Capítulo 16
Donde la terrible realidad golpea a Armin, lo hace sentirse humillado y la iglesia se vuelve una novela de esas dramáticas.
Londres, justo después de donde dejamos el capítulo anterior.
Un campo de batalla se presentó abre ella.
Lo primero que se logró ver fue a Lord Stewart palmeando su frente. Tantos años y Armin no perdía la habilidad de hacerlo sorprender por las malas decisiones que tomaba. Lord Warren avanzó con un semblante indignado, al igual que uno de los tíos de Sophie y Kentin, quien se había tropezado en los escalones de la iglesia después de perseguir a Armin por casi todo Mayfair.
Maggie, la hermana de Sophie se apresuró a apartarla y a Marianne de lo que ella asumía que se vendría más adelante, pero Alexy, quien había estado mirando los eventos con aires de espectador intrigado, tomó el brazo de su prometida —Yo la cuido... — le dio una sonrisa amable a Sophie para tranquilizarla. Si ella hubiera decidido irse con Armin, complacido le hubiera cedido su lugar, pero ella lo rechazo.
En cuanto a Sophie, se tropezó hacia atrás, con la boca abierta de la conmoción cuando el mismísimo Lord Stewart brincó sobre Armin, bueno, no encontró con que comparar aquella escena, era algo que jamás había visto alguna vez. Armin logro escabullirse con maestría del agarre de su padre, pero entonces Evan, el hijo bastado de aquella familia, lo volvió a sujetar junto con Lord Stewart.
—¡Lo tengo! —gritó Evan triunfalmente, solo para ser golpeado rotundamente con el bolso de la esposa de su padre. Finalmente, el padre de Armin termino embistiendo al azabache y tumbando lo al suelo.
Sophie cerró los ojos. —Imagino, que esta no era la boda de tus sueños, me disculpo por mi familia... — le murmuró Alexy en la oreja.
Sophie negó con la cabeza, demasiado aturdida como para hacer algo más. Debería ayudar a Armin. De verdad, debería. Pero sentía claramente como su energía se había agotado, y además, era demasiado cobarde como para enfrentarlo de nuevo. ¿Y si la rechazaba? ¿Y si no pudiera resistírsele? ¿Y si la sociedad empezaba a reclamarlo?
—Espero que él pueda salir de debajo de mi padre —continuó Alexy, su tono era apacible, como si estuviera mirando una raza de caballo un tanto aburrida, soltó un suspiro y mostró una sonrisa divertida— El pesa casi 90 kilos, y Armin solo 71...—
Sophie se volvió hacia él, incapaz de creer lo tranquilo que estaba, teniendo en cuenta que casi se había armado un alboroto en la iglesia. Incluso el primer ministro parecía estar entretenido en lo que pasaba.
—No creo que pueda salir... —dijo Alexy, sin inmutarse de ver a su gemelo sufriendo.
Sophie volteo a verlo totalmente incredula. ¿Quién era este hombre cielo santo, con el que todavía no se había casado? Ellos habían accedido en algo, de eso estaba segura, aun nadie los había declarado marido y mujer. Pero de cualquier modo, Alexy estaba extrañamente tranquilo, dados los eventos de la mañana. Pareciera que en realidad no le importaba si se casaba o no.
—¿Por qué no has dicho nada? —preguntó Sophie.
Él se volvió, mirándola alzando las cejas. —Quieres decir, ¿Cuándo el imprudente de mi hermano te estaba profesando su amor? —
Ella sintió deseos de rodar los ojos. En su lugar, asintió. Alexy inclinó la cabeza. —Supongo que quería ver lo que tú harías —
Lo miró fijamente. ¿Qué hubiera hecho él, si ella hubiera dicho si?, Penso.
— A propósito, me siento honrado — dijo Alexy sonriendo —. Y te prometo que seré un buen esposo. No tienes que preocuparte por eso. —
Pero Sophie no podía hablar. Jamás había dudado de que Alexy le trataria bien, pero ya no sabía si quería solo eso.
Lord Stewart había sido apartado de Armin, y aunque algún otro caballero, que era extrañamente parecido a los gemelos, estaba sujetándolo, él estaba tratando de alcanzarla.
—Por favor —susurró ella, aunque nadie pudiera oírla, ni siquiera Alexy, quien había bajado para ayudar a Kentin, pues Armin entre toda la conmoción lo había golpeado — Por favor no —
Pero Armin no se daba por vencido, e incluso con dos hombres sujetándolo, consiguió llegar al pie de los escalones.
Le sujeto las mejillas, y sus ojos estuvieron fijos en ella. Tenía una mirada severa, con la angustia y la incomprensión, y Sophie estuvo a punto de tambalearse del dolor desatado que vio allí. A casi nada de saltar a sus brazos y consolarle.
—¿Por qué? — le exigió él. Todo el cuerpo de ella empezó a estremecerse. ¿Podía mentirle? ¿Podía hacerlo? En una iglesia, después de todo lo que ya había dicho. De la humillación pública. —¿Por qué? — volvió a exigir.
— Porque tenía que hacerlo — susurró ella.
Él abrió la boca para hablar, para preguntarle algo, pero justo en ese momento dos hombres lo agarraron y se les unió un tercero, y juntos consiguieron sacarlo de la iglesia.
Sophie envolvió los brazos alrededor de su cuerpo, apenas capaz de estar en pie mientras él era sacado a rastras.
—¿Cómo pudiste? — Se escuchó una voz fuerte retumbando en el recinto. Se volvió. Un joven en traje militar la estaba mirando como si fuera el mismo diablo.
—Tú no lo entiendes —dijo Sophie, sin saber porque quería justificarse. Pero los ojos de el ardían con furia.
—Eres débil — respondió — No te lo mereces. — Sophie negó con la cabeza, sin saber si debía estar de acuerdo o no. —Espero que tú... —
— ¡Evan! — Los ojos de Sophie se lanzaron a un lado. Otra mujer se había acercado. Era la madre de Armin. —Es suficiente —dijo severamente. Sophie tragó saliva, tratando de sofocar las lágrimas.
La madre de los gemelos, se volvió hacia ella. —Perdónenos —dijo mientras apartaba al hijo de su esposo.
Sophie miró sin decir nada como se llevaban a Evan y Armin. El extraño presentimiento de que todo esto le estaba sucediendo a alguien más, que quizás era solo una pesadilla, o tal vez había sido atrapada en una escena de una novela espeluznante. Quizás toda su vida era una invención de la imaginación de alguien más. Quizás si solo cerrara sus ojos...
—¿Seguiremos con esto? — escuchó que le hablaron.
Tragó saliva.
Era Alexy.
Ella asintió aún viendo hacia la puerta.
Miró a su hermana Maggie con expresión de angustia. Marianne también. Dudo de nuevo.
Y allí estaba, de pie, en frente de la mitad de los invitados que no había elegido seguir el espectáculo afuera.
Y se casó con Alexy.
* * * * *
—¿Qué estabas pensando? —A Armin le tomó un momento comprender que su madre le estaba exigiendo esto a Evan, y no a él.
Ellos estaban sentados en su carruaje, en el cual, él había sido arrastrado una vez que lo habían sacado de la iglesia. Armin no sabía a donde iban. Lo más probable, es que estuvieran dando vueltas. De cualquier forma, no estaban en St. George.
—Traté de detenerlo —protestó Evan. Vitória, la madre de Armin, lucía tan enfadada, como ninguno de ellos la había visto alguna vez.
—Obviamente no te esforzaste mucho. — reclamo al hijo bastardo de su esposo.
—Oh, Armin —suspiró Vitòria — Oh, mi pobre hijo. — se pasó una mano a la frente con angustia.
—Tendrás que irte de la ciudad — dijo Evan.
— tiene razón —señaló su madre—. Eso no podrá evitarse. —
Armin no dijo nada. ¿Que le había querido decir Sophie? No podía dejar de pensar en la expresión de ella.
— Nadie tiene derecho a tratar a mi hermano así. ¡Nadie! — se quejó Evan. —La arruinaré — continuó como si olvidara que ella estaba con Alexy.
—No — dijo Armin en voz baja—. No lo harás, ella aún formará parte de esta familia. —
Su madre permaneció en silencio, pensando en esas palabras y tenía razón, Armin había metido a toda la familia en una situación muy dificil.
—La dejarás en paz —dijo él. Evan rechinó los dientes. Él clavó los ojos en los de él, duros y severos. —Y cuando la mires —continuó — Te comportarás de forma amistosa y amable. ¿Me entiendes? — Evan no dijo nada. —¿Me entiendes? —rugió Armin.
Su familia lo miró fijamente, con sorpresa. Él nunca perdía la calma. Nunca. Evan, quien nunca había poseído un sentido desarrollado del tacto, dijo: —No, de hecho. —
—¿Discúlpame? — dijo Armin, su voz era puro hielo en el mismo momento, en el que su madre se volvió: —Cállate Evan —
—No te entiendo —continuó Evan — ¿Cómo puedes sentir simpatía por ella? Si esto me hubiera pasado a mí, no la habría... —
—Esto no te ha pasado a ti — ladró Armin — Y no la conoces. No conoces cual ha sido la razón para cometer sus acciones. —
—¿Y tú sí? —le exigió Evan. No lo sabía. Y eso lo estaba matando.
—No sigas, Evan —le dijo la madre de Armin. Evan se retrasó, permaneciendo tenso por la rabia, pero contuvo su lengua.
— Quizás podrías quedarte con tu amigo Nathaniel... Escuché que está en el campo —sugirió Vitoria. Armin solo miraba al exterior de la ventana. No deseaba ir al campo.
— Podrías viajar — dijo Evan — Italia es un lugar muy agradable en esta época del año. Y nunca has estado allí, ¿verdad? —
Armin negó con la cabeza, solo medio escuchando. No deseaba ir a Italia. Porque tenía que hacerlo, había dicho ella. No, porque lo deseaba. No, porque era sensato. Era porque tenía que hacerlo. ¿Qué significaba eso? ¿Qué había sido forzada? ¿Qué había sido chantajeada? ¿Qué le tenía miedo a algo?
—Habría sido muy difícil para ella no llevarla a cabo —dijo su madre de repente, poniendo una mano compasiva en su brazo— Lord Warren es un hombre que está en una posición dificil. Y en realidad, allí en la iglesia, con todo el mundo mirando... Bueno — dijo con un suspiro de resignación—, uno tendría que ser sumamente valiente. Y fuerte. Estar preparado —
—¿Preparado? —preguntó Evan.
— Para lo que vendría después — le aclaró ella — Habría sido un escándalo enorme. —
—Ya es un escándalo enorme —murmuró Armin.
—Sí, pero no tan enorme, como si hubiera dicho sí —dijo su madre—. Y no es que me alegre por el resultado. Sabes que lo que más deseo es la felicidad de tu corazón. Pero... — suspiro — los dos son mis hijos y me duele tanto ver qué pelean lo mismo... ella será mirada con aprobación por su elección. Se verá como una muchacha sensata. —
Armin sentía como la esquina de su boca se levantaba, dibujando una sonrisa ladeada. —Y yo, un tonto enamorado. —
Nadie lo contradijo. Después de un rato, su madre dijo: —Debo decirte, que estás tomando esta situación bastante bien. —
—Había pensado —se interrumpió—. Bueno, no importa lo que había pensado, solo la realidad importa. —
—No —dijo Armin, volviéndose para mirarla agudamente—. ¿Qué habías pensado? ¿La forma en la que yo debería estar actuando? —
—No viene a cuento la palabra debería —dijo su madre, claramente agitada por las preguntas súbitas—. Simplemente había pensado que estarías... furioso. —
La miró por un buen rato, y luego se volvió hacia la ventana. Estaban viajando dirigiéndose al oeste, hacia Hyde Park. ¿Por qué no estaba furioso? ¿Por qué no estaba golpeando la pared con su puño? Había tenido que ser sacado a rastras de la iglesia y forzado a entrar en el carruaje, pero una vez todo había terminado, se sintió superado por una calma extraña y casi sobrenatural. Algunas palabras de su madre hicieron eco en su mente. Sabes que lo que más deseo es la felicidad de tu corazón.
La felicidad de su corazón.
Sophie lo amaba.
Estaba seguro de eso. Lo había visto en sus ojos, incluso en el momento en que se lo había negado. Lo sabía porque se lo había dicho, y ella no le mentiría sobre algo así.
Lo había sentido en la forma en que lo había besado, y en el calor de su abrazo.
Lo amaba.
Y cualquier cosa que la había hecho continuar con su matrimonio, era más grande que ella. Más fuerte. Ella necesitaba su ayuda.
—¿Armin? —dijo su madre suavemente. Él se volvió. Parpadeó. —Te has levantado de tu asiento —dijo ella.
¿Lo había hecho? Ni siquiera se había dado cuenta. Pero sus sentidos se habían afilado, y cuando bajó la mirada, notó que efectivamente estaba de pie. — Detengan el carruaje. —
Volvieron la mirada hacia él.
—Detengan el carruaje —dijo de nuevo.
—¿Por qué? —preguntó su madre, claramente sospechosa.
—Necesito aire —contestó él, y ni siquiera era una mentira.
Evan dio un golpe a la pared. — Iré contigo. —
— No. Prefiero estar solo. — Los ojos de su madre se abrieron de par en par.
—Armin... no planeas...
—¿Irrumpir en la iglesia? — terminó por ella. Se reclinó en el asiento, dándole una sonrisa casualmente ladeada — Creo que ya me he avergonzado lo suficiente por un día, ¿no te parece? —
— De cualquier forma, ellos ya debieron haber dicho sus votos — señaló Evan, intentando acabar con el asunto.
Armin luchó contra el impulso de darle un puñetazo a su hermano, quien nunca parecía perderse una oportunidad para instigar, insistir o retorcer.
—Precisamente —contestó él.
—Me sentiría mejor si no estuvieras solo —dijo su madre con los ojos aun llenos de preocupación.
—Déjalo ir —dijo Evan suavemente. Armin se volvió hacia su hermano mayor, sorprendido. No había esperado su apoyo.
—Él es un hombre —agregó— Puede tomar sus propias decisiones. —
El carruaje ya se había detenido, y el chofer estaba esperando afuera de la puerta.
—Desearía que no fueras — dijo su madre. Armin la besó en la mejilla.
—Necesito aire — dijo — Eso es todo—
Brincó para bajarse, pero antes de que pudiera cerrar la puerta, Evan se asomó.
—No hagas nada tonto —dijo en voz serena.
—Nada tonto —le prometió Armin—. Solo lo necesario. —
Tomó nota de su ubicación, y entonces, como el carruaje de su madre no se había movido, se dirigió deliberadamente hacia el sur.
Lejos de St. George.
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Bueno... Bueno... Yo sé, que dije que no permitiría que pasará esto... — suspiro — pero... Les prometo que va a mejorar... (Creo...)
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