5 | Lamentarse y llorar después

Muevo la cabeza como un molinillo. Ah, no. No, no, no. No sé lo que pretende pero no pienso colaborar. Ya le he ayudado una vez. No estoy dispuesto a volver a arriesgarme. No quiero morir.

—Yo le conozco —insiste en explicarme, como si creyera que así va a hacerme cambiar de opinión—. Vive en mi vecindario, con sus padres y su hermano menor. Siempre ha sido una persona normal, educada, de las que sujetan la puerta a los mayores y les llevan las bolsas de la compra.

—¿Sí? —cuestiono—. Pues se ve que ya no.

—No podemos bloquearnos. Entiendo que la situación es impactante pero hay que hacer algo.

—No. —Me zafo del agarre del pie y me tumbo en el suelo—. Yo ya hice "algo".

Le escucho protestar y referirse a mí como "niño de Primaria egoísta" pero le ignoro. Me da igual lo que diga. Lo hay que hacer es esconderse hasta que la policía aparezca y le reduzca y ya está. Todo lo demás es ponerse en peligro a lo tonto.

—¿Ji Tae Moo?

Pego un bote. Termino sentado otra vez, con el rostro desencajado. ¡Mierda! El muy estúpido se ha ido a hablar con aquel loco. ¿Es que quiere terminar como su amiga? ¿Qué pretende? ¿Jugar a los héroes?

—Eres Ji Tae Moo, del Segundo A.

El aludido se vuelve, con una sonrisa de oreja a oreja. Está demasiado cerca. Con ese disco volador, la distancia entre ambos es del todo insuficiente.

—No sé lo que te ha pasado pero todavía no es tarde para parar y encontrar alguna solución.

Desde luego, si algo está claro es que Tae Hyung es un temerario de mucho cuidado. Pese al evidente peligro en el que está, es capaz de quedarse quieto, con una templanza que no es normal.

—¿Te apetece que hablemos? —prosigue—. Quizás pueda ayudarte a salir de ésta.

—Tae. —El agresor le reconoce—. Tae, por fin. Por fin vienes. Por fin.

El corazón se me sube a la garganta. No me suena bien.

—Suelta ese chisme, por favor. Deja que se vaya esa mujer, ¿de acuerdo?

—Pero siempre quise hacer esto. —Los ojos del estudiante centellean en un brillo maníaco—. Siempre, Yoon Gi. —Se le acerca—. Además, ya estás aquí. —Hace rodar el disco—. Tu eres a quien necesito bendecir.

El aludido no retrocede. ¡Ay, Dios! ¡Pero por qué se empeña en encararle! ¡No es momento de hacerse el valiente!

Me incorporo. No sé cómo me las arreglo para que el cuerpo me obedezca y corra hasta el mueble de ruedas repleto de ropa y ni mucho menos cómo reúno el valor necesario para cogerlo, con lo que supone para mí meter las manos en esas telas plagadas de bacterias, pero lo hago y lo empujo contra aquel loco. Aunque me había prometido no intervenir, no puedo dejarle.

El perchero le da de lleno en las costillas. La dureza del golpe le hace perder el equilibrio. Cae al suelo. La gente sale de sus escondites y se dispersa, huyendo caóticamente en todas direcciones, cortándose el paso y empujándose, pero yo, pese a que soy el primero que quiere escapar, me mantengo en el sitio.

—¡Me estás impidiendo cumplir el designio! —El chico me busca con las pupilas enturbiada de ira—. ¿Cómo te atreves a interferir? ¡Te voy a matar de la peor forma!

Un intenso frío me agarrota brazos y piernas. Algo oscuro trepa por la pared. La risa invade mis tímpanos con más fuerza que nunca y, esta vez, me habla.

"Jung Kook".

Se me eriza la piel. Cierro los ojos.

"Jung Kook, ¿me ves?"

Me aprieto las sienes. No. No quiero. ¡No quiero!

Alguien me tira del brazo y me arrastra con fuerza hacia atrás. Mis pies se obligan a seguir el ritmo vertiginoso de la huida, a tientas.

"Jung Kook... Jung Kook... Jung Kook... "

Basta. ¡Ya basta!

"¿Qué es lo que más deseas?"

Deseo que lo que quiera que sea desaparezca. Que me deje en paz. Que se vaya. Que todo recupere la normalidad. Solo eso. Nada más que eso.

—Niño, reacciona.

El tacto cálido en las mejillas me hace abrir los ojos. Estoy parado en el primer peldaño de las escalinatas que bajan al estacionamiento, rodeado de penumbra, agarrado a la barandilla como si estuviera a punto de caerme, y Tae Hyung, un par de escalones por debajo, me sostiene el rostro entre las manos.

—No te dejes llevar por el pánico, ¿vale?

Mis ojos repasan sin querer la serenidad de sus facciones.

—Ya tendremos tiempo después para llorar y lamentarnos.

Asiento. La respiración se me empieza a acompasar.

—Eres muy valiente, chiquitín, y con ese mismo valor vamos a salir de aquí.

—Me llamo... —titubeo—. Jung Kook. —Poso mi mano temblorosa sobre la suya—. Jeon Jung Kook.

—Bonito nombre. —Él esboza una sonrisa—. Jeon Jung Kook.

Me permito unos segundos para perderme en el interior de sus pupilas. Son firmes pero al mismo tiempo cercanas, tan amables como lo es el contacto de su mano en mi cara.

—Yo soy Kim Tae Hyung.

—"Todo estará bien, incluso en los momentos difíciles" —recito su significado; de algo sirve que me haya pasado media vida estudiando nombres como distracción ante el TOC—. Te queda perfecto.

Vuelve a sonreír. Es extraño. Me siento bien. Es la primera vez que alguien me toca más de un segundo y no entro en pánico. Supongo que la gravedad de la situación me ha hecho olvidar el importante detalle de que la piel es el principal foco de transmisión de bacterias, virus y hongos. Es lo que hace que te enfermes de cualquier cosa.

De... Cualquier... Cosa...

Mastico la idea. Me está tocando.

To... Can... Do.

Un nudo me agarrota la garganta. Virus. Gérmenes. Bacterias. Hongos. ¡Ay! ¿Pero por qué mierdas no le empujo y le aparto? ¡Me va a contagiar!

—Ya mejor dejamos de hablar. —Me falta tiempo para zafarme de su contacto —. Sigamos de una vez. —Intento disimular la ansiedad y mantener el tono cordial pero no lo logro; mi tono suena hosco—. Por el túnel de los vehículos.

Tae Hyung parpadea, sorprendido ante mi cambio de actitud, y me dedica una mueca desdeñosa . Finjo no verla pero, cuando voy por el cuarto peldaño, me sobrepasa y me golpea el hombro con el suyo, adrede. Uf.

—Eres un antipático, niño de Primaria.

Su voz se pierde a medida que se aleja, saltando sobre los escalones.

—Con esos modos no vas a conseguir el amor del chico que te gusta en la vida.

—¿Y quién te ha dicho a ti que quiero conseguirlo?

Trato de seguirle pero va demasiado rápido. No tardo en perderle de vista.

—Los sentimientos están para expresarse, Jeon Jung Kook.

Me detengo en el semi sótano. Debe de haber entrado ahí porque su eco resuena entre las paredes.

—Si te gusta alguien, hay que decirlo —continúa—. Es importante validar lo que uno siente para madurar y avanzar en la vida.

—No, no tienes ni idea —objeto—. Hay cosas que no se pueden decir.

Mis palabras se dispersan por la solitaria y silenciosa explanada del aparcamiento. Dejo atrás las cajas de cobro, en donde el ordenador encendido y un almuerzo abandonado a medio comer indican que el empleado ha huido cuando estaba desayunando, y camino por entre los coches aparcados, acompañado del rítmico tintineo de la gotera de alguna tubería que la oscuridad no me permite distinguir.

—¿Tae Hyung? —le llamo en un susurro. No me atrevo a levantar la voz—. Tae Hyung, ¿dónde te has metido? ¿Dónde estás?

Una persona se mueve entre los pilares rojos. Me giro. También lo hace. Me vuelvo a dar la vuelta. No. No es él. Me escondo tras el auto blanco de la derecha. Ya me puedo esperar cualquier cosa así que tengo que tener cuidado y analizar bien el entorno.

La salida está en línea recta, lo sé porque veo la luz de la calle. En medio del trayecto hay varias bolsas tiradas y un coche detenido, atravesado en mitad del túnel, con los intermitentes puestos. No consigo ver más y, ya estoy a punto pasarme al coche rojo, que está más cerca, cuando la estridente melodía de mi teléfono suena en el bolsillo.

Oh, no.

—No puedo hablar —contesto sin mirar, en un hilo de voz ahogado y demasiado aprehensivo—. Voy a colgar.

—¡No, espera!

Es Su Ji.

—¡En la calle hay un caos tremendo! —Suena tan agobiada como yo—. Dónde estás? ¿Estás bien?

—No salgas de casa —me limito a responder.

La escucho mascullar un par de maldiciones en medio un jaleo de bocinas e improperios. Mi advertencia llega tarde. Ya ha salido.

—¿Dónde estás?

Identifico una silueta en la parte delantera del vehículo atravesado. Avanzo, encogido, hasta que llego a la furgoneta azul que está aparcada justo antes de la cuesta de la salida.

—¿Qué haces fuera? ¿Estás conduciendo?

—¡Con lo que estaba viendo por la tele por supuesto que he salido a buscarte! —responde como si fuera lo más obvio del mundo—. Estoy en la rotonda del centro comercial. ¿Dónde demonios estás tu?

Avanzo por lateral. Diviso una persona. Es un hombre de traje y está arrodillado en el suelo, manipulando algo que no logro distinguir. Me meto detrás de una columna. Ya lo veo. Está hurgando en las bolsas y...

No...

No son bolsas.

Ay.

—¿Jung Kook? —Su Ji me llama al otro lado de la línea—. ¡Jung Kook!

Me quedo bloqueado. Ese hombre está sacándole los intestinos al cuerpo sin vida de una chica joven y... Y... Se... Se los... Se los está...

—¡Oye, Jung Kook! ¡Jung Kook!

Se los está comiendo.

—No vengas, Su Ji —consigo decir—. Ponte a salvo.

El hombre levanta la cabeza. Sus ojos inyectados en una sangre casi tan roja como la que se le escurre por la boca, parecen terminar sobre los míos. Doy un respingo y me echo contra la pared, buscando la oscuridad, pero al hacerlo el teléfono se me cae y acaba debajo de la furgoneta.

Mierda.

Le siento acercarse y otear como un animal salvaje. Contengo la respiración. Sus pies ya están delante de mí. Rezo todo lo que se me ocurre. Sin embargo, la suerte parece estar de mi lado.

Un estruendo metálico, justo en el lado contrario en el que me encuentro, llama su atención. Gruñe y se aleja, siguiendo la dirección del ruido. Uf; Dios mío. Las piernas me tiemblan. Pierdo las fuerzas y me deslizo al suelo, sollozando. Es entonces cuando distingo a Tae Hyung, a toda carrera desde el fondo. Ha sido él.

—¡Momento de irse! —me grita—. ¡Vamos, vamos! ¡Levanta y sobrevive! ¡Sobrevive!

Obedezco, claro, y, aunque la lágrimas me impiden ver, vuelo lo más rápido que me permiten los pulmones hasta que patino sobre la sangre esparcida por el pavimento y pierdo el equilibrio. No me caigo solo porque mi compañero de huida, que no me quita el ojo de encima, me abraza.

Nos paramos. Los ojos se me van al suelo, a los restos informes con los que he tropezado. No... Me lo creo... Yo... Estoy pisando... El...

—¡Venga! —Tae Hyung me toma la mano—. Lamentarse y llorar después, ¿recuerdas?

La silueta de aquel caníbal se recorta detrás nosotros.

—¡Lamentarse y llorar después!

Asiento. Me dejo llevar por aquel chico tan valiente que parece poseer toda la seguridad a mí me falta hacia la claridad del día. Salimos pero apenas nos da tiempo a respirar o saborear el triunfo de haber superado la pesadilla. Lo que encontramos en el exterior es peor, mucho peor, que lo que acabamos de enfrentar.

Parece el fin del mundo.

Jung Kook y Tae Hyung han conseguido sobrevivir a la locura de Tae Moo y del caníbal y han salido del centro comercial.
Sin embargo, esto acaba de empezar.

No te pierdas la próxima actualización.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top