XIV


Laurent


No requerí de mucha reflexión para oficializar que mi bloqueo emocional se había desvanecido. Era indiscutible que Hellen fue la causante de que volviera a sentir ciertas emociones a flor de piel. Ella tuvo esa influencia en mí desde que nuestras miradas se encontraron por primera vez en la presentación. Y, por mucho que no quería verlo como algo negativo, me preocupaba estar fuera del control de mis sentimientos.

     Con todo, quería que mi vínculo con Hellen prosiguiera. Nuestra conversación por mensajes, que había comenzado anoche, continuó a lo largo del día. Reconociendo que el próximo paso era invitarla a salir, me sentí decidido a hacerlo. Cuando dieron las diez de la noche y regresé a casa después del ensayo, me senté en la silla mecedora de la sala, abrí el chat con Hellen y empecé a plantear la propuesta con el siguiente mensaje:

     Hola, Hellen, recién llegué a casa después del ensayo. En el camino, estuve pensando que podríamos organizar un salida pronto. ¿Qué te parece?

     —¿Acabas de llegar? —me preguntó mi mamá, que se dirigió a la cocina en busca de un vaso de agua.

     —Sí, llegué hace nada —le respondí, levantándome para sentarme en desayunador y estar más cerca de ella—. ¿No estabas durmiendo?

     —Ya tengo mi edad, pero no suelo dormir temprano. —Le dio un gran sorbo al vaso de agua que se había servido—. Por cierto, ¿cómo te está yendo con la banda? ¿Te sientes cómodo en ella?

     —Sí, está siendo una buena experiencia. Mucho mejor de lo que esperaba.

     —¿Cómo se llama la banda? —me preguntó, y tomó asiento al otro lado del desayunador—. ¿Y qué tipo de música tocan?

     —Se llama Phorow. Y se podría decir que somos una banda ecléctica.

     —¿Ecléctica? —Puso cara de total confusión—. ¿Qué quiere decir eso?

     —Quiere decir que fusionamos una variedad de géneros, como el indie, pop, rock, electropop y R&B.

     —Interesante. Deberías pasarme algunas canciones para que las escuche.

     —¿Crees que te guste? Es que...

     —Ya sé —me interrumpió—. Vas a decir que su música está dirigida a un público más joven. Pero no me importa. Aun así, quiero escuchar las canciones de la banda en la que tocas.

     —Está bien, mamá —le dije, mandándole algunas canciones por WhatsApp y poniéndome de pie. Tenía ganas de irme a mi habitación y dejarme caer en mi cama—. Por ahora, te dejo. Debo ir a acostarme.

     —¡Espera, Laurent! —Me detuvo justo cuando había dado un solo paso—. Necesito hablarte de algo más.

     Me volví hacia ella con evidente curiosidad.

    —Dime.

     —Te quería decir que... —hizo una pausa, como si le costara soltar las palabras— estoy saliendo con alguien.

     —¿Saliendo para... ser pareja?

     —Algo así —me respondió, afirmando con la cabeza—. Te lo digo por si lo ves por aquí algún día. Así ya sabes quién es.

     —No hay problema, mamá.

     —¿En serio? Pensé que te lo tomarías peor.

     —No me molesta que quieras comenzar algo nuevo con alguien —aclaré—. Tienes todo el derecho de rehacer tu vida y no quedarte sola.

     —Sí, lo sé —dijo ella, sonriente ante la madurez de mi respuesta—. Gracias por entender.

     —¿Por qué pensaste que me lo tomaría mal? —le pregunté para no quedarme con la duda.

     —Quizá porque nunca has visto a otro hombre en esta casa que no fuera tu papá. —Se puso de pie para servirse un poco más de agua.

     —Mientras sea bueno contigo y no te haga daño, no me incomodará verlo por aquí.

     —Es buena persona —aseguró ella—. Se llama Lorenzo.

     —¿Cómo lo conociste?

     —Por internet, ya sabes.

     —Hasta donde sé, solo tienes una cuenta de Facebook que ya no usas.

     —Lo encontré en una aplicación llamada Tinder. Varias de mis compañeras de trabajo han encontrado pareja ahí y me animaron a probarla.

     —¡¿Por Tinder?! —No pude evitar soltar una risa—. Me ganas en ese aspecto. Ni siquiera tengo una cuenta en esa aplicación.

     —¡No te creo! —me dijo ella, contagiada por mi risa.

     —Créeme, es verdad.

     —Bueno, si llegaras a usarla, estoy segura de que tendrías muchas pretendientas.

     —Nah, no lo creo.

     —Vaya, no sabía que tenía un hijo tan modesto.

     Sonreí ante su comentario, sin agregar nada más.

     —Hablando en serio —prosiguió ella—, cualquiera chica sería afortunada de tenerte a su lado. Eres buena persona, atractivo y, de paso, talentoso.

     Al escuchar las palabras de mi mamá, solo pude pensar: «No creo que una chica se sintiera afortunada de estar con alguien tan emocionalmente inestable».

     —Gracias, mamá. —Ahora sí, me dirigí hacia mi habitación—. Buenas noches, mamá. Que descanses.

     —Descansa igual. —Ella también se fue a su habitación.

     Sentí un enorme placer al quitarme los zapatos y recostarme en mi cama. Tomé mi celular y, ansioso por ver si Hellen me había respondido, pero no tenía notificaciones nuevas. Sin embargo, en su chat, como si percibiera mi impaciencia en este instante puntual, vi que apareció «escribiendo...».

     Recibí su mensaje unos segundos después.

     Hellen: Me agrada la idea de salir juntos. ¿Te parece bien el fin de semana?

     Yo: ¡Me parece perfecto! El fin de semana es cuando más dispongo de tiempo libre.

     Luego de concretar mi primera salida con Hellen, me volvió a asaltar el pensamiento que había surgido al hablar con mi mamá hace unos momentos. Estaba convencido de que alguien como Hellen no merecía que yo, con mi inestabilidad, me inmiscuyera en su vida. Pese a que mi bloqueo se había ido, mi apego evitativo seguía presente. Pero algo dentro de mí se resistía con ferocidad a dejarla ir. En consecuencia, necesitaba ordenar mis emociones para estar a la altura de esta relación.

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