오십사. real life
▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂
Holi, dos cosas antes de empezar. Por si no lo sabías, he subido un capítulo antes, el que es final, lo de la exposición y esas cosas, ¡ve a leerlo si no lo has hecho, tiene cosas importantes de cara el epílogo! Este es la parte de intensidad que he separado como suelo hacer. Es decir, tiene alto contenido erótico. Si no estás a gusto, no lo leas, no pasa nada, no aporta nada a la trama :) pero yo aviso por si no os sentís cómodas. Y nada más, un besito.
Lo primero que quería hacer Nari al llegar a su apartamento después de la exposición era sacarse los tacones, estar tanto tiempo de pie con ellos la había dejado agotada. Sin embargo, no pudo hacerlo, ya que solo cerrar la puerta, antes siquiera de poder saludar a Monnie y Ruby, que debían estar durmiendo en la habitación que tenía para ellos, Minho la empujó hacía una pared, colocando los brazos a ambos lados de su cuerpo, impidiendo que pudiera moverse, reteniéndola como un cazador lo hacía con su presa.
Y eso hizo que su corazón se acelerase un poco, porque ella lo quería, adoraba el juego que tenían.
—Blandita, blandita... —murmuró con la voz algo ronca, usando ese tono que a Nari le gustaba tanto, ese seductor, provocador, dominante—. ¿Tú sabes lo difícil que ha sido para mí?
—¿Me dejas moverme?
—No —negó con una sonrisa ladeada y lobuna. Con la mano izquierda empezó a acariciarle la mejilla, descendiendo poco a poco, pasando primero por su cuello, donde dejó un beso y una leve mordida, para seguir su recorrido y tocarle la pierna a través de la abertura lateral del vestido—. No sé ni cómo he podido resistirme a hacer esto, desde que te he visto he querido hacerlo —admitió, subiendo de forma lenta, provocándola, y la miró fijamente antes de tocarla por encima de la ropa interior—. Nari —ronroneó su nombre sin detenerse—. ¿Quieres que siga?
—¿Ah, estás haciendo algo? —le retó, sin despegar su mirada de la suya, disimulando lo mejor que podía lo que ese leve contacto le había provocado. Claro que quería que continuase—. No noto nada.
Minho alzó una ceja, para poco después volver a sonreír, como si aceptase la propuesta implícita en sus palabras. Con facilidad, apartó la tela que lo separaba de su objetivo y la estimuló de forma directa de manera muy lenta, casi como una caricia sugerente, una que cumplía su objetivo: encenderla poco a poco, alimentar la llama que existía entre los dos, esa que crecía cuando estaban juntos.
—¿Sigo? —volvió a preguntar con tono ronco. No sabía si era su impresión, pero parecía que le costaba más a él contenerse que a ella, como si quisiera demostrarle con esas caricias lo mucho que le había costado no hacerlo las horas previas—. Blandita, dame una respuesta —ordenó, parando en seco—. ¿Te vas a hacer la difícil?
—Si notase algo... —repitió, aún con los ojos clavados en los de él. Ahora fue su turno de esbozar una sonrisa lobuna, una provocadora—. ¿Has perdido tus facultades?
Cerró los ojos al notar cómo introducía dos dedos en ella sin dejar de estimular con el pulgar su zona más sensible, intentando contener un jadeo de su garganta, uno que acabó por salir ante el cúmulo de sensaciones.
El idol conocía su cuerpo a la perfección, sabía qué puntos tocar y la manera en la que hacerlo para llevarla a la locura con rapidez. En lugar de detenerse, Minho siguió aumentando el ritmo, sujetándola con la otra mano en la cintura, mirándola, provocándola con los ojos, regodeándose de que se estuviera deshaciendo entre sus caricias.
—He querido tocarte de este modo desde que te he visto con este vestido —explicó mientras introducía otro dedo—. Ni sé cómo he podido contenerme, porque mi mente no dejaba de pensar en mil y una formas de darte placer, de hacerte gritar sin que te contuvieras, de hacerlo delante de todo el mundo, de demostrarles que eres mía, que puedo hacer lo que quiera contigo. —Fue aún más rápido, deleitándose de cada gemido que salía de los labios de Nari, sonriendo victorioso—. No sé si quiero arrancártelo o hacerte mía con él puesto, aún lo estoy debatiendo.
—Si lo rompes, me compras otro —consiguió murmurar con cierta dificultad la chica. Había llegado a un punto en el que le daba todo igual, solo quería que siguiera, que la inundase de placer—. Me costó mucho conseguirlo y... —no pudo seguir, no cuando Minho la besó con fuerza, como si la callase de forma deliberada. No dejó de tocarla, y cuando ella quiso bajar la mano, hacer lo mismo que él, se la apartó—. Minho...
—Esto es para ti, blandita, solo para ti —aseguró, besándole de forma casta los labios—. Es otro de mis regalos.
Nari se estremeció y su piel se erizó a medida que llegaba a su límite. Sus piernas temblaron ante la inminente sensación, la respiración se le aceleró,y se dejó ir, sucumbiendo a la tentación, a lo que su cuerpo le pedía, bajo los dedos de su novio. El corazón le iba deprisa y cerró los ojos, al abrirlos, vio a Minho con una expresión de victoria, pegando su cuerpo contra el suyo, haciendo que notase lo que él la deseaba, lo mucho que adoraba su cuerpo y verla de ese modo.
Le encantaban esos arrebatos, por mucho que lo negase, adoraba que fuera rudo, que no le importase el lugar ni la situación, que quisiera hacerla siempre suya.
—¿Vamos a la habitación? —propuso aún con la voz entrecortada, aún recuperándose.
—Aún no. —Colocó ambas manos en la cintura de ella y la alzó. Le tocó el culo para acabar apoyándola en la puerta de entrada y en él, dividiendo el peso—. La primera ronda va a ser aquí.
—Minho... —No estaba nada convencida, no con que la sujetara de ese modo por si le hacía daño, pero no pudo seguir, ya que la penetró de una sola embestida, deslizándose en su interior por completo—. Joder.
—Esa boca, blandita —se burló él, repitiendo la misma acción—. ¿Cómo dices eso?
—Calla y muévete.
Ni sabía en qué momento se había desabrochado el pantalón, y liberado su erección, ni se había dado cuenta, pero no le quiso dar vueltas. Se sentía muy bien, la sensación era inexplicable, con esa posición llegaba a la perfección a estimularla, tocando ese punto mágico.
No dijeron nada más, solo se escuchaban los jadeos ahogados por sus labios, y algún gemido que se les escapaba, que inundaba el apartamento, al igual que el ruido de sus cuerpos chocando con el otro y las embestidas que hacían que Nari golpease la puerta. Por el sitio en el que estaban, lo más probable era que los vecinos que estaban cerca de su apartamento los escuchasen, pero a ninguno le importaba.
Fue rápido, como un aperitivo de lo que vendría, el entrante de lo que sería una gran noche.
Al acabar, con cuidado, Minho la bajó y la besó de forma dulce. Era curioso cómo después de un momento tan intenso, podía cambiar a ser tan atento, para luego volver al mismo modo.
—Este vestido va a ser también de mis favoritos.
—Eres tonto —gruñó ella y le cogió la mano para llevarlo hacia la habitación—. Túmbate.
—¿Estás hoy mandona, blandita?
—¿No me has dicho antes que tenía yo el control? —Apretó los labios y le sacó la americana para empezar a desabrocharle los botones de la camisa—. Solo hago lo que me has dicho.
—Me refería en la exposición —rebatió pero acabó por sonreír, como si hubiera tenido una gran idea—. Déjame quitarte el vestido antes, tengo que tener ese honor, que es uno de mis favoritos y llevo fantaseando toda la velada con arrancártelo, pero como me gusta, no lo haré, seré cuidadoso.
—¿Y luego me dejas hacerte lo que quiera?
—Por supuesto, te dejo atarme si quieres —secundó con picardía—, siempre y cuando me dejes a mí hacerte lo mismo. Hay que ser justos. —Ella asintió, por lo que se giró para que le desabrochase la cremallera de la espalda y así quitarle el vestido. Fue lento, tocando esas zonas que antes no había estimulado tanto, como sus pechos, dándoles la atención que merecían—. Bonita ropa interior, blandita, ¿te la has puesto para mí?
—Es la misma que uso siempre.
Le gustaba cómo le quedaba en la piel el encaje negro, contrastaba con su piel pálida. Aunque no le admitiría que desde que estaban juntos, se había comprado conjuntos mucho más sugerentes y transparentes.
—Nunca vas a admitir que te mueres por mí y por complacerme, ¿no?
—No me gusta mentir. —El vestido cayó al suelo y Nari aprovechó para sacarse también los tacones antes de empujarlo a la cama—. Túmbate.
—¿Vas a atarme, blandita?
—No sé qué voy a hacerte aún.
—Interesante... —Le apartó el cabello hacia un lado y empezó a besarle el cuello—. ¿Puedo sugerir una idea?
—Depende.
—¿Y si usamos mi magnífico regalo de cumpleaños? Aún no lo hemos estrenado y es una auténtica pena.
Nari frunció el ceño, tampoco le diría que le parecía una gran propuesta, por lo que fue hacia el armario, donde había guardado el lienzo que era como una gran sábana blanca, y las pinturas corporales.
Tapó la cama con el panel, y volvió a empujarlo hacia el colchón aprovechando que se había quedado solo con ropa interior. Se colocó a horcajadas encima de él, rozando esas partes que querían entrar en contacto con la otra y cogió una de las pinturas.
—¿Te estarás quieto?
—No, esa nunca ha sido una opción, blandita.
—Entonces tendré que atarte...
—¿Y quién te lo impide? —bisbiseó más que consciente de que estaba ganando esa batalla—. Porque si me atas, luego lo haré yo, ganamos ambos. ¿Sabes lo que disfruto al ver cómo no puedes moverte mientras te deshaces bajo mis atenciones? —Suspiró y se relamió los labios—. Es un espectáculo visual.
Nari resopló, sin contestar, y abrió uno de los botes, cogiendo pintura con el dedo anular y el del medio para acabar en su abdomen. La esparció, masajeándolo, acariciándolo con cuidado, embadurnándolo de esa pintura que invitaba a besarlo, a mancharse con él. Pero antes de hacerlo, cogió otro color y trazó unas palabras que por la expresión del chico, entendió.
—Si no paras, me detengo —lo avisó—. Tengo todo el tiempo del mundo.
—¿Cómo pretendes que me esté quieto si escribes en mi piel que me odias? Esto es muy injusto, blandita. —Aprovechando que tenía las manos en su cintura, para ayudarla a que estuviera más cómoda, hizo que se moviera de delante hacia atrás, rozando de nuevo sus partes, provocándole un gemido ante ese contacto—. ¿Cómo vas a hacerlo si te hago gemir de este modo? No puedes odiarme cuando soy el único que te hace jadear de placer.
Ella bufó, cogiendo más pintura, yendo más lenta que antes, deleitándose con el cuerpo de su chico, ese que le encantaba, ese que era capaz de provocarle tantas sensaciones y empezó a besarlo, no sin antes escribirle otra palabra.
—Minho, llevo yo el control —le recordó para que se estuviera quieto—. Si no paras, me detengo y me voy a duchar.
—Nunca he accedido a ello —gruñó, incorporándose, juntando sus cuerpos y manchándola con la pintura que aún no se había secado—. Escribir mentiras en mi cuerpo es muy feo.
—No lo he hecho.
—Creo que después del buen rato que te he dado hace nada, merezco un poco de amor y cariño, ¿no, blandita? Es lo mínimo, te he hecho tocar el cielo dos veces por el momento —se vanaglorió—. Y las que quedan.
Chasqueó con la lengua, como si no estuviera muy conforme ante eso, y se mojó los dedos con más pintura para escribirle, justo en la zona del corazón, lo que tenía pensado desde el primer momento, las de antes solo era ella molestándolo, viendo su reacción y comportamiento. Después de hacerlo, Minho le agarró la mano por la muñeca para que se quedase quieta unos segundos, mirándola con demasiadas emociones en los ojos.
Al estar ambos sentados, ella encima, sus narices se rozaban, no había casi distancia entre sus cuerpos y podía ver a la perfección todo aquello que él decía sin necesidad de verbalizarlo.
—¿Qué? —le restó importancia, buscando recuperar el control en un intento de que sus sentimientos no le enublecieran el juicio. Estaba abrumada, ¿cómo podía sentir tantas cosas en tan poco tiempo?—. Me voy a desgastar si me sigues mirando.
Quizá no era la chica más romántica, ni la pareja más cursi, pero esto era tan suyo, tan íntimo. Prefería mil veces decirle que estaba enamorada de él de ese modo, pintándolo en su cuerpo, usándolo de lienzo, que mediante palabras.
—Yo también te quiero a ti—afirmó con autoridad—. Y no hay palabras para expresarlo.
Se besaron de forma pausada, expresando las mil emociones que les recorría el cuerpo. A medida que sus lenguas aumentaban la intensidad de ese contacto, pidiendo más, exigiendo subir el nivel, el romanticismo pasó a un segundo plano.
Nari notaba cómo cada vez él estaba más duro, más listo para volver a perderse en su cuerpo, y en lugar de quedarse quieta, lo provocó más, buscando más contacto, buscando el placer a través de esos roces.
—Me gusta pintarte —admitió al mancharlo de nuevo, lamiendo esa zona poco después de hacerlo—. ¿Puedes soltarme? —pidió ya que el chico aún tenía las manos en su cintura—. Quiero...
—Sé lo que quieres, blandita, y no.
—¿Por qué no? —Hizo un puchero para convencerlo—. Quiero darte placer con mi boca.
—Y si lo haces acabaré en ella, y no queremos eso, blandita, ¿verdad que no?
No, no lo quería, pero le dio igual su advertencia, se movió de la cama para poderle sacar la última prenda que le quedaba y lo tocó de forma directa antes de lamerla de arriba abajo, saboreando la punta y su ligero sabor salado.
Minho gruñó, a ella le gustaba ir lenta, provocarlo, hacer que se desesperase, que perdiera el poco control que tenía cuando estaban juntos, y fue justo así. El idol enterró los dedos en el cabello de ella, penetrándola por completo antes de que pudiera hacerlo ella, moviéndose para que siguiera ese ritmo. Llevando el control, siendo él el que estaba follando su boca y no al contrario.
Nari alzó la mirada, viendo su expresión, adoraba ver cómo se mordía el labio, cómo gruñía y gemía a la vez, incapaz de callarse. Era muy vocal cuando algo le encantaba, y esos sonidos eran música para sus oídos.
—¿Sigo? —le preguntó a la par que su mano se movía de arriba abajo de forma firme—. ¿O paro, blandito?
Minho abrió los ojos y en un gesto rápido, uno que no se esperaba ella, la tumbó en la cama, quedando él encima.
—Me he cansado de no hacer nada, blandita, es mi turno. —Sin ningún tipo de esfuerzo, le desabrochó el sujetador y lo tiró al suelo. Trasladó una de sus manos a sus pechos desnudos, acariciando esos puntos que la enloquecían—. Ahora eres toda mía.
La piel se le erizó, pero en lugar de dejarse llevar, volvió a retarlo. Era mucho más divertido
—¿No soy siempre tuya?
—Sí. Toda mía. —Le besó el cuello con fiereza, marcándola, dejando constancia de sus palabras—. Eres mía, Nari.
—Y tú mío.
Cuando la pintura le tocó la piel a través de los dedos de Minho, que trazó una línea vertical que iba de su cuello hasta por debajo del ombligo, el contraste de temperatura, entre su cuerpo ardiente, y lo fría que estaba, le provocó un hormigueo en el estómago.
Al contrario que había hecho ella, no hubo palabras escritas en su piel, ni dibujos, solo los dedos hábiles de él que la pintaban a la par que estimulaban, al igual que su boca, que besaba los puntos exactos para que siguiera queriendo más.
No supo cuánto tiempo estuvieron así, el tiempo dejó de importar, solo lo hacían las manos y la boca de su novio, que no le daban tregua. Lamía, mordía, marcaba, besaba, estimulaba... No paraba. Tampoco quería que lo hiciera. Era como si su cuerpo quisiera más, que con las dos veces que había llegado al orgasmo antes no fuera suficiente.
Gimió casi en un grito cuando la lengua de Minho llegó a ese punto, a ese que era su máximo de placer. Él hizo lo mismo que ella, alzar la vista para observarla y sin necesidad de verle la boca, se veía que estaba sonriendo, orgulloso de provocarle esas reacciones. Sin dejar de lamer, volvió a penetrarla con los dedos.
—Siempre me recibes tan bien, blandita... —ronroneó sin bajar el ritmo, todo lo contrario—. ¿Lo oyes? —gruñó, lamiéndola de nuevo—. Estás tan lista para mí que mis dedos se deslizan como si nada. —Metió un tercer dedo—. Podría hacer lo que quisiera contigo ahora mismo y tu cuerpo lo aceptaría. Me vas a volver aún más loco. ¿Tendré suficiente de ti alguna vez?
Nari se perdió entre el placer que sentía, su cuerpo estaba dejándose ir, llegando al abismo, ese abismo del que adoraba caer..
—Minho... —jadeó al ver que necesitaba un poco más para ese punto de no retorno.
—¿Sí, blandita?
—Más rápido.
—¿Mucho más? —Hizo lo que le pedía—. ¿Así?
Y la respuesta que obtuvo fue un gemido muy sonoro, uno que indicaba que sí, que así lo quería. Sin embargo, cuando su orgasmo estaba a punto de llegar, Minho se detuvo. Quiso quejarse, pero no pudo ya que la penetró de forma rápida mientras le alzaba una pierna para que lo notase aún más, haciendo que no reprimiese lo que sintió.
Lo buscó con la mirada y cuando sus ojos se encontraron, lo besó. Ella tampoco tendría suficiente de él nunca. Y no querría lo contrario.
Era una de las formas que tenían de demostrarse lo que sentían, a través de sus cuerpos.
Y no lo cambiaría por nada.
¡HOLA DE NUEVO! Ahora sí, Any ha acabado (a falta del epílogo, obvio). Y no podía ser un capítulo final de otra manera, intenso. Con ellos empezó la intensidad y va a seguir.
No tengo mucho que comentar, solo que nos leemos el sábado con el epílogo.
Recuerdo que tenemos un servidor de discord muy guay que tienen primicias jeje.
Besitos xx
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top