nueve.

Felix había llegado diez minutos antes de las ocho de la noche, tarareando en voz baja mientras se quitaba el abrigo y lo colgaba detrás de su silla. Saludó al dueño del restaurante, el señor Kim, que le devolvió el saludo con una sonrisa dulce, y Felix miró la carta con desinterés, pensando en lo que podría comer ese día con Bang Chan.

Ya tenía algo de hambre, así que ordenó una copa de vino junto a algún aperitivo para hacer la espera más amena, y se puso a juguetear con su móvil, leyendo los mensajes de felicitación de sus amigos más cercanos, de sus familiares y algunos padres de sus pequeños pacientes.

A las ocho y cuarto, suspiró porque se dio cuenta de que Bang Chan venía atrasado, y no era la primera vez, así que le hizo un gesto al camarero del lugar, saludándolo alegremente mientras le ordenaba pasteles de arroz porque a su esposo le encantaba comer eso, ¡siempre comenzaban con ese plato antes de comer algo más profundo! Además, así los pasteles estarían listos para cuando Bang Chan llegara.

A las ocho y media, arrugó el ceño, mirando su móvil, dudando si marcar el número de Bang Chan o no, pero decidió no hacerlo porque de seguro su esposo sólo se había atrasado más que nunca, ¿no era así?

Un cuarto para las nueve de la noche, su pie comenzó a moverse de forma errática sobre el piso, un viejo tic nervioso que nunca pudo eliminar.

A las nueve de la noche, los pasteles de arroz estaban frente a él, y Park, el camarero, le preguntó si iba a querer algo más. Felix sacudió la cabeza, tragando saliva mientras podía sentir algunos ojos puestos en él.

Su dedo, otra vez, se deslizó sobre el número de Bang Chan, queriendo marcar para preguntarle dónde estaba, pero había una parte suya que no quería oírlo porque temía su respuesta.

Bang Chan no se pudo haber olvidado de su cumpleaños, ¿cierto?

A las nueve y media, Felix tuvo que sacar la primera servilleta para limpiar sus ojos húmedos.

A las diez de la noche, Felix se encerró en el baño del restaurante, ocultando su rostro entre sus piernas mientras se derrumbaba por completo, sintiendo como el llanto atascado en su garganta salía por fin.

A las diez y cuarto, volvió a sentarse y pidió la cuenta, fingiendo no ver la mirada de compasión y pena del señor Kim.

Cinco minutos después, estaba saliendo bajo una torrencial lluvia que empapó por completo su cabello y ropa, pero no le podía importar menos, porque había un entumecimiento en su cuerpo que no podía explicar. Que no podía procesar bien debido al llanto que escapaba de su boca.

Por lo que comenzó a caminar bajo la lluvia, sin pensar siquiera un poco en tomar algún taxi que le dejara fuera del departamento ya que no quería llegar allí tan pronto.

No quería abrir la puerta, entrar a esas frías habitaciones y tratar de auto-convencerse de que no importaba que Bang Chan hubiera olvidado su cumpleaños, él aún le amaba.

Él aún le amaba, aunque eso no era más que una tonta, estúpida y patética mentira que se repetía cada día porque enfrentarse a la dura realidad era algo que rompía su corazón en miles de pedazos.

Pero ya no podía negarlo. Ya no podía seguir mintiéndose de esa forma porque si seguía actuando así, lo único que iba a provocar era terminar roto y herido y con un vacío tan enorme en el corazón que no podría repararlo en mucho, mucho tiempo.

Su historia con Bang Chan había acabado, había llegado a su fin, era un hecho.

Y aunque lo siguiera amando ya no podía hacer nada, sólo resignarse a firmar esos papeles, concederle el divorcio y luego desearle lo mejor a Bang Chan aunque se sintiera miserable y humillado por perder a quién consideraba el amor de su vida.

Se apoyó en la pared, sollozando.

Dolía tanto, tanto...

Y todo el mundo se lo había dicho, se lo había advertido, que al final sólo sería peor, pero Felix no quiso verlo, trató de negárselo porque amaba demasiado a Bang Chan y cosas como el orgullo, como la dignidad, no valían la pena para él si lograba hacer que Bang Chan volviera a quererlo como antes.

Tener el amor de Bang Chan, para Felix, era mil veces más hermoso que conservar una dignidad que, a fin de cuentas, no le traería nada más que un breve momento satisfactorio.

Limpió sus ojos, forzándose a dejar de llorar, porque ahora sólo tenía que asumir las consecuencias de sus actos y aceptar que todo se había acabado, que ya no había más Bang Chan y Felix, que era el momento de seguir adelante aunque sólo quisiera volver atrás, a esa época en donde Bang Chan le sonreía con total amor y le murmuraba al oído cuánto le amaba.

Pero esa época no iba a volver más, claro que no.

Veinte minutos más tarde estaba entrando al departamento, pensando en sus ropas empapadas, y se encontró frente a Bang Chan, que lucía brevemente perdido ante él.

Hubo un instante pequeño en el que se imaginó a Bang Chan acercándose, pidiéndole perdón por dejarlo plantado para luego decirle que lo amaba, que quería seguir toda su vida frente a él, sin embargo, aquella imagen desapareció cuando su esposo habló:

― ¿Felix? ¿Bebé? ―preguntó aturdido.

No, Bang Chan seguía sin acordarse.

Eso dolió un poco más porque años anteriores Bang Chan nunca se habría olvidado a pesar de su volátil memoria. Pero Christopher Bang solía recordar las fechas más importantes y significativas para él, y que lo haya olvidado, que no supiera que día era...

Era bastante claro lo que significaba para Felix.

―Oh, ¿qué pasa?

Y Felix era un cobarde, porque no se sentía capaz de derrumbarse frente a Bang Chan.

Pero también, una parte de él, no quería decirle a Bang Chan la verdad como una forma de castigo hacia su esposo, porque Felix lo conocía mejor que nadie, y sabía que si comenzaba a llorar y le contaba lo que ocurría, el mayor se sentiría mal, se sentiría culpable, y pediría perdón.

Felix no quería su compasión, quería que se diera cuenta solo, cuando no estuviera frente a él.

― Nada ―Bang Chan se acercó―, sólo... ¿dónde estabas?

Se tomó su tiempo para responder, pensando en alguna mentira piadosa, y a su mente llegó esa invitación que le hizo Jisung.

― Estaba comiendo en casa de Minho y Jisung, se me hizo algo tarde, lo siento mucho ―luego, agregó como si nada―. ¿Acabas de llegar, también?

― Sí, el trato con los inversionistas japoneses se extendió bastante ―hubo un breve momento de pausa―. Felix, ¿por qué lloraste?

Claro, sus ojos.

Sus tontos, hinchados ojos llorosos.

Una sensación de cansancio se extendió por su cuerpo, de agotamiento por toda la situación que estaba pasando, y sintió deseos de acurrucarse al lado de Bang Chan, llorar en su pecho, decirle cuánto lo amaba, y quedarse allí todo el día.

Entonces, Felix se permitió ser débil una vez más.

― Peleé otra vez con Jisung, insiste en que tú no me amas y eso me puso triste ―sus ojos parpadearon, poniéndose llorosos―, porque es mentira, ¿no es así, Bang Chan? Tú me sigues amando a pesar de todo.

Miénteme, miénteme, por favor, Bang Chan, te lo ruego.

Hiéreme una vez más, no me importa, pero si me hace feliz un instante, lo aceptaré con gusto.

― Por supuesto que sí, bebé.

Sus labios se curvaron en una sonrisa honesta para luego besar suavemente al más alto.

― Vamos a la cama. Ha sido un largo día para los dos, ¿no es así? ―le miró, su mano apretando la suya―. Oh, a todo esto, ¿cómo te fue?

― Bien. Cerré el trato y los inversionistas se fueron satisfechos.

Bang Chan era tan inteligente, tan astuto y hermoso.

―Felicidades, Bang Chan, te lo mereces ― dijo para luego besarlo una vez más y sus prendas pronto cayeron al suelo. Ambos cuerpos encontrándose esa noche una última vez.

¿De cuántas formas amaba Felix a Bang Chan?

No lo sabía con exactitud, así que, muchas veces, trató de contarlas.

Felix amaba la forma en la que Bang Chan se reía, sus labios separándose, sus ojos cerrándose mientras sus hermosos hoyuelos se marcaban, hoyuelos que podía admirar todo el día si eso significaba tener a Bang Chan riéndose a su lado.

Felix amaba cuando Bang Chan se sentaba con una guitarra en su regazo, su rostro carente de expresión, aunque sus ojos reflejaban un amor devoto y absoluto ante el instrumento que la difunta madre de su esposo le enseñó a tocar, dejando que la pasión lo llenara y tocara canciones capaces de hacerlo llorar porque había un montón de sensaciones que lo invadían cuando su esposo tocaba.

Felix amaba las manos callosas pero suaves también de Bang Chan, la manera en la que sus dedos largos le acariciaban el rostro en mitad de un beso, cuando lo agarraban de la cintura y lo sostenían cuando hacían el amor, el instante en el que sus manos le tocaban como si fuera algo frágil y fácil de romper.

Felix amaba las noches en las que solían hacer el amor, la forma en la que se miraban, como si ellos estuvieran en su propio mundo, en su burbuja personal, y nadie pudiera interrumpirlos, nadie pudiera ingresar a ese pequeño lugar que tenían, tocándose con total y absoluta devoción, con tanto amor, que a veces no eran necesarias las palabras para poder decirse realmente lo que sentía por el otro.

Bang Chan siempre le murmuraba las gracias a Felix por enseñarle a amarlo y demostrarle que eran el uno para el otro, pero la realidad era que fue Bang Chan quien le mostró a Felix que ambos se pertenecían.

Fue Bang Chan quien salvó a Felix.

A la mañana siguiente, Felix despertó cuando Bang Chan estaba arreglando su maletín para irse a trabajar.

Envuelto en una bata, se acercó hacia su esposo y sonriendo, le dio un beso en los labios, sintiendo como le decía mil cosas con ese gesto.

― Ten un buen día, Bang Chan ―le murmuró observando sus hermosos ojos oscuros―. Te amo, adiós.

Bang Chan asintió, algo urgido porque iba atrasado, y le dio otro beso.

― Nos vemos, Lixie.

Y cuando salió, quedando solo en ese departamento, Felix volvió a llorar.

Una hora más tarde, Felix estaba terminando de hacer su maleta con todo lo necesario para irse de allí, incapaz de enfrentar directamente a Bang Chan, y antes de salir del departamento, buscó la copia de los papeles de divorcio ue su esposo había dejado guardados semanas atrás.

Con las manos temblando, sin leer lo necesario, y observando la firma de Bang Chan, Felix firmó en el espacio que le correspondía para luego dejarlos sobre la mesa del comedor, saliendo sin mirar atrás.

Tampoco miró atrás cuando tomó un taxi, porque si lo hacía, Felix no iba a irse, finalmente, nunca de allí.

Gracias por leer <3

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