삼십오. real life
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Minho no quería hablar ni ver a nadie.
Prefería recluirse en su habitación, tumbado en la cama para tener privacidad suficiente. Era su forma de aislarse del mundo, de intentar evadirse de los problemas que tenía y tener intimidad.
Estaba muy enfadado: con la situación, con el mundo... Y consigo mismo.
Eso era lo peor, lo cabreado que estaba con la actitud que había tenido, porque sus miedos se habían cumplido.
Cuando en enero le había empezado a molestar el brazo y hombro por una caída en un ensayo, no le había dado importancia. Un mal golpe lo tenía todo el mundo, no sería ni el primer ni el último idol al que le ocurría, solo quedaba esperar a que pasase.
A medida que iban transcurriendo las semanas y el dolor no desaparecía, al contrario, aumentaba si lo forzaba mucho, llegando a ser casi incompatible con hacer vida diaria normal, aunque intentase disimularlo, empezó a preocuparse.
Pero en lugar de ponerle solución, siguió convenciéndose de que se pasaría, que era algo puntual, que acabaría desapareciendo, obligándose a sí mismo a forzar la extremidad al máximo.
No quería hacer un descanso, tenían muchas actividades como grupo, no solo comebacks, también actuaciones en programas internacionales, grabaciones de series para su canal Youtube, colaboraciones con otros grupos...
No podía parar, no podía permitirse parar, no cuando quizá implicaba perjudicarlos como grupo. Los conocía muy bien, sabía que intentarían de todas las formas bajar el ritmo para él, incluso posponer el comeback para que estuvieran todos y no dejarlo aparte.
Y no quería eso, no quería ser una molestia ni un estorbo para los demás. Por eso había ido aguantando su dolor, intentando que no se le notase, procurando no afectar a la dinámica del grupo, reprimiendo su sufrimiento por el bien común.
Hasta que su cuerpo había dicho basta.
En uno de los ensayos de una coreografía su hombro y brazo no habían respondido como deberían, haciendo que casi no pudiese moverlo y que todos se preocupasen de inmediato al verlo de ese modo.
A partir de ahí, todo se le había salido de control. No había podido elegir, ni decirles que estaba bien porque no le creyeron, sus managers decidieron que fuera al hospital para que le hicieran un reconocimiento, donde los médicos habían visto de inmediato lo inflamada que tenía la zona, y pidieron pruebas para saber el alcance real de su lesión, porque con radiografías no habían sacado conclusiones definitivas.
Minho quiso creer que era normal, que solo estaban haciendo su trabajo, y en los días de espera hasta que llegasen los resultados tuvo esperanza, estaba más que convencido de que no era nada, que solo era sobreesfuerzo y un mal gesto.
Pero se equivocó.
Las pruebas eran muy claras, no dejaban nada a la interpretación o matización. Tenía muy afectada la zona del manguito rotador, con uno de los tendones muy desgarrados. La solución era clara: tenía que operarse para solucionar el problema y que tuviese una recuperación completa.
No quería estar apartado varios meses, no quería dejar de bailar, no quería dejar de hacer lo que amaba. Y no le quedaba otra. Lo que le llevaba a estar cabreado, frustrado y de un malhumor constante.
Desde que lo sabía, sin pretenderlo, había pagado su estado de ánimo con los chicos, pero no podía evitarlo.
—¿Estás seguro de que no quieres ir a pasar un tiempo con tus padres? —propuso Chan.
El líder estaba muy preocupado, se notaba, pero respetaba su intimidad y deseos. No lo molestaba si no era necesario e intentaba en todo momento que estuviera bien. No obstante, intentaba hablar con él varias veces a diario para saber cómo estaba.
—No —murmuró sin ganas.
—Tanto los managers como yo lo entenderíamos, necesitas desconectar y descansar.
—Ya... descansar —pronunció con asco esa palabra, en los últimos días salía en casi todas las conversaciones—. No quiero hacerlo, pero tampoco tengo otra opción, ¿no?
—Minho... —terció Chan con preocupación en la voz.
—Me quedaré con ellos los días después de la operación para recuperarme, no quiero ir antes de tiempo. Ya lo saben, se lo he dicho. Mi madre me acompañará en todo momento.
Tampoco quería que se angustiasen en exceso, que era justo lo que había ocurrido. Su madre al saberlo solo quería poder cuidarlo, al igual que su abuela, mientras que él necesitaba tiempo, tiempo para asimilar y aceptar que tendría que estar alejado unos meses de su profesión.
—Seguro que estar con tus gatos te anima.
Sí, lo más probable era que sí, pero ni le apetecía estar con ellos porque sentía que se darían cuenta de su estado de ánimo y no podría jugar o mimarlos como siempre porque no sería incapaz de mover un brazo.
—Ya... —contestó de mala gana.
Solo quería que se marchara de la habitación y que lo dejase solo. Necesitaba estar solo.
—Minho.
—¿Sí?
—¿Has hablado con Nari?
Sabía muy bien a qué venía esa pregunta, lo que quería decir sin hacerlo de forma directa. Chan quería saber si le había contado el alcance de su lesión, lo que las pruebas habían revelado y que tenían que operarlo.
—Hablo con ella todo el tiempo.
—¿Y qué piensa de la operación?
—Pues...
—No se lo has dicho —lo interrumpió.
No, no lo había hecho. Habían pasado unos días desde que era conocedor de lo que le esperaba, pero a ella le había dicho que se habían retrasado y que por lo ocupado de su horario, no habían podido llamar de forma personal a los doctores.
Estaba haciendo justo lo mismo que le había reprochado a ella, guardarse los problemas y aparentar que no ocurría nada.
—No sé cómo hacerlo —reconoció—. ¿No puede decírselo Jiyong? Ya le comentó lo del hospital.
—No, no puede, es cosa tuya —terció—. Una última cosa.
—¿Qué?
—Intenta ser más amable con los demás, están también muy preocupados por ti. No deberías pagarlo con ellos.
Suspiró. Tenía razón, pero no iba a decírselo.
Cuando supo que estaba solo, que Chan se había marchado de la habitación, cogió su móvil para comprobar si tenía algún mensaje de Nari.
No había nada, no le había ni contestado el último que él le había enviado. Tampoco se extrañó, en los últimos días habían hablado muy poco. No porque no quisiera, era porque sabía que ella lo conocía muy bien y se daría cuenta de lo que le ocultaba.
Acabó por abrir Netflix y poner lo primero que encontró para no pensar en nada. No obstante, antes de que pudiera aislarse poniéndose los auriculares, alguien llamó a la puerta.
—No quiero ver a nadie, no tengo paciencia ahora mismo.
—¿Tienes alguna vez de eso? —Se incorporó para mirar a la dueña de la voz. Estaba confundido, él no la había invitado—. ¿Qué? He llamado por educación, iba a entrar de todos modos aunque no me dieras permiso, ya me lo ha dado Chan, al igual que Hyunjin y Seungmin, ya que es su habitación.
—Nari... —La observó, llevaba el pelo recogido en una coleta alta, algo muy extraño en ella, que solía llevarlo suelto y peinado a la perfección—. ¿Estabas haciendo ejercicio? —preguntó al ver que tampoco llevaba maquillaje.
Su novia era muy presumida, siempre que salía de casa lo hacía arreglada a la perfección y que hubiera ido al dorm de ese modo, aunque estuviera igual de guapa que siempre, se le hacía raro. Era como si hubiera dejado todo lo que estaba haciendo para ir a verlo.
—Jiyong y yo habíamos quedado para hacer yoga acrobático esta mañana —afirmó aún con una mueca en el rostro—. Me he tenido que enterar de algo tuyo por ella. —Alzó la mano para cortarlo—. Y no, no es su culpa, ella se creía que me lo habías contado, pero, de nuevo, no. Te lo has callado.
Minho cerró los ojos para no responder lo primero que le pasaba por la cabeza. No quería discutir, no quería pagarlo con ella. Estaban muy bien, llevaban semanas así, sentía que su relación había avanzado mucho, lo último que quería era provocar un conflicto entre ambos y retroceder.
—Nari, ¿puedes irte?
—¿Quieres que me vaya? —rebatió con el ceño muy fruncido, juzgándolo—. ¿Vas a hacer lo mismo que hice yo?
—No me apetece hablar contigo —susurró—, ni con nadie —añadió con rapidez—. No es nada personal.
—No es nada personal, pero no quieres hablar conmigo, claro... —apuntó y negó con la cabeza—. Estoy intentando tener paciencia porque sé que no estás bien.
—Por eso te pido que te marches.
Le costó pronunciar esas palabras, porque en el fondo no quería que se fuera, pero era lo mejor. Nari, y su carácter, eran una bomba de relojería, y no se veía capaz de poder lidiar con ella si se enfadaba, aunque tuviese razón. Por eso, en parte, había estado distante.
—Si no hablas conmigo, habla con él.
No entendió a lo que se refería hasta que vio que llevaba un bolso transportador de animales, que abrió y cogió a Moonie en brazos.
—¿Por qué lo has traído?
—Porque sé que lo necesitas —murmuró, acercándose poco a poco para acabar sentada a su lado en la cama, dejando al animal en su falda, que se acurrucó de inmediato—. El amor que tienes por tus mascotas te hace evadirte de todo, y ya que no estás con los tuyos, espero que Moonie te sirva.
—Moonie es mío —añadió con rapidez—. Bueno, nuestro, pero forma parte de mi familia gatuna.
—Si quieres creer eso...
Con cuidado, y con el brazo que no tenía el cabestrillo que lo inmovilizaba, empezó a acariciar al gato, que ronroneó con alegría. Y sin poder evitarlo, sonrió.
—¿Qué haces aquí, Nari? —cuestionó sin mirarla, centrándose al completo en Moonie.
—¿Qué crees que hago?
—No lo sé, por eso te pregunto.
Ella suspiró, como si estuviera pensando muy bien lo que decir o cómo hacerlo. Si quisiera, sería fácil colmarle la paciencia, no tenía mucha.
—Estoy preocupada por ti, Minho —admitió en voz baja, apretándose las manos—, y no soy la única.
—Sé que los demás lo están —le restó importancia—, pero tampoco es para tanto.
—También estoy molesta, si soy sincera —continuó con voz firme, mirándolo—. Porque estás haciendo lo que me reprochaste a mí cuando tuve un problema, aislarte.
—No es lo mismo —rebatió—. No te he ignorado, hemos seguido hablando, tampoco te he echado de mi vida y...
—No, no lo es, es peor —gruñó, asqueada—. Porque hemos avanzado, se supone que tenemos que confiar el uno en el otro, incluso en los malos momentos, apoyarnos.
—¿Tú confías en mí al completo? —le preguntó de forma directa.
—Eres de las personas en las que más confío —susurró, desviando la mirada.
—Eso no es un sí, ¿y me reprochas que no haga lo mismo? No seas hipócrita..
—Estoy intentándolo, Minho —bisbiseó para luego morderse el labio—. Me cuesta mucho expresar mis sentimientos, o lo que pienso. Si te digo que eres una de las personas en las que más confío, es porque es así.
—¿Y si no es suficiente para mí?
Ni él mismo sabía el motivo por el que estaba diciendo eso. Porque no era cierto. Solo quería que la conversación no se centrase en él y afrontar la realidad.
—Sé lo que estás haciendo. —Apartó a Moonie de su regazo, y le acarició las mejillas con las manos, yendo con mucho cuidado—. Estoy aquí, contigo. No me eches de tu lado.
—No te estoy echando de mi lado —comentó, alejándose un poco para que no lo tocase—. Es solo que no quiero compañía ahora mismo. Te lo he dicho antes, no te lo tomes como algo personal.
—¿Y si no quiero irme?
—Quiero que lo hagas.
Minho vio cómo ella apretaba los puños y bajaba la cabeza. Si insistía, acabaría yéndose, era sencillo sacarla de quicio, no en vano era uno de sus pasatiempos preferidos.
—Si me voy, también me llevo a Moonie —comentó, observando al gato, que estaba más que contento de estar con él, casi dormido.
—¿Vas a hacer esto?
—No, ¿tú vas a hacer esto? —contestó de inmediato—. Llevo aquí un rato y aún no me has dicho nada. Sé lo que te pasa, sé el motivo por el que estás así.
—Y no me haces caso cuando te pido que te vayas.
—Porque no quiero irme.
Se estaba mostrando tan segura de sí misma, tan convencida con lo que decía, que Minho se dio cuenta de que pocas cosas podía decirle para hacerla cambiar de idea.
—¿Por qué no, Nari?
—Porque sé que tú no quieres que me vaya —afirmó sin dudarlo, mirándolo a los ojos—. Y no pienso escuchar cómo lo niegas, porque casi has agotado mi paciencia.
No quería pagar con ella su frustración porque, a la larga, sería peor. Por eso quería que se marchase, prefería estar solo a sentirse culpable más tarde.
—Entonces vete —resumió—. ¿No te estás dando cuenta de que no quiero que estés conmigo?
Se arrepintió de inmediato de esas palabras y de la interpretación que podían tener. De reojo vio cómo la chica apretaba los labios, tragaba saliva y desviaba la vista. Se sintió muy culpable, no quería hacerle daño.
—Bien —concedió en voz más baja. Se levantó y cogió a Moonie, que maulló en protesta—. Como he dicho, se viene conmigo.
—¿No puedes dejármelo? —se quejó. Tener al gato con él, que buscaba su cariño, era relajante, le hacía obviar todo.
—¿Para qué? ¿Para que pagues tu malhumor con él? No, gracias, Moonie no lo merece —comentó muy seria—. De hecho, los chicos tampoco lo merecen. Ni yo —añadió—. Tal y como estás, la mejor compañía que podrías tener es uno de esos peluches, así pagas tu frustración con ellos, que no pueden contestarte.
Nari era tozuda, se había dado cuenta de ello al poco de conocerla; era obstinada, cabezota y muy orgullosa. Quizá por eso no se había marchado después de la forma con la que le estaba hablando. Lo más probable era que no lo supiera, pero que siguiera ahí, que siguiera mirándolo intentando ayudarlo sin saber cómo, demostraba mucho más que las palabras que tanto le costaba expresar y decir.
Y eso le hizo sentir aún más culpable.
—Aún sigues aquí —apuntó, divertido.
—Eres insoportable —gruñó bastante asqueada—. Tranquilo, ya me voy, ya no tendrás que verme nunca más. —Al ver que se agachaba para coger el bolso y colocar al gato ahí para irse, se acercó a ella y le rodeó la cintura con el brazo que tenía libre—. ¿Qué?
—¿Cómo que nunca más, blandita? —Hizo un leve puchero—. No, eh, no.
—Yo no soy la que ha dicho: no quiero que estés conmigo.
—Sabes que me refería a...
—¿A qué? —Lo retó con la mirada—. Me estás alejando, estás haciendo lo mismo que hago yo cuando tengo un problema. —Se mordió el labio y Minho reprimió las ganas de besarla, no era el momento. Estaba preocupada, se le notaba en los ojos y en la forma en que lo miraba—. Quiero que cuentes conmigo en estas ocasiones, quiero ser esa persona para ti.
—Ya lo eres.
Era muy obvio que era así. Con ella podía ser él mismo sin preocuparse que no entendiera su humor o su forma de demostrar cariño. Nari no se molestaba cuando la chinchaba, se la devolvía de inmediato, divirtiéndolo.
—¿Lo soy? —repitió casi sin creérselo—. Porque si es así, no entiendo que me estés alejando y quieras que me vaya.
—No quiero que te marches.
—¿Ahora ya no?
Minho sonrió para luego negar con la cabeza. Sabía muy bien lo que estaba haciendo, quería una disculpa, que la merecía, y que fuese elaborada. No se conformaría con menos. Y no esperaba menos de su novia.
—Lo siento —bisbiseó, acercándola más a él.
No había mucha diferencia de altura entre los dos, y casi nunca se notaba ya que a Nari le encantaba llevar tacones, pero aprovechaba ocasiones como esta, en la que llevaba zapato plano, para sentir que la protegía con su cuerpo, aunque no fuera así.
—¿Por qué? No sé el motivo por el que te disculpas.
Con la mirada le pidió que se sentasen para estar más cómodos. Una vez en la cama, cogió a Moonie para que estuviera de nuevo con él, le gustaba la compañía del animal, era reconfortante.
—Sé que mi actitud no es la mejor, pero es que no soy capaz de canalizar mis emociones de otra forma —admitió y le agarró la mano, gesto que Nari no tardó en corresponder, apretándosela con fuerza—. Estoy muy frustrado, no quiero tener que descansar, no quiero perjudicar a los demás por esta lesión.
—No es así, Minho. Tu salud va primero siempre —dijo muy segura—. Ellos lo entienden y piensan del mismo modo.
—Lo sé, pero he estado meses posponiéndolo hasta que no he podido más... —Suspiró—. Siento que es mi culpa, por eso, en parte, estoy así.
—Parte de culpa sí tienes —confesó Nari, siendo tan sincera como siempre—. Eres obstinado y no le has dado la importancia real que tenía a la lesión hasta que se ha sobrepasado el límite, pero eso no quita que nadie esperaba esto, que tuvieras que operarte. —No le dejó que apartase la mano—. No es excusa para que nos trates así.
—Por eso no quiero a nadie cerca, porque sé que no soy buena compañía y me arrepiento de mis palabras y lo que causan.
—Ya, pero a mí eso me da igual. —Dejó de tener la mano entrelazada con la suya para acariciarle la mejilla y le sonrió. Nari pocas veces sonreía de verdad y de ese modo, y que él fuera una de las causas y motivos hacía que todos sus problemas importasen un poco menos—. Te lo he dicho antes, quiero ser esa persona para ti aunque hayas agotado mi paciencia más de lo que sueles hacer.
—¿Yo? —se hizo el inocente—. Si soy un angelito, no tienes que tener paciencia conmigo. No sé a qué te refieres.
—Odio tener que enterarme de tus cosas importantes por Jiyong —confesó ella, apretando los labios—. Y estoy muy enfadada por ello, quiero matarte, de hecho.
—Si lo haces Moonie se queda sin padre —bromeó acariciando al felino, que ronroneó mientras se movía por la cama al haberse bajado de encima de él—. No vas a querer eso, ¿no?
—Sigo queriendo matarte —afirmó—. Me pones de los nervios, tu actitud me saca de quicio y tus cambios de humor aún más. En un momento quieres que me vaya, me echas, y al otro me pides que no me marche.
—Tú tampoco te has ido cuando te lo he pedido.
—Eres insoportable —resumió—. Claro que no me he ido, ¿crees que me rindo tan fácil? No iba a hacerlo cuando sabía que me estabas mintiendo en la cara.
Detrás de esa fachada tan fría que tenía y ese aspecto amenazador, que parecía que podía hacer daño a la mínima, Nari era dulce y atenta. Justo como los erizos, que pese a sus púas, no eran nada peligrosos, solo lo aparentaban y si los llevas al límite, te picaban. Por eso la había apodado blandita, no solo porque era agradable de abrazar, también por su forma de ser cuando la conocías.
—Cuánta confianza en ti misma. —Ella le golpeó en el brazo que tenía bien—. ¡Eh, que estoy lesionado!
—Tienes lesionado el otro brazo, no este. Y lo mereces.
—También merezco que me cuides y me des cariño, ¿no? —Hizo un pequeño puchero—. Necesito los cuidados de mi novia.
—Que lo haga tu madre.
—Ya lo hará después de la operación, me iré a pasar unos días con ellos —explicó—. Sin embargo, los días antes y una vez que vuelva...
—Eres capaz de cuidarte por ti mismo.
—Sí, ¿pero querer mimos tuyos es tanto pedir? —Apretó los labios para no reírse, cómo adoraba sacarla de quicio—. Podría instalarme contigo en tu apartamento y...
—Frena ahí. Ni loca. ¿Aguantarte más de lo que ya hago? No. Absolutamente no.
—¿No te apiadarás de este pobre chico lesionado?
—¿Para que te quejes de lo mal que cocino o el poco tiempo que estaré para ti? Porque yo trabajo, ¿recuerdas?
—Seguro que llegamos a un acuerdo.
—He dicho que no.
—¡Blandita! —protestó. Con un gesto, le pidió que se sentara encima de él. Le hubiera gustado hacerlo solo, como era habitual, pero no podía—. ¿Los fines de semana?
—Minho, no. Ya pasas demasiado tiempo en mi apartamento.
—No te veo quejarte...
—¿Que no me quejo? —repitió, abriendo la boca para luego cerrarla—. Lo hago siempre cuando me envías mensajes diciendo que estás abajo de mi edificio y que te deje subir.
—Es que me aburro y quiero verte, ¿tan malo es? —Sonrió y le guiñó un ojo—. Seguro que llegamos a un acuerdo, estoy convencido de que me vas a echar de menos el tiempo que pase con mis padres.
—Estaré mucho más tranquila.
Se rio y la observó. Seguía teniendo una leve expresión preocupada por él, pero en sus ojos ya había ese brillo que tanto le gustaba, ese que tenía cada vez que estaban juntos y se ponían a molestarse mutuamente.
No tenía palabras para agradecerle que se hubiera quedado, que pese a sus palabras hirientes hubiese tenido la paciencia para seguir a su lado.
—Nari.
—¿Qué?
Pensó mucho en sus siguientes palabras, en esas que llevaba tiempo pensando, esas que no tenía duda que sentía. Pero se quedaron ahogadas en su garganta. Lo último que quería era asustarla.
Y Nari aún no estaba lista para oírlas.
—Nada, que estamos solos en la habitación y...
—Estás lesionado, tú mismo lo has dicho.
—Pero que yo sepa, no necesito ambos brazos para...
—Calla —lo interrumpió—. Y no estamos solos, tenemos a Moonie —dijo, desviando la vista al gato, que se había acurrucado encima de la almohada.
—Qué dura es la vida del padre... —bromeó Minho y acabó besándola de forma dulce—. Gracias, blandita.
—¿Por?
—Por traer a Moonie, ¿por qué si no?
Y se ganó otro golpe mientras se reía.
Holiiiii.
No os pregunto cómo ha empezado la semana que lo hice ayer en el sorpresa de Silent Cry jeje
Minhot está modo insoportable en este capítulo, es como Nari cuando estaba en negación y quería alejar a todo el mundo.
Y eh, ¿lo de las palabras que se calla? jejeje. Y, bueno, Nari teniendo paciencia hahah, eso es un milagro y demuestra TAAAANTO.
Nos leemos el sábado :)
Por cierto, lo del erizo es en honor a moonlightknow que lo puso en un comentario en Wow y ahora las Marías y yo no podemos ver a Nari de otra forma hahaha
Muchos besos xx
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