dos.

Cuando entró, Bang Chan vio a Felix sentado tras la mesa, mirando a la nada, sus ojos rojos e hinchados, una copa de vino en su mano.

Fingiendo una tranquilidad que no sentía, cerró la puerta tras él, y el sonido hizo que Felix le mirara.

Su esposo parpadeó para luego sonreír levemente.

Bang Chan llevaba sin verlo tres días, en los que estuvo durmiendo en un hotel para darle su espacio, y estaba esperando que cuando se vieran, Felix comenzara a llorar y pedirle que se alejara, no que le sonriera.

La carta de divorcio en su bolso pesó un poco más. Necesitaba ser firmada para llevar a cabo el trámite pronto, así que sí o sí tenía que hablar con Felix en ese instante.

― Te extrañé mucho ―comentó Felix de pronto, poniéndose de pie.

Antes de poder decirle algo, el menor le dio un beso suave en los labios.

Su estómago se contrajo, atónito.

Se alejó, arrugando el ceño en confusión.

― Pensé que no vendrías a cenar ―prosiguió Felix como si nada, sin dejar de sonreír―, estaba a punto de llamarte.

Abrió la boca, pero las palabras no salieron de su boca, aturdido.

¿Acaso...?

Miró hacia abajo, viendo los papeles de divorcio.

― Felix ―dijo con la voz suave―, vine para que firmes los papeles.

Y los levantó.

La hermosa sonrisa de corazón que lo había enamorado cuando era más joven se convirtió en un mohín de dolor, pero no retrocedió. Necesitaba hacer eso pronto. Una vez los papeles fueran firmados, sacaría sus cosas de la casa para irse a un pequeño departamento que vio los últimos días.

Felix sacudió la cabeza.

― ¿Qué dices, Bang Chan? ―preguntó con la voz temblando―. ¿Papeles de qué?

Suspiró.

Se lo había planteado: cuando los papeles estuvieron listos, pensó que Felix podría reaccionar de distintas formas, y la negación fue una de ellas. La triste, terrible negación.

Bang Chan habría preferido que Felix colapsara, le gritara, le rogara, le tratara mal y no quisiera verlo más, pero no que se esforzara en negar lo que era inevitable. Negarlo era lo peor, porque significaba que el menor seguía teniendo esperanza alguna de que lo que había ocurrido fue sólo una broma o, peor, un invento.

― De divorcio ―dijo sin perder el tono suave.

Felix parpadeó.

― Oh ―fue lo único que dijo.

Se dio vuelta antes de que Bang Chan pudiera añadir algo.

Bang Chan percibió, entonces, que el más bajo estaba pálido, con ojeras bajo sus ojos hinchados, sus labios resecos y partidos. Incluso podía notar que su rostro estaba más delgado. Le preocupó que Felix no hubiera comido bien los días anteriores, sin embargo, no se atrevía a preguntar.

― Preparé tu plato favorito ―dijo Felix entonces, sin mirarlo.

― Felix ―ahora su voz salió dura―, por favor, no hagas esto más difícil.

― Difícil ―repitió Felix―. No lo entiendo.

Sintió como se desesperaba, algo se estrujaba al ver los ojos de su esposo, tan cálidos y tiernos, pero llenos de un infinito dolor que parecía sacudirlo por dentro, que le rompía en mil pedazos. Esos mismos ojos que siempre parecían contentos y felices ahora estaban asustados, temerosos de él.

― Te lo ruego ―murmuró con la voz temblando.

Pero Felix sólo se abrazó, mordiendo su labio inferior.

― ¿Es... es por qué ya comiste fuera? ―preguntó inseguro―. Puedo comprenderlo sí-

― ¡Mierda, Felix, ya no te amo!

Se odió por haberlo dicho tan bruscamente, con la voz teñida de pena y un poco de rabia también.

¿Por qué Felix tenía que ser tan idiota, tan tonto?

¿Por qué tenía que adoptar esa actitud?

¿No sabía que él también se sentía mal por tener que hacer eso?

Lo vio tragar saliva, su ceño arrugándose levemente.

― Firma esto, ahora ―ordenó mostrando otra vez los papeles.

Felix ladeó la cabeza.

― No.

La palabra resonó en el comedor, y de pronto, una fría calma se extendió por el rostro de su esposo. Exesposo.

Abrió su boca por la incredulidad.

Dio un paso.

― No lo compliques todo ―gruñó Bang Chan sin poder evitarlo―. Fírmalo ahora. Sacaré mis cosas y-

― No lo firmaré ―dijo Felix levantando la barbilla, desafiante―. No pienso divorciarme del hombre que amo, Christopher Bang. No sin pelear antes.

Apretó su puño, los papeles arrugándose, y sintió odio por Felix, por sus ojos tristes pero firmes, por su expresión calmada -casi indiferente-, y su presencia tan demandante y absorbente.

¿No fue todo eso lo que lo había enamorado en primer lugar?

― Te estás comportando como un niño caprichoso ―advirtió Bang Chan con desprecio―. Lo único que estás haciendo es humillarte ―se enderezó, haciendo una mueca―. Felix, ya no te amo, es así de simple, así que terminemos con esto.

― ¿Por qué? ―preguntó Felix interrumpiéndolo―. ¿Por qué ya no me amas? ¿Qué cambió? Estábamos mal, sí, pero ¿es suficiente para que dejes de amar a la persona con la que te casaste? ¿A la que juraste amar? ―se sentó en la silla―. Teníamos una crisis y te refugiaste en Seungmin, ¿y dejas de amarme?

Sabía que tuvo que poner una expresión de sorpresa ante la mención de Seungmin, pero no dijo nada, haciendo una pregunta silenciosa con su mirada.

― Pueden ser un poco más discretos con sus salidas ―respondió Felix amargamente―. Los vi cuando iba a verte ayer, ¿está bien? Vi cómo lo mirabas, cómo lo tocabas, y sí, lo quieres ―se apoyó en el respaldo de la silla, calmado―. Pero Channie, no es por presumir, pero no lo mirabas de la misma forma en la que me has mirado a mí por ocho largos años.

Trató de ignorar sus palabras, de no dejarse amedrentar por la reclamante mirada de Felix, y puso los papeles sobre la mesa.

― Fírmalos, Lee Felix ―ordenó.

Felix los tomó.

Y los rompió.

Bang Chan montó en cólera.

― ¡¿Por qué todo tienes que complicarlo, Felix?! ―le gritó exasperado―. ¡No haces más que lucir patético y tonto con esta actitud!

Felix no se inmutó ante sus gritos.

― Yo sé que tus sentimientos por mí siguen ahí, pero están marchitos ―tiró los papeles al suelo con desprecio―. Lo vamos a intentar una vez más, Bang Chan, es así de simple.

― ¡Estás loco! ―gruñó el mayor volteándose―. Yo quería hacer toda esta mierda por las buenas, pero no haces más que arruinarlo como siempre. Haré que mi abogado-

― Treinta días.

Se volteó.

Felix seguía sentado, aunque con una nueva expresión de desafío.

― ¿Qué?

―Dame treinta días. Un mes ―continuó―. Treinta días para demostrarte que todavía me amas. Si luego de eso sigues insistiendo que quieres el divorcio, firmaré sin reclamar ―su voz se volvió baja, suplicante―. Por favor, Bang Chan. Sólo treinta días.

Bang Chan le miró, atónito, y retrocedió un paso.

Luego, negó con la cabeza, sintiendo como temblaba ante la insistente mirada de Felix.

― No ―fue lo único que dijo antes de salir de allí, cerrando con un portazo.

Felix suspiró, solo, sin moverse.

Permaneció unos segundos en silencio para luego mirar su mano izquierda, al dedo anular, donde el anillo de matrimonio seguía brillando, y recordó brevemente la mano de Bang Chan, el anillo también en su lugar.

― Ah, Bang Chan, ¿cómo llegamos a esto? ―murmuró, sabiendo que nunca habría respuesta para esa triste, penosa pregunta.

Gracias por leer <3

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