cinco.

Cuando Bang Chan ingresó a la casa, un delicioso olor a estofado de carne invadió su nariz, y sintió como su estómago rugía por el hambre.

Parpadeó, sorprendido, porque no recordaba cuándo fue la última vez que Felix decidió cocinar estofado. Los últimos meses, debido a la cantidad de trabajo que ambos tenían, solían comer fuera o pedir algo para llevar, dejando de lado las comidas caseras, los almuerzos en conjunto, las conversaciones tontas pero bonitas que solían tener.

― Bienvenido, Bang Chan ―Le gritó Felix desde la cocina, y de forma inevitable, se dirigió a ella como solía hacer antes, sólo que en lugar de abrazarlo por la cintura para hacerlo reír, dándole después un par de besos en el cuello y los labios, se limitó a quedarse de pie bajo el marco de la puerta, viendo su rostro colorado por el calor en el lugar, su expresión relajada y el mandil de girasoles atado a su cintura―. Te extrañé mucho, ¿cómo te fue hoy?

No podía quitar sus ojos de Felix.

No podía desviarlos, no podía dejar de ver esa mirada tan brillante, esa sonrisa hermosa que poseía, esos mofletes que quería tocar todo el tiempo.

Por un breve instante, quiso abrazar a Felix, enterrar su rostro en el cuello de él y acurrucarse en sus brazos, como hacía meses atrás, cuando las cosas parecían ir bien, cuando Seungmin era sólo un asistente y no algo más.

Seungmin.

El pobre de Seungmin mirándolo con pena y molestia por la decisión de aceptar la propuesta de Felix, hablándose sólo lo necesario, sin querer tener una conversación privada con él.

― Bien ―respondió con tono lejano, comenzando a quitarse el saco―, cerré un nuevo trato, voy a dedicarme a diseñar un nuevo centro comercial.

― Felicitaciones ―dijo Felix girándose, dándole la espalda―, te lo mereces, Chan, trabajas duro.

Y tú, Felix, te mereces a alguien mejor, pensó Bang Chan caminando hacia el cuarto para cambiarse de ropa.

De forma inevitable, recordó a Felix dentro del auto de ese desconocido a quien llamó uno de sus pacientes, mirándolo con tanta adoración y ternura que su estómago se encogió por algún motivo que no podía comprender, y la desesperada necesidad de alejarlo de él, de impedirle que lo besara, llegó de forma inevitable obligándolo a actuar.

Sonaba como un maldito hijo de puta egoísta, lo sabía, pero no se trataba de eso. Felix podía ilusionarse con facilidad, y si ese desconocido sólo lo quería para un momento, ¿no le estaba evitando entonces más sufrimiento?

Era eso. Sólo eso, lo juraba

Felix, en tanto, suspiraba mientras apagaba la cocina, el estofado ya listo, las papas salteadas preparadas. Ese día había salido más temprano porque su último paciente canceló la hora, así que aprovechó para llegar antes a casa y poner sus habilidades culinarias en acción.

Recordaba que antes, cuando los dos tenían tiempo, podían estar todo el día cocinando nuevas recetas, muchas veces terminando con una intoxicación porque no solían preocuparse demasiado de lo que hacían. Sin ir más lejos, mientras algo se cocía o freía o hervía, hacían el amor sobre la mesita de la cocina, sin importarles si lo que cocinaban terminaba quemado.

No pudo evitar ruborizarse al pensar en esas ocasiones en las que no resistían para llegar a su habitación, el deseo consumiéndolos, haciendo el amor donde se encontraran. Toda esa casa estaba marcada.

Así que, al salir, pensó que podía cocinar algo para la cena de esa noche. Después de todo, llevaban una semana desde que Bang Chan aceptó ceder a sus treinta días, y si bien no habían peleado, tampoco es como si hubiera tenido grandes avances.

Las cosas estaban... estaban igual que siempre. Sí, Bang Chan lo iba a buscar luego del trabajo, conversaban de cómo les había ido en el día, cenaban juntos, y luego se iban a dormir.

Felix quería intentar algo más arriesgado, tal vez hacer el amor con Bang Chan, hacerle ver que ellos seguían conectados, sin embargo, tenía miedo de que fuese rechazado.

Y ese rechazo Felix no se veía capaz de manejarlo.

Sirvió la comida, llevándola al comedor donde Bang Chan estaba llenando las copas con vino, y se quitó el mandil que se compró cuando recién se mudaron a esa casa.

― ¿Cómo te fue a ti en el trabajo? ―preguntó Bang Chan con tranquilidad mientras se sentaba.

Felix se encogió de hombros.

― Lo mismo de siempre, niños enfermos y padres asustados ―sonrió suavemente―. Jeongin estaba mucho mejor. Hoy Minho y Jisung lo acompañaron, me contaron que estaban pensando en adoptar para que Jeongin no esté tan solito.

― Es un trámite largo ―respondió Bang Chan indiferente.

La sonrisa de Felix se volvió algo triste y apenada.

― Sí...

Bang Chan dejó salir el aire de sus pulmones, notando una punzada de dolor en su corazón al ver la expresión lejana, afectada de Felix, y luego mordió su labio inferior.

― Tengo dos entradas para el cine mañana ―le dijo entonces, notando como sus ojos se iluminaban―, ¿quieres ir? Luego podemos cenar fuera, Fe-Felix.

Felix asintió, contento de ver que Bang Chan estaba invitándolo a salir fuera. Había pensado en hacerlo él, sin embargo, no se le había ocurrido dónde ir. Eso de planificar citas normalmente no le salía nunca bien.

― ¿Qué película es? ―preguntó entusiasmado.

Bang Chan sonrió, sus hoyuelos marcándose.

― Es una de terror ―dijo con cierto tono burlón en su voz.

Su esposo lo miró con incredulidad.

― ¡Bang Chan, sabes que esas no me gustan! ―reclamó como un niño pequeño.

― Vamos, Lix, tienes veintisiete años ―se quejó Bang Chan―, además, no tienes por qué tener miedo. Hyung estará allí para protegerte.

Su boca no pudo liberar sonido alguno cuando Bang Chan dijo esa última frase como si nada, aunque había toda una historia detrás: a los diecisiete años, cuando ambos fueron al parque de diversiones, Felix comenzó a sollozar al momento de subirse a una montaña rusa. Bang Chan le tomó la mano como si nada, llamando su atención, diciéndole aquella frase para que no tuviera miedo, y el juego comenzó.

Por supuesto, Felix salió llorando también, prometiendo que nunca más iba a subirse allí, pero esa frase quedó grabada en la mente de ambos como una promesa secreta entre los dos.

― Si tengo pesadillas será tu culpa ―dijo Felix con voz débil.

Bang Chan asintió.

― Es una fortuna que durmamos juntos entonces, Lixie. ―replicó Bang Chan.

Felix se sentía feliz de ver a su mayor intentarlo, aunque Bang Chan estuviera todavía confundido e indeciso. Aunque le hubiera hecho daño y le hubiera roto el corazón de la peor manera.

Pero prefería verlo intentando a verlo rendido.

Si Bang Chan se rendía, entonces Felix podía darse por perdido.

Muchas gracias por leer <3

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top