esa es mi última palabra con respecto a ese tema.
- ¿Por eso estabas así de ausente?
- Estaba así por ser una inconsciente, por no tener cuidado, porque me doy asco a mí misma por la decisión que he tomado. Y sobre todo porqué he reunido el valor para hablar con él y tengo la respuesta a lo que le dije. Él también me quiere y está enamorado de mí.
- Pero eso es bueno, ¿no?
- No, para nada. Es que no ves que al decirme esas dos palabras me ha puesto mucho más difícil la elección que debía tomar.
- ¿Por qué no se lo cuentas todo?
- Desde fuera se ve todo muy fácil, ¿verdad? Si no se lo cuento es porqué se cual va a la respuesta.
Salí de la habitación, pues sabía que no iba a conseguir que ella cambiase de opinión. Me fui a mi cuarto y a los pocos minutos oí como el dormitorio de Cleo se abría y ella entraba en el baño. Después llamaba a mi puerta.
- Iris, he hablado demasiado deprisa. No tengo el valor de hacerlo. Al haber ido al baño me he tocado la barriga y he sentido algo que no había sentido antes.
- Es una decisión que debéis tomar entre los dos. Tú sola no vas a tener la fuerza para llevar el peso de una decisión tan importante.
#
A la mañana siguiente me fui sola a clase ya que Cleo no se sintió con fuerzas para poder enfrentarse al mundo real. Entré en el tren y me senté en un asiento que daba a la ventanilla. Me quedé con la vista perdida en el paisaje hasta que una voz familiar me habló a mi lado. Me giré y estaba ahí con su sonrisa encantadora de niño bueno.
- ¿Cómo te va?
- Bien -. No tenía el valor suficiente para hablar del tema que le preocupaba directamente por lo que iba a dar un rodeo.
- Me he enterado de que has encontrado trabajo. Me alegro por ti.
- Bueno. Tú no puedes quejarte, también tienes un trabajo estable.
- Es en la empresa de mi padre y lo único que hago es pasar los albaranes, facturas y cosas de contabilidad.
-Oye, menos es nada - se había dibujado una sonrisa en mis labios.
- En eso tienes razón. ¿Te has dado cuenta de que siempre tienes la última palabra?
- Es una mala costumbre que tengo, lo siento.
- Mira...- se levantó de repente y me besó dulcemente en los labios. La verdad es que no besaba mal -. Ahora, como novios que somos puedes hacerlo, aunque te advierto que n siempre vas a tener la última palabra.
- ¿No crees que es un poco pronto para llamarnos así?
- Lo veo muy acertado, Ya que si no recuerdo mal te hice una pregunta la que tú contestaste que sí.
- Iris, me encanta que estemos juntos. Contigo tengo la sensación de que puedo ser yo mismo y que no tengo que dar ninguna imagen para agradar a los demás.
- Ni que no fueses así todo el tiempo - le dije en un tono de burla.
Sin que yo fuese consciente de ello la conversación se había tornado mucho más íntima, más privada. El había empezado hablar de temas muy personales suyos y tenía la sensación de que era la primera persona en mucho tiempo con la que conseguía abrirse de aquella manera. Por una parte, me sentía cómoda y me permití la debilidad de la gente y demostrarme como yo era. Por otra parte, era plenamente consciente que en cualquier momento aquello se podía girar en mi contra.
-Lo digo en serio. La imagen de perfección que me han puesto unos como si realmente fuese alguien es algo con lo que siempre he tenido que lidiar y con lo que nunca termina de sentirme del todo cómodo, pero en realidad soy un chico normal y corriente como el resto.
- Salta a la vista de que normal y corriente no eres - dije mientras lo miraba de arriba a abajo.
- Estoy harto de lidiar con la imagen de niño bonito que la gente tiene de mí.
- No sé porqué pero consigo verte como el chico normal y corriente que dices ser, ahora más que nunca - tuve que mentirle para hacerle sentir mejor. Tenía el presentimiento de que si le decía lo que realmente pensaba de él lo hundiría.
- No es que dramatice o que quiera darme más importancia de la que merezco. Solo es que si vamos a empezar una relación quiero que lo sepamos todo el uno de otro, ya que las veces que no he sido como realmente soy he salido perdiendo y haciendo daño a quienes me importaban de verdad.
Era el momento en que yo debía jugar y sincerarme y contarle cómo era realmente. Estaba preparada en cierta manera para hacerlo y hasta una determinada punto, pues sincerarme del todo era contarle el plan y mandarlo todo al garete. En el momento en que iba a empezar a hablar Claus pasó por delante nuestro. Tuve que tomar la decisión de si quedarme con él y empezar a jugar a las parejas o debía ejercer de buena amiga.
Obviamente, no lo dude ni un momento . Me levanté y le dejé con la palabra en la boca y era algo de lo que no me enorgullecía.
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