십칠. real life
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Nari no sabía la razón por la que Minho se había presentado en su casa. Cuando había visto que le hablaba por mensajes, su primer pensamiento había sido que quería molestarla, empezar una de sus discusiones por texto plano en el que, en el fondo, se divertía. Aunque eso no se lo reconocería nunca en voz alta a él, porque solo se regodearía y vanagloriaría como si fuese una victoria.
No obstante, lo que le había dicho era que estaba abajo de donde vivía, que en cierta forma la estaba esperando para que lo recibiera.
Su primer impulso había sido ignorarlo, no bajar y hacer como si no estuviera en casa. No le debía nada, no tenía que atenderlo si no quería. Seguía con la idea de no querer verlo, porque si lo hacía solo podía pensar, aún más, en los besos que habían compartido y en lo bien que se había sentido con ellos.
Pero se había sentido culpable, aún hacía frío y no quería que Minho se resfriase porque quizá perjudicaba al grupo en cierta forma. Y si era sincera, tampoco quería que él estuviese enfermo.
Lo reconoció de inmediato aunque llevase ropa de abrigo, una gorra y una mascarilla para que no se le reconociera. Fue directa, preguntándole qué hacía ahí y cuando al final accedió a invitarlo a subir, más por Jiyong, que sabía lo que sufría cuando sus niños tenían un escándalo o se veían relacionado con ellos, Minho se detuvo y le prestó atención a un gato callejero.
No dijo nada, se limitó a observar cómo trataba al animal y con la dulzura con la que le hablaba. Con el gatito era otro, no había rastro de esa sonrisa burlona, del tono sarcástico o de su expresión divertida. Era como si fuese otra persona: atento, cariñoso, dulce...
Y una parte de ella empezó a mirarlo de otra forma, porque era justo lo que Jiyong le había dicho en repetidas ocasiones, que Minho tenía otra faceta que la que había visto y que era una de las mejores personas que había conocido.
¿Por qué no la había tratado así a ella desde un principio? Su relación hubiese sido muy distinta, no le hubiese cogido manía desde el inicio.
Quedarse un tiempo con el animal no era ningún problema, y más con lo adorable que era, tan pequeño y achuchable, por eso no discutió ni rebatió ninguna de las órdenes que le estaba dando Minho porque se notaba que entendía mucho del tema.
Aunque no le gustaba para nada la idea de dejarlo solo en su apartamento porque sabía que algo haría, no se fiaba nada de él.
Y no se equivocaba.
—¿Por qué me has dibujado tanto, Nari? —le preguntó con el bloc de dibujo en la mano derecha.
Tenía esa sonrisa traviesa, esa que últimamente usaba cuando estaba cerca de ella, esa que odiaba y le encantaba a la vez.
Intentó que no se viera lo molesta que estaba, odiaba que tocasen sus cosas y más alguien que no tenía que verlas. Sus dibujos eran su forma de desahogarse, casi como su diario personal. Él no tenía que verlo.
—¿Por qué coges lo que no es tuyo? —gruñó. Dejó la bolsa del supermercado encima de la encimera y fue a toda prisa para sacárselo de las manos—. ¿No te han enseñado que no se debe mirar ni tocar las cosas ajenas?
—No has respondido mi pregunta —siguió diciendo con ese tono jocoso.
Aunque Nari notó que bajo esa mofa implícita, también había una leve sorpresa, como si no se lo esperase.
No podía decirle la verdad, no podía decirle que lo había dibujado tantas veces porque no conseguía sacárselo de la cabeza, porque si lo hacía, lo usaría a su favor.
—Ni voy a hacerlo, ¿a ti qué te importa? —espetó, molesta—. Esto es mío y es privado. No tenías que mirarlo.
—Me importa mucho porque parece que no puedes dejar de dibujarme... —Sonrió de forma pícara y dejó el gato en el suelo con mucho cuidado de que no se hiciera daño—. ¿Debo preocuparme?
—La que debería preocuparse soy yo, ¿cómo sabes dónde vivo? —contraatacó para así no tener que responder su pregunta—. Porque no te lo he dicho.
—Tengo mis métodos... —Minho empezó a acercarse a ella y Nari, aunque quiso dar un paso hacia atrás, no lo hizo, se mostró firme—. ¿Por qué me has dibujado, Nari?
—Porque he querido, también he dibujado a los demás miembros. No te sientas tan importante.
—Ya... —Asintió, sin creérselo—. Porque claro, de los otros miembros hay más de un dibujo, y de diferentes ángulos, posiciones, estilos...
—Eres fácil para dibujar, tienes las facciones marcadas y es sencillo —intentó explicar, casi usando las mismas palabras para encontrar una excusa creíble—. Estaba practicando. Y déjalo estar, son solos dibujos.
—Míos.
—Supéralo, Lee.
—¿Sabías que mi imagen pertenece a JYP? —la chinchó—. Podría prohibirte que me dibujes y... —Nari tragó saliva al notar la mano del chico en su espalda, acortando la distancia entre ambos—. ¿Me regalas uno?
—No.
—¿Por qué no?
—Porque no quiero —sentenció y alzó la mirada para que sus ojos se encontrasen. Estaba muy nerviosa por tenerlo tan cerca de nuevo, pero no quería que se le notase—. ¿Puedes alejarte de mí?
—¿Quieres que lo haga?
Nari tragó saliva, no, no lo quería, pero estaban volviendo a lo mismo. A las preguntas de las que sabía la respuesta, a la tensión, a olvidar todo lo que no fuese al chico que tenía delante, a querer besarlo...
¿Por qué tenía que ser tan guapo? ¿Qué era lo que tenía que la atraía de esa forma?
—¿No has venido hasta aquí para hablar? —preguntó de forma lenta, pensando de forma fría para no dejarse llevar. Le estaba resultando muy difícil hacerlo—. Porque no lo está pareciendo, estás haciendo lo mismo que hiciste el otro día.
—¿Cuándo huiste, te refieres? —rebatió con rapidez—. De nuevo, por cierto. Sin decir nada.
—¿Molesto, Lee?
—Muchísimo, Moon—respondió, usando el apellido justo como había hecho ella.
No obstante, ninguno de los dos lo decía enfadados, estaban siguiendo el juego, su juego. Y a Nari le encantaba.
—¿Por qué?
—¿Cómo estarías tú en mi lugar? —comentó con calma—. Sí, he venido a hablar contigo —aceptó, asintiendo con la cabeza—, pero...
—¿Pero?
—En este momento, no me apetece nada hablar contigo. —Nari parpadeó al notar la mano de Minho en su mejilla, acariciándola con mucho cuidado—. ¿Sabes lo que me apetece?
—Sorpréndeme.
—Besarte —afirmó e hizo un movimiento para juntar sus frentes en un gesto que a Nari le pareció demasiado íntimo y cariñoso, pero no le molestó—. Y eso me frustra mucho, ¿sabes?
—¿Por qué?
Nari sentía que el corazón le iba demasiado deprisa, por mucho que una parte de su mente le dijese que se alejase de Minho, que volverían a lo mismo, a besarse, obviar todo y luego entrar en pánico por haberse dejado llevar, era incapaz. No quería hacerlo. Estar así con él se sentía bien. Se sentía demasiado bien.
¿Eso quería decir que Jiyong tenía razón? ¿Que le gustaba el idol?
—Porque volveremos a iniciar el círculo, nos besaremos, a ambos nos va a gustar, disfrutaremos del momento... Hasta que se rompa. —Volvió a acariciarle la mejilla con suma delicadeza—. Y aunque creas lo contrario, yo no disfruto con esto.
—¿Crees que yo sí?
—Lo parece —murmuró—. No sé lo que te pasa por la cabeza, eres tan impredecible... —Minho suspiró y se separó un poco de ella para poder mirarla a los ojos—. Ni te imaginas las ganas que tengo de besarte, ni yo mismo las entiendo.
A ella le ocurría lo mismo, desde que Minho se había acercado tanto a ella, solo podía pensar en que quería besarlo y que nada era más importante que hacerlo.
—¿Por qué lo dices y no lo haces? —susurró en voz muy baja.
—Quizá prefiero que me beses tú a mí, la última vez no estuvo nada mal, ¿no? —se rio—. Va, dilo.
—¿Qué tengo que decir?
—Que te caigo mal, que soy insoportable, que no me aguantas...
Nari enarcó una ceja, no entendió por qué mencionó justo esas palabras porque había hecho justo lo que había mencionado poco antes, romper la burbuja. No se le olvidaba que había ido hasta su casa para hablar, tenía que ser racional.
—A veces lo eres.
—¿Solo a veces? —se interesó con una sonrisa mal disimulada—. Eso es un avance.
—Más veces de las que deberías —se corrigió Nari—. ¿De qué quieres hablar?
—¿Podremos hablar de forma civilizada? Sin discutir, sin querernos matar, sin que todo lo que diga te parezca mal. —Nari estuvo de protestar, pero Minho la interrumpió—. No lo niegues, sabes que es cierto.
—No soy la única —concedió—. ¿Nos sentamos? Estaremos más cómodos.
—Creía que nunca lo ofrecerías, estaba empezando a cansarme de estar de pie.
—Si tan cansado estás, puedes irte...
—No empecemos —pidió Minho—. Seamos civilizados, creo que podemos serlo.
Nari se sentó en el sofá y el idol hizo lo mismo, no sin antes coger al gatito que no se había movido de la alfombra para ponerlo en su regazo.
—¿Por qué has venido aquí para hablar conmigo?
—Ha sido un impulso —reconoció—. También porque me suponía que en la empresa seguirías huyendo de mí y necesito aclarar las cosas contigo. Seré sincero contigo, Nari. —Ella asintió y se fijó en que estaba él estaba relamiéndose el labio—. Me siento muy atraído por ti, supongo que no te sorprende.
—No, no lo hace.
Era obvio, si no, no se hubieran besado de esa forma y no le hubiese complicado tanto las cosas.
—Y sé que a ti te pasa lo mismo —aseguró sin titubear—. Y no me lo niegues, porque no te voy a creer.
—No iba a hacerlo.
—¿Estás de acuerdo conmigo? —Minho parpadeó, incrédulo—. Es otro avance. —Apretó los labios y acarició al gatito. Y Nari lo supo, estar pendiente del gato era una forma que tenía de mantener el control—. Me gusta mucho besarte.
—¿Por qué?
—¿Y por qué no? No tiene que haber un motivo.
—Pero lo hay.
—Nari, no voy a decirlo —comentó como si nada—. Estoy hablando mucho, y tú nada.
—¿Qué quieres que diga, Minho? —Se incorporó un poco para poder mirarlo mejor—. No sé qué haces aquí, no sé qué pretendes de mí, no sé nada...
—¿Por qué huyes después de besarnos?
Una pregunta directa y sencilla. Una que no sabía cómo responder porque ni ella misma lo tenía claro.
—No lo sé.
—Si te sientes incómoda, si no quieres que nos besemos, prometo que no lo haré más —aseguró—. Pero me mandas señales muy confusas.
—No te mando ningún tipo de señal.
—¿Segura? —Minho se pasó la mano por el pelo—. Tus palabras dicen siempre que me marche, pero tu cuerpo, tus ojos, tus gestos... Todo eso demuestra otras cosas. ¿Te arrepientes de que nos hayamos besado?
¿Se arrepentía? No, en absoluto. Esa era una de las razones por las que huía y estaba tan confundida, porque no lo hacía.
—No, no lo hago —se sinceró hablando muy poco a poco—. ¿Crees que sí?
—Sí —admitió—, por eso estoy aquí, porque necesitaba saber lo que tú pensabas. —Acarició de nuevo al gatito—. Aún no me has dicho el motivo por el que te alejas y huyes.
—Sí lo he hecho, no lo sé.
—¿Si te besase ahora mismo, qué harías?
—No me beses.
—Dame solo una razón lógica —pidió, moviéndose en el sofá para estar muy cerca de ella. Mirándola con una intensidad que la estremeció—. Solo una. —Y no la encontró, por lo que se quedó callada—. Nari, ¿es una invitación a que lo haga?
—Estamos hablando —bisbiseó con cierta dificultad y la mirada se le desvió más de una vez a sus labios—. No has venido hasta aquí solo para besarme.
—Es uno de los motivos, no voy a negarlo —comentó, y se le escapó una carcajada—. Quiero conocerte mejor, Nari. No soy de los que besan y ya está, quiero saber más de ti.
Se quedó quieta, repitiendo en su mente las palabras que acababa de escuchar. ¿Quería conocerla mejor? No se llevaban bien, la animadversión era mutua, o eso pensaba.
—Sabes bastante de mí, me lo demostraste el otro día.
—Soy una persona observadora —admitió.
—O quizá es que te gusta observarme a mí. —Eso le sacó una carcajada a Minho, que asintió de forma leve—. Podríamos...
—¿Besarnos? —la interrumpió.
—Podríamos intentar ser amigos, conocernos mejor en ese sentido —propuso Nari—. Intentaré ser comprensiva y no soltar algún comentario de los míos. Empezar de nuevo, no juzgarte por lo que hemos vivido hasta el momento.
Minho alzó una ceja muy sorprendido.
—¿Por qué este cambio tan brusco de actitud? —quiso saber—. Eres impredecible, cada vez lo tengo más claro.
Ni ella misma sabía el motivo de que sugiriera eso, pero era lo que estaba sintiendo en ese momento. ¿Era por las palabras de Jiyong? ¿Estaba aceptando lo que le había dicho? ¿Había sido porque al ver cómo trataba al gato lo veía de otra forma?
—Estoy esforzándome, no lo arruines —dijo para que dejasen de hablar de ella—. ¿Tú qué piensas?
—No sé si quiero que seamos amigos... —habló después de unos segundos de silencio. Y eso le sentó mal a Nari, a la que le cambió la expresión—. Espera, no des por hecho nada.
—Es que si no quieres que seamos amigos, ¿qué haces aquí? ¿Por qué quieres hablar conmigo? —Nari intentó alejarse, pero Minho le sujetó el brazo para que no lo hiciera—. Déjame, Lee.
—No, porque estás malinterpretando todo, de nuevo —sentenció—. No sé si quiero que seamos amigos porque me gusta besarte, Nari. Me gusta mucho besarte —enfatizó—, y por eso no lo quiero. Porque yo a mis amigas no quiero besarlas.
—Pues yo sí quiero que lo seamos —le contradijo—. Seamos amigos, Minho.
—¿Eso es que no quieres besarme? —preguntó, mordiéndose el labio—. Porque sé que sí.
—¿Por qué vuelves todo a lo mismo?
—Sigues sin responder.
—Sí, sí quiero besarte —afirmó de forma directa—, deja de hacer que lo diga cuando lo sabes.
—Me gusta escucharlo —reconoció con una sonrisa pícara—. ¿Me invitas a cenar?
—No.
—¡Nari! —protestó—. ¿En serio? ¿No vas a invitarme? Si no lo haces por mí, hazlo por el gatito.
—¿Qué pinta el gatito en todo esto?
—Que estoy preocupado por él, quiero estar el máximo tiempo posible para saber si empeora o... —explicó—. Va, invítame a cenar.
—No —repitió—. No tengo nada para invitarte a cenar. Jiyong siempre me riñe con que debería cuidar más mi alimentación y aprender a cocinar.
—¿No tienes nada de nada?
—Comida precocinada, fideos de sobre, kimchi preparado, ramen instantáneo...
—Enséñamelo, a ver si se me ocurre algo —pidió, levantándose con cuidado de no molestar al gatito.
—¿Sabes cocinar?
—Sí, llevo haciéndolo desde que empecé a trabajar como bailarín cuando aún era menor de edad —explicó—. También suelo ser el que cocina en el dorm, siempre que no esté Jiyong, claro. —La miró, esperando a que dijera algo—. ¿Dónde tienes las cosas?
Nari se levantó, cogió al gatito, que estaba medio dormido, de los brazos de Minho, para ir hacia la zona de la cocina e indicarle dónde estaba todo lo que le preguntaba. Dudaba mucho que pudiese hacer un milagro con lo que tenía en su casa, pero le dejó hacer. Mejor que ella seguro que cocinaba, tampoco era difícil.
Mientras el idol cocinaba, aprovecharon para tener una conversación sobre lo que les gustaba o no en la comida, para así conocerse más.
Y Nari tuvo que reprimir más de una vez las ganas de salir huyendo, porque se sentía tan cómoda y bien, algo que le parecía extraño junto a Minho, que se estaba asustando.
Una vez que acabaron de cenar, de recoger y de alimentar al gatito, al que dejaron durmiendo encima de una de las mantas que usaba su perro cuando era un cachorro, volvieron a sentarse en el sofá para seguir hablando.
Todo estaba fluyendo demasiado bien y Nari cada vez estaba entrando más en pánico aunque intentaba disimularlo.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Vas a hacerlo igualmente —dijo Nari, tragando saliva—. Así que, adelante.
—En tu bloc de dibujos...
—El que no deberías haber mirado —interrumpió.
—Sí, lo que sea, ahí hay unos bocetos de gente que se parece bastante a ti, ¿son tus padres?
Nari abrió los ojos, incapaz de encontrar las palabras para esa pregunta. ¿Por qué tenía que haberlo mirado?
—No quiero hablar del tema —musitó.
—¿Por qué no?
—No quiero hablar de ello —repitió—. No insistas.
—Los amigos se cuentan las cosas, Nari.
—¿No has dicho tú que los amigos no quieren besarse? —rebatió y lo miró. Estaba de nuevo con esa sonrisa tan suya—. No me mires así.
—No te estoy mirando de ningún modo —se excusó—, pero sí, tienes razón, porque ahora mismo quiero besarte.
—¿Cuántas veces lo has dicho hoy?
—No las suficientes, porque aún no he conseguido besarte. —Con total confianza, le rodeó la cintura con los brazos y la colocó encima suyo con facilidad—. ¿Puedo hacerlo ya?
—No.
—¿No?
—Absolutamente no —repitió Nari, reprimiendo una sonrisa—. Además, no te he dado permiso para que me sientes encima de ti.
—No veo que te estés quejando mucho —comentó, haciendo pequeños círculos con los dedos en su espalda—. ¿Harás que te lo pida por favor?
—Estaría muy bien, la verdad.
Y su risa fue acallada por Minho, besándola con las mismas ganas de los otros besos que habían compartido.
No había medias tintas, no había dudas, solo los labios del otro, demostrando sin palabras que se entendían más bien de lo que se pensaban. Era un beso desesperado, con ansia, lleno de necesidad sin que ninguno se reprimiese. Húmedo, sus lenguas batallaban con la misma ferocidad de sus labios, entre leves mordidas que solo aumentaban las ganas que tenían del otro.
Minho bajó las manos que tenía en la espalda a su culo, apretándola más hacia él, y desvió los labios hacia el cuello de Nari, dejando pequeños besos en el recorrido.
—No sabes las ganas que tenía de besarte —murmuró el idol, lamiendo justo la zona que acababa de besar—. Y lo que me afectas.
—¿Te afecto? —susurró Nari, tentándolo con la mirada, provocándolo para que volviese a besarla.
—Demasiado para mi propia cordura —admitió antes de volver a besarle el cuello, de forma más violenta que antes—. Me vuelves loco.
—¿Te vuelvo loco? —se regodeó Nari, tocándole el labio inferior con los dedos—. ¡Minho! —se quejó cuando le mordió los dedos.
—Me vuelves más que loco.
La siguió besando, mordiendo y lamiendo sin descanso, haciendo que Nari jadease sin poder evitarlo, cerrando los ojos. Y siguió dejándose llevar, moviendo sus caderas para aumentar el roce de sus cuerpos, buscando más contacto con el chico, buscando seguir sintiéndose así de bien.
Minho gimió en un gruñido, incapaz de controlarse ante esos movimientos, le mordió el lóbulo de la oreja y volvió a atacar su cuello, de forma mucho más intensa, sin pensar en lo que hacía.
—¿Me has dejado una marca? —quiso saber, moviendo un poco la cabeza para poderlo mirar fijamente. No tenía palabras al verlo, no lo había visto nunca así, devorándola con los ojos, llenos de deseo—. Te he hecho una pregunta —insistió cuando intentó besarla de nuevo.
—Sí —admitió, mirándola con la pupila dilatada y los labios hinchados por lo que estaban haciendo—. Lo siento.
—Ni siquiera lo sientes —aseguró, relamiéndose el labio inferior y jadeando al notar las manos del chico por debajo de su jersey, trazando un camino por su piel desnuda. Primero de forma tímida, luego mucho más atrevida, tocando aquellas zonas que no había podido ver aún—. Están frías.
—Lo sé y no lo entiendo, yo estoy todo lo contrario.
—¿Cómo? —preguntó en un hilo de voz.
No le dio tiempo a que dijese algo más, la interrumpió con otro beso y empezó a inclinarla en el sofá, para que acabase tumbada, colocándose encima sin que sus bocas se separasen.
Nari lo notó, notó la forma en la que le afectaba y en la que la deseaba. Lo notó entre las caricias, manos que subían y bajaban tocando todo lo que podían. Lo notó entre los suspiros y jadeos que se les escapaban a ambos incapaces de controlarlos.
Tenía calor, la ropa le sobraba, y la de él aún más, pero no quiso hacer nada si él no lo propiciaba, pero quería tocarlo, quería recorrer su cuerpo con los dedos de forma lenta, torturándolo para que le pidiese más y que no dejase de tocarlo.
Tragó saliva de forma disimulada cuando los labios de Minho volvieron a su cuello, besándola despacio, y su mano izquierda empezó a descender con cuidado, dándole la atención a cada parte de su cuerpo por la que pasaba, hasta el elástico del pantalón de chándal que llevaba.
Sintió que su cuerpo ardía, de anticipación, de deseo, de ganas de ir a más. Quería ir a más. Quería que lo hiciera.
Y cuando estaba más que convencida de que iría a más, de que la tocaría de forma directa, se detuvo.
—Nari... —murmuró Minho, apartándose un poco de y mirándola fijamente—. Voy a irme.
—¿Vas a irte?
Nari no lo entendía, acababan de besarse de esa forma, habían casi perdido el control, y de la nada decía que quería irse, como si no quisiera ir más allá. Él no había parado de mencionar que era impredecible, pero él también lo era.
—Tengo que irme.
—¿Por qué? —preguntó en un suspiro, incorporándose.
—¿Quieres que me quede, Nari? —pronuncio muy despacio, mordiéndose el labio inferior y acercándose de nuevo—. ¿De verdad quieres que lo haga?
Sí, quería que lo hiciera, con todo lo que implicaba. Le daba igual. En ese momento no pensaba en las consecuencias, solo quería estar con él.
—Sí.
—Y yo quiero quedarme.
—¿Entonces?
—No lo voy a hacer, porque si lo hago... —Negó con la cabeza—. Ambos sabemos lo que va a ocurrir.
—¿Y eso es un problema?
—Lo es porque te conozco, Nari —ronroneó y le colocó un mechón que se le había salido del recogido detrás de la oreja—. Quizá te arrepientes o no estás del todo segura. Y...
—¿Y?
Minho negó con la cabeza.
—El que huye esta vez soy yo —bromeó, sin responder a la pregunta. Al levantarse, le echó una ojeada al gatito, que seguía dormido—. Es tarde, y mañana tenemos ensayo muy pronto para una nueva coreografía.
—De acuerdo. Buenas noches.
—Buenas noches, Nari. Ten lindos sueños, es decir, conmigo.
—Serán pesadillas entonces.
—Mentirosa. —Se despidió, dándole un beso en la mejilla, muy cerca de la comisura de los labios—. Estoy contento de que hayamos hablado.
Nari vio cómo se marchaba, pensando en lo que acababa de decirle. Sí, habían hablado, pero ¿habían aclarado algo?
No lo sabía con exactitud, aún estaba alterada, su respiración seguía levemente acelerada y lo más probable era que sus mejillas estuvieran sonrosadas.
¿Eran amigos o no lo eran? ¿Iban a seguir besándose como estaban haciendo? ¿Minho había querido decirle más de lo que había hecho?
Y lo más importante, ¿le gustaba Minho o no?
BUENO, YO YA DIJE QUE ESTE CAPÍTULO (CONSIDERO TAMBIÉN EL OTRO), IBA A SER UN PUNTO DE INFLEXIÓN.
Lo que une un Michi, que no lo separe nadie haha.
Y well, tan intensitos como son ellos, eso no cambia jejeje.
Ahora ya no más sorpresas :) Aunque me porto bien eh, no tenéis quejas
Nos leemos el martes con los tozudos de nuevo haha
Muchos besos xx
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