28 | Abismo sin fondo
Tae me suelta para a continuación darme la mano. Mi voz interior murmulla que lo ataque otra vez pero, en lugar de hacerlo, me aferro con firmeza a su contacto.
—¿Por dónde vamos, peque? —pregunta.
—Atrás.
Me cuesta contestar. Me duele la cabeza. Las lágrimas no me permiten ver bien. Casi no puedo respirar. Mantengo la idea de que el mundo merece caer pese que al mismo tiempo soy consciente de que quiero salvarlo. Jamás había tenido tantas dudas ni experimentado una agonía tan vacía como angustiosa; soy yo y no lo soy al mismo tiempo.
—Recto —añado—. Está limpio.
—¡Kook dice que hay que retroceder recto! —traslada mi indicación—. ¡Vamos!
Echamos a correr hacia la dirección marcada. Las energías me han abandonado por culpa de la lucha que mantengo por dentro pero la mano de Tae me ayuda a resistir y su fuerza tira de mí a través aquel pasillo interminable lleno de puertas hasta Yoon Gi, que trata de abrirnos camino con el apoyo de tres supervivientes más. Detrás de ellos distingo a Nam Joon con Su Ji pegada a él. Se ve mal. Ha dejado de hablar y luce más pálida que nunca.
—¡Esto es una puta mierda! —El líder derriba un muerto tras otro pero, por cada uno que aparta, aparecen tres—. ¡Estamos jodidos! ¡Si alguien tiene alguna brillante idea que la diga porque nuestros culos no van a llegar sin mordiscos a la cocina!
—¿No puedes intentar ser menos grosero? —Jimin, a mi espalda, da bandazos con la katana—. Todos estamos asustados. Ese tipo de comentarios no ayudan.
—¿Y los que tu haces sí? —La réplica no se hace esperar—. Lo único que has hecho últimamente ha sido quejarte porque Jung Kook no te presta la atención que crees merecer. —El rifle dispara con estridencia. Una, dos, tres veces—. ¿Qué te pasa, Park? ¿Andas resentido por falta de sexo? —Sus ojos le buscan—. Porque si es así, me lo hubieras dicho. Soy materia dispuesta para follar.
—¡Pero qué dices! —El rostro del aludido pasa de la estupefacción a la vergüenza indignada en un segundo—. ¡Tu estás mal de la cabeza!
—Eso no te lo voy a negar. —Yoon Gi suelta una carcajada—. Pero míralo por este lado: los locos somos más intensos en la cama.
Jimin resopla, cada vez más enojado, pero no le da tiempo a contraatacar. Una avalancha de cadáveres empuja a los que ya teníamos delante hacia nosotros y genera una marabunta terrorífica. Nos replegamos en un círculo cerrado.
—¡A la izquierda, Nam Joon! —Tae se ve obligado a soltarme para atizar con la barra de metal a los que logran alcanzarnos—. ¡Defiende ese lado!
—Da igual lo que hagamos, Tae. —El rostro del joven adquiere un tono cetrino al obedecer—. Yoon Gi tiene razón. Se nos acabó la suerte. No tenemos salvación.
—En tal caso muere con la cabeza alta. —La respuesta suena firme—. Te podrán quitar la vida pero que nunca te arrebaten el orgullo de resistir.
La frase se me antoja genial. Es muy suya. Recuerdo que a mí también me dijo algo parecido. Demuestra gran arrojo y valor.
"Si habla a Nam de la misma manera quizás no soy tan exclusivo como me hace creer" me invade la voz. "Quizás de verdad sea un psicópata, como afirma Jimin, y tras su aparente amor incondicional esconda interés".
Respiro con toda la profundidad posible. Maldita sea; ¡necesito parar la mente!
Me esfuerzo por regresar la atención al entorno. Quiero encontrar alguna ruta, pista o plan, lo que sea, que nos permita escapar del embudo en el que nos encontramos pero a mi alrededor solo hay desolación. Las paredes del pasillo detienen la embestida y, con ello, nos dan cierta tregua porque nuestros atacantes son tantos que se bloquean entre ellos al avanzar. Sin embargo, se han convertido en auténticas bestias y muestran un afán por devorar carne inaudito.
El suelo está plagado de restos de miembros, vísceras y trozos de hueso de las personas que han despedazado. Algunos aún respiran y se arrastran por el suelo, tratando de huir. Al fondo, varias voces ahogadas se silencian al ser cazadas. Me parece que suplican. Lloran. Aúllan presa del dolor. Mas en el refugio no hay lugar para la clemencia.
Los chasquidos de las extremidades al partirse y de la piel al masticarse se me meten en los tímpanos. La sangre tiñe de un rojo fresco cada rincón. La desesperación domina cada latido.
"Se lo merecen" me escucho de nuevo. "Debo cumplir. Expresar mi deseo. Portar el estandarte del cambio. Dar paso a la Nueva Era".
El círculo que hemos formado se rompe. La espada de Jimin corta cuanto muerto se le atraviesa sin darse cuenta de que se aleja del grupo. Yoon Gi hace lo propio por delante, seguido de sus tres aliados. No les vas bien. Dos son atrapados, devorados entre alaridos de pánico. El tercero resbala pero logra zafarse de los mordiscos. El líder también resbala. Termina en el suelo.
—¡Mierda! —protesta—. ¡Putos cabrones!
Se escurre hacia atrás, en huida, hasta que su espalda choca con la pared. Varios se le tiran encima. Escucho las balas repiquetear mas las bestias aguantan. ¡Ay, Dios! ¡Van a matarle!
"Vendía drogas. Es muy posible que también estuviera metido en la prostitución ilegal. Debe ser juzgado".
Tae intenta auxiliarle, con esa resolución suya tan admirable. Me encantaría hacer lo mismo.
"¿Para qué? Yoon Gi es un dictador que utiliza el refugio como imperio personal. Y quiere usarme a mí".
No, no es cierto. Nos salvó cuando estábamos a punto de morir en la empresa de Jimin. Nos dio asilo, mantas, comida y esperanza gracias a su visión de apoyo en comunidad. Es un gran hombre.
Descargo el bate sobre los monstruos aunque el instinto me pide que lo haga sobre mis propios compañeros. ¡Pero no pienso a ceder! Haré mi mejor esfuerzo por volver a ser el Jung Kook de siempre.
"Pero resulta que ya no lo eres" concluye un murmullo desde el exterior. "No lo serás jamás".
Aquella frase me descompone. ¡STOP! ¡Ya basta! Descargo mi desesperación a través del bate, contra los muertos. ¡Silencio!
"Peor para ti si no escuchas".
El techo sobre mi cabeza adquiere la tonalidad del abismo. Oh, no. Las sombras se deslizan por ambos lados de la pared a una velocidad de vértigo. El entorno se oscurece a mi alrededor.
—¡Nos están alcanzando! —Esta vez advierto con contundencia—. ¡Tenemos a los demonios casi encima!
Nam Joon da un respingo ante la alerta y pierde el equilibrio al intentar socorrer a un pobre adolescente que llora mientras el cadáver del que, al parecer, era su amigo le tira de los tobillos para meterle en la habitación de donde intenta escapar. Su Ji se desploma junto a él. Ambos son rodeados de inmediato.
¡No!
Me giro con la intención de ayudarles justo cuando la katana de Jimin se atasca en el cuerpo de un tipo obeso de piel verduzca y ojeras que, lejos de detenerse, arremete contra él de tal forma que le estrella contra la puerta de uno de los despachos. Varias manos emergen enloquecidas del interior y le inmovilizan, agarrándole de la ropa.
¡Mierda, no!
"Se portó mal". Ignorar la voz es cada ver más complicado. Es como si se me estuviera metiendo en la entrañas. "Debe ser castigado. Todos deben hacerlo".
Todos... Deben...
¿Por qué?
—¡Peque!
Tae Hyung capta mi atención desde el lado contrario. También está en problemas. Los muertos se arremolinan poco a poco en torno a él, pese a que no para de atizar el aire con la barra de metal para ahuyentarlos.
"No hay salvación para quien no la merece".
Las lágrimas se me escapan de nuevo. No, no quiero. Me niego.
—Tae... —sollozo—. No vamos terminar así, ¿verdad? Tae...
—¡Claro que no! —responde con convicción—. ¡Solo intenta recordar lo hiciste en el estacionamiento! ¡Lograste pararlos! ¡Tu puedes joderles!
Yo... Pues...
La verdad, sobre ese asunto mantengo una fuerte laguna. No sé muy bien lo que ocurrió.
—Suéltame, te dije yo. —Se zafa de la mujer que se ha tirado a morderle—. Suéltame a mí y enfréntalos.
Las imágenes de ese momento regresan con lentitud. Sí, creo que fue algo así. Recuerdo que los muertos aprisionaron a Tae por las piernas mientras tratábamos de escurrirnos por debajo de los autos. Le cogí la mano para retenerle. No quise dejarle. Ahí me confesé. Pero después él se soltó adrede y la oscuridad se lo tragó entre medias de las dentelladas de las bestias. La desesperación me hizo abandonar lugar seguro. Corrí a buscarle. Pisé las sombras y...
Ya.
Ya lo que tengo que hacer.
Aprieto el bate con toda la firmeza que puedo. La perspectiva me acobarda, me hiela la sangre y también me amedrenta. Sin embargo, la voz de mi cabeza ha callado y ese alivio me envalentona lo suficiente como para envestirme un poco de la resolución que tanto admiro en Tae. Retrocedo sobre mis pasos, de regreso a la oscuridad. Me detengo en medio del pasillo desierto.
Sé que estoy pisando los restos de mis compañeros devorados pero procuro no mirarlos. Me digo que no importa, que lo hago por un bien mayor, que lo entenderían.
—¡Quiero que pares! —Me dirijo al aire—. ¡Déjanos! ¡Vete!
La risa infantil invade el espacio. Una sombra serpentea por el suelo, a mi derecha. ¡Ahí! Descargo mi arma sobre ella. Brinca, se retuerce, salta a la pared. Le asesto otro golpe, esta vez más fuerte. Un murmullo gutural se expande y me aturde. Agito la cabeza para despejarme. Levanto la vista. Ahora la tengo encima.
—¿Qué haces, mi estimado? —Aquella cosa se estira como un chicle y adopta mi forma. Su rostro, que es el mío, quedan a la altura de mi nariz—. No puedes ir contra tu destino.
—¡Que te jodan!
Creo que no se espera que le pegue en plena cabeza porque la mueca se queda congelada en sorpresa. Aunque, claro, yo tampoco esperaba notar el batacazo en propia piel, como si me hubiera autolesionado. Me mareo. La imagen del pasillo baila ante mis ojos.
—Te vas a lastimar, querido yo.
—No me llames así.
Me repongo. Le vuelvo a golpear. Uno. Dos. Tres. Con cada estallido el daño en mi carne es mayor pero no debo parar. Tengo que acabar con él. Cuatro. Cinco. Seis.
—¡Te odio! —exclamo—. ¡Maldito demonio! ¡No representas la salvación de nada! ¡Solo eres caos!
Siete. Gime. Ocho. Se retuerce. Nueve. Se escabulle por el rincón. El bate se me cae de entre las manos. Escucho los cuerpos de los muertos desplomarse tras de mí. Yo también lo hago. Me encuentro mal.
—¡Kook! —Tae se tira de rodillas a mi lado y me sostiene antes de que me estrelle de bruces contra el suelo—. ¡Kook! ¡Kook! —Me recoge en el regazo—. ¡Que alguien me dé algo para taponar la hemorragia! ¡Rápido!
Hemorragia.
¿Yo...? ¿Me he causado una hemorragia?
Parpadeo, con dificultad. Me palpo la sien. La humedad pegajosa me impregna la mano de un rojo vivo. Estoy sangrando a borbotones.
—Los... Toqué... —Apenas me sale la voz—. No lo sabía pero.. Ahora son yo... O yo soy ellos... No sé...
—No te preocupes. —El susurro de Tae al apretarme contra él suena ahogado. Creo que lucha por no llorar—. Encontraremos una solución, ya lo verás.
Me arrebujo en su calor, cada vez más aturdido. Su brazo me suelta unos instantes, los justos para anudarme una tela a la sien.
—¡Como siempre tenías que hacerlo! —El eco molesto de Jimin descarga sobre su hermanastro. Ni siquiera me da tiempo a alegrame de que se encuentre bien; parece un volcán a punto de estallar—. ¡Puto psicópata pirado! ¿Por qué indicaste a Kook retroceder? ¿Pretendes matarle?
—No tengo tiempo de escuchar tus idioteces, Park. —Tae responde con menos indiferencia de la habitual—. En vez de gritar, ayúdame a sacar a Kook de aquí antes de que los muertos vuelvan a levantarse.
—A mí tu no me dices lo que tengo que hacer.
Me encojo. No, por favor. Que no discutan.
—Si te ayudo, que te quede claro que es por Kook —insiste Jimin—. Solo por...
—Okey, ya te hemos escuchado, chiquillo falto de afecto. —Yoon Gi zanja la conversación—. Ahora colabora con Tae Hyung y cierra la boca si no quiere que te la cierre yo.
Las formas del líder no son las mejores pero funcionan a la perfección porque Jimin resopla y, aunque se mueve contraído por la rabia, se calla y obedece. El dolor es insoportable cuando me ponen en pie. Parpadeo. A penas doy un paso. No logro mantener el equilibrio. Creo que me voy a desmayar.
—Ey, no tan rápido... —Tae me ofrece su espalda—. Te llevo.
Me dejo caer en ella sin pensar. Alguien que no identifico me acomoda mejor la venda. El mundo flota al avanzar como si estuviera tumbado en una nube.
—Venga, peque, no te duermas, ¿sí? Háblame.
Recuesto la cabeza sobre su hombro. Su cabello castaño me cosquillea en la nariz. Soy consciente de que no debo cerrar los ojos porque es peligroso para los traumatismo ya que se corre el riesgo de entrar en coma o incluso sufrir un infarto cerebral pero el peso de los párpados me supera. Estoy extenuado.
—Es.. Curioso... —murmuro—. Aún... Huelo a jabón... En tu... Pelo.
—Es que montamos una piscina alucinantes de pompas. —La respuesta, pese a parecer alegre, resuena con un matiz nasal. ¿Está llorando?—. Cuando te recuperes lo repetiremos con el doble de espuma. ¿Qué te parece?
Anhelo responderle que no deseo verle mal. No debe sentirse culpable por haberme animado a luchar contra esos seres ni sufrir por mi estado de salud porque me siento orgulloso por primera vez en mi vida y mi fuerza se la debo a él pero el sopor no me permite articular ni una sílaba más.
No puedo evitar caer al abismo oscuro sin fondo en donde la quietud me arrastra a la paz que da la letargia. Me daña dejarle solo. Lloro sin lágrimas. Grito sin voz. Busco agarrarme a algo pero no existe nada. Solo la penumbra y una intensa bruma que me deja sin conciencia de forma irremediable.
La lucha de Jung Kook contra la sombra que carcome su espíritu es cada vez más dura. Ya no solo le hablan. Ahora parecen ser él.
No te pierdas la próxima actualización.
N/A: He tardado 15 días en escribir este capítulo 🥲🤧 no digo más, casi muero yo ahí en el pasillo también 😆. Por favor, denle cariñitos y, si pueden dejarme algún comentario, se lo agradeceré un montón.
Bss, Ada ❤️
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