XXXI
Hellen
A Jona le encantó la idea de ir a la próxima presentación de la banda con Elina y conmigo. En vista de que el fin de semana estaría libre de pendientes, ningún obstáculo le impediría acompañarnos. Me dio gusto que, por fin, siguiera mis consejos, terminara sus deberes a tiempo y evitara los retrasos que solían agobiarlo. De este modo, nada podía impedir que yo, junto a mis mejores amigos, nos reuniéramos en una salida.
Al salir de la universidad, no me fui a mi apartamento, sino al de la banda. Quería decirle a Yara iría a su próxima presentación. Sabía que pude haberle dicho por llamada, pero me entró el deseo de hacerle una visita a mi hermana mayor; en el último tiempo, solo ella me visitaba a mí y no al revés. Por lo demás, podía estar segura de que no me encontraría con Laurent, pues a esta hora él estaba en sus clases en el conservatorio.
Había visitado el refugio de la banda solo una vez, por llamarlo de alguna manera, y fue más o menos cuando Yara se mudó. Por lo tanto, hacía muchísimo tiempo desde la última vez que estuve aquí. Recordaba en qué piso estaba el apartamento, pero entrar al edificio se sintió como si fuera un lugar nuevo para mí.
Toqué la puerta una vez y, en unos pocos segundos, atendió Archie. Su cara manifestó pura emoción al verme.
—¡Hellen, qué sorpresa! —me saludó, dándome un abrazo.
—¿Cómo estás? —Lo abracé con la misma intensidad.
—Todo bien por aquí. —Me invitó a entrar con confianza.
—¿Qué pasa, Hellen? —me saludó Abel, que sostenía unas hojas de partituras en la mano.
Jan, recostado en un sofá con audífonos grandes, me saludó moviendo los dedos en el aire.
—¿Qué tal todo, Abel? —lo saludé. A Jan solo le devolví el gesto de saludo.
—Aquí, trabajando —me respondió. Luego, volteó a ver Jan con fastidio—. No como otros, que solo se la pasan holgazaneando.
—Te escuché —le dijo Jan, sacándole el dedo de en medio.
—Te iré a arrancar esos rulos que tanto te cuidas —le advirtió Abel.
Archie me miró, avergonzado por el comportamiento de sus compañeros. En su mirada percibí una disculpa implícita por la escena que acababa de ocurrir.
—¡Basta, ustedes dos! ¿No ven que tenemos visita? —Yara hizo presencia, saliendo de una de las habitaciones. Y, tras el reclamo dirigido a Abel y Jan, me vio con una sonrisa de oreja a oreja, me abrazó y agregó—: No me avisaste que vendrías.
—Quería darte una sorpresa —le dije con la misma felicidad que siempre sentía al tenerla en mis brazos.
—Saldré un rato. —Jan se quitó los audífonos de un tirón, saltó del sofá y se dispuso a salir del apartamento—. Espero que, cuando vuelva, todos estén de buen humor conmigo. No está bien que el integrante más talentoso de la banda reciba estos tratos.
—El más talentoso en no hacer nada serás —le dijo Abel antes de que Jan saliera.
—Tiene un talento enorme y lo sabe —opinó Archie.
—Nadie lo puede negar —dijo Yara por su lado.
—¡Por eso me gustaría que trabajara más! —El tono de voz de Abel sonó un tanto desesperado—. Quiero que se ponga a escribir canciones sin parar. Aparte de cantar, es lo que mejor hace.
—Presionándolo, no lo conseguirás —aseguró Archie—. Lo mejor de Jan surge cuando nadie le dice que hacer.
—Chicos, hablaremos de Jan en otro momento. —Yara se dirigió a Archie y Abel. Al parecer, mi querida hermana no quería que yo siguiera presenciando las discusiones internas de la banda.
—Oigan —dije yo—, aprovechando que estamos todos aquí, a excepción de Jan, quiero decirles que Elina, Jona y yo iremos a su siguiente presentación. No sé por qué, pero quise venir a decírselos en persona.
—¡¿Tú y tus amigos vendrán a nuestra siguiente presentación?! —Archie fue el primero en emocionarse.
—Es un honor tener a ti, a tus amigos o a quién sea que traigas a las presentaciones —agregó Abel, que me miró e inclinó la cabeza.
—Tienes suerte —me dijo Yara—. Aún no me lo han confirmado, pero todo apunta a que este fin de semana, el sábado, para ser específica, repetiremos en el mismo club que queda cerca de tu apartamento.
—¡No me digas! —Me alivió sobremanera saber que la presentación no se llevaría a cabo al otro lado de la ciudad, por ejemplo. Le había comentado a Elina que, en caso de que el club donde se presentaría la banda estuviera demasiado lejos de nuestra ubicación, lo mejor sería postponer la asistencia para otra ocasión.
—Me confirmarán en la noche —prosiguió Yara—. Pero estoy casi cien por ciento segura de que será ahí.
—Ese club me gustó mucho —opinó Archie.
—Y parece que al club también le gustamos nosotros —agregó Abel.
Estuve alrededor de una hora más hablando con los chicos, quienes, en su mayoría, me hablaron de que, a partir de la próxima semana, se dedicarían de lleno a trabajar en su nuevo álbum. Esta revelación me colmó de emoción, puesto que, por mucho que la banda había ganado cierta popularidad en los últimos meses, llevaba un buen tiempo sin lanzar ni siquiera un sencillo. Y era crucial sacar material fresco para no parar de resonar en los oídos del público. Asimismo, me contaron que incluirían solos de saxofón compuestos por Laurent en algunas de las nuevas canciones. A pesar de todo, me alegré bastante por él, especialmente al saber que estaba entusiasmado de que sus composiciones fueran tomadas en cuenta.
Así pues, cuando el sol empezó a ocultarse, supe que era hora de irme. Yara me acompañó hasta la puerta.
—Pensé que te quedarías más para ver a Laurent llegar al ensayo —me dijo con complicidad.
Con todas las cosas que tenía en la cabeza, se me había olvidado contarle a Yara mi situación actual con Laurent.
—Lo de Laurent y yo... quedó en una amistad —expliqué.
—¿Cómo así? —Se cruzó de brazos y frunció el ceño.
—Estamos en buenos términos —aclaré—. No pienses que me hizo algo malo. Tan solo no está preparado para comprometerse con nadie.
La mirada dubitativa de Yara me decía que no se tragaba el cuento.
—No sé si creerle.
—Le creas o no, prefiero que no le digas nada de esto.
—Como quieras —me dijo, haciendo un gesto de rendición con las manos—. Si tú dices que todo está bien entre ustedes, te creeré.
—Gracias, Yara. —Ahora sí, sin más, la abracé para despedirme—. No olvides confirmarme sobre la presentación.
El celular de Yara sonó en su bolsillo y lo sacó de inmediato. Era una llamada.
—Es la gente del club —me dijo—. Seguro es la confirmación.
La llamada solo duró unos pocos segundos, durante los cuales Yara asintió a todo lo que le decían, hasta que finalizó con un «nos vemos el sábado en el club».
—¿Ya te confirmaron?
—¡Sí! Nos veremos el sábado, Hellen.
—¡Genial! —La abracé de nuevo, pero ahora con la seguridad de que nos volveríamos a ver al cabo de unos días.
Salí del edificio y esperé la llegada de un taxi. Al otro lado de la calle, había una cafetería con varias mesas en el exterior. En una de ellas, pude identificar a Jan, que fumaba un cigarrillo mientras escribía en una pequeña libreta. Por lo visto, al final del día, sí se puso a escribir canciones. De pronto, él también me vio, se levantó y cruzó hacia mí.
—¿Ya te vas? —me preguntó, exhalando el humo de su cigarrillo y guardando la pequeña libreta en el bolsillo trasero de su pantalón.
—Sí —le respondí, y me froté la nuca por cansancio—. Necesito irme a dormir a mi apartamento.
—Siento que hayas presenciado mi discusión con Abel.
—No pasa nada. Pero, tal vez, él solo quiere que te esfuerces más.
—No es necesario que me esfuerce demasiado. —Le dio una última calada al cigarrillo, lo tiró al piso y lo aplastó tal si fuera una cucaracha—. Como dijo Bukowski: «La dedicación sin talento es inútil». De ahí que no vea la necesidad de intentar tanto; lo que tenga que surgir de mí lo hará sin presiones.
—Interesante forma de pensar.
—Soy fiel a esa filosofía.
Un taxi se detuvo justo frente a nosotros. Cuando me subí, vi a Jan acercarse a la ventanilla y, guiñándome un ojo, me dijo:
—Por cierto, saluda a Elina de mi parte. Dile que le mando un beso.
Este comentario final de Jan me bastó para confirmar que, en efecto, se había vuelto más cercano a Elina, y no de una manera amistosa que digamos.
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