Capitulo 8
Dónde Alexy regresa de su viaje, todo está extrañamente diferente y Sophie descubre algo muy preocupante.
Ella trago saliva nerviosa y lo miro evitando que se notará que empezó a temblar entre sus brazos. Jamás habría imaginado que Armin diría esas cosas, o que él se sentiría así con respecto a ella. Pero tal vez ya era demasiado tarde para eso. Ella iba a casarse, ella había elegido a Alexy. Y no se trataba de cualquier otro hombre, si no de su hermano.
Él la miró fijo durante un momento terriblemente largo, y luego dijo. — Tengo que besarte — con un ligero sonrojo que disimulo gracias a la tenue iluminación que los acompañaba.
Y entonces, antes de que ella se decidiera a terminar con esta farsa, los labios de él estaban sobre los suyos. Con lentitud a causa de su falta de experticia, él deslizó los labios por los de ella, y ese delicado roce le produjo a ella espirales de estremecimientos y hormigueos por todo el cuerpo. Él le tocaba los labios y ella lo sentía hasta en los dedos de los pies. Era mucho mejor de lo que alguna vez había escuchado. Ella fue sintiendo más y más calor a medida que sus cuerpos estaban cerca, y prácticamente se sintió arder cuando repentinamente sintió todo el largo de su cuerpo apretado contra ella.
De pronto todo le pareció posible a Sophie.
La boca de él se hizo más apremiante, y con la lengua le hizo cosquillas en la comisura de la boca. Entonces fue el momento más preciso para que ella con un suave empujón se separase de él. Armin la miro con una pequeña sonrisa en los labios.
Sophie no pudo sonreír o decir nada más durante varios minutos. — Creo que es mejor que regrese con mi madre, seguramente me está buscando — dijo forzando una sonrisa antes de irse.
La mirada que ella le dio antes de irse estaba completamente seguro Armin de que se trataba de la mirada que siempre le daba a él y no la que le dedicaba a Alexy y eso le preocupo. Sin embargo, se encapricho en seguir firme con lo que hacía.
Londres, invierno de 1815.
Solo unos días después del baile.
Alexy regreso a Londres y por muy extraño que le pareciera, nada de lo que fue a hacer era tan crítico. Más bien parecía que Armin no quería que él estuviera en Londres durante esos días, y todo cobro sentido cuando escucho en el club a algunos hablando de la fiesta de máscaras que habían hecho hace unos días en su casa. Ahora solo le quedaba averiguar qué era lo que tenía entre manos Armin. Lo bueno era que tratándose de él no le daría tantos rodeos, simplemente le preguntaría de forma directa.
Armin se había levantado un poco más temprano de lo normal, y jalado por alguna fuerza del destino salió a caminar para aclarar sus ideas. Aun sonreía de forma idiota cuando recordaba que tuvo a Sophie entre sus brazos.
Pero ahora que lo pensaba con claridad, ¿Y si alguien lo hubiera descubierto? ¿Qué hubiera hecho? ¿Habría confesado todo? Enderezó los hombros. Cuadró su mandíbula. Claro que lo hubiera hecho. Ella era Sophie, por el amor de Dios.
Era maravillosa, de muchísimas formas, no merecía en absoluto lo que él hacía, y a pesar de no ser de la clase que hacía que los hombres perdieran la cabeza. Él se sentía totalmente perdido. Solo había sido una travesura. Una locura momentánea ocurrida por una extraña y desquiciante noche. ¿Y porque sentía que empezaba a morir con solo pensar que no volvería a besarla?
Llego a la esquina de Hyde Park y ahí estaba. La razón de su locura temporal. Sophie Warren, sentada en un banco con una pequeña parvada de palomas a sus pies, seguía siendo la misma Sophie de siempre. Ella aún no lo había visto, y se sentía feliz solo observarla. Estaba sola, salvo por una criada, quien estaba holgazaneando a unos bancos de distancia.
Y su boca se estaba moviendo. Condenación ahora descubrió que ella habla sola.
Armin sonrió. Sophie estaba hablando con los pájaros. Diciéndoles algo. Lo más probable es que les estuviera dando indicaciones, quizás fijándoles una fecha de futuros compromisos.
O diciéndoles que masticaran con los picos cerrados.
Se rió entre dientes. No pudo evitarlo. La conocía, y lo hacia tan bien que adoraba esa mania que ella tenia de querer manipular todo para que fuera perfecto y en orden.
Ella se volvió y lo vio. Sus ojos se abrieron de par en par, y sus labios se
separaron, y eso lo golpeó directamente en el pecho.
Era bueno verla.
Eso lo estremeció con una clase extraña de reacción, teniendo en cuenta la forma en la que se habían despedido la noche del baile.
—Lady Sophie... —dijo, mientras avanzaba—. Esta es una sorpresa. No sabía que te gustaba salir tan temprano —. Armin tenía un talento nato para fingir que nada sucedía. Y ahora era el mejor momento para ponerlo en práctica.
Por un momento ella parecía no saber cómo actuar, y entonces sonrió, quizás un poco más de lo que en ella era costumbre y le lanzo una rodaja de pan que Armin atrapo.
—¿Es para las palomas? —murmuró él—. ¿O para mí? —
Su sonrisa cambió, se volvió más natural.
—Como usted prefiera. Aunque está un poco viejo y rancio. — Sus labios dibujaron una pequeña sonrisa.
—¿Usted lo ha probado, entonces? — Era como si nada hubiera pasado. El beso, la incómoda conversación... se había ido. Regresaron a su extraña pequeña amistad, y todo estaba en orden en el mundo.
Su boca estaba fruncida, como si pensara que debía estar regañándolo, y él estaba riendo entre dientes, porque era muy divertido contrariarla.
—normalmente este segundo desayuno —dijo ella, absolutamente inexpresiva para darle dramatismo a lo que decía. Justo así se sentía cuando hablaba con Armin, libre de decir lo que pensaba sin miedo a que le juzgara.
Él se sentó en el extremo opuesto del banco y empezó a desmoronar el pan. Cuando tuvo un buen montón, lo lanzó todo al mismo tiempo, y se reclinó para observar la pelea resultante.
Sophie, estaba echando sus migas de forma metódica, una después de la otra, precisamente con tres segundos de diferencia. Estaba contando. ¿Cómo podía no hacerlo?¿Estaba loca?
—Me han abandonado—dijo ella con el ceño fruncido.
Armin sonrió abiertamente, cuando la última paloma saltó al banquete que el había tirado entre el pasto. Les lanzó otro manojo. —Yo siempre organizo las mejores fiestas, debería ya saberlo —
Ella se volvió hacia él después de asegurarse de que la criada no espiaba, alzando la barbilla mientras le lanzaba una mirada seca sobre su hombro. —Hoy estas insoportable. — declaro con amargura.
Armin le ofreció una mirada maliciosa. —Es una de mis mejores cualidades. —
Sophie rodo los ojos y apretó el pan entre sus manos. Ahora que lo pensaba con calma, si fue Armin quien la había besado, venir con total tranquilad acá era una total desfachatez de su parte. —¿Según quién? —
—Bueno, a mi hermano parece agradarle mucho —dijo él modestamente.
Ella no pudo contener una sonrisa. Eso se sentía como una victoria.
—A Nathaniel... no mucho. —
Una de sus cejas se levantó. —Pobre de el ¿De verdad disfruta de torturar? —
—Yo no torturo porque me gusta —dijo, en una clase de tono más bien instructivo—. Lo hago porque es necesario. —
—¿Para quien? —
—Para toda Bretaña —dijo él dándole una pequeña mirada —. Confíe en mí. —
Lo miró dudosamente y se rió de nuevo, y el sonido era... indefinible, pero de algún modo se fue directo a su corazón. Su risa venía de su interior cálida y verdadera. Un momento después se volvió, y sus ojos se pusieron bastante serios.
—A usted le gusta molestar, pero apostaría todo lo que tengo a que haría cualquier cosa por el. — dijo ella intentando hablar en su idioma. Incluso ella conocía su fama de jugador.
Él pretendió considerar sus palabras. —¿Viene a menudo a este lugar? —preguntó él cambiando abruptamente el tema.
Ella no le contestó en seguida, y su cabeza se inclinó, como si estuviera pensando en su respuesta. Lo cual era extraño, porque la pregunta era muy simple.
—Me gusta alimentar a los pájaros —dijo como explicación a aquella pregunta.
Él le lanzó otro montón de trozos de pan y sus labios se curvaron con una sonrisa. —¿De verdad lo crees? —
Sus ojos se entrecerraron y echó el siguiente pedazo de pan con un preciso giro de su muñeca. El siguiente pedazo fue lanzado de la misma manera. Y el otro que vino a continuación, también. Se volvió hacia él con los labios fruncidos. —Solo cuando no estás intentando incitarlos a un alboroto. —
—¿Yo? —se volvió hacia ella con total inocencia —. Tú fuiste quien lo obligo a batallar a muerte, por una patética migaja de pan rancio. No conocía esa parte de ti, Sofi —
—Esta es una exquisita barra de pan, bien cocido y sumamente sabroso, para que lo sepas. — agito el saco de tela donde traía el pan.
—En asuntos de nutrición — dijo él, con una gracia demasiado elaborada — Siempre estaré en desacuerdo —
Sophie lo miró secamente. —La mayoría de las mujeres no encontrarían eso muy elogioso. —
—Ah, pero no eres como la mayoría de las mujeres. — agregó mientras pensaba en que desearía poder decirle todo.
Los labios de Sophie se apartaron, pero antes de que ella pudiera gritar su indignación, él la cortó con: —Eso fue un cumplido, a propósito. —
Sophie agitó la cabeza. Él realmente era insoportable si se lo proponía. Y estaba tan agradecida por eso. Porque gracias a eso estaba convencida de que lo que paso en el baile de máscaras fue simplemente un error.
Cuando lo había visto de pie allí mirándola mientras alimentaba a los pájaros, su estómago se había contraído, se había sentido mareada, y no había sabido qué hacer o cómo actuar, o algo. Pero él se había aproximado, y había sido tan... él mismo. La hizo sentir inmediatamente a gusto, lo cual, bajo las actuales circunstancias, era realmente muy asombroso.
Le había sonreído, con su sonrisa perezosa y ya familiar, y le había hecho alguna clase de broma sobre las palomas, y antes de que se diera cuenta, estaba sonriéndole en respuesta. Y se sentía como ella misma, lo cual era muy tranquilizador.
Sophie dejo de sonreír en ese instante y se puso de pie dejando en el olvido a las palomas. Tenía que irse lo antes posible, había descubierto algo terrible.
Estaba enamorada de él.
— Tengo que irme, debo ir a probar mi vestido para la boda — murmuro para acabar con todo de un tajo.
Armin sintió como una cubeta de agua helada le caía encima y despertaba a realidad de golpe. Alexy se casaba con ella en unas semanas.
La dejo irse sin decir nada en absoluto, después de terminar con el pan que tenia regreso a su casa. Armin aún no podía creerlo realmente. ¿Cómo era que ella iba a casarse con Alexy? No había nada que él pudiera hacer para evitarlo, pero Dios, se trataba de Alexy.
Después de que el mismo lo viera entrar a aquella Molly House, se encargó de indagar más en el asunto y se encontró con que muchos lo habían visto en varias ocasiones. Demasiadas personas sabían que Alexy iba a esos lugares. El creyó que solo era cuestión de tiempo para que alguien se lo dijera a Sophie.
¿Acaso nadie se lo había contado a Sophie?
Sabía que Alexy era un compañero absolutamente encantador, y, Armin tenía que aceptar, que tenía un ingenio más que promedio. No le pegaría, ni sería cruel, pero él no podría... no podría...
No iba a ser un esposo para ella.
El solo pensamiento lo dejaba desolado y lo hacia sentir el corazón apretado. Sophie no iba a tener un matrimonio común y corriente, porque a Alexy no le gustaban las mujeres. No de la forma en la que a un hombre le gustaban.
No de la forma en la que él deseaba a Sophie.
No le parecía justo, que de todas las personas, Alexy tomara a Sophie para eso. Ella se merecía mucho más. Una casa llena de hijos. Y perros. Quizás un gato o dos. Y flores. En la casa de Sophie habría flores por todas partes, estaba seguro de ello.
Lirios de color rosa, rosas amarillas, y esas de pétalos azules que le gustaban tanto.
Delphinium...
Habría risas, ruido de su música y una hermosa desorganización, a pesar de sus esfuerzos de mantener cada detalle organizado. Casi le parecía poder verla, preocupándose por pequeñeces y organizando, intentando mantenerlo todo en el horario.
Eso casi lo hizo reírse con fuerza, solo de pensar en ello. No importaría que una flota de sirvientes limpiara con frenesi. Con los niños nada permanecía en su lugar.
Sophie era una gerente, o por lo menos eso se creía. Ella debía tener una casa para administrar.
Y muchos hijos. Muchos. Quizás ocho. O Diez.
Sonrió ante la idea de que si hubiera ido a aquel baile donde ella conocio a Alexy, quizá esos ocho hijos serían sus hijos. Entro en la mansión y echó un vistazo alrededor para asegurarse de que no había nadie esperándolo. No vio a Alexy, y no había nadie del servicio que lo delatara. Parecía que podría irse a su habitación sin ser notado. Se fue de forma escurridiza hasta su habitación con todos esos pensamientos agobiando su mente.
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¡Yisus! ;-; Apenas voy en el 8 y tengo cosas horribles planeadas. Alguien tiene teorías?
Comenten! Me gusta reírme de ustedes :v
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