18 | Te quiero

La escalinata está sumida en un silencio sepulcral. Apenas se ve nada y el frío que nos rodea me hace tiritar mientras Yoon Gi alumbra con la linterna los escalones por los que descendemos. Sin embargo, no escucho risas ni tampoco susurros. No percibo esa sensación gélida  dentro de los huesos ni ninguna presencia anormal. Solo siento vacío. Y tensión. Una increíble tensión.

Llegamos al sótano uno. La luz se centra sobre la puerta de acceso.

—Joder. —Yoon Gi forcejea con el pomo—. Maldita sea—. Introduce en la rendija un alambre y lo mueve en círculos, tratando de encajarlo, hasta que se le rompe—. Mira que le dije a esos cabrones de la quinta que no le pusieran llave a los garajes. Nos toca seguir bajando.

—Entonces, ¿tu fantástico plan de supervivencia consiste en ir a tientas y analizar todas las subplatas por si Dios se ha apiadado de nuestras almas y ha decidido ofrecernos una salida?

Nam Joon, que ha ocupado el lugar de Lee en la expedición a fin de que éste pueda quedarse junto a su novio moribundo, aprieta el mango del martillo. Se ofreció a salir porque es muy buena persona pero está más histérico todavía que yo.

—No me jodas. —Su protesta se hace notar mientras continuamos—. Esto parece un maldito centro comercial de esos que son como palacios, con miles de accesos por todas partes y, por lo tanto, peligros.

Yoon Gi no responde. Se limita a seguir probando puertas pero todas están cerradas y, a medida que descendemos, el ambiente va tornando cada vez más oscuro y también más helado. La sensación de abandono hiela la sangre. Da miedo.

Pasamos por el quinto garaje. Por descontado, tampoco podemos entrar. Ya solo nos queda uno más antes de replantearnos alternativas pero, ¿qué alternativas? ¿La zona del tanque de agua de emergencia? Allí no habrá nada. ¿Los conductos de ventilación quizás? Levanto la vista hacia el techo, en busca de las rejillas. Parece haber bastantes. Como es lógico, un edificio de lujo debe contar con unos conductos extensos que permitan filtrar bien el aire aunque...

¡Ay, madre!

Por no fijarme por dónde voy, el pie me patina en el último tramo y pierdo el equilibrio. No me caigo solo porque Tae, que camina justo detrás de mí, me abraza por la espalda.

—¿Estás bien? —Su susurro se me cuela en el oído—. ¿Te has lastimado?

—No... —El corazón se me sube a la garganta—. Gra...

La palabra se me queda a medias. La linterna de Yoon Gi nos muestra que acabo de resbalarme por culpa de un líquido oscuro plagada de trocitos blancos y amarillos que se extiende por los escalones, en un hilo similar a un arroyo. Un arroyo de sangre medio coagulada que, además, apesta a óxido.

—¡La madre que me parió! —Nam Joon se lleva las manos a la cabeza— ¡Pero qué mierdas es esto!

Se me corta la respiración. Son trozos de intestinos, grasa y vísceras. Una hilera de vísceras que sigue el rumbo al que nos dirigimos. Dios mío. Nunca me acostumbraré a este tipo de cosas. Da igual las veces que las vea. Es demasiado para mí.

—Cállate la boca, Nam, mierda. —Yoon Gi le planta la luz en la cara—. Vas a delatar nuestra presencia.  

—¡Pero no te das cuenta de lo que...!

Le vuelve a alumbrar una, dos y tres veces más hasta que el ex novio de Su Ji resopla y se muerde el labio.

—Solo no lo mires. —El tono de Tae suena tan firme como siempre—. Mantén los ojos en la pared. —Su aliento regresa a mi oreja—. Tu tampoco te fijes, peque. 

Me encantaría no hacerlo pero caminar a tientas no es tarea fácil y, aunque me esfuerzo, no puedo evitar reparar en que los órganos han dejado paso a dedos, orejas, ojos y después a extremidades cortadas y cabezas. Cabezas de los empleados del lugar.

Debe ser obra de uno de esos elegido de la salvación. No le encuentro otra explicación.

—Tiene que haber un loco por aquí. —Yoon Gi me lee la mente—. Estad alerta.

Bajamos los peldaños que nos quedan a cámara lenta, como si pisáramos sobre cristales pero no encontramos a nadie y, por fin, llegamos a la última puerta. Por suerte no tiene llave aunque, al tratar de abrir, algo en el otro lado bloquea el acceso.

—No se te ocurra quitar la luz de encima nuestro. —Yoon Gi le cede la linterna a Nam Joon y se tira sobre ella—. Tae  Hyung, ayúdame a desatascarla.

Ambos la empujan. Consiguen entornarla, no sin esfuerzo. Vamos, un poco más. Solo un poco más. La luz tintinea, temblorosa bajo el pulso del ex de Su Ji. La abertura se agrada. Y entonces aquella alarmante risa infantil me resuena en los tímpanos.

¡Oh, no! ¡Mierda!

Reviso en todas direcciones. No distingo nada. ¿Qué hago? ¡Qué hago! Vuelvo a escucharla.

Suena a la derecha. ¡A la derecha! ¡Ahí está Nam Joon!

Le empujo antes de la silueta de cabello largo que emerge de la nada le muerda en el cuello. Nos damos de bruces contra la pared.

—¡Muertos! —alerto—. ¡Son los muertos!

La mujer, con el gaznate abierto en canal, una mirada hueca y la boca llena de sangre, emite un sonido gutural y se nos abalanza, soltando dentelladas con tanta violencia que a Nam se le caen la linterna y el martillo de entre las manos. 

Ay, ¿pero cómo es posible? No recordaba que fueran tan rápidos. Ni tampoco que quisieran comernos así. Algo en ellos ha cambiado. Lo compruebo cuando el cadáver de un hombre joven surge por el otro lado y me hace caer y aterrizar junto a los restos de lo que queda del autor del camino de las cabezas. Hay otros dos muertos más en torno a él y lo están devorando.

—¡Hemos abierto! —La exclamación de Yoon Gi se me hace música para los oídos—. ¡Moved el culos! ¡Vamos!

Intento levantarme pero uno de los muertos que se está dando el festín me ha visto y no duda en lanzarse a por mí. Me golpeo con fuerza en la cabeza contra el suelo. Lucho por evitar que sus dientes me rocen. Tae aparece por detrás y descarga el bate sobre el monstruo varias veces pero, como no se detiene, le ensarta el cráneo con el cuchillo. Queda inmóvil.

—¡Corre, Kook! —Me lanza el bate—. ¡Corre!

Obedezco, seguido de Nam Joon, que ha conseguido recuperar la linterna y también el martillo y librarse de su atacante pero en el interior del sótano encontramos una auténtica pesadilla.

El lugar está hasta arriba de cadáveres vivientes, apenas hay coches tras los que ocultarse y los pilares no son una opción porque las luces de emergencia, que no paran de parpadear, están cerca de ellos.

—Tira una de esas mierdas de fuego. —Nam Joon se pega a Yoon Gi—. Bárrelos a todos del mapa.

—No puedo —replica éste—. Si lo hago jodería la estructura del edificio.  El refugio está arriba.

—¿Y entonces qué hacemos?

—Llegar a ese coche. —Tae señala una furgoneta blanca que nos queda bastante lejos, con los portones abiertos—. Por la pinta que tiene, su dueño echó a correr antes de aparcarla —deduce—. Debe tener la llave puesta.

Nam Joon refunfuña pero se calla en cuanto ve que Tae, que ha adoptado una actitud fría como el hielo, no vacila en abrirse paso a cuchillazo limpio.

—¡Woa! ¡Esa es la actitud! —Yoon Gi da un salto de júbilo y le imita—. ¡Ya sabía yo que valías oro, chaval!

Sí, claro que lo vale. Tae es la persona más valiente del mundo y eso es precisamente lo que me preocupa. Va demasiado rápido. Estoy empezando a detectar esas sombras reptar.

—¡Cuidado! —Una se sitúa a su derecha—. ¡Izquierda! ¡Por la izquierda!

Me obedece, claro.

—¡Pégate a la pared hasta el pilar! —prosigo—. ¡Ahora ve de frente!

—¿Qué demonios dices? —Yoon Gi le propina una patada con el pie al muerto que se nos ha acercado por la espalda y sus ojos oscuros me observan, atónitos—. ¿Se te ha ido la cabeza? ¡Le estás llevando por dónde más cadáveres hay! 

—El camino difícil a veces es el que te permite vivir —respondo sin pestañear—. Tenemos que seguirle.

—¡Y una mierda! —replica—. ¡Yo iré por donde me salga de las bolas! ¡Eso de que trazas rutas seguras es una patraña delirante! 

Me encantaría poder explicarle la situación pero ahora no es el momento de hacerlo. Tae se ha detenido y los muertos empiezan a cercarle.

—¡Kook! —exclama—. ¡Por dónde! ¡No veo ni un resquicio por el que pasar!

Corro hacia él, con cuidado de poner los pies en la claridad que marca un camino que zigzaguea por entre los pilares y los coches, seguido de Nam, hasta que le alcanzo. Detecto una vía libre a nuestra derecha.

—¿Me sigues? —inquiero.

—Hasta el fin del mundo y después también.

Me muevo en la dirección indicada. Luego de frente. A la derecha otra vez. Una sombra se nos interpone. Izquierda. Dos muertos nos salen al paso. Tae da cuenta de uno y Nam de otro. De nuevo derecha. Hacia atrás. Otra sombra. La rodeamos. Más muertos. Nos escabullimos por entre los coches. Llegamos a uno rojo. Nos detenemos.

La furgoneta blanca está a pocos metros pero eso seres se han acumulado en torno a ella y lo peor es que la oscuridad se ha adueñado de la zona.

"Jung Kook, responde a las preguntas".

Maldita voz. 

"Responde".

—No podemos avanzar, ¿verdad? —Tae me busca—. ¿Peque?

"¿Qué es lo que esconde tu corazón maltratado y herido?"

Necesito que me deje en paz. ¿Por qué no me deja en paz?

"¿Me lo llevo a él?"

¿Cómo?

—Peque... —Las manos de Tae me acarician el rostro. Su contacto me hace espabilar—. Respira. No te bloquees. Vamos, tu puedes.

Los muertos nos rodean. La sombra se erige, imponente, entre ellos. ¡No, no, no!

—¡Bajo el coche! —improviso—. ¡Ya!

Nos arrastramos por el suelo. No sé lo que le ha pasado a Yoon Gi pero tampoco me da tiempo a desear que se encuentre bien porque, a pesar de mis esfuerzos, esa maldita oscuridad se cuela por entre las ruedas y me obliga a gatear fuera, en busca de otro vehículo. Nam Joon no tiene problemas en seguirme. Sin embargo, a Tae una mano le atenaza el tobillo cuando está a punto de meterse y lo arrastra hacia atrás.

¡No!

Le agarro la mano antes de que la sombra, que no para de crecer, se lo trague. Pongo todo mi empeño en tirar de él.

—¡Kook, suéltame! —me pide—.  ¡Enfréntalos y a mí suéltame!

—¡No, no quiero!

—¡Peque, sé lo que digo!

—¡Que no! —Las lágrimas se me resbalan por la cara—. ¿Y si no lo logro? ¡Morirás! ¡No podré asumir eso! —Un nudo se me hace en la garganta—. ¡Te quiero y no te voy a dejar! ¡Te quiero!

El arrastre se hace más fuerte.

—Has escogido un momento espantoso para decírmelo, ¿sabes? —responde, y añade—: Pero me alegra saberlo. Yo también te quiero.

La presión me doblega. Nam Joon trata de ayudarme pero ni por esas logramos liberarle. No puede ser. No. Esos seres me lo quieren quitar. No.

—Tae...

—No llores, Kook. —Mi desesperación se multiplica al notar que tira para deshacerse de mi mano—. Puedes hacerlo, lo sé. Confío mucho en ti.

Se suelta. El arrastre no se hace esperar y el suelo bajo el coche rojo lo engulle. Un suelo oscuro inmerso en las sombras.

El grupo ha abandonado el refugio pero salir del edificio no ha resultado materia sencilla.
Y, en medio del caos, Kook ha sido capaz de abrir su corazón.
Aunque...  ¿Demasiado tarde?
Tae parece haber caído.

No te pierdas la próxima actualización.

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