25 | La cordura es la perdición
—Se lo advertí a Yoon Gi pero no me escuchó. —Tae se inclina sobre la mochila que descansa en el rincón y que no he visto hasta ahora, y extrae una barra de metal, antes de limpiar el bate y tendérmelo—. Ya sabía yo que ese tipo era un cabrón con piel de cordero y que terminaría por liarla.
—¿A qué te refieres? —Acepto el arma, sin entender—. ¿Quién la ha liado?
La respuesta me llega al segundo.
—¡Ahora pretendéis huir, malditos perros desgraciados! —La voz de Lee resuena impregnada en odio—. ¡Pero antes, cuando os lo he pedido con amabilidad, me habéis ignorado!
Un repiqueteo intenso me pita en los oídos. Las exclamaciones de pánico se alzan ensordecedoras. Escucho carreras precipitadas. Llantos histéricos. Chillidos angustiosos.
—¡Ya es tarde! —continúa—. ¡Muy tarde para vosotros, malnacidos!
Tae se acerca al umbral de la puerta. Le sigo, con tanto tiento que parece que estoy caminando sobre cristales. Se me ha tensado todo el cuerpo.
—¡Nadie se va deshacer de mi Wo Chang como si fuera basura! —Las exclamaciones prosiguen—. ¡Nadie!
Otro estallido, esta vez más cercano, me hiela la sangre. Reconozco en el pasillo a la señora Choi, la amable encargada del lavadero. Está retrocediendo, con las manos extendidas por delante del cuerpo. Otras personas la siguen, entre ellas, uno de los implicados en la primera discusión y el padre de la niña fallecida.
—No... —implora—. Lee... Razona un poco...
No alcanza a terminar. Un cuarto estruendo la hace parpadear, tambalearse durante unos instantes y después desplomarse en el suelo con los ojos vacíos y un pequeño hilito de sangre bajándole por la sien.
¡No puede ser!
El caos estalla. Todos los que se encuentran en el pasillo tratan de huir a trompicones, sin importar si se empujan entre ellos, y en el proceso tiran a sus compañeros al suelo. Un adolescente resbala, patina y se estrella contra la pared por culpa de otro que corría a su lado y que le ha propinado un empellón para que se apartara. El pobre se queja y trata de incorporarse pero no puede; casi al instante recibe una sarta de disparos en el pecho que lo hacen quedarse sentado como una efigie inerte mientras el cargador cambia de objetivo y se ceba con el que le empujó.
—¡Esto por ser tan hijo de puta! —Lee mantiene su cantinela desquiciada—. ¡Cobarde!
Dios mío.
El refugio se ha convertido en una pesadilla tan espantosa como el propio exterior. Pero, de todos los escenarios que había visualizado, y han sido unos cuantos, jamás se me había pasado por la mente la idea de que fuera a ser Lee, uno de los más comprometidos con la protección, el causante de la tragedia. Me resulta inverosímil, absurdo y...
Y...
¿Y Su Ji? ¿No estaba con él?
Mastico la pregunta.
Sí, Jimin dijo que estaba operando a Wo Chang. Pero Wo Chang ha fallecido así que...
¡Mierda! ¡Su Ji!
—¡Kook, no!
Tae me empuja en el instante en el que cometo la estupidez de salir fuera. La ráfaga de tiros surca el aire como si se tratara de un campo de guerra. Los dos caemos al suelo. Yo me doy de espaldas contra la fría losa. Él aterriza sobre mí.
—No te dejes llevar por el pánico —susurra—. Mente serena. No te muevas.
No me atrevo ni a asentir. He entrado en shock. Estamos rodeados de los cuerpos tiroteados de los que han sido nuestros compañeros de escondite. Todos muestran expresiones de pavor congelado en las caras y tienen las pupilas muy abiertas, reflejando angustia o sorpresa. Algunos se encuentran boca arriba. Otros han caído de lado o boca abajo. Distingo a la señora Choi. Parece mirarme.
—En el fondo, esto es lo mejor.
Las botas de Lee repiquetean cerca de donde nos encontramos. Cierro los ojos. El cuerpo me tiembla por dentro. No esperaba tener que volver a presenciar una masacre. Al menos, no así.
—El caos originado por el mal de la locura nos ha deshumanizado y convertido en seres egoístas que no aman nada, ni siquiera a sus propios muertos.
Un balazo se estrella contra el piso. Un quejido ahogado solloza antes de extinguirse. Acaba de rematar a alguien que aún respiraba.
—Y, a los pocos que quedan con sentimientos, ¿qué les espera?
Se detiene frente a nosotros. Aguanto la respiración.
—Solo agonía, sufrimiento, dolor —concluye—. Es mejor que terminemos con todo aquí y ahora, asesinados por nuestras propias manos mientras aún gozamos de voluntad, a esperar que el Apocalipsis nos sumerja en su pesadilla y devore nuestras almas —y añade—: No se puede escapar de la niebla de Joel. Es el principio del final definitivo.
Reúno fuerzas para abrir un ojo. Sus botas, sucias y salpicadas de rojo, se mueven hacia delante. Algo ha llamado su atención. Solo espero que no sea otro herido.
—Niña del infierno. —Mis deseos se volatilizan en cuanto habla—. Pensaba que te había dado de pleno pero ya veo que te resistes a morir.
¿Su Ji?
—Es... Espera, Lee...
¡Es Su Ji! ¡Su Ji!
Me retuerzo. Tengo que levantarme y ayudarla como sea. Sin embargo, no puedo porque Tae sigue encima de mí y no solo me lo impide sino que además me tapa la boca con la mano.
No. ¡No, no, no! ¡Ella no! ¡Es como una hermana para mí! ¡Es mi familia! ¡No puede ocurrirle nada! ¡No puede!
—Siento mucho lo de Wo Chang. —Su timbre lloroso se escucha con dificultad—. De verdad que sí. Hice todo lo que pude pero el sellado de la herida falló y...
—Dijiste que lo habías conseguido. —Lee la corta, seco—. Que vivía.
—La operación salió bien. Después sus constantes se...
—Tus explicaciones me sobran. —Desde donde estoy, no alcanzo a verlos pero me imagino que la acaba de apuntar con el arma—. No hiciste lo que tenías que hacer. Se acabó.
—Que te jodan, puto psicópata. —Ella, muy a su estilo, cambia el tono y le encara—. Eres aún peor que los locos de la salvación.
—Tómatelo como gustes, inútil estudiante de veterinaria.
Escucho el sonido del seguro al quitarse. ¡Joder!
—Peque, vuelve al lavadero lo más rápido que puedas.
Tae se aparta de mí. Me quedo tieso en el suelo mientras le observo deslizarse hasta una pelota infantil abandonada cerca de donde hemos caído, cogerla y lanzarla con fuerza hacia el fondo del corredor. El sonido de la goma al botar golpea primero contra las paredes, a continuación en el suelo y finalmente termina sobre un cadáver.
La reacción es inmediata. Lee se olvida de Su Ji, se vuelve y nos dedica una oleada de disparos, que reparte de forma indiscriminada en todas direcciones. ¡Dios mío! Me arrastro con los codos, cubriéndome entre los fallecidos, hasta lavadero. Tae hace lo propio pero toma el camino opuesto y se oculta en la habitación de enfrente.
—¡Oh, vaya! —Las pisadas de las botas se acercan de nuevo—. ¿Tae Hyung? —deduce—. Eres tu, ¿verdad? Por supuesto. No se me ocurre otra persona que cargue con los suficientes huevos como para interferir así sabiendo que tengo un arma.
Un golpe seco me taladra la sien. Le ha metido una patada a una de las puertas.
—¿Dónde te has escondido, ah? ¿En el aula de clases? —Da otra—. ¿En la de música, quizás?
Distingo su silueta por el rabillo del ojo. Mierda; ya está aquí. Me incorporo y me pego contra la pared. Aprieto el bate con todas mis fuerzas.
—No quiero darte un disgusto pero que sepas que ya he matado a tu amiguito, ese tal Jung Kook —le provoca—. Es una lástima porque era simpático y bastante sensato. Creo que le apreciabas mucho, ¿verdad?
Su propia voz se pierde en medio del vacío.
El silencio se torna asfixiante. Denso. Abrumador. Noto el frío helado en los huesos. La piel de gallina. El miedo paralizante. Y la risa. Ese murmullo infantil ingenuo pero al mismo tiempo malévolo dentro de los tímpanos.
"¿Has visto de lo que es capaz la naturaleza humana, Jung Kook?"
Ellos.
No puede ser. ¿Han entrado en el refugio?
Rastreo cada recoveco del lavadero pero encuentro nada anómalo. Solo está la ropa apilada, las cuerdas de tender y el barreño. Repaso las líneas del suelo en donde el charco de jabón sigue extendiéndose y cada milímetro de la pared, con creciente desasosiego.
No, no es cierto. Me lo he imaginado o... ¿Fuera? ¿Están fuera?
—¡Tae Hyung! —Por desgracia el timbre de Lee me distrae de la inspección. Sigue junto a mi puerta con ese especie de rifle cargado de munición—. Hablemos, ¿te parece?
Se adelanta un par de pasos. Intento asomarme, pese a que mi cuerpo se acaba de convertir en una gelatina temblorosa bailando en un plato y a duras penas consigo sostener el bate entre las manos. Lee me intimida pero la idea de que las sombras puedan estar en ese pasillo plagado de muertos me llena de un profundo pánico. Si es así, estamos acabados.
—¡Ey, vamos, colega! —Nuestro enemigo no cesa en el reclamo—. Creía que tu, que controlas mucho de escrituras apocalípticas, comprenderías mi decisión —expone—. ¿No conoces acaso lo que se dice de la niebla de Joel?
Saco la cabeza. Apenas me da tiempo a otear los cadáveres que tengo delante porque la zapatilla me patina por culpa de la suela mojada y rechina. ¡Ay, mierda!
—¡Te pillé!
La furia de las balas no se hace esperar. Retrocedo. Me pego de nuevo contra la pared. El pánico me ahoga. Los tímpanos me pitan. No puedo respirar. ¿Viene a por mí? Cierro los ojos mientras le siento reponer la munición con la que acaba de convertir el quicio de la puerta del lavadero en un colador. Sí, viene.
"¿Ya lo entiendes, mi estimado yo?" Mi propia voz resuena dentro de mi cabeza. "El caos que un ser humano teóricamente cuerdo genera con sus pensamientos, con sus acciones, es el verdadero Apocalipsis" sisea. "Nosotros solo abrimos lo que ya está corrompido por la burda inteligencia del libre albedrío. Por eso la cordura es la perdición del mundo".
Enorgullécete de pertenecer al grupo de los incomprendidos, de los rechazados, porque quizás puedas correr.
No te pierdas la próxima actualización.
N/A: ¡No puedo creer que ya haya llegado a la edición de último capítulo que había publicado! ¡Wow! ¡Qué emoción! Me ha gustado mucho corregir y ampliar la historia. He leído escenas que de verdad creo que quedaron muy bien y, aunque otras necesitaron modificaciones, estoy satisfecha y orgullosa de mi trabajo y de mis personajes. ¡Ahora toca avanzar! Gracias por leer y apoyar ❤️🫂
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