Volverse a Levantar
–¡Está perdiendo mucha sangre!– escuchó chillar a Miya.
–Hay que calmarnos todos– respondió Cherry.
Sus ojos apenas y podrían abrirse muy por lo mínimo. La luz estaba muy brillante y parecía moverse a una alta velocidad.
Volteó la cabeza con ligereza y observó al peli celeste sosteniendo la camilla y corriendo.
Lo miró –Resiste, Reki– le dijo.
Regresó a dormir.
Langa, Miya, Kojiro y Kaoru esperaban afuera del quirófano. Aunque en su llegada era más que nada gritos, ahora todo se trataba de un vacío silencio. Todos se sentían asfixiados por la situación,
El mensaje de Reki los había tomado desprevenidos y tuvieron que salir corriendo de sus clases.
El peli celeste fue, por desgracia, el último en enterarse. Al haberse tratado de una llamada, tuvo que rechazarla. No fue hasta un mensaje de Miya que entendió lo que estaba sucediendo.
–Él se pondrá bien ¿Verdad?– miró el pelinegro a Kaoru y Kojiro.
El pelirrosa solo tragó saliva para evitar llorar y preocupar más al menor.
–No te preocupes– acarició el peliverde su cabello –Pasará lo que deba pasar– lo abrazó.
Observaron a Langa. Este solo miraba sus manos mientras la ansiedad tomaba control de sus piernas, así moviéndolas con rapidez.
–Reki es fuerte– hablo –Él puede con esto– dejó escapar una lágrima –Debe poder– masculló.
El de ojos verdes tragó saliva y se acercó a él para poder abrazarlo. Langa se sorprendió, pero correspondió el gesto.
–Lo siento– susurró –Lo que te dije el otro día...
–Langa, eso no importa ahora– lo interrumpió.
–No, si importa– lo miró –Miya, fui un mal amigo y persona. Ni siquiera te di la oportunidad de explicarte.
–Bueno, tampoco es como que me lo mereciera– se mordió el labio –Después de lo que había hecho, no me merecía nada en realidad– se formó un nudo en la garganta –Solo Reki me dio esa segunda oportunidad. Y si él se va...
–Cierra la boca, Chinen– volvió a abrazarlo.
–Era el único que tenía fé en mí. Si se va, estaré solo– lloró.
–Es mi culpa– soltó Kaoru de repente –Si no le hubiera pedido que me acompañara, Ainosuke no lo habría atacado de esa manera.
–¿Es verdad que terminaste con él?– preguntó Kojiro.
Asintió –Y esta vez es para siempre– habló con seguridad –Gracias a él– miró el quirófano –Kojiro, yo... Lamento mucho lo que pasó. Haberte alejado...
–Tú no me alejaste– dijo –Decidí irme por mi cuenta. Ya no podía verte así– miró de reojo la marca de ahorco en el cuello del menor –¿Te duele mucho? Deberías revisarlo– lo acarició.
–Nada a lo que mi cuerpo no esté acostumbrado– forzó una sonrisa. Sin embargo, no duró mucho, pues segundos después se echó a llorar –Ya se acabó ¿Verdad?
–Si– acarició su cabello con una sonrisa reconfortante –Ya se acabó. Y estoy muy orgulloso de ti– lo sostuvo con fuerza. Hizo una pequeña pausa –Cuando Reki despierte ¿Qué haremos? ¿Ser fuertes?
–¿No sería mejor llorar? Para que vea que nos preocupamos por él– respondió Miya.
–Eso podría deprimirlo más ¿Puedo regañarlo por asustarnos así?– preguntó Kaoru.
–Cada quien reaccionará como su corazón dicte– dijo Langa –Reki necesita nuestro apoyo. Pero no por eso debemos reprimirnos, si no también podríamos ponernos mal. No sé lo que ustedes harán cuando entren ahí, pero yo planeo abrazarlo y demostrarle lo especial y preciado que es– sonrió.
La puerta se abrió, así revelando a una joven enfermera.
–¿Vienen por Reki?– les preguntó.
Todos asintieron.
–Pueden pasar. Está algo débil, así que no lo molesten, por favor.
Entraron apenas dijo las primera dos palabras.
El pelirrojo estaba recostado sobre la cama con unos tubos inyectados en sus brazos. Miraba al techo con notoria confusión.
–Reki– se puso Miya a su lado izquierdo.
–¿Miya?– frunció el ceño –¿Qué haces aquí?
–¿¡Cómo que qué hago aquí!?– gritó –Estaba muy preocupado ¿Crees que puedes mandarme un mensaje así y que estaré bien?– se le cristalizaron los ojos –Creí que iba a perderte– lloró.
El mayor forzó una risita –Lo siento.
–¡Nada de lo siento!– lo regañó Kaoru –Págame el psiquiatra ¿¡Por qué no te quedaste conmigo!? Te hubiera apoyado.
–Pero no te sentías bien.
–¿¡Y ESO SIGNIFICA QUE PUEDAS ENCERRARTE EN EL BAÑO E INTENTAR QUITARTE LA VIDA!? Carajo– lo abrazó –Nos diste un buen susto.
–Kaoru, tranquilo– acarició Kojiro su espalda –¿Cómo te sientes, chico?– se agachó a la altura de la cama.
–Me duele la cabeza– respondió con una mueca.
–Eso es obvio– rio –Por eso debes prestar atención a clases. Ese dolor no se te quitará en un buen rato– bromeó –Oye, debiste buscarme. A cualquiera de nosotros, te hubiéramos ayudado.
–Enserio lo siento– susurró para después alzar la mirada.
Sintió un deja vu cuando se encontró con aquellos ojos zafiro que lo rescataron en la fiesta de otoño.
–Viniste– soltó.
–Pero claro que lo hice– le dio una cálida sonrisa.
Los amigos se miraron y asintieron.
–Los dejaremos solos un rato– anunció Kojiro y se llevó a los otros dos.
La sala se inundó en un incómodo silencio después de su salida.
–Entonces– se sentó Langa junto a él –¿Qué se siente regresar a la carrera?
El menor rio –Ya me retrasado mucho ¿No?
–¿Y eso significa que no puedes volver a entrar?
–Será difícil ponerme a la par.
–No tienes que preocuparte por eso– tomó su mano –Te ayudaré a levantarte después de cada tropiezo. TE AYUDARÉ. No planeo cargarte hacia la meta– aclaró.
Esbozó su primera sonrisa real en todo ese rato –Lo necesitaré. Volver a correr después de caer es complicado.
–Entonces no corras– suspiró –No hay ninguna prisa. Después de todo ¿No se trata del recorrido y no el destino? Camina a nuestro lado, Reki. A mí lado.
–¿Y si vuelvo a perderte?
–No me iré otra vez. Aprendí varias cosas en este tiempo y una de esas es que alejarme e ignorar el problema no es una solución. Entonces ¿Te animas a acabar el recorrido juntos?
Se enderezó para poder besar su mejilla.
–Acepto.
–Y debes prometerme algo.
–¿Si?
–Me acompañarás a visitar a mi mamá esta Navidad.
–Lo prometo.
Se abrazaron.
–Me gustas, Reki.
–Y tú a mí, Langa. Pero tenías razón, no estoy listo para una relación ahora.
–No te preocupes– acarició su mejilla –Estaré esperando. Y, para sellar mi promesa, espero que esto sirva.
Juntaron sus labios. Duraron así un buen rato.
Se trataba de un beso inocente y desesperado. Pues sabían que se trataba del último en un buen tiempo.
–¡REKI!– se abrió la puerta de golpe –¿Dónde está mi bebé?– soltó su madre.
Tanto ella como sus hermanas quedaron heladas al ver el beso.
Los adolescentes se separaron apenados.
–Reki, que pillo– se burló Koyomi.
Su madre la pellizco –Perdón por interrumpir. Estaremos afuera– sonrió.
–No es necesario– se levantó Langa –Vendré mañana– le sonrió al pelirrojo.
–Cuento con ello.
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