13 | Refugio

Me he dado cuenta de que, pese a la pesadilla que nos rodea, hay cosas que me devuelven la ilusión. Una de ellas es entrar al edificio de oficinas de lujo donde Yoon Gi nos lleva, blindado y con cámaras de seguridad interna en los pasillos, y descubrir que en él se esconde el oasis de la felicidad.

El bloque tiene dieciséis pisos pero Lee nos explica que en el primero se han sucedido gritos y golpes por lo que han bloqueado el acceso y no se puede subir. La zona segura se limita a la planta baja y al sótano izquierdo, en donde se encuentra la caja de fusibles y un tanque de agua de emergencia diseñado para ser utilizado en caso de avería en el suministro normal. Pero, aunque se trate de un solo piso, el lugar es inmenso.

Las oficinas han sido habilitadas como una vivienda común que alberga a un numeroso grupo. Hay mantas en el suelo para sentarse, libros e incluso algunos juegos de mesa. La recepción se ha transformado en una especie de laboratorio casero de explosivos y el office hace función de cocina. Tienen café, galletas y vasos de ramen instantáneo en la encimera. También rollos de servilletas de papel, jabón y un grifo.

¡Un grifo! Corro hacia él y lo acciono. El agua empieza a correr. Me falta tiempo para meter la cabeza debajo y dejar que el frescor me alivie las sienes.

Ay. Por fin.

Me permito perderme en la sensación unos minutos antes de apartarme, con el cabello chorreando, y ceder el lugar a Tae mientras mis otros dos compañeros observan el entorno con la boca abierta.

Estamos salvados.

—Yo limpiaba aquí. —Lee continúa su explicación—. Venía al amanecer. Cuando empezaron los primeros disturbios el único que estaba en la planta era Yoon Gi así que nos aislamos.

—Es un lugar alucinante —admira Su Ji—. Muchas gracias por traernos.

—No, nada de "gracias". —Yoon Gi le arroja una manta, que ella coge como puede, antes de hacer lo mismo con Nam Joon y con Tae, que se apresura a tomar también la que me tira a mí—. Para quedarse hay que contribuir.

—¿Contribuir? —parpadeo.

—Dar algo a cambio.

—Pero no tenemos nada.

—Entonces tendréis que ser útiles. —Nos da la espalda—. Os he recogido porque estábais jodidos pero no admito lastres ni gente que se limite a rascarse el culo en mi comunidad.

Su comunidad. Entonces es el que manda. El líder.

—Seguidme.

Un par de hombres nos indican que dejemos los martillos y la sierra en una mesa, algo a lo que no nos queda más remedio que acceder. Yoon Gi no conduce a través de un estrecho pasillo y los ojos se me van derechos al interior de los depachos por los vamos pasando. En uno dos niños escriben en sus cuadernos mientras una señora de moño les habla sobre ecuaciones. En otro una chica toca la guitarra frente a tres entusiastas que la siguen a golpe de palmas. En el tercero un par de adolescentes preparan raciones de agua y comida.

El ambiente es agradable. Hasta han montando un lavadero, en donde una mujer de unos cincuenta años, descalza y con un vestido de firma roto, se esmera en frotar la ropa mojada dentro de un enorme barreño. El olor a jabón se me mete por la nariz. Qué gusto. Me encantaría poder lavar mi camiseta.

Entramos en el último, el que está más resguardado y pone Dirección en la puerta. Yoon Gi se sienta en la silla giratoria de la espectacular mesa de abedul y nos escudriña, creo que por cuarta o quinta vez desde que hemos llegado, y Lee se sitúa de pie, a su lado. La pared de detrás está plagada de mapas. Identifico distintas zonas de Seúl, alcantarillado incluido, con rutas marcadas en rojo, anotaciones y lugares resaltados con círculos.

—Contadme. —Se cruza de brazos—. ¿Qué podéis aportar a la comunidad?

No me da tiempo a pensarlo porque Tae se me adelanta.

—¿A qué viene esto? —le cuestiona—. ¿Qué es lo que quieres? ¿Nos ayudas, nos traes aquí sin que te lo pidamos y luego nos exiges un pago como si fueras un dictador?

—No estás midiendo tus palabras.

—No tenía intención de medirlas.

La saliva se me espesa. Su coraje no deja de sorprenderme pero no creo que sea buena idea que le encare así. No, para nada.

—¿Qué te parece, Lee? —Yoon Gi frunce el ceño—. Hemos traído a un tipo con carácter—. Se echa a reír—. ¿Deberíamos regresarle por donde ha venido y devolvérselo a los muertos?

El tal Lee se lleva la mano al cinturón. Creo que lleva un arma. Aguanto el aliento. Tae ni pestañea.

—Como he dicho antes, yo no pedí venir.

Ay.

—¡Por favor, discúlpanos! —Aunque nadie me llama, intervengo. Entiendo la queja de Tae pero me puede más la idea de que le hagan daño—. Hemos pasado por mucho así que estamos un poco nerviosos.

Yoon Gi se fronta la barbilla unos instantes que se me hacen eternos.

—No te hemos entendido muy bien. —El cuerpo me tiembla por dentro—. ¿Te importaría explicárnoslo un poco más a fondo, por favor?

—¿Cuál es tu nombre?

—Jung Kook.

—Pareces un chico sensato, Jung Kook —observa—. Mira, esto en realidad es muy sencillo. Lee y yo llevamos preparándonos desde hace una semana, antes de que esta mierda estallara a nivel masivo. Nos jugamos la vida a diario en busca de supervivientes y a cambio solo pedimos que se contribuya para evitar que terminemos todos muriendo.

Que diga que llevan organizando el lugar desde hace tiempo me intriga. No entiendo cómo pudo anticiparse. Los incidentes de Busan ocurrieron hace apenas tres días.

—¿Cómo lo supiste? —Nam Joon me lee el pensamiento—. Joder, ¿estabas al tanto de que esto ocurriría?

Yoon Gi emite una medio sonrisa. Es obvio que sí. Como también lo es que no nos lo piensa contar.

—Ese no es el punto de interés —reconduce la conversación—. Lo único que importa aquí ahora mismo es que mi comunidad es un equipo férreo que trabaja unido y se apoya en todo, tanto dentro de estas paredes como en el exterior. Mientras algunos se ocupan de mantener el refugio lavando, cocinando o curando heridas, otros salimos a por víveres y suministros de defensa. Es la única forma de aguantar hasta que vengan a buscarnos.

El corazón me da un triple salto mortal hacia delante.

—¿Saben que estamos aquí? —Es la mejor noticia que me han dado en la vida—. ¿Van a venir? ¿Quiénes? ¿El ejército?

—El ejército ha sido contagiado por el mal de la locura —informa Lee—. Yoon Gi se refiere a los Hijos de la Nueva Era.

El nombre hace que Tae se ponga rígido y que yo arrugue la nariz. Suena súper siniestro, como a grupo satánico, pero, como no me parece el momento más idóneo para curiosear, dejo que la conversación regrese a nuestras posibles aportaciones. Así es como me entero de que Nam Joon trabajaba en una empresa de cosmética, en el sector de marketing, y que en su tiempo libre daba cursos de cocina. Ninguna de las cosas parece interesar a Yoon Gi, que no para de hacer clip con el bolígrafo mientras el hastío se adueña de su expresión.

—¿No tienes habilidades útiles para una expedición? —inquiere, después de que nuestro compañero haya expuesto con palos y señales el manejo de las sartenes—. Y por útil me refiero a correr rápido, ser ágil, saltar alto, tener buena puntería... No a huevos fritos.

—No. —El joven agacha la cabeza—. No he hecho nunca mucho deporte.

Yoon Gi resopla y se dirige a Tae que, por supuesto, le devuelve la mirada con la misma hosquedad del inicio.

—A ti ni te pregunto —concluye—. Temperamento fuerte y carácter decidido significan valor y el valor es uno de los bienes más preciados en estas circunstancias. —Se vuelve a Su Ji, que no para de retorcerse las manos—. ¿Qué hay de ti?

Contra todo pronóstico, el asunto se le da mejor bastante mejor que a Nam Joon. Estudia veterinaria y a Lee el tema le entusiasma. Por lo visto, hay varios heridos que requieren cuidados pero no tienen médico y, a juzgar por forma en la que se la llevan y me dejan a mí en el aire, deben de estar graves.

—Seguiremos hablando mañana. —La mirada felina del líder nos echa un último vistazo—. Pensad bien en lo que vais a ofrecerme o en veinticuatro horas estaréis desbulando entre los muertos.

—¡Espera, Yoon Gi! —Nam Joon decide seguirles—. ¡Yo te ofrezco mi ayuda en todas las tareas! ¡En todas! ¡También puedo ser el auxiliar de Su Ji! Eso está bien, ¿no?

Se alejan por el pasillo. Dejo que los pulmones se me llenen de aire. Uf; Yoon Gi es admirable pero también intimida un rato.

—No me cae bien. —Tae se mete en la oficina de al lado, que está llena de trastos amontonados, tira la manta al suelo y se tumba—. Se cree con derecho a decidir qué hacer y cómo hacerlo sin contar con la opinión del resto.

Me quedo de pie, sin tocar nada, y aún menos la sábana que se supone que es para mí.

—Es verdad que lo parece pero su propósito es bueno —reflexiono—. Quiere salvar gente y su idea de trabajar en conjunto me gusta.

—A mí no —rebate—. Si alguno de los que están aquí empieza a delirar con lo de la salvación será el fin del resto.

Puede pero tampoco podemos sobrevivir solos. Ya lo hemos comprobado. En solo dos días hemos estado a punto de morir al menos cinco veces.

—Yoon Gi dijo que esto sería temporal, hasta que vinieran los... —Me interrumpo. He olvidado cómo se llaman—. Los de... —Me rasco la nuca—. Los tipos esos de la Era.

—Peque, yo que tu trataría de no hacerme ilusiones. —La voz le suena adormilada—. Dice eso para que los ánimos del grupo no decaigan, como buen líder que es, pero en realidad no va a venir nadie. Seremos nosotros los que tengamos que salir.

El escenario que plantea, crudo y de lógica aplastante, suena desalentador. Entiendo que al habernos metido en la zona roja prohibida por el Gobierno es difícil que nos rescaten y también es cierto que el refugio no podrá sostenerse eternamente pero necesito poner mis esperanzas en alguna parte. Necesito creer que hay salvación. De lo contrario me hundiré.

—¿Sabes quiénes son los Hijos de la Nueva Era? —pregunto—. Cuando los mencionó pareció desagradarte.

—Me suenan —responde—. No estoy seguro pero me parece que son devotos del evangelio de San Juan y derivados.

Eso no parece bueno. Como tampoco lo es el hecho de que los "elegidos" se estén agrupando y que las sombras transformaran la mente de la señora Ri con solo tocarla. Además, ¿por qué las veo? ¿Por qué me hablan? Me preguntan por mi deseo. Por la persona que quiero. No puedo evitar asociarlo con la famosa frase que no he dejado de oír desde que se dio el primer disturbio: "siempre quise hacer esto".

Acaso... ¿Vienen a por mí?

La ansiedad me constriñe el pecho. Trato de respirar. STOP. Centro la atención en las sillas, con la intención de dejar de pensar. Me gustaría sentarme en alguna y dormir un rato pero son de tela y no las puedo desinfectar. Busco por el suelo una zona más o menos limpia. Hay mugre por todas partes. Encima Su Ji se ha llevado la mochila y ahí estaba mi gel. Le echo un vistazo a la manta. Está llena de pelotitas negras.

Hongos. Son hongos.

Maldita sea. ¡Hay hongos!

—No te puedes acomodar, ¿verdad? —El susurro de Tae me pilla de desprevenido—. ¿Estás preocupado por los gérmenes?

—Algo.

—Entonces aprovechemos.

Me quedo en suspenso, observando cómo se levanta, totalmente espabilado, y se marcha para a continuación regresar con una especie de palangana llena de agua con jabón y un rollo de papel bajo el brazo.

¿Qué va a hacer?

Para quedarse en el refugio se debe aportar algo a la comunidad.
Algo que, de no ser de valor, te devolverá al caos de la ciudad.
Pero de momento el equipo parece tener cierta tregua.
Una tregua que Tae Hyung quiere aprovechar.

Te espero en la próxima actualización.

N/A: en este capítulo he modificado diálogos y también he introducido algún dato que un principio no había narrado y que servirá para entender mejor acontecimientos venideros 😊❤️

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