사십사. real life

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Nari lo tenía todo preparado desde hacía horas, lo había dejado listo desde primera hora de la mañana. Se había despertado muy temprano, incapaz de seguir durmiendo porque no dejaba de dar vueltas a lo que iba a pasar y si les caería bien a los padres de Minho. Estaba muy nerviosa, y esa era una de las cosas que menos le gustaban de su relación, la de veces que lo había estado en los últimos meses.

No era alguien inquieta, no se consideraba así, siempre había tenido un dominio casi perfecto de su vida y, sobre todo, de sus emociones, manteniéndolas a raya en todo momento, no dejándose llevar, prefiriendo quedarse al margen o no implicarse para así no sufrir, pero con él todo eso no servía de nada.

Minho había roto sus esquemas, y aunque odiase sentirse así, también lo adoraba, porque la empujaba a ser mejor persona, a querer implicarse más, a evolucionar...

Si no estuvieran en unas fechas tan señaladas, hubiera mandado un mensaje a Jiyong para poder hablar y así calmarse. La actriz siempre sabía lo que decir y cómo hacerlo para apaciguar sus nervios, haciéndole ver diferentes puntos de vista sin hacerla sentir incómoda o frustrada. No obstante, no quería molestarla, no cuando sabía que había ido a casa de sus padres junto a Chan y Felix para celebrar el Chuseok con su familia. Lo último que necesitaba era ayudarla con sus problemas.

Tampoco quería molestar a las demás, sobre todo a Ayaka, que también se había ofrecido días atrás para ayudarla a preparar lo necesario, o llevarla si hacía falta a su destino, como ya había hecho en el pasado.

Suspiró y tragó saliva, mirando la hora en el móvil, sabía que Minho no tardaría en llegar. Y no se equivocaba, cuando su novio llamó al timbre para indicarle que ya estaba ahí, no tuvo tiempo de decirle que bajaba, le dijo que subía.

No entendió el motivo, pero muchas veces, simplemente, no lo entendía a él.

–Blandita, ¿lo tienes todo? –preguntó al entrar, cerrando la puerta tras de sí. Sonrió y la miró de arriba abajo–. ¿De verdad?

–¿Qué pasa ahora? –protestó Nari, poniendo los ojos en blanco unos segundos. Luego se quejaba de que era ella la que no saludaba, pero últimamente él tampoco lo hacía–. No sé si tengo energía ni paciencia para aguantar un comentario de los tuyos.

–¿Alguna vez tienes paciencia? –se burló con picardía.

–Contigo demasiada.

Awww, blandita. –Le guiñó un ojo con familiaridad–. ¿Tan nerviosa estás? –quiso saber, pero no le dejó contestar–. Sé que sí, no intentes disimularlo ni me mientas. Hemos superado ya eso.

–¿Entonces? –refunfuñó–. ¿Para qué preguntas si no me dejas contestar?

–Me gusta sacarte de quicio. –Se encogió de hombros–. ¿No es obvio? Deberías saberlo ya, ya llevamos tiempo.

–Para mi desgracia, sí.

–Me adoras. –Le lanzó un beso–. Esperaba que llevases uno de tus vestidos o faldas –afirmó, cambiando de tema y sin ocultar esa sonrisa suya tan característica, esa que con solo verla le provocaba mariposas en el estómago, odiaba y le encantaba a partes iguales–. ¿Y si te cambias? Tenemos tiempo.

–¿Y si te cambias tú? –rebatió de inmediato, con el ceño fruncido. Ese comentario le había molestado, ya le había costado bastante decidir qué ropa ponerse y llevarse para los siguientes días–. No me gusta cómo te queda ese jersey.

Era mentira, le quedaba muy bien, el color hacía que sus facciones resaltasen más, como por ejemplo, su nariz, que parecía aún más recta.

–Pobre mi jersey, ¿qué te ha hecho para que lo ataques de esa forma? –protestó, bajando la mirada para observarlo–. A mí me encanta.

–A mí no.

–Blandita, no mientas, sé que quieres sacármelo por lo bien que me queda.

–Demasiada confianza en ti mismo.

–Yo no he dicho que no me guste cómo te quedan estos pantalones... –murmuró, acercándose poco a poco sin dejar de mirarla. Nari lo retó con los ojos, quedándose quieta, y no se apartó cuando colocó la mano en su cintura, ese gesto tan suyo, ese que la hacía sentir segura–. De hecho, te sientan de maravilla, te resaltan el...

–Minho –lo cortó, anticipándose a lo que iba a decir. No estaba molesta, ya estaba acostumbrada a esas palabras de su novio–. ¿En serio?

–¿Qué? –Se hizo el inocente, como si no supiera a qué se refería–. Solo estoy diciendo la verdad y remarco las grandes cualidades físicas de mi novia, unas que me encantan. Mi blandita es una chica muy atractiva.

–Eres insoportable –bufó sin apartarse de él, no quería hacerlo.

–No mientas. –Le besó la mejilla y bajó la mano de forma deliberada para pellizcarle la zona que acababa de nombrar–. Perfecto en mi mano, ¿ves cómo no estoy equivocado? Y más con estos pantalones...

–Minho, ya basta –gruñó–. Lo he pillado, te gusta cómo me quedan.

–¿Por qué no te has puesto falda?

–Porque te conozco –resumió de forma simple.

No iba a cometer el mismo error que había hecho cuando había ido al dorm. Sabía por experiencia que Minho no era capaz de controlarse y le encantaba provocarla. Si ya lo había pasado mal delante de los chicos, por si los pillaban, no quería ni imaginarse delante de los padres de Minho. Sí, había acabado gustándole en cierta forma, y sí, seguramente acabarían repitiéndolo en otra ocasión, pero una cosa era delante de sus amigos y otra con unas personas que quería impresionar y que quería caerles bien.

–¿Segura que me conoces? –ronroneó y se pasó la lengua por el labio inferior–. Si lo hicieras, te hubieras puesto falda. Me gustas mucho con falda. –La apretó contra su cuerpo. Era sorprendente que aunque habían pasado meses desde que se habían dejado llevar, seguía sintiéndose igual de atraída, o más, por él, buscando el contacto constante–. Nari.

–Deja ya eso –pidió, sonrojándose levemente.

En otro día, le hubiera respondido con algún comentario mordaz, provocándole de la misma forma que él lo estaba haciendo con ella, besándolo, mordiéndole el labio, tocándolo... Pero no le salía.

–Iba a preguntarte si te estoy poniendo nerviosa, pero ya lo estás y mucho –apuntó con voz calmada–. No deberías, irá todo bien. Aunque me encanta que te sonrojes por mí, hace que te veas más tierna y adorable de lo que ya eres.

Era muy fácil decirlo, para él era sencillo, era su familia, no le iba a suponer ningún cambio.

–No me he sonrojado –susurró–. Y no soy tierna ni adorable.

–Lo has hecho, y me gusta verlo, es raro verte tímida, no es nada tu estilo. –La miró con ternura y le acarició la mejilla–. Confía en mí, blandita, irá todo bien. ¿Alguna vez te he mentido?

–Pues...

–¡Nari! –se quejó–. Estamos hablando en serio.

–¿Por qué has subido? –cambió de tema. No quería centrar la conversación en lo que en unas horas ocurriría. Porque decir que estaba nerviosa era poco, estaba aterrada–. ¿Crees que me voy a echar atrás?

–Mi amigo me ha dicho que aún les queda un poco, ¿querías hacerme esperar en la calle? –Hizo un puchero casi exagerado–. Muy mal, blandita, muy mal. ¿Qué te he hecho para que seas tan cruel con mi pobre persona?

Para que no fuese incómodo, en lugar de ser el padre de Minho el que fuera a por ellos, porque la presentación así sería extraña, se lo había pedido como favor a uno de sus amigos, uno de los que había ido a la acampada y con el que también habían quedado cuando habían estado en verano en su ciudad natal.

–No sé cómo te aguanto.

–Porque no puedes vivir sin mí, blandita. –La abrazó y le besó con suavidad los labios–. ¿Me has echado de menos?

–Nos vimos hace poco.

–Puedes echarme de menos igual.

–¿Eso es que tú me has echado de menos a mí? –contraatacó de forma rápida y sonrió de forma victoriosa al ver su expresión–. ¿Cómo tienes el brazo? ¿Te ha vuelto a doler?

–Siempre tan preocupada por mí.

–Esa no es una respuesta.

–Eso es un estoy bien, blandita. –Volvió a besarla, esta vez sin ser tan cuidadoso ni dulce, de esa forma tan suya, pasional e intensa–. ¿Y si...

–No –lo interrumpió–, te veo venir y no.

–Aún no he dicho nada.

–Te conozco –señaló mientras alzaba una ceja–, vas a mencionar algo que tenemos tiempo, que tu amigo aún va a tardar un poco y que podríamos...

–¿Podríamos? –insistió él al ver que se había callado, reprimiendo una carcajada–. Sé que a ti también se te pasa por la cabeza. Nunca tenemos suficiente del otro –Nari no dijo nada, por lo que Minho siguió hablando–: ¿Moonie y Ruby están emocionados por conocer a sus hermanos? Deberían estarlo, es un momento importante, habrá que marcarlo en el calendario.

–Ni saben lo que va a pasar, no están muy contentos de estar en sus bolsos de transporte... –confesó, desviando la mirada hacia donde estaban–. ¿A tus padres no les molesta que vaya con mis mascotas?

–Nuestras mascotas –corrigió–. Y no les importa, tampoco podemos dejarlos solos, vas a pasar todas las fiestas con nosotros.

–¿En qué momento son de ambos? –cuestionó, intentando aparentar seriedad–. Porque nunca he aceptado eso.

–En el momento en el que accediste a ser mi blandita. –Rozó ambas narices y sonrió–. ¿Y tú, Nari? ¿Estás nerviosa por conocer a mis gatos? Porque eso es más importante que mis padres, si Soonie, Doongie o Dori no te aceptan quizá deba replantearme las cosas...

Nari se apartó, dándole un pequeño golpe con los labios apretados. No necesitaba estar más inquieta de lo que ya estaba, añadiendo otra preocupación a la lista. ¿Y si los gatos de Minho no la soportaban? ¿Y si la arañaban? ¿Y si trataban mal a Moonie o Ruby?

–¿Las mismas que me he replanteado yo cuando veo que Ruby te ignora?

–¡Eso no es cierto! –protestó, molesto–. Me adora, hemos compartido saliva, eso crea un vínculo inquebrantable... –Nari negó con la cabeza, sin querer responder a ese comentario tan recurrente. Minho sonrió y miró el móvil–. Mi amigo está a punto de llegar, ¿qué quieres que te ayude a bajar?

–Nada, sigues recuperándote de la lesión, puedo yo sola con todo.

–No puedes con todo, blandita. Deja que tu increíble, guapo, encantador y perfecto novio te ayude.

–Mi egocéntrico novio no puede mover aún bien el brazo –matizó– y no debería hacer esfuerzos.

–¿Cargar con una bolsa es hacer esfuerzos? –chasqueó la lengua–. Porque que yo recuerde he hecho otras cosas contigo que...

–Ni lo digas.

–¿Por qué, blandita? ¿Vas a querer repetirlo?

–Calla.

Sabía que no podría convencerlo de otra cosa, era demasiado tozudo, por lo que le señaló el bolso especial en el que estaba Moonie. Una vez que estuvieron en la calle, Minho localizó el coche de su amigo de inmediato y no tardaron en subirse.

–Hola, gracias por venir a por nosotros –saludó a su amigo mientras dejaba a Moonie encima de su regazo y se abrochaba el cinturón–. Te debo una.

–No hace falta –negó mientras se incorporaba de nuevo a la carretera–. Hola, Nari, ¿cómo estás? –le habló, mirándola a través del retrovisor interior del coche.

–Bien, ¿y vosotros?

Estaba haciendo un esfuerzo para intentar ser sociable y agradable tanto con él, que había hecho el favor de ir a por ellos, como con su novia, que estaba en el asiento del copiloto mirándola con una gran sonrisa.

–No le hagáis caso, no está bien –murmuró Minho en tono jocoso–, está muy nerviosa.

–¿Y a ellos qué les importa eso? –gruñó.

–Solo estoy comentando la realidad, blandita, no te pongas a la defensiva conmigo.

–Es que no tenías que decirlo –protestó y apartó la mano cuando Minho intentó entrelazar los dedos.

–Pero hay confianza, ¿no? –rebatió como si nada–. Va, blandita.

En cierto modo, la había, y aunque se llevaba bien con ellos, no quería que supieran cómo se encontraba, era mostrar debilidad.

–Si te sirve, Nari –habló el amigo–, los padres de Minho son muy agradables, sobre todo su madre, es una mujer dulce y muy atenta.

–Eso le he dicho yo, pero no me hace caso... –Suspiró—. Llevo días con eso, pero miradla, está muy nerviosa.

–Ignoralos. –Nari sonrió ante las palabras de la chica, que había girado la cabeza para mirarla–. Cuando conocí a sus padres, estaba igual o más nerviosa que tú, es lo normal.

Agradeció esas palabras de ánimo y que desviase la conversación a otro tema, preguntándoles cuánto tiempo se quedarían y que si tenían tiempo, y querían, podrían quedar, incluso que si le apetecía, hacerlo ellas solas e ir de compras o lo que le apeteciera.

De ese modo el viaje se le hizo bastante corto y después de acordar que se hablarían por mensajes para decidir lo que harían, Minho la guió hasta el edificio en el que vivían sus padres, entrando dentro para evitar miradas indiscretas.

Nari tragó saliva e intentó disimular lo mejor que pudo su estado, aunque no lo consiguió, era imposible que lo hiciera, estaba demasiado nerviosa.

–Blandita, tranquila. –Minho se detuvo y la miró. No había burla, tampoco mofa, solo era él, demostrando lo que se preocupaba por ella–. Van a adorarte.

–¿Y si no lo hacen? –preguntó llena de miedo.

No estaba preparada para ese rechazo, no cuando para Minho su familia era tan importante. Quería caerles bien, necesitaba caerles bien.

–Van a hacerlo –aseguró–, de hecho, ya lo hacen.

–¿Cómo?

–Les he hablado mucho de ti –admitió sin dejar de mirarla–. También de nosotros como pareja.

–No sé si eso me consuela.

Su relación era demasiado peculiar, ¿cómo podía contarles algo así a sus padres? No lo entenderían, quizá pensaban que no eran buenos el uno para el otro y que era una mala influencia.

–Debería, no me imagino a nadie mejor para mí que tú –confirmó sin dudarlo–. Y así se lo he dicho a mis padres.

–Ya, pero...

–Blandita –la cortó, evitando que siguiera diciendo lo que pensaba–, si no te sientes lista, nos vamos.

¿Irse? ¿A dónde? ¿Cómo iban a hacerlo? Quedaría aún peor.

–No podemos irnos, ya estamos aquí y sería hacer un feo a tus padres. No podemos marcharnos como si nada.

–Me da igual, si tú no estás preparada, volvemos a Seúl y pasamos Chuseok tú, yo y estos dos –murmuró, señalando con los ojos a sus mascotas–. Es tu decisión.

–Minho, yo...

–Para mí, que hayas hecho el esfuerzo de venir, que lo sigas haciendo –añadió al ver su cara y en cómo tenía el ceño fruncido–, es más que suficiente. Si crees que no estás lista para conocer a mis padres, lo voy a entender, no quiero obligarte a nada.

Se quedó sin palabras, intentando contener el nudo de su garganta. Cuando Minho era así de sincero, demostrándole también con palabras lo que le importaba, no sabía cómo responder.

Pese a que la idea de marcharse era tentadora, porque así dejaría de estar nerviosa, no quería hacerlo. Estaba ahí por Minho, para dar un paso más en su relación, para hacerle ver que estaban en el mismo punto.

–¿Estarás a mi lado? –susurró, bajando la mirada.

Minho colocó la mano en su barbilla, obligándola a que alzase la cabeza para que sus ojos se encontrasen. Y mientras se miraban, y se perdía en sus ojos, vio reflejados a la perfección los sentimientos que él ya había verbalizado. Había amor, demasiado amor.

–Siempre, blandita –afirmó para luego besarla–. Siempre.

Entrelazó su mano con la de él y sin que hiciera falta que lo dijera, Minho supo que estaba lista para conocer a sus padres, por lo que llamó al timbre para avisarlos que ya estaban ahí.

Y Nari tomó aire, esperando que saliese bien.







Holiiiii, ¿cómo estáis?

Perdón por no haber subido estas semanas, pero se me juntó una semana que necesitaba desconectar con el COVID (que aún tengo), por eso el capítulo es más sencillito, pido perdón, he ido escribiendo cuando me he encontrado mejor.

No tengo nada por decir, solo recuerdo que tenemos un servidor de discord muy majo, donde pasamos avances, primicias, hablamos mucho y somos geniales.

Muchos besos xx


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