XXVII
Hellen
Laurent arribó a mi apartamento alrededor de las nueve y media de la noche. La hora de la verdad había llegado. Le abrí la puerta, con el corazón en la mano, y lo invité a tomar asiento. El taburete donde había tocado hace dos días todavía estaba en la sala, así que optó por sentarse en el mismo lugar. Yo también me senté en el sofá como lo hice aquel día. Las posiciones eran las mismas, pero las circunstancias habían cambiado.
—¿Quieres un refresco? —le pregunté, tratando de ocultar mi ansiedad. Estaba deseando saber qué tenía que decirme.
—Los refrescos son el sello de la casa, ¿verdad? —Me sonrió.
—Así es. —Le devolví la sonrisa.
—Tomé agua después del ensayo. Por ahora, no tengo sed de nada.
—Bueno, entonces... podemos empezar.
—Sí, no hay tiempo que perder —Se acomodó en el taburete. Su tono de voz, movimientos y lenguaje corporal sugerían que este momento no era algo que él esperara con ansias. Pero, con todo, empezó—: Quiero empezar diciéndote que, desde la primera vez que te vi, supe que eras especial. Nunca había sentido una conexión tan instantánea con alguien. Por ello, quise darme la oportunidad de conocerte, salir contigo y demás cosas.
—Sentí lo mismo contigo —aseguré con el pecho lleno de emociones—. Y tampoco me había pasado con nadie.
—Pero... siento que no estoy preparado para manejar nuestra conexión en la etapa actual de mi vida, por más bonita que me parezca.
Si bien intuía que me diría algo como esto, no pude evitar sentir un atisbo de tristeza. Sin embargo, al margen de eso, necesitaba entender por qué no quería continuar con nuestra conexión.
—¿Se puede saber que te lo impide?
—Me cuesta hablarlo...
—Está bien, no te presionaré.
—Son conflictos internos —confesó él, haciendo un esfuerzo por explicarse—. Arrastro cosas que aún debo superar. Mi última relación me dejó bastante afectado.
—¿Todavía no la has superado?
—No creo que sea eso. Lo que pasa es que, veces, las cicatrices duelen más que las heridas.
—Puedo llegar a entenderte —le dije, sabiendo que había pasado por situaciones similares
—Supongo que solo necesito tiempo.
—Si sientes que no puedes hacerlo solo, considera la terapia. Es de gran ayuda para superar conflictos emocionales. Te lo digo por experiencia propia.
Se quedó callado, mirando al suelo.
—He ido a terapia antes. Pero sí, necesito volver.
Me pregunté cuál fue la razón que lo llevó a terapia en esa primera instancia, pero estaba claro que preguntarle al respecto sería cruzar una línea en la que no se hallaba cómodo.
—Te ayudará mucho, Laurent. Tómalo en cuenta.
—¿Podemos seguir siendo amigos? —me preguntó. Sus ojos, espejo de su sentir, me suplicaban que no rechazara su petición.
Teniendo presente lo que sentía por Laurent, seguir siendo su amiga no era la más prudente de las decisiones. Pero tampoco quería apartarlo bruscamente de mi vida. A pesar de que nos conocíamos desde hacía un par de semanas, mi afecto hacia él era considerable.
—Sí podemos —acepté—. No veo ningún problema en ello.
Su rostro se notó más aliviado y llegó a sacar una media sonrisa.
—Gracias por permitírmelo. —Me agradeció mientras se ponía de pie—. Me tengo que ir. No quiero que se me haga más tarde.
—Sí, está bien. —Lo acompañé a la puerta y, antes de despedirme, agregué—: No olvides mi recomendación de ir a terapia.
Él solo asintió y se dirigió hacia el pasillo que conducía a la salida del edificio. Regresé al sofá, sintiendo cómo el silencio de mi apartamento incrementaba mi desilusión. Agradecía que la sinceridad de Laurent acerca de sus sentimientos, pero no podía dejar de ver todo esto como una derrota amorosa más en mi larga lista.
Puse música en un estéreo que tenía en la sala para romper el silencio. La primera canción que quise escuchar, a la luz de los hechos con Laurent, fue «Cry», de Cigarretes After Sex. Tanto el sonido como la letra estaban hechas para estas noches en particular.
Cualquiera podría pensar que Laurent me había dejado las cosas claras a tiempo para evitar que mis sentimientos hacia él evolucionaran más. No obstante, al tratarse del amor, las etapas vividas con una persona no seguían un calendario específico. En el enamoramiento, por ejemplo, no podías prever cuándo caerías. Solo sabía que siempre era la primera en caer, esta vez no siendo una excepción.
Al ritmo de la música, me recosté en el sofá y me quedé medio dormida, pero me despertó la vibración de mi celular. Era un mensaje de Laurent. Después de lo que había pasado hace una hora más o menos, no era normal que me escribiera tan pronto, ¿o sí? En cualquier caso, dejé de estar soñolienta y procedí a leer el texto.
Laurent: Por cierto, se me olvidó decirte que llevo avanzada la lectura del libro que me prestaste. Estoy sumergido en la melancolía de Pizarnik. Espero haberlo terminado para cuando nos veamos otra vez, así podré devolvértelo.
Al leer la última parte del mensaje, donde mencionaba lo de vernos, supe que lo mejor sería darme un tiempo antes de reencontrarme con él. Tenía que priorizar mi bienestar emocional por encima de cualquier sentimiento.
Yo: Prefiero tomarme un tiempo antes de verte de nuevo.
Un tiempo o muchos tiempos, pensé, quién sabe.
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