Epílogo

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Noviembre 2026

Era curioso para Nari lo rápido que le había pasado el tiempo si echaba la vista hacia atrás.

Parecía que había sido ayer cuando no sabía cómo afrontaría su vida luego de plantarse delante de la que era su familia en ese momento, cuando se había ido de la casa que la había visto crecer sin intención de volver, con muchos objetivos por cumplir y pocas garantías de hacerlo.

Era una joven llena de sueños, unos que se habían truncado, unos que veía irrealizables.

Pero se equivocó.

Nari no creía en las casualidades, no con todo lo que se había esforzado para llegar a donde estaba. No olvidaba esas largas noches en sus primeras semanas en Seúl, esas en las que había trabajado en tiendas veinticuatro horas para poder pagarse un alojamiento y no dormir en la calle, o lo interminable que se había hecho ese invierno.

Y aunque le costase mirar atrás, porque la herida aún no había cerrado del todo, y dudaba que lo hiciera alguna vez, todo lo que había vivido la había hecho crecer como persona, encontrar formas y soluciones para solventar sus problemas. Era más fuerte gracias a eso.

—Siempre he dicho que mi bestie tiene mucho talento —la alabó Ayaka, alzando la copa en su honor para acabarse casi todo el contenido—. Sé que no debería decírtelo, porque se muere la sorpresa, pero he comprado dos cuadros, no me he resistido.

—¡Ayaka! —se quejó, apretando los labios, aunque sabía que no servía de nada, no con su amiga y lo intensa de su personalidad—. Te he repetido no sé cuántas veces que no era necesario.

—¿Y creías que te haría caso? Pobre ilusa, son muchos años ya, durita, deberías conocerme. —Ayaka empezó a reírse, mirando de reojo a Jiyong, que disimulaba una sonrisa—. Y porque Jiyong me ha controlado, porque si no...

—Las demás personas también tenemos derecho a comprar —apuntó la actriz con un chasquido de lengua—. He hecho una oferta por uno antes de que Ayaka arrasase con todo.

Nari bufó, cuando esas dos se aliaban, sobre todo con algo relacionado con ella y dinero, ya fueran regalos, invitarla a restaurantes, salones de belleza, o cualquier cosa que quisieran, no salía nada bueno. No podía negarse, porque no le daban opción ni tiempo para hacerlo. Gaeul siempre lo decía: "no hay nadie más rápido que Ayaka cuando toca sacar su black card".

—Si lo sé, no os doy entrada ni os invito.

—Va, bestie, no mientas, estás encantada que hayamos venido —se regodeó Ayaka, dándole una pequeña palmada en la espalda—. Es una lástima que las otras perdidas no hayan podido asistir por incompatibilidad de horarios.

Asintió y les sonrió con sinceridad. Aún no se creía que estuvieran en su primera exposición de arte.

Desde que había sido aceptada en la universidad, en la más prestigiosa para lo que ella quería, todo había sido casi como un sueño. Al hacer la prueba de nivel, decidieron admitirla en septiembre, lo que pocas veces ocurría, y aunque había estado muy liada ese primer semestre, consiguió adaptarse a la perfección.

Le quedaban aún unos pocos meses para graduarse, ya que era en febrero la ceremonia, pero al ser la mejor de su promoción, se había ganado la oportunidad de mostrar su arte en una de las galerías que tenía un acuerdo con la universidad para premiar de ese modo la excelencia académica.

—Lo sé, he leído el grupo y las quejas de quien sabemos. —Bajó la mirada unos segundos—. Se me hace raro, ¿sabéis?

—¿El qué? —se interesó de inmediato Jiyong, con ese tono de voz tan reconfortante, ese que podían pasar los años pero seguía siendo un gran consuelo.

—Que no esté aquí —bisbiseó y apretó los labios en un intento de contener sus emociones. Hablar de su novio le dolía y no entendía la razón, no era como si no fueran a verse nunca más—. Él siempre me ha apoyado, creyó en mí y en mi talento cuando ni yo misma lo hacía...

Echaba muchísimo de menos a Minho y cuanto más cerca estaba la fecha de su regreso del servicio militar, se le hacía más duro.

Se había marchado unas semanas más tarde de la boda de Jiyong y Chan y no había día que no pensase en él.

En un primer momento, creyó que no se le haría tan difícil, que tendría la cabeza ocupada entre la universidad y el trabajo, porque casi no tenía tiempo para sí misma, que casi los dos años se pasarían volando, que cuando quisiera darse cuenta volverían a estar juntos.

No fue así.

Todo en su apartamento le recordaba a él, y no lo entendió en el momento y seguía sin hacerlo ahora. Lo sentía vacío sin que estuviera, como si le faltase algo.

Su piso seguía siendo suyo, aún vivía sola, su novio no tenía muchos objetos personales, más allá de lo básico de higiene y algunas prendas de ropa por si se quedaba a dormir. No había nada más, no había recuerdos de su infancia o algo que indicase que en esa casa pasaba mucho tiempo un hombre.

Pero todo le recordaba a él.

Las sábanas, incluso las limpias guardadas en el armario, olían a su perfume, al igual que su ropa, o la que se había dejado más que de forma voluntaria para ella.

Todo había olido al idol los primeros días, lo que había complicado aún más la separación.

¿Cómo había conseguido eso sin ni siquiera vivir ahí?

Porque ese era un tema bastante recurrente entre ambos, lo habían hablado en varias ocasiones, y habían tenido pequeños desacuerdos por ello. Minho no entendía que no quisiera vivir juntos, que no le diera una llave al pasar tanto tiempo juntos.

No obstante, no era que no quisiese, porque si lo pensaba de forma fría y racional, tenía razón, estaba horas, incluso días, a su lado y de sus mascotas, era uno más, era su familia... Solo era que seguía necesitando un espacio que pudiese decir que era suyo. Solo suyo y de nadie más. Su parte más irracional, la desconfiada, esa que intentaba que no apareciera, le había llevado a frenar esa decisión, a evitar ese paso. Porque era uno muy grande.

Por muy bien que hubieran estado juntos todo el tiempo que llevaban juntos, cada vez más al conocerse en profundidad, seguía aterrada en dar pasos grandes. De ahí su negativa.

Minho iba a una velocidad, una a la que ella todavía no estaba preparada, por eso también le había dicho que no a su propuesta loca antes de marcharse al servicio militar.

Había sido presa de la impulsividad, estaba segura de ello, movido por el miedo a que ocurriese algo, que sus sentimientos cambiasen en ese tiempo o que algo los separase.

Pero Nari sabía que no sucedería, por mucho que estuvieran separados y que no pudieran hablar o verse a diario, nada cambiaría lo enamorada que estaba y lo que sentía.

De ahí su no a comprometerse, porque no era necesario, no le hacía falta ningún seguro de que lo suyo seguiría, porque sería así. Era de las pocas cosas de las que tenía confianza plena, en ellos, en su relación.

Sin embargo, al no estar con él, al echarlo de menos de esa forma constante, la decisión con respecto a vivir juntos había cambiado. Todavía necesitaba su propio espacio, pero si cuando Minho volviera del servicio militar, a principios de diciembre, él quería retomar esa conversación, se daría cuenta de que su respuesta sería distinta.

—Estará en las próximas, estoy segura —intentó consolarla Jiyong—. Además, puedes mandarle fotografías o enseñárselas cuando regrese.

—Y venir a mis casas para ver los que he comprado —añadió Ayaka de forma rápida, sonriéndole con la misma intención que la actriz—. Una de tus obras irá a mi casa en Japón, que necesito algo nuevo para decorarla ya que últimamente paso temporadas ahí, y la otra en la que nos estamos construyendo Changbinnie y yo aquí —mencionó, tocándose de forma involuntaria el anillo, y la gran piedra que lo adornaba, del dedo anular—. En fin, ¡nada de tristeza! Que van a volver, solo es cuestión de tiempo, pero lo dicho, podréis venir a que las vea. ¿Viaje el siguiente fin de semana a Japón? Cubro todos los gastos, así celebramos tu cumpleaños.

Aunque fuese extraño, porque sus personalidades eran totalmente opuestas, en eso Ayaka y ella coincidían, preferían guardarse sus emociones y lo que suponía tener a sus parejas lejos. Pocas veces la medio japonesa mencionaba lo que le costaba tener a su novio en el servicio militar, sobre todo con todo lo que tenía que organizar de cara al futuro próximo.

Pero en eso sí diferían, como era habitual, Ayaka quería algo grande, espectacular, a la altura, no solo con la construcción de su nueva casa, esa que pagaba a medias con el rapero, o con el dinero de sus padres, sino con lo demás que ocurriría.

—Habrán más exposiciones, Nari, y unas cuando ya estés graduada —siguió Jiyong, mirando de reojo uno de los cuadros que estaba inspirada en ella—. Todas tus obras son preciosas, Eunji siempre comenta que la que colgaste hace unos años en tu comedor, esa tan abstracta de diversos colores en ese lienzo blanco, le genera muchas emociones y le encanta.

La aludida prefirió no responder, no cuando esa a la que se refería no era lo que se pensaba y no la había hecho sola, ni con las manos. Ayaka se rio al escucharlo, ella y Gaeul, más la primera, habían sabido de lo que se trataba.

Minho había insistido mucho, demasiado para su gusto, que lo colgase, y para no escucharlo más, lo convirtió en un cuadro abstracto, separándolo en diferentes partes para darle un toque más artístico y que no se reconociera lo que era.

—¿Queréis que os explique o enseñe algo más de otro cuadro?

—Explícanos, quizá me convences de comprar alguno más —la chinchó Ayaka—. Deberías haber pintado uno con unicornio, así Ayame te querría más de lo que lo hace.


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Ya casi no quedaba gente en la exposición, era de noche, pasada la hora de cenar, y Nari se paseaba de un lado a otro, saludando a todas aquellas personas que sus profesores querían que conociera, poniendo la mejor de sus sonrisas, aunque le costaba muchísimo ya que odiaba ser una hipócrita y fingir algo que no era. No quería ser amable con gente que no conocía, no le salía, no era su personalidad.

Ayaka y Jiyong se habían marchado hacía poco, más por su orden que porque quisieran, ya que según sus palabras no querían dejarla sola en un día tan importante. Ni sabía cómo las había convencido, pero la entendieron, entendieron que una parte de ella necesitaba esos momentos en solitario.

Los padres de Minho, su familia, porque la consideraba así, habían ido a ver la exposición, sonriendo al ver algunas pinturas, unas que se sabía de que trataba, se veían los trazos obvios y lo que ocultaban

Su relación con ellos también había mejorado mucho con los años, ya no se sentía una extraña ni una intrusa a su lado. Desde el primer momento en el que Minho la había presentado, la habían acogido como una más y así había seguido. Las festividades las pasaba con ellos, al igual que las fechas importantes. Incluso seguía haciéndolo cuando el idol estaba en el servicio militar, yendo a comer cada domingo con ellos.

De forma casi inconsciente, se quedó observando el que era su cuadro favorito de toda la exposición, el único que no estaba en venta porque lo quería para ella, el que le había costado menos de pintar porque los trazos habían salido de forma natural y fluida al pensar en él.

Aunque no parecía la única fascinada por esa obra, había alguien que no podía dejar de mirarlo. Al ver que se acercaba, Nari preparó la frase que se sabía de memoria, una en la que se disculpaba porque no estaba disponible ni lo estaría por mucho dinero que le ofreciera o que se lo vendiera como una gran oportunidad para una autora novel.

Sin embargo, cuando el extraño se quitó las gafas de sol solo pudo parpadear, sorprendida.

—Pasan los años y sigo siendo tu muso, ¿verdad, blandita? —se regodeó. No le hizo falta verle los labios o la expresión, ya que con la mascarilla y el gorro que llevaba estaban disimuladas, pero la conocía a la perfección, una de victoria y de orgullo—. Me siento tan honrado.

—Minho... —Tragó saliva, conteniendo las ganas que tenía de abrazarlo. Hacía muchos meses que no se veían, desde su último permiso—. ¿Qué haces aquí?

—Siempre tan amable, blandita —dijo para luego suspirar—. Es obvio lo que hago aquí, observar la exposición de un nuevo talento, de una chica, se llama Moon Nari, ¿la conoces?

—No te hagas el gracioso.

—No me lo hago, lo soy —la corrigió—. ¿Podemos hablar a solas?

Ella asintió y emprendió el paso a una de las salas prohibidas al público con acceso restringido. El dueño de la galería le había dado la llave de una pequeña habitación solo para ella, más que consciente de que quizá se abrumaba de tanta atención al ser su primera exposición.

—¿Qué haces aquí? —volvió a preguntar una vez estuvieron a solas.

—No tanta efusividad por volver a verme, blandita —se quejó, sacándose la mascarilla y chasqueando la lengua—. No vaya a ser que me hayas echado de menos y...

Lo calló con un beso. Tenerlo, por fin, delante, con esa lengua viperina, ese carácter que la desesperaba, esa actitud corporal tan provocadora, era casi irreal. No le importaba que estuvieran en su exposición y que cualquier persona que entrase en esa habitación los viera, lo había añorado demasiado.

—Minho —murmuró su nombre casi aún sin creerse que estuviera delante de ella—. Estás aquí.

—Claro, blandita, ¿cómo no iba a estarlo? —Se encogió de hombros, riéndose, como si acabara de pronunciar algo gracioso y muy incoherente—. Es un momento muy importante, tenía que estar.

—Pero aún no has acabado el servicio militar, es a principios de diciembre.

—Lo sé.

—¿Entonces? —preguntó sin entender nada—. ¿Qué haces aquí?

—Lo he dicho, no iba a faltar en un día tan especial para ti. —Le acarició con cariño la mejilla y sonrió—. Además, tu cumpleaños es dentro de dos días y tenemos una tradición que cumplir, ¿no crees?

Nari puso los ojos en blanco e intentó separarse, pero Minho no la dejó, la apretó más hacia su cuerpo para besarle la frente.

—Siempre tan romántico.

—Lo mismo que tú, blandita, meses sin vernos y lo primero que haces es preguntarme el motivo por el que estoy en la exposición de mi novia, no un estás bien, ha pasado algo...

Frunció el ceño y no se apartó cuando él volvió a juntar sus labios, casi como una caricia llena de sensualidad. Esa era otra de las cosas que más había echado de menos de Minho, la forma en la que la besaba, de esa forma tan única que la volvía loca.

El idol le contó el motivo real por el que hacía tantos meses que no tenía un permiso, porque lo había cambiado y pospuesto para que coincidiera con estas fechas Jiyong, en una de las cartas que se mandaban, le había contado lo de la exposición, aunque ya lo sabía porque Nari se lo había contado, y había decidido cambiarlo para poder estar a su lado.

—¿Quieres que te enseñe mis obras? —propuso Nari en un tono alegre, algo extraño en ella, pero estaba emocionada de que estuviera a su lado, que hubiera hecho ese gran esfuerzo.

—Claro que sí, blandita, será un placer.

Se volvió a colocar la mascarilla y el gorro para que nadie lo reconociese, y salieron juntos de nuevo a la exposición. A Minho le fue igual que aún quedasen personas, aunque fueran pocas, entrelazó su mano con la de Nari.

—Antes tenías razón, sí sigues siendo mi muso. Mi blandito.

—Odio ese apodo.

—Y yo odio el blandita.

—Mentirosa, te encanta. —Entornó los ojos al fijarse en la pintura que tenía delante—. Recuerdo a la perfección ese día —murmuró con nostalgia—, era poco antes de que me marchase al servicio militar.

—Sí...

—El día que te pedí que te casases conmigo —soltó de golpe y Nari tragó saliva, aún se le hacía extraño esa frase en la boca de su novio—. El día que me dijiste que no.

—Te di mis razones.

—Y eran válidas, pero no te lo pedí solo porque me fuera, blandita, también fue porque estoy perdidamente enamorado de ti y no me imagino con nadie más en mi vida.

—Minho...

—Qué guapo soy, ¿verdad? —recondujo la conversación, como solía hacer. Nari no pudo contestar, ya que la miró de forma fija—. ¿Quieres casarte conmigo?

—¿Crees que es el momento de preguntármelo ahora?

—Podría hacerlo toda la vida hasta que me dieras una respuesta, ¿quieres que nos casemos?

Any —negó, apretándose los labios—. Creo que vas a tener que insistir un poco más, ya sabes, estar toda la vida a mi lado.

—Blandita...

—¿Qué? —Se hizo la inocente—. Además, ¿qué clase de propuesta es esa? Nada que ver con la de Changbin a Ayaka.

—Así que quieres eso...

Se sacó la mascarilla y Nari pudo ver a la perfección la sonrisa lobuna, esa que no auguraba nada bueno. Y sin importarle nada, ni que estuvieran delante de más personas, la besó.

Porque ese no era más bien un sí, y ambos lo sabían.






Bueno, odio los epílogos y ponerme emotiva, así que no lo haré, seguramente lo haga por Discord más tarde.

Muchas gracias por haber llegado hasta aquí y leído la historia de Minho y Nari. Sé que ella es complicada, que saca de quicio (a mí la primera), pero he disfrutado mucho escribiendo a alguien así, tan introvertida y cerrada.

Los tozudos acaban aquí, pero eh, se vendrá un extra, la gente de Discord sabe de qué irá jejeje.

Los martes quedarán libres... ¿o no? Quién sabe, las de discord también tendrán la primicia.

¿Qué hacéis que no entráis en discord?

Y nada, que os quiero mucho a todas por leer, pero más a mis Marías, que han sido parte del proceso y me han ayudado y la maknae ha hecho el gif as always.

Nos leemos, ¿pronto?

besitos xx

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