삼십팔. real life

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Vale, antes de empezar, en este capítulo los tozudos son... ELLOS, con todo lo que implica. Es decir, que se comen mutuamente y mucho. Ese punto empieza cuando van al jacuzzi, por si queréis leer hasta ahí. Aunque bueno, hay detalles importantes para la trama, pero no relevantes, y lo que se menciona, lo mencionaré en siguientes caps, por lo que dont worry. Así que si no te gusta leer cosas así, no pasa nada porque no lo leas (pero al menos vota, dame apoyo hahaha), no te vas a perder nada no quiero incomodar a nadie. Nada más, un besito en la frente.


Minho conocía muy bien a Nari. Sabía interpretar a la perfección sus silencios o la forma en la que se callaba, aún más de lo que solía hacer, después de mostrarse vulnerable delante de él.

Era su manera de recuperar el control. Sin embargo, eso ya lo había hecho él, había dicho un comentario de los suyos para intentar que no pensase en lo que acababa de pasar y se centrase en sus palabras.

Meses atrás esa actitud suya le había sorprendido, no hubiera entendido el motivo por el que lo hacía, pero se había dado cuenta de que era parte de su personalidad, de esa forma de ser que lo había conquistado.

Le gustaba todo de ella, incluso las cosas que le sacaban de quicio, como cuando pretendía tener razón siempre o cuando era tan tozuda que no veía más allá de lo que creía.

Estaba enamorado, la quería. Y por eso verla de ese modo, en el que no dejaba de darle vueltas a lo que acababa de ocurrir, le provocaba sensaciones extrañas.

—Por fin en la habitación —murmuró, sentándose en el sofá y haciéndole un gesto a Nari para que hiciera lo mismo, ocultando una mueca de molestia en el brazo—. Quita esa cara.

—Es la cara que tengo, no puedo cambiarla —comentó, arrugando un poco la nariz—. ¿Te duele mucho?

—Deja de preocuparte, blandita —le restó importancia y volvió a señalar el sitio a su lado—. Va, ven.

—No puedo no preocuparme —admitió en voz más baja—. ¿Quieres tomarte ahora la medicina?

Pese a que sus padres, al igual que Chan y Jiyong, le hubieran recordado que se llevase las medicinas que le habían recetado para el dolor y la inflamación, se le habían olvidado en el dorm. No era que le doliese en exceso, nada comparado con las dos primeras semanas después de la operación, solo una leve molestia que no se le marchaba y que no le había ocultado a Nari.

Ella también parecía comprender muy bien sus silencios o lo que se callaba, demostrando lo bien que lo conocía, más que otras personas que llevaban más tiempo en su vida.

Aww, ¿no puedes no preocuparte? —se mofó, usando sus mismas palabras—. Al final no podrás negar que te importo y mucho.

—Eres mi novio, ¿cómo no me voy a preocupar? —gruñó, apartando la vista y sacando del bolso la caja con la medicación—. ¿La quieres ya o no?

Antes de que regresasen al hotel, y por insistencia de Nari, había entrado a una farmacia, mientras ella se quedaba fuera, para comprar los analgésicos.

—Y por algo más, ¿verdad? —Le guiñó un ojo—. Sé que sí, no hace falta que lo digas.

—Minho...

—¿Te he dicho alguna vez lo que me gusta oír mi nombre en tus labios? —Sonrió y empezó a reírse al ver la expresión de ella—. Sé que sí, aunque nunca son las suficientes. —Se levantó y la abrazó por la espalda, colocando la cabeza en su cuello—. Eres muy tierna cuando te preocupas tanto por mí.

—No soy tierna.

—Si quieres creer eso... —Le besó el cuello—. A mí me lo pareces mucho, muy blandita. —Se rio. No le hacía falta ver la cara de su novia para saber que habría arrugado la nariz y tendría el ceño fruncido—. Es que elegí el mejor apodo para ti, ¿no crees?

—Si tú piensas eso...

—¡Blandita! —protestó y con el brazo que tenía libre, la giró, para así poder mirarle a los ojos—. No mientas.

—No lo hago, nunca he entendido el motivo por el que me llamas así...

—Porque me gusta. —Sonrió y le besó la nariz—. Eres mi blandita y todo el mundo lo sabe ya.

—¿Todo el mundo? —repitió con una ceja alzada—. ¿Qué es todo el mundo?

—Lo normal, mis amigos y los miembros de Stray Kids...

—¿Hablas de mí?

—Claro, ¿por qué no hablaría de mi blandita? —Se estaba divirtiendo al ver su expresión, entre confundida y contenta—. ¿Sabes? Debería quejarme, tú no tienes ningún apodo bonito para mí.

—Porque no hace falta.

—¿Y si lo quiero?

—Búscatelo tú mismo.

—¿Qué gracia tendría eso, blandita? —La miró y sonrió sin poder evitarlo. Era preciosa. Cada detalle de su rostro le parecía digno de recordar, desde el brillo que tenía sus ojos cuando estaban juntos, aunque ella lo negase, hasta sus labios, rosados, carnosos y que le daban ganas de besarlos siempre que estaba a su lado—. ¿Y si me llamas Yeobo*?

Nari empezó a reírse a carcajada limpia, como pocas veces hacía, lo que hizo que no entendiese nada.

—¿Hablas en serio? —Él asintió—. ¿Qué tienes, cincuenta años? —se burló—. Nunca he escuchado ese apodo entre gente de nuestra edad.

—Podríamos cambiar la norma, ¿no crees?

—No —afirmó—. Te tendrás que conformar con ser mi insoportable tozudo.

—¿Soy el único? —rebatió con una ceja alzada—. Aunque has reconocido que soy tuyo.

—No empieces —pidió. Por su tono de voz, estaba más contenta y relajada que antes.

—¿Y si nos compramos ropa a conjunto o cosas así de pareja? —siguió preguntando, no porque lo pensase de verdad, solo quería seguir escuchando su risa y verla sonreír—. O un complemento, un anillo, un pendiente...

—Eso es muy de Chan y Jiyong, ¿no crees? —lo cortó—. Su reloj ya es famoso en todo el mundo.

—¿Y unos pendientes? Es más sencillo de ocultar y...

—Minho, no nos precipitemos —le pidió—. Además, no te pega en absoluto ser así. No somos como Chan y Jiyong, nuestra relación es muy muy distinta.

Se calló el hecho de que ellos no eran los únicos que usaban cosas de pareja, pero parecía que Nari no lo sabía o no se había dado cuenta, quizá no se habían hecho tan amigas después de la doble cita o de las quedadas que hacían junto a Jiyong y otras chicas.

—Blandita —llamó su atención—. ¿Nos damos un baño en el jacuzzi? —Antes de que pudiera contestarle, añadió con rapidez—. Las burbujas y el agua caliente me irá bien para mi lesión y recuperación.

—Suena a la peor excusa del mundo, sobre todo porque no puedes mover el brazo.

—Que no pueda moverlo no significa que no pueda mojarlo —argumentó—. Va, blandita, todo sea por mi lesión.

—Claro, será por eso... —Puso los ojos en blanco—. No me he traído ropa de baño.

—¿Y eso es un problema? —Negó con la cabeza para luego sonreír—. Báñate con ropa interior.

—No creo que...

—¿Ahora te entrará la timidez, blandita? —Le tocó la nariz en un gesto cariñoso—. Te he visto desnuda muchas veces. De hecho, creo que...

—Calla —gruñó—. Ni lo menciones.

—No sabes qué iba a decir.

—Me lo imagino y no quiero escucharlo.

—Si quieres, puedes ponerte una de mis camisetas para bañarte —sugirió, mirándola con cariño para que supiera que no pasaba nada. Nari a veces era así, tenía mucho pudor, o al menos lo aparentaba, hasta que eran incapaces de dejarse llevar por su química—. Elige la que quieras.

Cogió el traje de baño que él sí se había llevado y fue hacia el baño para cambiarse, dejándole intimidad a Nari, y para empezar a preparar el jacuzzi. Una vez que estuvo todo listo, se metió, esperando que no se lo pensase mucho ni tardase, podían pasarlo muy bien sin tener que llegar al final, solo disfrutando de la compañía del otro, y quería creer que a ella le apetecía al igual que él.

Cerró los ojos para relajarse. Era justo lo que necesitaba, el agua caliente para aliviar un poco el dolor de los músculos y, sobre todo, para recuperarse de su lesión.

Los abrió al notar un leve movimiento en el agua; era Nari, que lo retaba con la mirada mientras se colocaba lo más lejos posible, como si tuviera miedo de perder el control si se acercaba. Se mordió el labio en un intento de no reírse, sí se había puesto una de sus camisetas, pero era blanca y solo con meterse dentro del agua se le transparentó la ropa interior.

Se quedó en silencio observándola. Tan preciosa sin querer serlo, tan tentadora sin decir nada. Quería besarla, acariciarla, perderse en ella...

¿Se daba cuenta de que solo con su presencia ya lo volvía loco?

Siguió en silencio, intentando no perder el control, pero parecía una causa perdida, porque el ambiente, sin hacer nada, se iba calentando.

—Roja, ¿eh? —dijo, incapaz de callarse más tiempo. No podía despegar la vista, no cuando se intuía a la perfección su cuerpo—. Muy bonita, por cierto, y provocativa. ¿Preparada para lo que iba a pasar entre nosotros? ¿Por eso te la has puesto?

Más de una vez se había deleitado observándola así, solo con la ropa interior. Siempre era elegante, fina y muy sugerente, justo como Nari, de colores y formas que resaltaban aún más su figura y curvas. Y siempre se la comía con los ojos, resistiendo las ganas de arrancársela y romperla para poderla tocar sin que nada estorbase.

—No todo lo que hago es por ti, deja de creer eso.

—Claro, blandita, claro... —Le hizo un gesto para que se aproximase, pero no lo hizo—. ¿Harás que un lesionado sea el que se mueva? ¿Eres tan cruel?

—Deja de usar esa excusa para todo. —Negó con la cabeza—. No te quiero cerca.

—¿Por qué no?

—Porque nos conozco y...

—¿Y? —insistió con una sonrisa traviesa.

No podía dejar de mirarla, no era capaz. Además, adoraba jugar con ella, ver hasta qué punto llegaba. Notaba esa electricidad que había entre ambos, esa que les hacía que no pudiesen alejarse mucho del otro, esa que los llevaba a encontrarse sin poder evitarlo. Y sabía que Nari también era consciente, sus ojos la delataban.

—Me apetece demasiado besarte —admitió, mordiéndose el labio. Y Minho al verlo tuvo que contenerse para no ser él el que lo hiciera—. Y no quiero hacerlo.

—¿Por qué no, Nari? —ronroneó. Quería hacerla caer, quería que fuera ella la que lo besase. Era demasiado divertido conseguirlo. Y ver la forma en la que dudaba, en la que intentaba contenerse sin lograrlo, o cómo sus ojos expresaban una lucha interna, le encantaba—. ¿Y si yo quiero que lo hagas?

—Cuéntame otra cosa —pidió, cambiando de tema. Pero no sonó nada convincente. Estaba levemente sonrojada y había ese brillo en su mirada, ese que indicaba que su cuerpo ya la estaba traicionando—. Lo que te apetezca.

—Pero a mí me apetece hablar del motivo por el que no quieres besarme... —Hizo un pequeño puchero mientras disimulaba una sonrisa traviesa. Qué fácil estaba siendo provocarla—. ¿Por qué no, blandita? ¿Es que no te gusto?

—Ese es justo el problema, que me gustas demasiado.

—No veo el supuesto "problema" —dijo, repitiendo sus mismas palabras—. Y si lo fuera, la solución es muy sencilla. Solo tienes que venir a mi lado.

—¿Tengo otra opción?

—Hay muchas opciones, blandita. —La salpicó con el agua, haciendo que la camiseta se le pegase aún más a su cuerpo. Tragó saliva, le estaba resultando muy difícil no ser el que la besase, sobre todo al intuirse a la perfección lo que ocultaba por el efecto del agua. Quería sacársela y tocarle los pechos que no dejaban de llamar su atención—. Pero es que tú quieres acercarte, tus ojos te delatan.

Se miraron durante unos segundos sin decir nada, analizándose, luchando sin palabras para saber cuál de los dos sería el que se rindiera antes.

Fue Nari, que acabó claudicando, acercándose de forma muy lenta, casi como si se lo pensase mucho antes de hacerlo.

Al tenerla al lado, Minho colocó la mano que tenía libre en su cintura, mordiéndose el labio de nuevo mientras su mente no dejaba de imaginarse lo que iba a pasar a continuación. En cómo sería tenerla desnuda junto a él en ese baño de burbujas.

¿Era él, o verla con su camiseta mojada lo encendía aún más? Porque no sabía si le gustaba más con una falda o con su ropa. No podía dejar de prestarle atención, de devorarla con los ojos y apretar contra sí. Sin duda, esta se convertiría en una de sus imágenes preferidas de Nari, solo con su camiseta empapada, una que no cubría ni ocultaba nada de su cuerpo, haciendo que su mente supiese muy bien lo que había debajo y lo que le gustaba.

—Deja de mirarme así.

—¿Sabes lo que quiero hacerte? —Ella negó con la cabeza con expectación—. Quiero besarte, o mejor dicho, quiero hacerte más cosas que eso —afirmó y rozó sus narices. Nari no se apartó, se quedó quieta, retándolo con los ojos, provocándole del mismo modo que había estado haciendo, aumentando la tensión entre ambos—. Pero no voy a hacerlo.

—Quieres que lo haga yo, ¿no? —asumió con una sonrisa, de esas que le cautivaban porque expresaban mucho más que lo que hacían sus palabras. Era esa Nari juguetona, la que le hacía perder el control—. Buen intento, Minho.

—¿Y si no es solo un intento? —No fue capaz de resistirse, le dio igual perder esa batalla, acortó la poca distancia entre los dos para besarla. Era uno lento, sin prisa, uno que demostraba las ganas que tenía de ella. Y como se esperaba, Nari tomó el control, se colocó encima de él sin dejar de besarlo y lo miró—. Mi camiseta sobra en este momento.

—¿Tu camiseta? —preguntó moviéndose un poco, rozándose de forma voluntaria. Estaba siendo mala queriendo y le encantaba—. Querrás decir la mía.

—Nari... —Por inercia, intentó mover ambos brazos para acercarla aún más a él, pero ella se alejó—. ¿Por qué?

Adoraba que conociese su cuerpo tanto, llegando al punto de saber sus movimientos antes de que los hiciera y volviéndolo loco hasta el punto de no poder hablar con coherencia.

—Ni se te ocurra mover el brazo, aún estás recuperándote.

—¿Y si...?

—No, nada de excusas, ¿no dices que eres más que capaz de hacerme de todo con una mano? —Se movió de arriba abajo, de forma lenta, solo para provocarlo, haciendo que un gruñido se le escapase por la sensación placentera que le recorría el cuerpo, cosquilleándole la piel, aumentando la temperatura de su cuerpo—. Demuéstralo.

—¿Es una invitación?

—Es un reto —corrigió ella y volvió a moverse. Era imposible que no notase la presión acumulada entre ambos y lo que sus movimientos estaban provocando—. ¿Lo vas a lograr?

Minho volvió a besarla ya sin la calma inicial. De forma desesperada, urgente, con vehemencia. Había una lucha de lenguas para saber quién de los dos tendría el control. Podía cedérselo, siempre que lo hacía Nari cumplía con las expectativas, lo llevaba al abismo y hacía que se perdiese en él, provocándole tanto placer que no era capaz de verbalizarlo. No obstante, adoraba verla disfrutar con sus atenciones y cómo su cuerpo se adaptaba a la perfección al suyo.

—Quieta —pidió entre besos al notar que no dejaba de moverse, aumentando el deseo que tenía por ella y las ganas de unir sus cuerpos. Si seguía así, acabaría por cometer una locura. Como no le hizo caso, la detuvo aprovechando que aún tenía una mano en la cintura—. Paciencia.

—La paciencia no es lo mío.

Nari aprovechó esa pequeña pausa para seguir provocándolo, atrapando uno de los lóbulos de su oreja entre los dientes y provocando que sintiese que su piel ardía todavía más de lo que hacía.

—Quieta —dijo de nuevo con la voz más grave de lo que querría en un primer momento porque seguía moviéndose. Era una tentación, una que lo volvía loco. El bañador le apretaba demasiado y solo le apetecía quitárselo, al igual que lo que quedaba de ropa de Nari, y perderse en su cuerpo—. ¿No me has propuesto un reto?

Después de morderle el labio inferior para hacerle ver sus intenciones, y lo que quería, empezó a dejarle besos húmedos en su cuello, acompañados de alguna que otra pequeña marca, incapaz de controlarse porque sabía que ella, si pudiera, haría lo mismo.

Pese a que le había comentado en más de una ocasión que era injusto que solo pudiese marcarla él, que ella quería hacer lo mismo y que debía controlarse más, era imposible. No podía describir la sensación que le recorría cada vez que la observaba y veía las marcas en su cuerpo, unas que había hecho y que indicaban que era suya como él era suyo.

—Minho... —pidió, centrando toda su atención él y en su mirada—. No veo que lo estés logrando.

Se rio y como respuesta, primero le quitó la camiseta, que lanzó lo más lejos que pudo, para luego hacer lo mismo con el sujetador de un rápido movimiento. Le mordió un pezón, para luego lamerlo, queriendo llevarla a la locura, provocarla de esa forma que adoraba hacer. Nari gimió, cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás, siendo la respuesta que necesitaba para seguir, aumentando la intensidad. Se recreó, besaba primero uno de sus pechos, mientras con la mano tocaba el otro, luego lo mordía, para volver a acariciarlo con los labios haciendo que Nari se estremeciera entre sus brazos.

Y cuando estaba haciendo que empezase a perder el control, su mano se deslizó entre los muslos de la chica con una clara intención.

Nari jadeó cuando notó sus dedos, primero por encima de la única prenda de ropa que le quedaba, yendo muy lento, esperando que ella le pidiera que siguiera. Se fijó bien en su rostro, en cómo había expectación para que siguiera, y poco a poco, apartó la pieza de tela para tocarla.

—Estás empapada, ¿es por el agua o por mí? Aunque creo que sé la respuesta —se regodeó a la vez que introducía un dedo, que se deslizó con facilidad, sin ningún tipo de resistencia—. Muy mojada, solo me dan más ganas de hacerte mía y que grites mi nombre.

Sonrió al darse cuenta de que ella se movía para acompañar sus movimientos, deseosa de que el contacto fuese mayor. Jadeó de nuevo sin control cuando su pulgar le rozó, acariciando su punto sensible con movimientos circulares y precisos, que acompañado a las burbujas y el calor del jaccuzzi solo hacían que se acercase a su límite.

Minho no sabía si su piel ardía por la intensidad del momento, por el calor artificial del agua, o por tener a Nari a su merced, gimiendo cada vez más alto mientras él no dejaba de tocarla. Sin dejar de mover el pulgar, introdujo otro dedo, provocando que ella se apretase más hacia su cuerpo, clavándole las uñas en el pecho.

—Minho...

Escucharla jadear su nombre le erizó la piel, por lo que aumentó el ritmo y la miró. No quería besarla, no quería dejar de oír lo que le causaba. Nari no solía reprimirse, y adoraba ser el causante de esos sonidos, esos que le encendían aún más. Metió un tercer dedo y siguió hasta que sintió cómo su cuerpo se volvía un poco más pesado, cerraba los ojos y no dejaba de gemir sin control.

La había hecho llegar al éxtasis y se mordió el labio inferior mientras la miraba, debatiéndose sobre si seguir, sobreestimulándola para hacerla llegar de nuevo, deleitándose con cada gemido, cada caricia, cada momento en el que ponía los ojos en blanco incapaz de reprimir el placer que era capaz de provocarle.

—¿Decías? —se vanaglorió, sacando los dedos y lamiéndolos—. Como siempre, deliciosa. Una tentación andante. —Nari seguía con la respiración acelerada y las mejillas sonrosadas, por lo que añadió—: Creo que he superado con creces el reto.

La miró fijamente, intentando grabar esa imagen en su mente. Tan preciosa, aunque siempre lo había pensado, pero la que tenía delante, desnuda, con los labios ligeramente hinchados y los ojos oscurecidos por el deseo, era de sus preferidas.

—No tengas tanto ego.

—No es ego, es la realidad, con una mano soy más que capaz de hacer que te...

—Calla.

—¿Vamos a la cama? —sugirió.

Seguía teniendo ganas de ella, de volverla loca, de que llegase de nuevo, de demostrarle lo bien que se entendían sin palabras y continuar hasta el final, perdiéndose en su cuerpo. ¿Alguna vez tendría suficiente? Lo dudaba.

—No.

—¿No? —Alzó una ceja—. Nari, no me vas a dejar así, ¿no?

Lo interrumpió con un beso mientras volvió a moverse encima de él, haciendo que Minho gruñera con ese roce.

—Hagámoslo aquí.

—¿Segura? —preguntó. Se moría de ganas de hacerlo, pero tenía que pensar de forma racional, no podía dejarse llevar, las consecuencias podían ser demasiadas—. Creo que...

—Yo... —Tragó saliva y volvió a rozarse contra su cuerpo. Minho notó lo necesitada que estaba, al igual que él, sus pupilas estaban dilatadas y su voz sonaba un poco más grave de lo normal—. Tomo otros métodos anticonceptivos y... Y confío en ti.

—¿Confías en mí?

Parpadeó muy sorprendido. Escuchar eso viniendo de Nari era extraño, pero muy gratificante. Que ella dijera que confiaba en él era como si le hubiese confesado que lo quería. Y no le salieron las palabras.

—Lo hago.

No aguantó más, no con esa respuesta tan sencilla pero que indicaba tanto. No solo estaba el deseo que sentía por ella, también el saber que confiaba en él. Se movió un poco para sacarse el bañador, liberándose con rapidez, a la vez que Nari se quitaba lo que le quedaba de ropa, y unió sus cuerpos en uno solo, mirándola al hacerlo, expresando con los ojos mucho más que palabras.

La sensación fue indescriptible, el notar piel con piel, sin ningún obstáculo, sin que nada los separase... Nunca antes había sentido algo así y tuvo que quedarse quieto unos segundos para no acabar ahí mismo.

—Necesito un momento —murmuró con esfuerzo, pero Nari no lo hizo, alzó un poco las caderas para descender de golpe—. Maldición, no me hagas esto.

—¿Por qué?

—Porque quiero hacerte llegar de nuevo —admitió y la besó—. Joder, es que te sientes tan bien...

—¿Sí? —preguntó sin dejar de moverse. Seguía con ese vaivén de su cadera que solo hacía que tuviese más claro que no duraría—. Tú también te sientes increíble. No tengo palabras. —Cansado de que estuviera jugando con él, la apretó más hacia sí y se clavó en su cuerpo en un movimiento rápido, certero y profundo, uno que hizo que echase la cabeza hacia atrás y gritase de placer—. Maldición, Minho.

—¿Sí? —usó sus mismas palabras—. ¿Qué quieres decirme? —preguntó, atacando su cuello y dejándole otra marca y clavándose de nuevo en ella.

—Justo ahí —pidió, como si le costase verbalizar lo que quería—. No pares.

Sus cuerpos se adaptaban a la perfección, mientras sus caderas le invitaban a que se hundiera más en ella.

Ya le era igual no durar, solo quería llegar al final, por lo que sin palabras, le pidió que tomase el control, y fue lo que hizo. Gimió, su piel contra la suya, acompañado del agua y el calor, hacía que quisiese más de ella, al igual que los movimientos, entre circulares y de arriba abajo que estaban volviéndolo loco.

Estaba fuera de sí por el placer, del placer que ella le provocaba.

Sus caderas chocaban, solo se escuchaban sus gemidos en la habitación, unos que acallaban entre los besos que se daban y las caricias que Minho seguía dándole en su punto más sensible, junto al chapoteo del agua que se movía al igual que ellos.

Cuando volvió a notar que Nari estaba al borde del precipicio, también se movió, ayudándola a aumentar la velocidad, acompasando su cuerpo con el suyo, llegando a ese punto clave que indicaba el punto de no retorno. Los gemidos de Nari fueron también el suyo, dejándose llevar y besándola mientras se perdía en ella.

Había sido rápido, no habían durado mucho, porque se tenían demasiadas ganas, nunca tenían suficiente por el otro.

Ninguno de los dos se movió, solo se miraban, con la respiración acelerada por lo que acababa de ocurrir mientras se sonreían.

—He ganado, ¿no? —La besó. No había salido de ella, pero no quería hacerlo, se seguía sintiendo bien así—. Yo creo que sí.

—Calla, eres insoportable.

—Muy insoportable —concedió y le acarició la mejilla—. ¿Vamos ahora a la cama?

—O podemos seguir aquí —sugirió con una sonrisa traviesa y le besó el cuello, mordiéndole de forma sutil.

—Nari —pronunció con esfuerzo—. Ya sabes lo que...

—Si te marco ahora, no tiene por qué pasar nada, estás de vacaciones —explicó, volviendo a centrar toda su atención en su cuello. Se movió de forma sutil, sin pretenderlo, pero como seguían unidos, una sensación electrizante recorrió a Minho mientras notaba cómo volvía a estar preparado para otra ronda—. Puedo disimularlo con maquillaje cuando salgamos a la calle.

—¿Por qué quieres marcarme?

—Por lo mismo que tú, porque me gusta ver lo que hago con tu cuerpo y saber que eres mío del mismo modo que soy tuya. —Alzó la cabeza para mirarlo y le lamió la zona—. Minho.

—¿Sí?

—¿Quieres que me mueva o quieres hacerlo tú? —quiso saber.

—Me toca a mí.

Y la besó mientras volvía a juntar sus cuerpos de forma lenta y tortuosa, sin dejar de pensar en lo buena idea que había sido pedir una habitación con jacuzzi.







*Yeobo= Es una manera cariñosa de llamarse en Corea, viene a ser como cariño. Suele usarlo la gente mayor.


Holi, ¿cómo va el martes jeejej?

Los tozudos siendo tozudos, nadie se lo espera hahaa. Pero bueno, que NARI CONFIA TANTO EN ÉL COMO PARA ESO.

Ya aviso, no va a pasar como los intensosdramáticos, no hay sustos ni viene un mini Lino. Nari es muy muy minuciosa con sus métodos anticonceptivos (como buena INTJ). Es una pareja estable y decide no usar fundita, pero no es que no usen nada, la pastilla, si se usa bien, en % es más efectiva que la fundita. Pero, importante, la fundita sí protege de ETS y otras enfermedades, la pastilla no, por lo que si no conocéis o tenéis confianza con la persona, mejor la fundita.

Y no sé qué más decir, recuerdo, de nuevo como haré siempre, que tenemos servidor de discord de la saga por si queréis uniros.

SPOILER SIN CONTEXTO DEL SIGUIENTE CAPÍTULO: 💬📲🚺👭🏻👭🏻

MUCHOS BESOS XX

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