Capítulo 1

Siempre se dice que hay segundas oportunidades para todo, lo que no termino de tener claro es si para vivir tu propia vida también te las conceden. Solo sé que un buen día me levanté y había empezado mi vida de nuevo, con mi familia, mis amigos de siempre, mi trabajo, el capullo de mi jefe. Pero aquella segunda vez hubo algo que no tuve antes...mi prometido.

Me apetece hablar de lo que me pasó, aunque evidentemente, lo que no voy a hacer es una biografía, sino que me gustaría contaros como empezó todo.

Eran inicios de noviembre del año 2001 y salía de una clase de teoría del arte, en la que se definían los diferentes conceptos de entender el arte según el contexto histórico en el que se encontraba y el autor que llevaba a cabo dicha teoría. Pasaba ya una hora de las nueve de la mañana y llevaba levantada desde las seis. Se me empezaban a cerrar los ojos y en lugar de apuntes solo veía manchas borrosas y no tenía del todo claro si se debía al cansancio o a que estaba desarrollando una miopía de las gordas. Me levanté y fui al pasillo. Estaba en la universidad, allí muchas veces no eres ni una persona, eres un número de identidad que se adjunta a un expediente académico.

En fin, a lo que iba, fuera de clase al final del pasillo había una maravillosa máquina de café y eso era lo que me salvaría de quedarme dormida el día antes del examen. Realmente no había estudiado nada, tenía pensado hacerlo nada más llegar a casa, después de limpiar, poner una lavadora, una secadora, barrer, fregar y planchar un traje para una entrevista de trabajo que tenía al día siguiente. Un montón de tareas que al enumerarlas las dices rápidamente y de forma automática, pero en el momento de hacerlas tardas una eternidad.

Recorrí el pasillo y allí estaba él. El hombre por el que toda la facultad, incluida la secretaria de administración, una divorciada de cuarenta y cinco años y con dos niños, perdía el culo. En mi vida le había hecho caso, es decir, conocía de su existencia, pero creo recordar que la única conversación inteligente que mantuve con él, fue el primer día de la matriculación, acerca de que los precios de los créditos eran abusivos y que si se seguían de ese modo llegaría un momento dónde solo los niños ricos y de papá podrían tener una titulación mientras que el resto estaríamos en trabajos de segunda toda nuestra vida, pluriempleados y además viviendo de pena. Por suerte, yo tenía mis propios ahorros escondidos debajo del colchón, aunque no literalmente claro, y él era un odioso niño rico.

Reconozco que el chico no estaba nada mal. Moreno, ojos verdes, metro ochenta más o menos, de complexión delgada y con una tez bronceada que acentuaba aún más su atractivo. Pero, como he comentado antes, nunca le había hecho ni caso. En un momento, dejé de estar sola andando por el pasillo a tener pegado a mí una sombra, así que con todo el talante que pude y sin parecer para nada basta, me giré sobre mis tacones con la palma de la mano levantada y abierta, para propinarle un bofetón en toda la cara al moscardón que tenía por acompañante. Oí como mi mano cortaba y el viento y..¡mierda! También vi como ese cuerpo tan esbelto, moreno y cuidado que me comería en cualquier momento, repito que no me fijo en él, esquivaba mi golpe mortal. Sé que puede parecer que me pillara de él, desde el primer momento en que lo vi, pero no es así, tan sólo os hago esas descripciones tan detalladas para que podáis haceros una idea de como son las personas que me envuelven en esta historia.

- ¡Eh! Con eso puedes hacer mucho daño a alguien, ¿sabes?

- Lo siento, pensaba que era algún tipo de insecto que pululaba a mi alrededor.

- Eres Iris, ¿verdad? - le ignoré por completo - Permíteme que me presente, Markus.

- Sé quien eres, tú reputación te precede.

- ¿Perdón?

- Los nombres de Cleo y Mandy, ¿te suena?

- No veo justo que me juzgues por opiniones de otros, ¿por qué no quedamos esta tarde, hacemos un café, hablamos y ves que no soy como crees?

- Mañana tengo examen, lo siento.

- ¡Ah! ¿Qué tal pasado mañana?

- Ocupada.

- Ahm - empezaba a estar decepcionado que es justo lo que buscaba. - Vamos a ver, si hoy es jueves...

Increíble, se sabe los días de la semana.

- Ya lo tengo, el domingo es perfecto. Es un día que nunca nadie hace nada. Al domingo no me puedes decir que no - tenía una sonrisa pícara en la cara, lo cual solo lo hacía mas encantador.

- Bueno, por lo que sé no aceptas un no como respuesta.

- Eso es un sí, ¿verdad? - de nuevo puso esa sonrisa tan encantadora.

- Por supuesto que...

- ¿Sí?

- No.

Podía ver perfectamente aquellos ojos verdes por las que todas suspiraban. Me sonreía, me di la vuelta y cogí el monedero del bolso para sacar el dinero para comprar el café que necesitaba para no dormirme. Se me adelantó y mientras introducía la moneda dijo:

- Éste lo pago yo, tú pagas el del domingo. A las once y no te eches atrás.

Tras decir eso, se alejó por el pasillo y fue a reunirse con el grupo con el que estaba antes de que yo cruzase enfrente de él. Me quedé perpleja, pero no podía permitir que él lo viese, de modo que fingí indiferencia y me fui. Noté como me seguía con la mirada hasta que entré en clase y salí de su campo visual. Cuando llevaba un rato escuchando y tomando apuntes me di cuenta que no podía estar pendiente de clase. Recogí mis cosas y me fui. No sé porqué sólo podía pensar en esos ojos verdes. Necesitaba que me diese el aire. Me senté en la fuente situada en el centro de la plaza de la facultad y me encendí un cigarrillo. Me sentía como una quinceañera enamorada o como una de esas fans que se mueren de amor cuando tienen a su artista delante. Era ridículo, sabía de sobras que yo estaba por encima de eso, pero no podía hacer nada al respecto.

- ¿Cuántas veces te he dicho que las chicas tan guapas como nosotras no fumamos?

- ¿Cuántas veces tengo que decirte que el tabaco es junto con el chocolate un excelente sustitutivo del sexo?

Cleo había sido mi mejor amiga desde parbulario. Una amiga de infancia que se suele decir. Creo que menos los novios siempre lo hemos compartido casi todo. Bueno, los novios si que los compartimos sin que ellos lo supieran. Nunca nos molestó. De hecho, somos de esas personas que piensan que lo que es de una es de la otra. Siempre nos llevamos de maravilla y rara vez hemos discutido.

Se sentó a mi lado. Me miraba de un modo que obligaba a contárselo todo. No podía mentirle y decirle que había ido a por un café y nada más. Además vio como había salido de clase y la cara con la que entré. No hablé, sencillamente la miré dispuesta a marcharme.

- De aquí no te vas hasta que me lo hayas contado.

- ¿Qué es lo que querías saber? - quería hacerme la loca, a pesar de que sabía perfectamente a lo que se refería.

- ¿Qué va a ser? Tú también has caído.

- ¿Cómo?

- Venga, todos sabíamos dónde iba a estar en ese momento. Lo único que no sabíamos con certeza es quien iba a ser su próximo objetivo. Ahora al menos, yo lo sé. Pero tranquila, tú secreto está a salvo conmigo.

- No hay ningún secreto que esconder a los demás.

- Ni siquiera el de que te has pillado por él.

¡Mierda! La muy cabrona tenía razón. Bueno, vale, admito que era muy mono.

Me fijaba en él pero no le prestaba atención.

- Bueno, ya que tú sola me has contado lo que se supone que tenía que contarte ya nos podemos ir a casa. Te recuerdo que mañana tenemos un examen para el que ninguna de las dos hemos estudiado.

- La verdad es que no me parece mala idea, pero antes hay que pasar por el banco que tenemos que pagar el alquiler.

- Cierto, ¿lo hacemos desde la oficina que hay en el campus?

- Vale, vayamos en un momento.

Había un detalle que se me había olvidado de contar y es que Cleo y yo compartíamos un pequeño piso en el centro. Apenas cabíamos las dos.

- ¿De verdad esperas que me crea que sólo ha habido una conversación de cortesía?

- Lo cierto es que no - metí la pata, no debí haber dicho eso, pero ahora ya no había marcha atrás. - Me ha invitado a un café y me ha propuesto quedar el domingo para que yo le devuelva la invitación.

- ¿Y supongo que evidentemente le habrás dicho que no?

- La verdad es que no le he dicho nada.

- ¿Y sabes lo que harás?

- No.

No sabía lo que iba a hacer, además no tenía ganas de tener aquella conversación en ese momento. Le pedí el favor de que nos fuésemos a casa y empezaremos a estudiar, a lo que asintió con la cabeza. Me siguió, subimos al tren para volver a casa y ponernos a estudiar.

- No deberías tener ninguna duda acerca de lo que contestarle.

Eran cerca de las cinco de la mañana cuando por fin logré mantener en mi cabeza todos aquellos conocimientos. Había memorizado como unas treinta hojas de apuntes por ambas caras y necesitaba un pequeño respiro. Necesitaba descansar y dormir. El examen era dentro de unas cuatro horas, de modo que mientras Cleo se quedaba estudiando yo decidí dormir un poco. A diferencia de ella, yo no podía estar una noche entera en vela y después irme con un café a clase más fresca que una rosa. Me tumbé en la cama, puse el despertador para un par de horas más tarde y me dormí. He de confesarlo, la conversación que había tenido con él me mantuvo en vela un rato, y cuando por fin logré dormir, soñé con él.

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