High

–Acompáñame a una fiesta– dijo Miya.

–¿Uh?– levantó Reki su vista del celular –Emm yo no soy mucho de esas cosas.

–Oh vamos ¿Cómo quieres salir de tu zona de confort si nunca te animas a nada?– se dejó caer sobre la cama del pelirrojo –Y Langa te quiere demasiado como para forzarte– giró los ojos –Pero no puedes tenerles miedo a la fiestas por siempre.

–¡No le tengo miedo a las fiestas!– gritó.

–Reki– se acercó a él –¿Por favor puedes acompañarme? Conocerás mucha gente nueva que seguro va a adorarte– jugó con su cabello –Entonces ¿Me acompañas por favor?– hizo cara de súplica.

–Ugh, odio cuando me haces esto– giró los ojos –Tú ganas, pero no creas que ya se me olvido que no le has pedido perdón a Langa.

–Sí sí, lo haré algún día– sonrió –Por cierto, vete casual. En la fiesta de Adam lucías un poco elegante– revisó su celular –¡Es más! Puedo ayudarte– se levantó para mirar el closet del pelirrojo –Mmm no es muy buen material, pero podemos sacar cosas buenas de aquí– posó sus manos sobre sus caderas.

–¡No te di permiso de revisar mi ropa!– se sonrojó.

–Esto se te verá lindo– sacó una camisa negra de botones –Y encima ponte esta chaqueta de mezclilla. Te hará ver más juvenil– le arrojó la ropa –Usa pantalones apretados, pero no tanto mas que quieras que las personas te pellizquen las nalgas– lo miró burlón –Pero bueno, también iré a arreglarme. Te recojo a las ocho, estate listo– ordenó y salió d ela habitación.

El pelirrojo soltó un pesado suspiro y se dejó caer sobre la cama. Aunque no negaría que Miya le agradaba, no era muy fan de lo controlador que podía llegar a ser. Pero lo peor del caso es que tenía razón, con Langa sería complicado salir de su zona de confort y eso era algo que necesitaba con urgencia. O al menos había mencionado su psicólogo.

Siguió las recomendaciones del pelinegro y se vistió con la ropa que este había elegido. Se admiró un rato frente al espejo, lucía lindo. Cepillo un poco su cabello para no lucir muy desordenado, pero tampoco se esforzó mucho. Después de todo, seguía siendo un universitario.

–Reki– entró Koyomi a la habitación –No quiero que salgas con Chinen– se sentó en su cama.

–Te dije que tocaras si querías entrar– la regañó.

–Él no es un buen chico para ti ¿Tienes idea de los rumores que lo rodean?

–También hay varios sobre mí. Después de lo que pasó con Tatsu no hago mucho caso a lo que dice la gente.

–¡Pero Langa es mucho mejor partido!– hizo un puchero –Se nota que se preocupa por ti, es atractivo y me dio un dulce el otro día.

–No estoy saliendo con Miya de manera romántica– bufó.

–¿Ah no? Pero todos hablan de que se te declaró el otro día– alzó una ceja.

–Bueno, eso es cierto, pero le dije que no– se sentó a su lado.

–¿¡Qué!? ¿Y no me lo dijiste? Reki, creo que esa es información valiosa que tu hermana debería saber– lo regañó –Oh, dios, seguro que se siente humillado– formó una sonrisa juguetona –Lo molestaré en la próxima competencia.

–No hagas eso.

–¿Por qué no? Él siempre me molesta a mí– frunció el ceño –Entonces ¿Son amigos ahora?– lo miró.

Su hermano asintió –Y por más que él quiera salir conmigo, yo seguiré rechazando una relación más allá de la que ya tenemos– dijo –Es un buen chico, pero algo joven para mí y ambos tenemos muchos problemas– bajó la mirada.

La chica lo imitó y su rostro formó una mueca de preocupación.

–¿Estás seguro de que estarás bien allá?

–¿De qué hablas?

–Pues Chinen es muy popular y lo más probable es que te quedes solo en algún momento. Odiaría que te pasara lo que en la fiesta de otoño– murmuró.

–Él prometió que no me dejaría en ningún momento.

Un claxon se escuchó en la calle. Miraron la hora.

Ocho con cinco minutos.

–Debe ser él– se paró Reki.

Koyomi lo detuvo tomando su mano –Cuídate mucho hoy, por favor.

Su hermano rio y la abrazó –No te preocupes por mí.

Salió de la casa y entró al auto del pelinegro. La fiesta sería en la fraternidad de este, mismo lugar donde su desmayo había ocurrido hace unos meses atrás.

Tragó saliva.

–Tranquilo– tomó Miya su mano –Reki, no me separaré de tu. Y si es así, puedes decirle a Langa que pueda golpearme– bromeó.

El contrario forzó una risita y asintió.

Entraron juntos. Tal y como el pelirrojo ya había sospechado, el lugar estaba a reventar de gente. No todos eran de su campus. Incluso sospechaba que varios ni siquiera eran mayores de edad.

Apenas pusieron un pie dentro, un montón de personas se acercaron a saludar a Miya. Reki sintió como si lo empujaran, pero el menor sostuvo su mano con fuerza para que no se separara. Algo que sorprendió al de ojos ámbar.

Los primeros minutos fueron relativamente tranquilos. El pelinegro le presentó a mucha gente nueva. Aunque un detalle a recalcar era que muchos interpretaron que eran pareja.

–¿Reki?– escuchó una voz conocida.

–Cherry– le sonrió al pelirrosa –Que bueno ver otro rostro conocido en este lugar– confesó.

–Debo admitir que estoy sorprendido de encontrarte aquí– lo miró –Pero me alegro que te hayas animado a salir más ¿Dónde está Langa?

–¿Langa? ¿Está aquí?– arqueó una ceja.

–¿Cómo? ¿No viniste aquí con él?

–No, vine con Miya– señaló al de ojos verdes, quien conversaba con una chica.

–¿Con Miya?– lo miró incrédulo –Entonces ¿Están bien ahora?

–Oh sí, aclaramos todo hace unos tres días– explicó –¿Tú qué haces aquí? Creí que tampoco eras mucho del tipo de lugares ruidosos.

–Pues...

–¿Es ese quién creo que es?– apareció Adam abrazando a su novio por la cintura –Reki, pero que sorpresa verte– forzó una sonrisa –Pensé que después de lo del otro día no volveríamos a verte.

–Miya y yo platicamos.

–Oh ya veo, con razón tanto rumores– rio.

–¿Qué rumores?– frunció el ceño.

–Eso no importa ahora. Oye, hablale a Chinen y busquenos en el sótano ¿De acuerdo? Tengo una sorpresa para él– le guiñó un ojo.

–¿Ok?– ladeó la cabeza.

Cuando Reki por fin pudo acercarse de nuevo a Miya, le contó lo que Adam le dijo. El pelinegro sonrió y se dirigieron al sótano. Solo estaban ellos cuatro, y puesto que la fiesta estaba arriba, no era común que mucha gente bajara.

–¿Qué conseguiste esta vez?– intentó el menor asomarse a la opaca bolsa que el peliazul sostenía.

–Alto ahí, Catboy– alzó el paquete con una sonrisa burlona –Sabes la regla, no se dice, solo se prueba– sonrió con malicia mientras sacaba unas cuantas pastillas y se las daba –Ahora, consúmelo con calma. No quiero que te pongas como la otra vez.

–Pruébalas tú también, Reki– le acercó algunas –Te divertirás mucho–.

–¿Qué es esto?– arqueó una ceja.

–Solo pruébalo– sonrió Adam.

El pelirrojo miró a Cherry, él también las estaba tomando. Entonces supuso que serían seguras.

Por unos minutos, charlaron de cosas sin sentido. Reían como si fueran amigos de toda la vida. De hecho, Reki podía decir por primera vez que se sentía cómodo junto a Adam.

De la nada todo comenzó.

–Oye, Miya ¿Qué tanto te ves?– preguntó el pelirrosa.

–Creo que perdí los huesos de mis dedos– dijo el menor mientras contemplaba su mano –¿Ven? Parecen de hule– los sacudió frente a todos.

–Ey, es cierto– rio Adam –Oigan, yo también perdí mis huesos– miró sus manos.

–Creo que todos– habló Reki también admirando sus extremidades.

Kaoru soltó un grito.

–Creo que vi una rana caer del techo– masculló.

–¿Una rana?– se palideció Miya –No me gustan las ranas. Son asquerosas y llenas de baba–.

–¡Yo los protejo!– posó Reki heroicamente. Sin embargo, al toparse con un espejo, su rostro se tornó a uno aterrorizado –¡Mi cabello está en llamas!– gritó –¡Alguien ayúdeme!–.

–¡Ten!– le lanzó Adam agua.

–¡No se apaga!– dijo el pelinegro alarmado.

–Me voy a morir– chilló el pelirrojo.

–No vas a morir– lo sostuvo Cherry por los hombros.

–¡Voy a morirme! Voy a...

La puerta se abrió del golpe.

–¡Oye, Chinen! ¿Estás acá abajo?– preguntó un chico –La bocina se descompuso y...

Fue interrumpido por un empujón de Reki buscando la salida del lugar.

Los otros lo siguieron para buscar tranquilizarlo.

Dado a que las bocinas no funcionaban, el sonido de la estática era insoportable.

El pelirrojo se hizo bolita.

–Estoy en el infierno– masculló mientras sacaba su celular.

"¿Bueno?" respondió Langa desde el otro lado de la línea.

–Langa, ayúdame, creo que me estoy muriendo– dijo entre lágrimas.

"¿Qué? ¿Por qué?" frunció el ceño.

–Primero no tenía huesos, luego ranas llovían del techo, pero creo que no debí enfrentarlas por que mi cabello está en llamas y estoy cayendo al infierno.

"Reki ¿Estás drogado?"

–¡ME ESTOY MURIENDO!

"Ok, ok, tranquilo ¿Dónde estás?"

–En la fiesta de la fraternidad alpha, Miya me invitó– explicó.

Pudo escuchar un gruñido "Voy para allá, no te muevas".

Colgó.

La respiración del chico se hacía cada vez más brusca.

–Aquí estás– lo jaló Adam –¿Te sientes bien?–.

–No me quiero morir– masculló.

–No estás muerta, lavagirl– contestó –Y si lo estás, no lo estás sola– señaló a Cherry y Miya.

–Si, el infierno no se ve tan mal– agregó el menor.

–¿¡Esto es el infierno!?– se abrazó el pelirrosa al brazo de su novio –No quiero estar aquí–.

–Reki– lo abrazó Miya –Aquí estoy ¿Ok? No debes tener miedo–.

El pelirrojo sonrió y plantó un rápido beso en sus labios. Así sorprendiendo a todos los presentes, sobre todo los que tenían una cámara a la mano.

–¿Por qué lavagirl besó al gato gigante?– preguntó el peliazul.

–Gracias, Langa– suspiró Reki.

Silencio. Incluso las bocinas prefirieron apagarse en vez de continuar con la estática.

La expresión del menor no podía describirse como algo más que dolorosa.

–Yo no soy...

–¡REKI!– entró el peliceleste corriendo –¿Te sientes bien?– lo sostuvo.

El chico asintió ligeramente.

–Vámonos– miró a todo su grupo –Y no quiero ninguna maldita queja– gruñó.

Lo siguieron.

Al subir al auto, se encontraron con Joe en el asiento de copiloto. Todo su cuerpo estaba tenso y lo único que pudo hacer fue mirar con odio al peliazul por el retrovisor.

Al momento de que Langa se sentó al volante, azotó la puerta.

–¿Siguen drogados?– preguntó.

Al notar sus miradas perdidas pudo confirmar la respuesta.

–De acuerdo.

Manejó hacia una carretera desierta. Cuando se cercioró que no había nadie más, pisó el acelerador hasta el fondo, haciendo que todos en la parte trasera se pegaran a sus asientos.

–Amigo ¿¡Qué carajos!?– gritó Adam.

–Langa, eso fue muy irresponsable– lo regañó Cherry.

–Y me lo dice el que se droga– giró los ojos –Veo que ya se les pasó el susto.

–Después de algo así a cualquiera– gruñó Miya.

–Ok– soltó el peli celeste un pesado suspiro –¿¡QUÉ CARAJOS HACÍA REKI EN ESE LUGAR!?– les gritó.

–Langa– hablo el mencionado.

–Les estoy preguntando a ellos– lo detuvo –Miya, me asombra la poca verguenza que tienes, después de lo que le hiciste...

–Oye, eso él y yo ya lo arreglamos– contestó el pelinegro.

–¿Qué?– frunció el ceño –Pero... Yo no estaba ahí– murmuró.

–¡Pero claro que no! Era algo privado.

–¿Reki?– miró al de ojos ámbar.

–No miente– respondió –Miya y yo somos amigos ahora– bajó la mirada.

–Pues como su amigo no debiste llevarlo a ese lugar– volvió Langa a regañarlo.

–¿Y que se quedara encerrado en su burbuja? Tú lo estás limitando.

–Pues al menos deberías cuidarlo ¿Tienes idea del miedo que me dio cuando me llamó? ¿Cómo se les ocurre drogarlo?

–Deja de exagerar, todos lo estábamos– habló Adam.

–Pero ustedes sí pueden cuidar de sí mismos.

–¿Y qué te hace creer que yo no?– frunció Reki el ceño.

–Reki, tú no te preocupes ¿Ok? Hablaré con ellos y...

–No– soltó –Quiero que me expliques qué es eso de que no puedo cuidar de mí mismo.

–Bueno, yo...

–¿Crees que soy un niño o algo así?

–No es eso.

–¿Entonces qué es? Siempre me das un trato especial y me tratas como si fuera débil.

–Bueno, perdón por tratar con cariño al chico que me gusta– lo miró con enfado.

–Pero lo llevas a un punto extraño que no entiendo. Tengo dieciocho, puedo cuidarme solo.

–¿¡Cómo mierda quieres hacerte cargo de tu vida cuando ni siquiera puedes controlar tus emociones– gritó.

El menor quedó congelado por unos segundos. Langa se dio cuenta del daño de su comentario después de no poder leer la expresión del chico.

–Reki, lo siento. Yo...

–Solo llévame a casa– se apoyó contra Miya.

El contrario iba a responder, pero el peliverde lo paró.

–Hazle caso– dijo –No sé por qué esperarías que en este grupo entre amigos se cuiden, cuando ni siquiera entre novios lo hacen– murmuró.

–¿Qué tal si tú no te metes?– lo miró Adam.

–No quiero discutir hoy– se cruzó de brazos.

Cuando llegaron a la casa del pelirrojo, este bajó de la manera más rápida que le fue posible.

–Descansa– susurró Miya.

–Date una ducha antes de dormir– habló Cherry.

–Gracias, chicos– forzó una sonrisa.

–Enserio lo siento– lo miró Langa.

–Como digas– cerró el auto.

Buscó entrar a su casa.

–¡Espera!– gritó Adam –Bienvenido al grupo, fire– le guiñó un ojo.

El auto se fue.

Reki formó una sonrisa inconsciente. Ahora tenía un apodo, tenía un grupo.

Pero también tenía un vacío.

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