Capitulo 12
Donde Armin empieza a sentir que está a punto de perder contra su gemelo y hace una tontería más...
Londres, un día antes de la boda entre Sophie y Alexy, primavera de 1817.
Los siguientes meses habían sido tan complicados, no solo porque Armin estaba totalmente solo con sus pensamientos, también faltaba Nathaniel para hacerle entrar en razón, y Alexy seguía molesto con él por lo que había hecho.
Para cuándo llegó el viernes antes de la boda Armin estaba desesperado. Tres veces había visitado a Sophie en la casa Warren y esas tres veces había sido rechazado.
Estaba quedándose sin tiempo.
Ellos estaban quedándose sin tiempo.
La mente de Armin se aceleró con todas las posibilidades, cada una más horrible que la última. Desde morir solo, hasta ver cómo sus sobrinos serían hijos del amor de su vida.
Y ahora era viernes por la noche. Solo faltaban doce horas para la boda de su hermano y Sophie. Y no se escuchaba ni un susurro en la mansión Castlereaghde.
La ansiedad lo estaba matando, finalmente salió para hacer un último intento de poder conseguir que Sophie desistiera, porque sabía que en todo caso, Alexy jamás cedería.
Armin estaba de pie, en las sombras, del otro lado de la calle de la casa de Lord Weymouth, y se apoyó contra el tronco de un árbol, mirando, solo mirando. Esperaba ver más movimiento en esta casa, pero desde que Marianne se había casado con Kentin, todo estaba más tranquilo.
¿Cuál era la ventana de Sophie? ¿Esa a través de la cual la había visto más temprano ese día? No se veía ninguna luz de vela, pero quizás las cortinas eran pesadas y gruesas. O quizás ya se había acostado. Era tarde, tenía que admitirlo. Ya pasaba de las 10 de la noche.
Y ella iba a casarse en la mañana.
Dios santo. Condenación eterna.
No podía permitir que ella se casara con Alexy. No podía. Si había una cosa que sabía en su corazón, era que él y Sophie Warren estaban destinados a ser marido y mujer. Tal y como si un creador supremo la hubiera forjado pensando en complacerlo a él.
Un resoplido de risa hizo presión a través de su nariz, era un terrible momento para reír, pero era esa clase de risa nerviosa y desesperada, el sonido que uno hacía cuando la única otra alternativa que quedaba era llorar. Y lo que menos quería era ponerse a llorar delante de la casa de Sophie un día antes de la boda con Alexy.
Sophie tenía que casarse con él, aunque solo fuera para que pudieran comer juntos grandes cantidades de comida. Miró hacia su ventana. La que esperaba fuera de ella.
No supo cuanto tiempo estuvo allí de pie. Era la primera vez que recordaba, que se sentía impotente, y por algo que si él quería solucionar, saldría peor.
Pensó en su vida. Perfecta, seguramente. Con suficiente dinero, con una familia maravillosa, y grandes cantidades de amigos. Tenía salud, estaba cuerdo, y hasta el trauma de quitarle a su gemelo la prometida.
Podría no ser el más disciplinado de los hombres, y quizás debería prestarle más atención a todas las cosas con las cuales a su padre le gustaba importunarlo, pero sabía que era lo correcto, y sabía que era lo que estaba mal, y sabía que su vida había transcurrido con felicidad.
Se decidió a finalizar esta locura. Cruzó la calle, luego dio la vuelta en la esquina hacia la parte trasera de la casa. Las ventanas de la planta baja estaban firmemente cerradas, agradeció que estaba oscuro y nadie lo miro maldecir. En lo más alto, algunas cortinas se sacudían con la brisa, parecía una buena forma para entrar, pero no había duda de que Armin jamas podría escalar el edificio sin matarse.
Tomó nota de su entorno. Y frente a él... La entrada de los sirvientes se hizo presente. La miró pensativamente. Bien, ¿por qué no? Pensó.
Avanzó y puso la mano sobre el pomo. Lo giró y sonrío con deleite. Por lo menos, iba a volver a creer en el destino y toda esa porquería de la que se había estado quejando.
Si la puerta estaba sin seguro, claramente debía entrar.
O estaba mal de la cabeza.
Asi que decidió creer en el destino.
Cerró la puerta sin hacer ruido detrás de él. Había una posibilidad de que algunos de los sirvientes durmieran cerca, por eso se quitó las botas, llevándolas en una mano mientras se aventuraba en el interior de la casa. Esto era lo peor que había hecho y estaba seguro de que habían varias cosas malas que ya había hecho con anterioridad.
Sus pies cubiertos con medias eran silenciosos mientras se arrastraba por las escaleras, dirigiéndose hacia el segundo piso. Hizo una pausa, deteniéndose por un breve instante de sanidad mental, antes de salir al vestíbulo.
¿Qué estaba pensando? No tenía ni la más mínima pista de lo que le podría pasar si alguien lo sorprendía aquí.
¿Estaba quebrantando alguna ley? Probablemente.
Pero tenía que verla. Estaba harto de esperar y tener esa incertidumbre.
Tardó un rato en orientarse, luego caminó hacia el frente de la casa.
Había dos puertas al final. Hizo una pausa, plasmando una imagen de la fachada en su mente, luego llegó a una puerta a la izquierda. Si ella había estado efectivamente
en su propio cuarto cuando la había visto desde la calle, entonces esta era la puerta correcta. Si no...
Bueno, entonces, no tenía ni idea. Y aquí estaba, rondando la casa de los Warren después de la medianoche.
Con el corazón latiendo rápidamente por la adrenalina giró el pomo lentamente, soltando una respiración de alivio, cuando este no hizo
ningún rechinamiento. Simplemente abrió la puerta, lo suficiente para meter su
cuerpo a través de la hendidura, para luego cerrarla, solo entonces se dio tiempo para examinar la habitación donde se había metido.
Estaba oscuro, con muy poca luz filtrándose alrededor de las cubiertas de la ventana. Sin embargo, sus ojos ya se habían ajustado, y podía ver
varias piezas de muebles.
Su vista se detuvo en la cama, enorme, con dosel y llena de cortinas cerradas alrededor de ella. Había alguien adentro, dormía silenciosamente, sin roncar, sin susurros, sin nada.
En sus pensamientos estaba seguro de que así es como ella dormiría. Como una muerta.
Parecía extraño que pudiera estar tan seguro, pero así era. La conocía, comprendió.
La conocía de verdad. No solo las cosas normales. De hecho, no conocía las cosas normales. No sabía cual era su color favorito. Ni podía suponer cual podría ser su animal o comida favoritos, pero no le importaba si no sabía que ella prefería el rosa o el azul, el púrpura o el negro. Conocía a su corazón. Y el quería a su corazón.
Por eso estaba allí, infringiendo leyes y normas morales. No podía permitir que ella se casara con alguien más.
Regreso de sus pensamientos para retirar las cortinas. Se asustó al ver que No había nadie allí.
Armin juró a Dios entre dientes, hasta que se dio cuenta que las sábanas estaban arrugadas, y la almohada tenía una impresión reciente de una cabeza. Se dió vuelta, justo en el momento en que un candelabro daba un giro brutal en el aire hacia él.
Lanzando un gruñido de sorpresa, se agachó, pero no lo suficientemente rápido para evitar que el golpe le pasara rozando. Maldijo abiertamente, esta vez a viva voz, y entonces escuchó la voz de ella.
-¿Armin? -
Se llevó él una mano a donde le había golpeado y parpadeó sorprendido. -¿Sofi? -
Ella se aproximó rápidamente para revisar la herida en la sien de Armin. -¿Qué estás haciendo aquí? - susurro y lo jalo con impaciencia hacia la cama.
-¿Por qué no estás dormida? - dijo Armin disfrutando de la atención de ella.
-Porque me caso mañana. - respondió y acabo con la magia del pequeño momento.
-Bien, es por eso que estoy aquí. - dijo Armin con decision en su voz.
Ella lo miró boquiabierta, como si su presencia fuera tan inesperada que no podía asumir la reacción correcta.
-Pensé que eras un intruso -dijo ella finalmente, señalando al candelabro.
Él se permitió la más diminuta de las sonrisas.
- Pues tienes razón - murmuró él- Lo soy. -
Por un momento parecía que estaba a punto de devolverle la sonrisa. Pero en su lugar, cruzó los brazos sobre su pecho y le dijo: - Debes irte. Ahora mismo. - ordenó como siempre.
- No hasta que hables conmigo. - Sus ojos se deslizaron a un punto sobre su hombro, donde no había tela que cubriera aquella parte de su piel.
La imaginación de Armin tendría más material. No le había dado importancia nunca al hecho de que nunca había estado en intimidad con una mujer, pero en ese instante, deseaba tener tanta experiencia como sus amigos para poder saltar sobre Sophie y demostrarle cuanto la deseaba.
- No hay nada que decir - dijo Sophie y regreso en si.
- ¿Y qué hay sobre lo que sentimos? - argumento Armin.
-No digas eso -susurró ella y se puso de pie para alejarse antes de que sus emociones la traicionaran.
Él la siguió y sujeto su mano. - Te amo. - susurro con un hilo de voz.
-Armin, por favor. - suplico Sophie.
Armin se acercó aún más, cerca del oído de Sophie. - Te amo... -
Ella inhaló. - Ya te explique... es terrible, sabes mejor que nadie que voy casarme con Alexy mañana. - le tembló la voz al hablar.
-No -dijo él-. No lo harás. -
Él extendió el brazo y capturó su mano con la suya. Ella no se apartó al instante.
- Sofy... - susurró.
Ella cerró los ojos.
-Sé mía -dijo él con una voz gruesa y profunda.
Ella agitó la cabeza, lentamente. - Por favor no -
La arrastró más cerca de él y le quitó el candelabro que aún colgaba de sus dedos, valía más prevenirse de otro golpe.
-Sé mía, Sophie Warren. Sé mi amor, sé mi vida, sé mi esposa. -
Ella abrió los ojos, pero le sostuvo la mirada solo un momento antes de apartarla. La respiración se le entrecortaba. - Estás empeorándolo aún más -susurró con dolor en su voz.
- Sofy - dijo, atreviendose a tocándole la mejilla - Déjame ayudarte. -
Ella agitó la cabeza negando.
- No puedes casarte - dijo él, inclinando su cara hacia la suya - No serás feliz. -
Los ojos de Sophie brillaron cuando se encontraron con los de Armin. En la semioscuridad de la noche, ellos lucían oscuros, de un verde oscuro, y dolorosamente triste.
-No serás feliz, Sofy - susurró - Sabes que no lo serás. -
Ella todavía no hablaba. El único sonido era su respiración. Y entonces finalmente dijo: -Estaré satisfecha con eso, yo lo elegí -
-.¿Satisfecha? -repitió él. Su mano se deslizó de su cara, cayendo a su lado mientras daba un paso hacia atrás - ¿Estarás satisfecha? -
Ella asintió con la cabeza.
-¿Y eso es suficiente? - Ella asintió de nuevo, pero con menos seguridad esta vez.
La rabia empezó a crecer dentro de él. ¿Estaba deseosa de echarlo a un lado por eso? ¿Por qué había dejado de luchar? Lo amaba, pero lo amaba lo suficiente.
-¿Es por tu prestigio? -le exigió-. ¿Significa tanto para ti eso? -
Ella esperó unos minutos antes de contestarle, y él supo que estaba mintiéndole cuando dijo: -Sí -
-No te creo -dijo él al instante, y su voz sonaba terrible. Herida. Furiosa.
Armin miró su mano, pestañeando con sorpresa cuando comprendió que todavía sostenía al candelabro y lo apretaba con fuerza.
Quería estrellarlo contra la pared. Pero en su lugar lo bajó. Se dio cuenta, que sus
manos le temblaban.
La miró. Ella no le dijo nada.
- Sofy - le rogó.
Ella tragó saliva, y él tomó sus manos en las suyas. Ella se tensó, pero no se apartó. Sus cuerpos estaban frente a frente, Sophie podía notar el levantamiento y la caída inestable del pecho de Armin.
Era justo lo que ella tambien sentía, pero no podía ceder. Ella no se equivocaba.
-Te amo - repitió Armin. Porque creia que si seguía diciéndolo, quizás sería suficiente. Quizás comprendería que finalmente había ciertas cosas a la que no podía negarse. - Nos pertenecemos - dijo él - Para la eternidad. -
Ella cerró los ojos. Con un único parpadeo, pero cuando los abrió de nuevo, parecía destrozada.
- Sofy - dijo, intentando poner su propia alma en una sola palabra - Sofy, yo... -
-Por favor no digas nada más... - dijo ella, volviendo su cabeza, para no mirarlo. Su voz se interrumpió y se agitó - Di lo que sea, menos eso. -
- ¿Por qué no? - se quejó en voz baja él.
Y entonces ella susurró: -Porque no quiero admitir la verdad... -
Contuvo el aliento, y en un movimiento veloz la atrajo contra él. En un afectuoso abrazo, donde esperaba decir todo. Él susurró su nombre.
Los labios de Sophie se apartaron. Lo susurró otra vez, tan suave que las palabras eran más un movimiento que un sonido.
Ella permanecía quieta, apenas respiraba. Su cuerpo estaba tan cerca del de Armin, pero sin tocarlo realmente. Sin embargo, había calor llenando el espacio entre ellos,
a través de su camisa de dormir, temblando a lo largo de su piel. Sintió un hormigueo.
-Déjame besarte - susurró él con una última súplica - Una vez más. Por favor, déjame besarte una vez más, y si me pides que me vaya, te juro que lo haré. -
Sophie podía sentir como se deslizaba, cayendo en un confuso lugar de amor y deseo, donde lo bueno no se diferenciaba mucho de lo malo.
Lo amaba.
Lo amaba tanto, y no podía ser suyo.
Su corazón latía a toda prisa, su corazón se estaba agitando, y todo lo que pudo pensar era que nunca se sentiría así otra vez. Nadie la miraría como Armin la estaba mirando, en ese momento.
En menos de un día iba a casarse con un hombre que ni siquiera desearía besarla.
Nunca volvería a sentir ese extraño remolino en el centro de su ser, ni el temblor en su estómago.
Era la última vez que miraría fijamente a alguien a los labios, y anhelaría tocarlos con los suyos.
Dios Santo, lo deseaba.
Deseaba esto.
Antes de que fuera demasiado tarde.
Y él la amaba.
La amaba. Se lo había dicho, y aunque no pudiera creerlo en realidad, le creía a él.
Se lamió los labios.
- Sofy -susurró él, su nombre era una pregunta, una declaración, y una súplica.
Todo en uno.
Asintió con la cabeza. Y entonces, porque sabía que no podía mentirse, ni tampoco
a él, dijo las palabras.
-Bésame, Armin -
No podría pretender después, ni reclamar que se había dejado llevar por la pasión,
despojada de su habilidad de pensar. La decisión había sido suya. Y la había tomado.
Por un momento Armin no se movió, pero sabía que la había escuchado. Su respiración era entrecortada mientras inhalaba, y sus ojos se volvieron claramente acuosos cuando la miró fijamente.
- Sofy -dijo con la voz ronca, profunda, áspera y Sophie se sintió suave como la mantequilla entre sus brazos.
Ella quería decirle algo en respuesta, pero no podía hacerlo. Le había tomado todo
su esfuerzo pedirle su beso.
-Te amo -susurró él, mientras besaba el cuello de ella arrastrando las palabras hasta su clavícula - Te amo. Te amo. -
Eran las palabras más dolorosas, maravillosas, horribles y magnificas que él podía decirle. Quería llorar, de felicidad y de tristeza. Placer y dolor.
Y entendió por primera vez en la vida la mortificante alegría del más completo egoísmo.
No debería estar haciendo esto.
Sabía que no debería, y sabía que probablemente él pensaba que esta era una manera de arruinar su compromiso con Alexy.
Sophie estaba mintiéndole una vez más a Armin.
Estaba por ceder, pero no iba a desistir de su boda.
Porque no sabía como podía evitarlo.
••••••••••
Estamos a un capítulo del tan esperado Lemon, ¿Quien quiere que Armin deje de ser virgen?.
¿Creen que Sophie no se casé?
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