Un disidente trago amargo

     Ya me hartaron las conversaciones inútiles que terminan en discusiones pendejas. No soy dueño de mi vida, soy esclavo de esta. Salir al patio es solo un humilde placebo que algún dios psicópata depósito para mí. No puedo huir de aquí, no tengo alternativa. Está escrito en mi sangre que soportaré toda esta tortura psicológica hasta el día en que me muera. Si tan solo la muerte pareciera una opción y no un castigo, podría voltear la moraleja de esta descolorida anécdota.

     Las piezas dispersas del rompecabezas yacen sobre la mesa, distorsionadas y en posición fetal. He vuelto a mis orígenes, he venido de regreso. No soy un maldito fénix, soy un dragón histérico. La neurosis la tengo en forma de gusano volador, pululando en mis orejas oraciones que debo cumplir como reloj recién salido de la fábrica. No tengo afirmaciones ni certezas, no tengo nada. Se supone que este cuerpo es lo único a mi alcance pero solo logro tocar el vapor áspero de la cólera.

      Mi cara enrojece con el calor y con el frío, no hay una maldita diferencia entre estar lleno y estar vacío. Soy fragilidad, soy vidrio. Me derrito en figuras cóncavas mientras mi mente se pierde entre interrogatorios y asteriscos. Todo es confuso aquí adentro. ¿Y cuál es el punto? Si todo lo presenciado carece de significado. Repito las preguntas porque ya me sé las respuestas. Ellos repiten las preguntas solo para corroborar que sigo bailando en la palma de sus manos, como buena muñeca de cuerda.

     Tengo la cabeza hueca a falta de baterías, ya no me quedan energías. ¡Ya no mas! Ya no falta nada, ahora todo sobra. Todo es basura dentro del saco que coloqué a mi espalda desde el inicio de esta encrucijada y los cordeles se incrustaron en mi cuerpo, consumieron mis costillas. Mi piel es un adefecio amorfo, no me reconozco. No tengo una imagen mental para esto. ¿Podrías darme un respiro? Me altero y entonces escribo. ¿Entiendes, al menos, el motivo de esto?

     Quizás la independencia no sea la solución adecuada, al menos no realizada en proporciones tan mínimas. Cortame el desabrido cordón umbilical de una maldita vez, ¡carajo! No puedo depender del exterior cuando ni siquiera sé cómo controlar el interior. Es un juego de poder que solo me lastima. ¿No puedes verlo? No, no podés verlo porque tus ojos tienen ceguera cuando te hablo amablemente. Soy oscuridad y perversidad para la noción monocromática del mundo que hay en tu mente. Quizás por eso me siento tan preso del término "estar vivo", porque vivir así es solo esclavitud y castigo.

     Supongo que a pesar de todo, la culpa es parcialmente mía; debería cerrar la boca y someterme por completo a tus leyes (tu palabra es ley, ley es tu palabra). Pero incluso las revoluciones necesitan ser condimentadas con violencia para que se pueda llegar a algo, aunque ni eso es un concepto claro. Quizás solo divago porque el enojo me enerva la sangre. Quizás solo tengo una hemorragia de palabras porque metafóricamente estoy sangrando por dentro, aunque al menos estoy sangrando menos.

     Quisiera arrancarme la cinta que cubre mi boca y escupirte en la cara. No quiero tener cadenas invisibles de ese sistema deficiente que lideras, comprimiendo mi cuerpo hasta convertirlo en una minúscula actitud catatónica. Tal vez, solo tal vez, quieres que te escuche y obedezca como buen sacrificio de guerra, porque tú nunca has sido escuchado. El arte de usar las palabras como armas es fácilmente descartado luego de cada nacimiento en falso. Y, ah, los movimientos errados reciben penitencia, ¡genocidio!, porque luego de cada nacimiento nace prescrito el sistema de mando. Y tú estás en la cima, y a mí me toca arrastrarme desde lo mas bajo, con los palos y uñas que botaste luego de enseñarme a decir el abecedario.

     Si las palabras no funcionan contigo, quizás solo debería matarte. ¿Qué opinas? Siempre has estado en contra de los golpes de estado, argumentando que la amabilidad y el respeto son la base para todo buen gobierno tirano. Amabilidad y respeto son tan solo sinónimos de aquellos coprófagos que nacen gateando. ¿Qué me dices al respecto? Al rechazar mis propuestas solo me estás dando argumentos y motivos para seguirme negando. Me niego, me niego rotundamente a obedecer leyes basadas en moralismos que no comparto. Si por algo tan básico como eso me dirás rebelde, lo tomaré como un halago.

     Aunque de mis ojos broten lágrimas, porque en mi cuerpo abundan la fragilidad y los gusanos, quizás la respuesta a esa pregunta que quedó en el aire sea esa que solo evadimos en cuanto la pensamos. Solo quedaría digerirla entre condimentos, como un disidente trago amargo.

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